Practicar Gratitud es una actividad maravillosa que siempre recomendaré. La vida se vuelve ligera, amplia y las cargas emocionales se disminuyen y desaparecen.
No en vano casi todas las filosofías del mundo se apoyan en ella y la neurociencia comienza a investigar sus misterios.
Por todos lados podemos encontrar información sobre la Gratitud, y lo entiendo. Ser agradecido se siente muy bien.
¿Pero qué pasa con el polo opuesto, la Ingratitud? (Sí, lo escribí con I mayúscula porque es un concepto importante).
De igual forma que la Gratitud, la Ingratitud puede ser parte de nuestra vida, sólo que los resultados no son precisamente positivos.
La persona que no entiende el concepto supremo de la Gratitud habita un mundo horrible y del que cuesta mucho trabajo salir. Se requiere mucha voluntad para siquiera notarlo y tomar acciones que corrijan el rumbo.
Con tristeza tomaré el ejemplo de dos personas muy cercanas a mi que llevan la práctica de la Ingratitud a niveles extremos. Se trata de un matrimonio que pasa sus días olvidando todas sus bendiciones, montados en su ego, abrazados a sus opiniones y amargados por todo lo que no tienen.
Él es un hombre de edad mayor que ha olvidado que vive en una casa construida por las manos de muchas personas y que les debe el tener un techo sobre su cabeza. Recibe una pensión mensual del gobierno gracias a que alguien lo ayudó a que esto fuera posible; y ahora ha olvidado que sin ésta persona no tendría dinero para pagar su comida. De hecho, lo odia y habla muy mal de él. Por si fuera poco, odia a todo el que es diferente a él.
Ella se ha transformado en una secuencia interminable de quejas. Detesta el clima, su casa, su ropa, la comida a la que tiene acceso. Cuando se mira al espejo odia el paso del tiempo, su salud y cómo su piel se ha arrugado.
Cuando alguien piensa en ellos y les regala algo, ambos odian el regalo, cuestionan los motivos y desean que el regalo fuese de mucho más valor.
Lo dos viven en un mundo donde la amistad y el amor están a la venta y nadie es digno de dar o recibir cariño. Desconfían de todo y de todos.
La Ingratitud los ha vuelto amargos y muy difíciles para estar cerca.
Sin embargo, ¡tienen todo! Tienen casa, alimento, servicios de salud, ropa, personas que los quieren, amigos que les llaman a pesar de todo… Pero no. Éste matrimonio ha decidido olvidar todas sus bendiciones para habitar el Ingratitud Plex. (Sí, acabo de inventar el término).
Como mencioné, éste es un caso extremo. Pero he encontrado que la persona ingrata, es decir, quien olvida que todo en el universo está interconectado y que existimos gracias a los esfuerzos de los demás, convierte su mundo en un lugar horrible.
Me atrevo a decir que Ingratitud es sinónimo de infierno. Y es muy caro vivir en ese mundo.
No hay dinero que alcance, la salud nunca es suficiente y las expectativas jamás se cubren.
El ingrato vive con desconfianza, miedo y odio. Desea todo lo que no puede tener y cuando lo obtiene, pronto lo cambia por el siguiente objeto de deseo.
Es muy caro ser ingratos. ¿Estás dispuesto a habitar en ese mundo?