Cuando comenzamos a experimentar con la meditación, casi siempre lo hacemos de manera autodidacta. Buscamos algún video, app o podcast que nos ayude a dar el primer paso, lo cual es muy bueno. Es una excelente manera de iniciar.
El problema es que nos quedamos solo con lo que ese primer contacto nos da. No queda claro que la guía de un maestro es necesaria, porque en algún punto la app o el podcast no responderá preguntas que todos tenemos. ¿Qué hacer con las experiencias místicas y profundas que vamos a vivir? ¿Qué significan?
Luego de unos días de meditar por primera vez, muchas personas experimentan separación del cuerpo, ven ángeles, sienten presencias extrañas y una colección de fenómenos completamente normales. Son normales porque la mente de un novato no sabe qué hacer con la experiencia de inmovilidad y de concentrar la atención a un solo punto (normalmente la respiración).
En el Budismo Zen, a este tipo de situaciones las llamamos Makyou. Es una palabra japonesa que significa reino de los demonios, y la usamos para designar el autoengaño que son estas experiencias. La gran mayoría de las experiencias místicas que tenemos al meditar, son producto de una mente ajustándose a la disciplina. Tiene a crear proyecciones y sensaciones tan poderosas, que las tomamos como reales.
Pero al final no son más que Makyou en todo su esplendor.
Entonces, en el Zen ¿qué hacemos con estas experiencias místicas?
Nada. Absolutamente nada.