Aun en tiempos de epidemia y con todo el flujo de quejas y odio en redes sociales, creo que vivimos tiempos de una abundancia que no tiene igual en la historia humana. ¡Tenemos mucho de todo! De hecho, hemos perfeccionado tanto nuestras cadenas de producción y de distribución, que ahora nos sobra tiempo para hacer de la recompensa inmediata todo un culto.

Adoramos tenerlo todo de inmediato. Si queremos libros, en un clic están disponibles en nuestros dispositivos. Si queremos música, millones de piezas están listas paras er disfrutadas. Si queremos meditar, existen cientos de apps que prometen calma y mindfulness de inmediato y con un esfuerzo mínimo. Si queremos ver algo en la TV, ahora tenemos miles de opciones con tan solo pulsar un botón… que ni siquiera es botón físico, sino una metáfora inmediata e interactiva, mostrada en una pantalla.

La recompensa inmediata es maravillosa. Sin duda, hace la vida cómoda, pero tiene costos muy fuertes. Quizá el más grande de ellos, es que nos hemos vuelto muy perezosos. Cualquier cosa que requiera invertir tiempo y esfuerzo para nuestro bienestar, nos causa angustia y mucha resistencia. Es esta resistencia donde están las razones por las que nuestros hábitos no quedan, por más que nos esforcemos. Básicamente se trata de un ego inflamado que produce una reacción en cadena en nuestra motivación.

Gozamos de productos y servicios que nos premian con tenerlo todo aquí y ahora. Ya no hay que esperar a ir a una tienda especializada para tener música, juegos de consola, libros, ropa, víveres o películas. Es tan fácil pedir cosas desde el teléfono, que ni siquiera recordamos cómo era el mundo hace unos 10 años. Y en tiempos de encierro, esta comodidad se convirtió

Era un mundo cruel y árido en el que uno debía esforzarse por lograr y tener cosas.

No es que no me guste la cultura de lo inmediato. Al contrario, es maravillosa y hace la vida mucho más llevadera. ¡Si hay alguien que goza servicios como Steam, soy yo! El problema es que con frecuencia, esta forma de vida es más un estorbo que arruina nuestra capacidad para implantar hábitos nuevos o cambiar los que no nos gustan. ¡Odiamos si quiera el pensar en la palabra disciplina!

Esto genera una avalancha de obstáculos que nos hacen fallar de maneras épicas al momento de querer mejorar nuestra experiencia de vida.

La sociedad parece aplaudirnos cuando alguien come mal por estar muy ocupado, dormir poco por dedicar tiempo a las fiestas, despertar tarde en fin de semana, o al empeñar el futuro con deudas de tarjetas de crédito.

Y ni qué decir de la mercadotecnia. Nos vende la fantasía de que con una píldora mágica/gadget/bebida/amuleto dormiremos mejor, bajaremos de peso o tendremos más energía.

Sin embargo, lo que todo mundo se esfuerza en ignorar es el hecho de que los nuevos hábitos se apoyan en la disciplina. No hay más.

No existen los milagros, la magia, la providencia, ni El Secreto. Sólo existe el trabajo, la dedicación y la constancia.

Para evitar el desarrollo de nuevos hábitos existe una gran colección de obstáculos, casi todos basados en nuestro gran y pesado ego. Aquí presento una pequeña lista:

  1. Pereza
  2. Auto complacencia
  3. Esperanza en la píldora mágica
  4. Seguir a la manada
  5. Apego a las costumbres y tradiciones
  6. Miedo a experimentar
  7. Miedo al cambio
  8. Ignorancia / falta de información
  9. Rebeldía
  10. Mala alimentación

Sí, el número 10 es la mala alimentación.  A pesar de que la subestimamos, la nutrición es la clave de la vida. Comer alimentos procesados y abusar de las harinas nos vuelve pesados y apáticos.

Es mucho más fácil generar hábitos duraderos cuando la nutrición es equilibrada.

¿Te has enfrentado con algún obstáculo fuerte al crear nuevos hábitos? ¡Comparte en los comentarios!

Si te interesa crear un hábito nuevo o cambiar uno que no te guste, este taller es para ti.

 

Imagen: https://news.cornell.edu/