
Hace años, en una mañana cualquiera, mientras caminaba al trabajo por una calle ruidosa y llena de tráfico, noté que mi mente iba a mil por hora. Preocupaciones, listas de pendientes, discusiones imaginarias; hasta que una pequeña pausa en el semáforo me hizo detenerme. Respiré profundo y, sin buscarlo, todo se aquietó. Escuché el canto de un pájaro, vi cómo el sol tocaba las hojas de un árbol, y por un instante muy chiquito, estaba totalmente presente. Esa breve experiencia me recordó lo que enseña el maestro Huineng: el verdadero Zen en la vida cotidiana no es escapar del mundo, sino despertar dentro de él.
El Capítulo 5 del Sutra de la Plataforma, “Dhyana”, es muy breve. Sin embargo, es una enseñanza poderosa y sencilla sobre cómo practicar Zazen sin depender del zafu ni de condiciones especiales. Nos recuerda que la práctica Zen es posible en todo momento del día. Cada segundo del día es sagrado y una expresión de la budeidad a la que pertenecemos. No lo podemos ver porque estamos muy ocupados siendo nosotros mismos, pero es posible tocar esta Tierra Pura si entendemos este capítulo.
Este sutra se puede descargar de aquí.
Dhyana es el origen de la palabra Zen
La palabra Zen proviene del término sánscrito Dhyana, que significa meditación o concentración. Sin embargo, como lo aclara Huineng, no se trata de meditar como un acto aislado, formal o ritualizado. Dhyana es más importante que eso para el Zen. Lo entendemos como ver directamente la naturaleza de la mente y vivir sin apego.
“Dhyana significa ver la naturaleza de la mente. Ver la naturaleza es Bodhi.”
Por eso, practicar Dhyana es practicar Zen porque vivimos con atención plena, con las menores distracciones posibles, y sin quedar atrapados por etiquetas como “bueno” o “malo”. Entrenamos día tras día para permitir que la mente vuelva a su estado natural de claridad y presencia.
Zen en la vida cotidiana es atención en cada acción
Huineng deja claro cómo llevar esta práctica a cada momento de la vida:
“El sentarse en meditación no significa fijar la mente en la ausencia de movimiento. Significa estar libre de apegos al bien y al mal.”
Aunque los maestros del Zen nos piden sentarnos en un zafu, Zazen no está limitado a un tiempo o lugar. El estado de presencia y atención se manifiesta cuando lavamos los platos con atención, cuando escuchamos sin juzgar, cuando respiramos con conciencia mientras esperamos el autobús. El verdadero Zen en la vida cotidiana es cultivar una mente libre, despierta y no reactiva, justo en medio del caos y la rutina.
A veces me gusta pensar que la práctica Zen nos vuelve creativos, no reactivos.
En el centro del Zen hay claridad sin rigidez
Así como el Maestro nos enseñó en el capítulo 4, en este apartado nos insiste en estar atentos para evitar el malentendido común de pensar que meditar es dejar la mente en blanco o aislarla del mundo. Huineng dice que “una mente sin movimiento no es necesariamente una mente despierta”. Lo importante no es erradicar los pensamientos, sino que no haya aferramiento a ellos.
“El verdadero Dhyana no consiste en sentarse sin moverse, sino en mantener la mente libre en toda situación.”
Esto ayudó a construir el Soto Zen como lo conocemos hoy. Para nosotros el énfasis no está en alcanzar estados especiales, sino en estar completamente presente con lo que hay, sin rechazo ni apego.
Si hay tristeza, nos sentamos con ella. Cuando estamos felices, nos sentamos con esa felicidad. No importa si hay ruido interno o externo, la práctica de Shikantaza debe ser mantenida.
Vínculo con el capítulo 4, meditación y sabiduría
En el capítulo anterior, Huineng explicaba que Samadhi (meditación) y Prajna (sabiduría) son inseparables. Aquí en el capítulo 5, esa enseñanza se vuelve más práctica porque nos dice que la meditación es ver la mente tal como es, y eso es ya un acto de sabiduría.
La práctica de Zazen en el Soto Zen refleja esta visión. Nos sentamos sin objetivo, sin querer lograr algo, y en ese dejar-ser surge una comprensión profunda. No estamos vaciando la mente, sino viendo con claridad lo que surge y dejándolo pasar.
Zen sin separación
Por los años que llevo practicando y enseñando, estoy convencido de que tenemos un fallo fundamental en nuestra espiritualidad. Nunca la tomamos en serio y la dejamos como una actividad más para el fin de semana.
Por eso creo que uno de los aportes más revolucionarios de Huineng es mostrar que no hay separación entre práctica espiritual y vida cotidiana. Cuando comprendemos esto, la idea de que sólo se medita en el zafu desaparece. Cada instante puede ser una oportunidad para despertar.
Trabajo es Buda. Escuela es Buda. Comida, descanso, enojos, tristeza, todos son Buda. Si los separamos, el budismo y toda la sabiduría de los Patriarcas dejan de funcionar.
Huineng no desecha la meditación sentada, por supuesto. Pero sí advierte que si la usamos como un refugio o como un acto separado del resto de la vida, hemos perdido el corazón del Dharma. El verdadero Zen en la vida cotidiana es vivir cada momento con claridad, presencia y sin aferramiento.
¿Cómo practicar esto hoy?
Independientemente de que practiques Zen o no, la atención plena es nuestro derecho. Es solo que no viene gratis y tenemos que esforzarnos en lograrla. Practicar Zazen es la mejor manera que tenemos, pero si no te gusta el budismo, puedes comenzar con algunas ideas fáciles de implementar.
- Observa tu respiración mientras trabajas.
- Come sin distracciones, sintiendo cada bocado.
- Escucha a alguien con todo tu ser, sin planear tu respuesta.
- Camina como si cada paso fuera sagrado.
- Guarda silencio a lo largo del día y pon atención al discurso mental.
- Apaga la música. Pon atención a la vida que te rodea.
Estas pequeñas acciones son semillas de Dhyana. Y si las haces con sinceridad, descubrirás que el Zen ya está ocurriendo.
Es importante decir que estas acciones no logran nada si solo las haces una vez. Elige una y repítela por muchos días. Sin hábito, no hay aprendizaje.
La meditación está en ti y es tu derecho
El capítulo 5 del Sutra de la Plataforma nos enseña que el verdadero Dhyana no se trata de inmovilidad ni de lograr algo especial. Se trata de reconocer lo que ya está presente en nosotros. Una mente clara, libre, compasiva.
Practicar Zen en la vida cotidiana no es un ideal lejano ni una meta que se alcanza tras años de esfuerzo. Es una forma de estar, aquí y ahora, reconociendo la plenitud del instante presente sin adornos ni rechazos. Por tener esta mente y cuerpo humano, es tu derecho.
Hoy, al terminar de leer, detente. Mira a tu alrededor. Respira. ¿Puedes estar aquí por completo? ¿Puedes dejar de perseguir objetos mentales y simplemente estar?
Esa es tu puerta al Zen.