No puedes escapar hacia afuera, porque afuera no existe

Como todo ser humano, he pasado por muchos periodos intensos de dolor y desesperación. Recuerdo que una vez estaba tan exhausto, tan herido por dentro, que consideré seriamente huir hacia las montañas y convertirme en una especie de ermitaño cavernícola. Sé que ahora puede parecer gracioso, pero en verdad quise escapar del mundo, de la ciudad, de los compromisos, de las voces, de los recuerdos. Quise salir hacia «afuera» del dolor. Pensé que, si me alejaba lo suficiente de todo y de todos, encontraría paz. Pero me di cuenta de que afuera no existe.

Finalmente, no lo hice. Me quedé. Y hoy, al mirar en retrospectiva, veo con claridad que esa idea del «afuera» fue un autoengaño muy sutil, pero también muy peligroso. Porque intentar escapar hacia un «afuera» que no existe solo genera más sufrimiento y confusión que cualquier situación dolorosa que haya experimentado.

Hay una canción muy famosa de Caifanes que dice «afuera tú no existes, solo adentro». Suena bien, pero creo que no hay tal cosas como afuera.

Afuera no existe porque todo está dentro de Buda

La idea de que podemos huir hacia otro lugar para dejar atrás nuestro sufrimiento parte de un error fundamental: la creencia de que existe un «afuera» separado de lo que somos. Pero desde la perspectiva del Budismo Zen, afuera no existe.

Todo es Amida Buda. Todo está contenido en la naturaleza del despertar. Aunque salgas de la casa, aunque tomes un vuelo y huyas a otro país, sigues estando dentro de Buda, y sigues siendo el mismo Buda. No hay límites. Las fronteras son una de las mentiras más grandes. No hay un lugar al que puedas ir donde no esté la realidad absoluta.

«Si buscas al Buda fuera de ti, nunca lo encontrarás. El Buda no está separado de tu propia mente» dijo el Sexto Patriarca Huineng.

La mente que divide y el sufrimiento que creamos

Entonces, ¿de dónde viene esta idea de que hay un afuera? Viene de la mente. La mente, en su función de dividir y categorizar, crea un mundo dualista de adentro y afuera, yo y los otros, bien y mal, sagrado y profano. Pero esa es la mente egocéntrica, que gira en torno al «yo» como centro del universo.

Cuando creemos en el «afuera», comenzamos a hacer cosas como:

– Buscar culpables externos.

– Reprimir emociones incómodas.

– Fantasear con que la felicidad está en otra parte, en otro trabajo, en otra relación, en otro planeta.

– Huir de las responsabilidades internas proyectándolas hacia lo externo.

Todo esto alimenta el sufrimiento. Entre más «afueras» creamos, más separados nos sentimos. Esa sensación de separación es el origen del dukkha: el sufrimiento básico de estar vivos sin comprender la verdadera naturaleza de la realidad.

El Zen como vía para desmontar la ilusión del afuera

La práctica Zen no busca darnos respuestas rápidas ni calmarnos superficialmente. Lo que busca es ayudarnos a ver, con claridad radical, que la dualidad es una construcción mental. Que la división entre adentro y afuera no es real.

Cuando nos sentamos en Zazen, en silencio, sin hacer nada, sin intentar escapar ni cambiar nada, comenzamos a ver la mente en acción. Observamos los pensamientos que vienen y van, las emociones que se alzan como olas, las narrativas que la mente construye para sostener su identidad.

Zazen nos permite ver que no hay nada que sacar «hacia afuera». Todo está ya aquí. Todo está siendo sostenido por la realidad del Buda, justo ahora, justo en este instante.

La frase “La salida es por adentro” es completamente válida. No hay hacia donde escapar porque ya estás donde necesitas estar: dentro de Buda, siendo Buda, bailando la danza cósmica del Buda, donde todo tiene una razón de ser. Nada falta y nada sobra.

Afuera no existe: todo es uno solo

Cuando Dogen Zenji escribió en Genjokoan que «estudiar el camino del Buda es estudiarse a uno mismo», nos estaba recordando que no hay camino que se haga fuera de esta experiencia presente. El «afuera» es una distracción, un eco de la mente que no quiere rendirse ante la Triple Gema. Es la mente la que insiste en encontrar escape en lugar de liberación.

Incluso el dolor, el cansancio, la ansiedad o el miedo, están dentro de Buda. No hay nada que quede fuera. No puedes separarte ni un milímetro de lo que eres, porque eso que eres, es precisamente el Todo.

Dentro de este mismo cuerpo, con su percepción y pensamiento, se halla el mundo, el surgimiento del mundo y el cese del mundo.

Todo está aquí. Todo empieza y termina en el corazón de la experiencia directa. El Zen nos invita a volver aquí una y otra vez, a dejar de correr, a dejar de crear más afueras.

Aunque salgas de casa, sigues estando dentro de la Madre Tierra. Aunque salgas del sistema solar, sigues estando en Buda. No hay escapatoria y eso es perfecto.

Desmontar el afuera es una práctica cotidiana

Practicar que “afuera no existe” no es una filosofía abstracta. Es una disciplina diaria:

– Cuando te sientas con tentación de escapar de una conversación incómoda, respira y permanece presente.

– Cuando tu mente fantasee con una vida ideal en otro lugar, recuerda que el verdadero trabajo es aquí y ahora.

– Cuando el dolor parezca insoportable, siéntate con él, escúchalo, obsérvalo.

No hay nada que sacar. No hay nada que poner afuera. Solo hay realidad, completa, brillante, ineludible. Solo hay una Perla Brillante que está justo aquí.

Vuelve a casa, porque nunca te has ido

No puedes escapar hacia afuera, porque afuera no existe. No hay nada que temer, porque no hay a dónde huir. Esta verdad puede parecer abrumadora, pero también es profundamente liberadora.

Estás en casa. Siempre lo has estado. Ahora siéntate aquí conmigo y regalemos al universo nuestra atención plena.