
Soy una persona sencilla y de hábitos. Me gusta honrar las tradiciones que me he creado. Una de mis favoritas es desearte que tengas un muy mal año 2025.
Ya me conoces. En esta época del año, cuando todos se apresuran a lanzar buenos deseos como si fueran confeti y a repartir frases motivacionales tan vacías como mi cabeza, aquí estoy yo para desearte lo contrario. Que 2025 sea un muy mal año. Lo digo con toda la intención. Porque, ¿no te ha cansado el optimismo superficial de los primeros días de enero?
Hace más de diez años empecé este experimento y los resultados han sido muy buenos. Las personas que vieron más allá del sarcasmo comprendieron. Parecería que el mito de la psicología inversa es cierto.
Entonces, hoy con renovada energía, vuelvo con esta anti-felicitación de año nuevo. Si esto te incomoda, bueno, quizá deberías preguntarte por qué.
Si eres de las personas suavecitas y débiles que necesita algodones y palabras dulces todo el tiempo, este mensaje no es para ti. Pero si ya sabes que un verdadero cambio comienza con un incomodidad y una dosis de realidad brutal, quédate. Esto podría ser lo más útil que leas para preparar tu 2025.
Dogen Zenji y otros Patriarcas del Zen como Sekito Kisen, nos dicen que cuando abandonamos todo lo que creemos saber, el verdadero camino aparece frente a nosotros. “Bueno” y “malo” son solo conceptos creados por la mente egocéntrica, pero si tienes el valor de enfrentar la vida sin esas etiquetas, podrías descubrir algo mucho más profundo.
La vida no es buena ni mala. No hay años buenos ni malos. Solo hay Buda.
Entonces, de todo corazón, deseo que tu 2025 sea un muy mal año:
- Que el ruido mental y las distracciones sean tan insoportables que no tengas otra opción que sentarte en Zazen. Ahí, en la inmovilidad, podrás confrontar al verdadero enemigo: tú mismo.
- Que te falte dinero, para que dejes de acumular y gastar en cosas que no necesitas y descubras la maravilla de vivir con lo esencial. Menos cosas, menos distracciones, más tiempo para lo que importa.
- Que haya soledad, para que aprendas el valor de la verdadera conexión humana. Y también para que te des cuenta de que la paz interior no depende de nadie más que de ti.
- Que alguien te demuestre que no eres tan listo como creías, porque ¡vaya, es hora de bajarte de ese banquito de superioridad! Solo así podrás abrirte al aprendizaje real.
- Que tu cuerpo sufra, porque tal vez así te des cuenta de que lo has tratado como un bote de basura. Nuestro Gran Maestro Dogen, en Gyoji Kihan, nos enseñó que el cuerpo es tu herramienta para caminar el camino. Cuídalo como cuidas el fuego sagrado.
- Que experimentes hambre, para que entiendas lo que tantos otros sufren a diario y, si tienes un gramo de sabiduría, actúes con compasión y compartas lo que hay en tu plato con otros seres.
- Que alguien te pague con ingratitud, para que sientas lo que has causado cuando no agradeces a quienes te ayudan cada día. La gratitud no es opcional; es el cimiento de una consciencia despierta.
- Que te olviden, porque solo así podrás valorar la presencia de quienes te han sostenido en silencio.
- Que pierdas a alguien querido. Porque, aunque duela, es en el sufrimiento donde comprendemos la impermanencia de todas las cosas. Todo lo que amas, todo lo que temes perder, está destinado a cambiar. Mejor abrázalo mientras esté aquí.
- Que enfrentes el caos, porque es en el lodo donde florece el loto, no en un jardín perfecto. Es solo con hábitos virtuosos que podemos mejorar nuestra vida y dar solidez a nuestro caos interno. Si quieres saber más sobre hábitos, te invito a nuestro taller que comienza pronto. Clic aquí.
Que 2025 sea un mal año. Llénalo de retos, montañas empinadas y tormentas que tambaleen tus cimientos. Porque, al final, cada dificultad es solo una oportunidad disfrazada. Y cuando llegue el último día del año, podrás mirar atrás y decir: “odio al Chocobuda, pero todo esto ha valido la pena”.
Aunque 2025 tenga retos, los podrás navegar si tu corazón deja entrar al Buda.
Entonces, ahora sí, feliz año nuevo. Gracias por estar aquí y por tu práctica. Sin ti, yo no podría existir.