Hay muchos budas por todos lados. Todos representan al Buda histórico o universal, y al Dharma. Cambian de acuerdo con cada nación y su cultura. Sin embargo, hay uno muy especial.

Es un ser iluminado llamado Amida Buda, cuya historia y enseñanzas han tocado los corazones de innumerables practicantes a lo largo de los siglos. Amida Buda, también conocido como Amitabha o Amituofo, es considerado un Buda de gran importancia y compasión en el budismo Mahayana.

La historia de Amida Buda se remonta a incontables eras pasadas, cuando era un ser humano llamado Dharmakara. Movido por una profunda compasión y el deseo de ayudar a todos los seres sintientes, Dharmakara emprendió un viaje espiritual inmenso y lleno de obstáculos, pero nunca se dio por vencido. Acumuló méritos y sabiduría inconmensurables. Finalmente, después de incontables prácticas y votos, alcanzó la iluminación suprema y se convirtió en Amida Buda, el Buda de la Luz Dorada Infinita.

El nombre «Amida» significa «Luz Infinita» y es un reflejo de su naturaleza vacía, iluminada y compasiva. Amida es venerado por su capacidad de guiar a los seres hacia la tierra pura de Sukhavati, un reino de felicidad y liberación, donde se puede lograr la iluminación completa. Se dice que Amida Buda ofrece su ayuda y salvación a todos los que reciten su nombre con sinceridad y confianza en su poderosa compasión.

¿Para qué cultivar respeto y amor por Amida Buda?

La importancia de Amida Buda para los practicantes de budismo radica en su mensaje de esperanza y motivación. Es particularmente importante para los occidentales que comenzamos a aprender sobre budismo.

Nuestro mundo lleno de desafíos y sufrimiento, Amituofo nos recuerda que nunca hemos estado solos en nuestro camino espiritual. Su compasión infinita nos brinda la certeza de que siempre hay una salida hacia la liberación y la felicidad duradera. Al recurrir a Amida, encontramos un refugio seguro y una fuente de inspiración, fortaleza y perseverancia para superar los obstáculos y cultivar una vida de bondad, sabiduría y compasión.

Nos inspira a perseverar en nuestro camino espiritual, recordándonos que cada uno de nosotros tiene el potencial de participar en la iluminación del universo y experimentar una transformación profunda.

La conexión con este Buda se cultiva por la vía de la práctica cotidiana. Zazen nos pone al nivel de Amida, pero también cada acto de bondad que realizamos. Cada vez que seguimos adelante con valentía y determinación, Amida está iluminando el camino, deshaciendo el ego y abriendo la puerta a la salida del sufrimiento.