Me parece muy curioso cómo el pensamiento occidental siempre necesita una razón específica para hacer las cosas. Queremos datos, estadísticas, detalles minuciosos para tratar de entender porqué lo que sea. Y no solo eso, sino que siempre quiere obtener una  ganancia, algo a cambio.

Esta mentalidad de exprimir absolutamente todas las naranjas que nos pone la vida, nos ha puesto en mil problemas. Se han peleado guerras, hace que las parejas rompan o que los amigos se traicionen. La infelicidad que nos causamos al buscar el éxito o ganar de todas todas, jamás se detiene.

Los maestros budistas en occidente nos hemos tenido que adaptar a esto y tenemos que explicar los muchos beneficios que se obtendrán por la práctica de esta filosofía. A veces debemos transformarnos en vendedores, en lugar de dedicar todos los esfuerzos a solo enseñar.

Pero a veces todas estas búsquedas necesitan detenerse. No buscar y no entender es aún más tranquilizador y relajante que esta obsesión por hallar motivos a todo. A veces solo sentarse en una banca del parque a ver pasar la vida, es justo lo que necesitamos.

Por eso Zazen, la meditación Zen, es tan importante. Por que no es importante.

No hay motivo válido para practicar Zazen. Zazen es completamente inútil y aburrido. Al sentarte en el zafu no hay nada qué ganar, no hay nada qué comprender, no hay nada qué hacer, no hay discusiones qué ganar, no hay escenarios perfectos qué buscar ni sueños por cazar. No hay nada qué arreglar o mejorar. No ganas más dinero, no serás una persona más bella ni más inteligente.

No hay nada por comer, reconocimientos qué ganar y no hay un centavo por gastar. No hay géneros, partidos políticos, colores, banderas ni equipos. No hay deseo por ver la nueva película de superhéroes, leer el mejor libro o salir en el viaje más épico al paraje más exótico del planeta.

No hay nada que buscar, nada qué demostrar.  No hay que tener éxito, no importan los fracasos y no hay que obtener medalla alguna. Ni siquiera hay que intentar entender situaciones como epidemias o huracanes.

Cuando nos sentamos en el zafu, solo hay Zazen. Por eso es el pilar de la práctica Zen.

Es justo en el zafu donde uno rompe todas las cadenas. Esas grandes piedras que cargamos en la espalda como la culpa o la angustia, se disuelven cuando la mirada se fija en una pared o en el suelo. Los miedos se alejan y la ira parece algo tan tonto, que muchas veces el practicante termina con la misma sonrisa del Buda.

En Zazen es donde está la libertad absoluta y todas las enseñanzas de Shakyamuni comienzan a cristalizarse.

La mente sigue al cuerpo, el cuerpo sigue a la mente. Si el cuerpo se queda inmóvil, la mente se calma y viceversa. Es aquí donde está la verdadera libertad.

Pero si buscas esa libertad, la pierdes porque al buscar vuelves a poner la cadena.

Zazen no sirve para absolutamente nada. Por eso practicamos.