Un querido alumno, Rubén, ha escrito este texto que me tocó el corazón:
Flotando en el mismo centro.
Afuera, nada. Adentro, nadie.
El viento ha abierto de par en par el ventanal
y ha soplado todo el polvo acumulado.
Se apagó la luz temblorosa de la vela.
La luna llena ilumina ahora la estancia
y en el viejo espejo se refleja el universo entero.
En este instante
abre los ojos el hombre que aquí dormía.
Junto con él todos los seres han sido liberados.
En este instante.
Vivimos ocupados más que nunca, logrando, alcanzando y deseando. Suena atractivo, pero estas búsquedas resultan muy destructivas a la larga.
En la práctica Zen se vuelve natural detenernos de cuando en cuando para solo contemplar la vida como es. Pomenos atención la verdadera naturaleza del ser y del tiempo.
Este texto es un retrato de un momento en el tiempo, un reflejo de la eternidad capturado en un simple acto de consciencia. En el Zen, realizamos que el ser es el tiempo y el tiempo es ser. Vivimos admirando la enormidad y la magia de la realidad, reconociendo que cada instante es una manifestación completa del universo. Esta es nuestra religión.
El viento limpiando la estancia, la vela apagándose y la luna llenando de luz el espejo, nos recuerda que esta enseñanza está por todos lados. En la práctica diaria, repetimos esta sabiduría con el Sutra del Corazón, afirmando que «la forma es vacío y el vacío es forma». Este instante, en su simplicidad y profundidad, lo contiene todo.
Cualquier persona que despierta, despierta con el Buda. Despierta al Buda, y con esto, la realidad de la naturaleza búdica. ¡Todos los seres son liberados en ese mismo instante! Soltamos comentarios y pensamientos para solo contemplar al Buda en la luna, en la luz de la vela y en la oscuridad de nuestro interior.
Este momento es un recordatorio constante de la presencia del Buda en cada aspecto de nuestra existencia, un llamado a vivir plenamente despiertos y en armonía con el universo.
Soltar nuestras ataduras y simplemente ser, en el flujo continuo del tiempo que es a la vez nuestro ser más íntimo.