Como buenos humanos de la civilización occidental, buscamos con obsesión que nada en la vida nos cueste trabajo. La comodidad es nuestro dios. Lo adoramos depositando nuestro trasero en tronos muy cómodos mientras vemos la vida pasar.
Cuando llega la adversidad sufrimos mucho porque nunca entrenamos para salir adelante de manera creativa y ecuánime.
Pero desde el Zen aprendemos a ver que la vida por completo, incluidas las cosas que no nos gustan, son parte de un paquete precioso e indivisible llamado Buda. Entrenamos la mente para que no sea un motivo de dukkha, sino una luz para desterrar nuestras sombras.
A veces, nuestra mente está llena de aflicciones, y es entonces cuando las adversidades parecen llegar con mayor facilidad. Pero cuando nuestra mente no está perturbada, podemos experimentar paz y apertura incluso en situaciones difíciles. La forma en que interpretamos la situación influye en nuestra experiencia. Por eso es tan importante transformar nuestra mente.
Estás mal de la cabeza, Chocobuda. ¿Cómo voy a pensar en transformar la mente si estoy muy cómoda sufriendo por tonterías?
El ego gordo e inflamado nos lleva a pensar que la situación es injusta, que los demás están equivocados al tratarnos mal y que ellos deberían cambiar. Cuando culpamos a los demás, esencialmente estamos entregando nuestro poder a ellos, porque estamos pensando: «Mi problema y mi infelicidad son culpa de esa persona. Ellos tienen que cambiar y entonces seré feliz».
Mirar la situación de esta manera es un callejón sin salida. Shakyamuni nos enseña que no podemos hacer que los demás cambien. La única persona que podemos cambiar es a nosotros mismos. En lugar de sentir lástima por nosotros mismos o enojarnos, necesitamos cambiar la forma en que vemos la situación.
El Dharma te vuelve una persona creativa, no una persona reactiva
Cuando pienses en alguien que dificulta tu vida, pon en práctica el Dharma que has aprendido y transforma tu estado mental. Toma refugio en Buda, Dharma y Sangha. Al hacerlo, crecerás espiritualmente y tendrás más confianza y fuerza para enfrentar las dificultades. Tu mente estará llena de alegría. Incluso podrías ser capaz de decir «gracias» a esa persona por brindarte la oportunidad de cambiar y crecer.
Si queremos alcanzar realizaciones en el Dharma, necesitamos practicar la paciencia y desarrollar fortaleza. El desarrollo de tales cualidades requiere personas que nos desafíen. Por lo tanto, debemos apreciar y agradecerles.
Nosotros mismos creamos la causa con nuestra ira, nuestra mente crítica y tendencia a culpar a los demás. Una vez que reconocemos que creamos nuestra propia miseria y que lo que experimentamos es el resultado de la indisciplina, se vuelve más fácil comenzar a practicar el Dharma y transformar la adversidad en el camino.
El estudio y práctica de las enseñanzas del Buda y de Dogen Zenji nos abren puertas que habían estado cerradas. Podemos estar tranquilos y fuertes aún en el ojo de la tormenta, para tomar decisiones con base en la ecuanimidad y no en el berrinche.
Dejamos de ser reactivos y damos paso a una etapa de creatividad y paz que vale la pena vivir.