Siempre he dicho que el Budismo Zen es como los Sith en Star Wars: necesitamos caminar de la mano de un maestro para aprender y crecer. Claro que a diferencia de las películas, en el Zen no queremos retar o matar al maestro. Nosotros entrenamos juntos, nos impulsamos a seguir y formamos lazos de familia que trascienden el tiempo. Y es nuestro deber buscar y seguir a Maestro a donde esté.
Aunque no es la primera vez que cruzo el planeta para estar con mi Maestro, esta ocasión fue diferente pues ahora yo también soy maestro Zen. Era necesario vernos para que me instruyera en ciertas prácticas y conceptos que solo se podían aprender bajo el mismo techo. Pero lo más importante para mi era simplemente estar sentado en silencio con él.
Estuve entrenando en 3 templos, viví 2 tifones y uno de ellos el peor en los últimos 10 años en el archipiélago japonés. Visité muchos templos y sitios budistas de importancia histórica. Practiqué Zazen por 15 horas al día en ciertos momentos. Caminé por donde caminaron Dogen, Keizan, Nishijima, Sawaki y Uchiyama. Practiqué caligrafía. Recibí correcciones a mi práctica, a mi manera de ver el mundo. Mi ego floreció y se tuvo que reducir a golpes en el zendo. Dormí muy poco, comí poco y caminé mucho.
Estas palabras de Dogen Zenji, plasmadas en el Eihei Koroku resuenan en mi:
«Habiendo estudidado con mi maestro Nyoji y y habiendo comprendido por completo que los ojos son horizontales y la nariz vertical, regreso con las manos vacías…»
La referencia a ojos y nariz se refiere a la práctica de Zazen.
Entonces, a pesar de que tuve muchas experiencias, en realidad he regresado con las manos vacías.
Solo tengo un poco de silencio para compartir.