Uno de los terribles males de la vida productiva es la procrastinación.
Dejar las cosas para después ya no es visto como un cáncer, sino como todo un estilo de vida. Personalmente he visto cualquier cantidad de ejemplos de todo tipo y no me dejo de sorprender lo fácil que es caer en ella.
No tienen idea el trabajo que me cuesta no engancharme en un videojuego, ponerme a leer mis blogs favoritos o simplemente mirar la pared. Todo para evitar comenzar a trabajar, salir a correr o, incluso, comer alimentos saludables.
Es más, hay ocasiones en las que tengo tanto trabajo, que prefiero dedicar tiempo a arreglar mi icono para las redes sociales, que resolver mis pendientes. Justo como en este magnífico web cómic.
Digamos que es una lucha constante que, por suerte, casi siempre gano.
A pesar de que se escriben largos posts e incluso libros sobre cómo romper el hábito de la procrastinación, el hecho es que es parte de la vida humana y tenemos que vivir con ella.
En mis investigaciones no científicas he encontrado que postergamos las cosas por varias razones:
- Simple distracción. Como no tenemos la cabeza en el ahora, el simio dentro de nosotros es el que toma el control del pensamiento. Este siempre se irá hacia donde encuentre más colores y ruidos; logrando sacarnos de concentración.
- Resistencia. Es posible que una tarea nos resulte sumamente desagradable, así que la vamos dejando de lado hasta que sea absolutamente necesario resolverla.
- No nos importa. Quizá la tarea a realizar no tiene nada de atractivo para nosotros, así que decidimos no hacerlo.
- Desorden. No tener métodos para hacer las cosas hace que la vida se vuelva caótica, por ende, difícil de aceptar de buena gana.
Si estamos conscientes de estos cuatro factores, quizá la tendencia a la procrastinación será menor.
En mi experiencia, la mejor forma de enfocarse en el trabajo es acabar con las distracciones y tener las ganas suficientes para terminar.
Postergar las cosas provoca mucha angustia. Y creo que a nadie nos gusta vivir así.
La vida incluye cosas que no nos gustan, pero tenemos que hacerlas. Poniéndonos de malas y resistiéndonos, sólo nos traemos sufrimiento.
Como diría un maestro del budismo chan: cuando trabajas con una sola mente, el trabajo se hace rápido.