Contemplar la vida, lejos de apegos y aversiones, hacen que el universo se sienta unificado. Al no haber preferencias ni divisiones, solo hay un corazón-mente-fuerza vital, o kokoro, en japonés.

Corazón-mente-espíritu, cuando está libre de comentarios y juicios, nutre la práctica Zen. Entonces Zazen se convierte en nuestra pertenencia más sagrada porque es la puerta hacia la sabiduría y a todas las manifestaciones maravillosas de la realidad. Pero al ser una acción intangible, entonces Zazen solo se vive un instante efímero a la vez. Aquí se diluye el sufrimiento y se convierte en agua del Gran Río que nos lleva hacia donde tenemos que estar.

Todas las causas y efectos se ven por lo que son: ilusiones. Al verlas en su totalidad, comienzas a ver que solo son Buda y nunca han estado aisladas. Lo que comes, cómo sufres, los retos en frente y la dulzura del amor; son Buda.

Experimentar esta totalidad nos hace entender que ya no hay más de qué huir. No hay más de que esconderse. Y mejor aún, no existe nada a lo que nos tengamos que aferrar. Es difícil entender esto con la mente intelectual, pero el corazón-mente sabe que es la liberación completa del sufrimiento.

Quien entiende esto gracias a su disciplina en la práctica, no vuelve a tener depresión, ansiedad ni insomnio.

La compasión florece y entonces todos los seres vivos alrededor son amados, protegidos y lo tienen todo gracias a nuestra práctica.

El Dharma inconmensurable va más allá de lo hermoso porque es solo vacuidad. Vivir lo vacío y entender que los pensamientos y emociones también son vacío, nos lleva a la verdadera naturaleza búdica. Ya no hay más contrastes entre Buda y Buda, solo hay Luz Dorada de Buda.

No hay más enseñanza que esta. No hay necesidad de comprar nada, de controlar nada, solo nos sentamos en silencio para convertirnos en Luz que aclara la mente y que nutre la consciencia. Así es como la vida se convierte en Luz y cuidamos corazón-mente para seguir siendo Luz Dorada de Buda.

Al caminar, pararse, sentarse y acostarse, todo lo que aparece en nuestros ojos no es otra cosa que la fuente esencial; todo ello sólo la función sublime del despertar; alegre y despreocupado.

Esto es vivir como Buda-kokoro.