Una de las enseñanzas budistas más grandes que he recibido, fue durante mi visita a Kotoku-in, en Kamakura, Japón. En este templo está el famoso Buda gigante de bronce, que mira el universo desde Zazen.
De lejos, este Dai Butsu es impresionante y es una imagen que es parte de la cultura popular del mundo. Pero de cerca es otra historia. Mientras caminaba alrededor de la estatua, me di cuenta de que había gente detrás del Buda. Al llegar ahí, vi que se podía entrar por una puerta trasera. Este Buda no es de bronce macizo.
Al entrar al Buda no pude contener el llanto. ¡Hasta el Buda es vacío!
Aunque la palabra vacuidad aparece en casi todos los libros budistas. Es un término tan difícil de comprender, que algunos maestros pasan años tratando de ponerlo en claro para que las comunidades lo asimilen. A veces sin éxito.
Se nos explica que la vacuidad es el gran vacío y que todas las cosas y seres del universo están vacíos, lo que nos lleva a experimentar angustia. ¿Cómo es posible que todo está vacío? ¿Eso significa que nada existe? ¡Pero yo sí quiero existir!
El problema con todas las explicaciones que damos es que, desde el momento que usamos la palabra vacuidad o vacío, la vacuidad deja de estar vacía y la llenamos con conceptos humanos. Entonces se convierte en un bucle del que no es tan sencillo salir.
El maestro Suzuki Shunryu decía que la vacuidad es como vaciar un vaso con agua. «Vaciar» el vaso no implica beber el agua, sino de ejecutar una acción viva, una experiencia, que trasciende la palabra vaso o agua. Es a través de involucrarnos con el objeto e interactuar con él, que el concepto de «vaso vacío» puede ser real.
La enseñanza de Shunyata es igual. Nos involucramos con ella, en lugar de perder décadas explicando.
A diferencia de otras tradiciones de budismo, el Soto Zen tiene una manera diferente de estudiarla.
Nosotros estudiamos en los libros y escuchando a nuestros maestros sobre shunyata. El propio Shakyamuni nos habla sobre esto en varios sutras que consideramos sagrados, pero en algún punto tendremos que enfrentar esta enseñanza con el trasero puesto en el zafu.
Es en la profundidad y silencio de Shikantaza donde, en lugar de intelectualizar vacío, lo vivimos. Sentimos que es real y que funciona. Carece de explicaciones y de conceptos porque solo es, solo está.
Vacuidad no es dejar de existir. Es experimentar el hecho de que todo en esta vida carece de identidad propia y que su existencia está encadenada a que el universo completo, sea posible.
Es entender que una puesta de sol no necesita el lenguaje humano para ser, y que su existencia depende de que el universo completo funcione.
En Shikantaza no buscamos nada, solo nos sentamos inmóviles y en silencio. Porque cuando buscamos, hay una idea de recibir algo a cambio. Es decir, el ego es el que se manifiesta al querer un premio por el esfuerzo.
Por eso es que Dogen regresó de China con las manos vacías. Lo único que enseñaba, en realidad, era Zazen.