Uno de los propósitos más nobles de la vida es tratar de estar tranquilo y en paz. Todo mundo puede soñar con levantarse una mañana, servirse una taza de buen café y disfrutar el amanecer, en silencio.
Pero la realidad es que en este país y cultura, lograr tranquilidad es muy difícil.
Nos levantamos tarde, no desayunamos, caminamos de prisa, atravesamos la ciudad por (al menos) 1 hora y media y llegamos, a penas a tiempo, a trabajar o a la escuela. En todo este tiempo nuestra mente hizo 100 listas de pendientes, juzgó, se abrazó al pasado, comenzó a trabajar, planeó el fin de semana… todo mientras escuchábamos música en el reproductor de MP3.La vida que llevamos nos exige ser así aun a costa de nuestra salud. Tenemos que ser productivos. En este proceso descuidamos, de manera muy fuerte, nuestra mente. Nunca le damos un espacio para respirar y hay quienes llegan al borde de la infelicidad.
Aquí me atrevo a lanzar esta fórmula negativa:
Entre más tengamos de qué preocuparnos, más infelices somos.
Si tenemos 10 autos, son 10 tenencias qué pagar. Si hemos juntado la mejor colección de cómics o DVDs, mantenerla en buen estado va a ser un motivo de tensión. Si tenemos dos parejas al mismo tiempo, habrá que preocuparse por mantener dos secretos. Si tenemos 5 actividades extras al trabajo y familia, son 5 motivos para tener los nervios de punta. ¡Estrés interminable!
Nuestra cultura nos impulsa a tener más de todo. Y es un grave error.
Pero la contra fórmula para estos males es:
Entre menos tenemos, hay menos factores de estrés. Por consiguiente, somos más felicies.
Llevar una vida sencilla promueve la libertad, nos da más tiempo de hacer las cosas que nos gustan, nos pone de mejor humor y esto lo agradecerán las personas que nos quieren. Es vivir sin ostentación y adornos, sin dificultad.
Tomando todo esto en cuenta, y basado en este artículo de Zen Habits, les comparto las dos reglas para llevar una vida sencilla:
- Identifica lo que te es realmente importante para vivir
- Desecha todo lo demás