El guerrero olvidado

El guerrero olvidado

Quizá uno de los motivos recurrentes en Chocobuda es dar importancia a valores como ética, respeto y moral.

Estos han estado con la humanidad desde que comenzamos a cazar en manada y nos sentábamos al rededor de una hoguera a contemplar y relatar historias. Nos sirven para tener una conducta honorable y llevar una vida feliz, haciendo que nuestra comunidad prospere y se mueva hacia adelante.

A pesar de que son factores naturales al ser humano, parecería que nos esforzarnos en violarlos una y otra vez. Aplaudimos a quien toma ventaja con toda malicia, idolatramos al criminal y pasamos por encima de las personas con tal de conseguir dinero, sexo o poder.

Las noticias están plagadas de personas y naciones con este tipo de conductas, y es lamentable que sean vistas como normal. La malicia es parte de nuestra cultura.

Pero a pesar de que los Tres Venenos (Ignorancia, Apego, Aversión) sean cotidianos y de cómo llevemos nuestra vida, sin importar cultura o país, hay algo que nos hace detenernos para pensar: las narraciones sobre heroínas y héroes guerreros.

En cada parte del mundo existen historias de personajes que han logrado salir adelante con trabajo, determinación y auto sacrificio. Los héroes y heroínas están en los cuentos populares, novelas, películas y en innumerables canciones.

Sus vidas, batallas y proezas son relatadas una y otra vez. Están ahí para hacernos pensar, soñamos con ser ellos y nos inspiran tan sólo por un momento.

Sin embargo, todo lo que nos enseñan es desechado en menos de un segundo y regresamos a nuestros Tres Venenos.

Así como nos encanta escuchar sobre los héroes, también nos gusta olvidarlos.

Por eso creo que de vez en cuando es necesario hacer un alto en nuestras vidas para retomar fuerzas, ver lo que hemos hecho y lo que nos falta por hacer. Hay veces que requerimos inspiración y guía. Y una fuente inagotable de inspiración es la vida de los héroes históricos y mitológicos de cualquier cultura.

Para derrotar a cualquier adversario, con lo menos posible y con todo en su contra, hallamos valor en la lucha de Leónidas contra los persas.

Si lo que quieres es aprender cómo ser líder y llevar a tu grupo o equipo a la victoria, lo mejor es leer la Ilíada y las aventuras de Odiseo.

O quizá necesites un poco de guía en cómo salir adelante y derrotar a tus peores miedos. Para esto está el poema épico Beowulf.

A veces ser guerrero también implica seguir el camino de la paz, el silencio y el pensamiento. Ahí nos inspiran Dogen Zenji y Gandhi.

Y claro que los héroes contemporáneos también nos inspiran. En lo personal siempre me han gustado mucho los imaginarios Optimus Prime y Luke Skywalker; y los héroes reales como Aung San Suu KyiNorman E. BorlaugHawa Abdi y Jonathan Netanyahu.

Como sea, las narraciones heroicas siempre han estado entre nosotros. Pero está en nuestras manos elegir entre una vida gris y sin sentido o  tomar un ejemplo heroico para forjar nuestra propia leyenda.

¿Tienes algún héroe favorito? ¡ Compártelo en los comentarios!

 

Este es un puto post de mierda [Odio en el lenguaje]

Este es un puto post de mierda [Odio en el lenguaje]

¿Te ofendió el título de este post? La verdad es que a mi también, pero para efectos dramáticos, no había uno mejor.

De toda la vida he sido una persona extraña y me asumo como tal. De hecho, soy extraño incluso dentro de mi propia familia. Y una característica básica de la cultura familiar es el lenguaje. Cada familia tiene sus propios códigos y sus formas de enviar/recibir los mensajes.

Mi familia tiene una manera demasiado coloquial para hablar que a veces es llevada a al extremo. Me refiero a que el uso de malas palabras o groserías es tal, que no se conoce otra manera de hablar.

Si a mis padres les quitara las groserías, sólo quedaría: a, ante, para, con y desde.

Siempre, desde niño, he evitado usar groserías a toda costa. Claro, soy visto como pretencioso y pedante. Incluso me llaman «santurrón» con mucha frecuencia, lo cual estoy muy lejos de ser.

Según los expertos del lenguaje, las malas palabras son necesarias para expresar frustración, acentuar una broma o chiste e incluso ayudan a mitigar el dolor cuando nos golpeamos o tenemos accidentes.

Pero también denotan falta de vocabulario y cultura lingüística; y remarcan pereza a la hora de buscar expresiones más complejas para construir mejores mensajes.

Con todo esto dicho y usando la comprensión budista, podemos decir que el lenguaje nunca es inocente. Todo lo que decimos lleva una intención y un propósito.

Si decimos algo por «accidente», en realidad no hay accidente de por medio. Existe una clara intención de comunicar algo.

Odio en tus palabras

Cuando usamos groserías como adjetivos calificativos estamos poniendo una carga de odio, una etiqueta que descarta las bondades en nuestra habla. Es atacar al universo con nuestras palabras.

Es como vivir de tiempo completo donde todo debe ser insultado.

Una televisión se convierte en la puta televisión. Un lápiz, inocente y útil, se convierte en el pinche lápiz*… Podría llenar páginas enteras con ejemplos, pero creo que el punto es claro.

Al impregnar nuestra comunicación con pequeños fragmentos de odio, nuestro corazón también se va llenando de él. Poco a poco, a lo largo de años.

Llega el día en el que ya no puedes hablar sin odiar y, a la vez, ya no puedes ver la vida de manera amable.

Hay personas cercanas a mi que simplemente no pueden disfrutar nada porque viven en un mundo repleto de insultos, y que los insulta de regreso. Se sienten atacados y ellos atacan gratis, sin razón alguna.

Habla amable

Una de las fases del Noble Camino Óctuple se llama Habla Correcta, y nos pide que el habla sea amable, clara, honesta y veraz.

Creo que nada hay de malo en usar groserías como parte de nuestro discurso cotidiano, siempre y cuando estas no reemplacen al vocabulario y no sean usadas como insultos gratuitos. Existen chistes e historias que no podrían ser relatados sin ellas.

Al final, todos podemos decir pendejadas y ser felices con ello. ¿O no?

*Pinche: Palabra cuyo su uso es todo un misterio. En México, implica un insulto que remarca las fallas de una persona, situación u objeto. Aunque también puede ser utilizada para remarcar cualidades.

5 acciones para no vivir la vida intensamente [Minimalismo extremo]

5 acciones para no vivir la vida intensamente [Minimalismo extremo]

Los carteles motivacionales gritan a toda costa que debemos ser felices. En la radio y televisión nos impulsan para vivir la vida siempre con intensidad; exagerar las emociones y poner nuestra atención donde no debería estar.

Vive como si no hubiera un mañana.

No te preocupes por el futuro.

Disfruta todo momento.

Cuando ames dalo todo.

Este tipo de frases nos venden acciones de fantasía que sería muy agradable tomar como estandarte para movernos por el mundo. Facebook está lleno de ellas. Pero lo que estos lugares comunes no te dicen es cómo lograrlo.

El concepto de vivir la vida con intensidad es muy atractivo y es una gran herramienta de venta. Lo que nadie dice es que si vivieras tu vida de la manera que pintan los anuncios y los mensajes motivacionales en Facebook, estarías muerto.

Sería como subir a tu auto, encenderlo y pisar hasta el fondo el acelerador. La máquina se esfuerza al máximo y ruge, quema gasolina de forma excelente, sale mucho humo del escape… pero en un momento te quedaste sin combustible, algo falló o explotó la máquina. Y al final no llegaste a ningún lado.

Por eso creo que es mejor buscar un equilibrio y enfocarse en lo que importa.

No se trata de disfrutar cada momento porque eso es una falacia. La vida incluye el dolor y las etapas difíciles.

Se trata de vivir con lo que hay; de ser el momento. Si hoy tienes tristeza, sé tristeza. Si hoy tienes enojo, sé enojo. Si hoy hay risas, sé risa.

Para hallar nuestro camino a la felicidad debemos dar tumbos por la vida, encontrando barreras y haciendo lo mejor para librarlas.

Y existen acciones que, sin importar el país o cultura, ayudan a encontrar una mejor vida.

Lee más

Todo libro que terminas desarrolla más tu inteligencia e imaginación y colabora a darte más cultura.

Posee menos

La regla de oro del minimalismo es menos es más. Y aquí sólo hay que aplicar lógica simple: entre más tienes, más preocupaciones vienen.

Las cosas son sólo cosas

Estamos muy acostumbrados a depositar nuestra felicidad en objetos materiales. Hay que entender que la plenitud siempre ha estado dentro de nosotros. No dejes que los objetos te reafirmen como persona.

Olvídate de los caprichos

Los caprichos son trozos de sufrimiento que trascienden al plano físico. Son el reflejo de tu deseo y avaricia. Si los dejas de lado, las cosas te serán mucho más sencillas.

No esperes nada de la gente

Las personas actuamos de forma libre con base en nuestro marco de referencia y cultura. Jamás esperes que alguien va a reaccionar como lo deseas. Entrena para aceptar a las personas como son, con las decisiones que tomen.

Por supuesto que puedo seguir escribiendo más al respecto, pero el mensaje sería el mismo. Vivir con la intensidad que se nos vende, irrumpe nuestra tranquilidad y equilibrio.

Es mejor tener una vida que se vaya por el camino de en medio, en la que se puede gozar lo que llega  y en la que no se le huye al dolor ni a la tristeza.

Así que hoy digo: ¡No vivas tu vida intensamente!

Eso también es minimalismo.

Lluvia, dharma y café

Lluvia, dharma y café

Estoy en mi escritorio, mirando por la ventana cómo se moja el mundo por la lluvia de verano.

El sol no ha salido, así que es tiempo perfecto para escribir un poco.

Pero mi mente viaja llevada de la mano por la lluvia. Esta cae a la Tierra y es real. Te moja, hace charcos y da vida a todo. Aun si corres de ella, seguro terminas con los pies empapados.

No importa lo que hagas, la lluvia lo cubre todo. Está ahí, es real, es cruda, contundente y no la puedes evitar.

Y me doy cuenta que es todo lo que necesito.

La lluvia se comporta igual a las Cuatro Nobles Verdades.

La lluvia es la vida. Justo como el dharma.

Doy un sorbo a mi café.

¿Aburrido? ¡Felicidades, eres muy afortunado!

¿Aburrido? ¡Felicidades, eres muy afortunado!

Hablando con una chica adolescente, hace varias semanas, noté que el aburrimiento es su peor enemigo. No importa lo que suceda, pasar al menos 10 minutos sin actividad o sin tener la atención fija en algún medio de entretenimiento, resulta ser un castigo peor que la muerte.

Esto me hizo pensar mucho en el valor que, como sociedad, damos al entretenimiento. Crecemos, vamos a la escuela, trabajamos y nos relacionamos motivados con tener tiempo extra para matar el aburrimiento.

Todos esperamos que llegue el fin de semana para no estar aburridos durante dos días.

Ahora, debo aclarar que no tengo nada en contra de la industria del entretenimiento. ¡Al contrario, disfruto mucho de ella! Trabajé en ella por algún tiempo y da de comer a millones de personas en el mundo. Es uno de los engranes más importantes de nuestra civilización. Eso es perfecto.

Por supuesto, el entretenimiento tiene matices oscuros que no tocaré hoy, pero lo que cuestiono es el valor exagerado que le damos y el terror que tenemos al aburrimiento.

¿De verdad es tan malo?

Yo creo que no. Todo lo contrario. ¡Estar aburrido es maravilloso y nos deberíamos sentir afortunados!

Cuando estás en una tarde de sábado sin nada que hacer, sentado en un sofá, viendo pasar el aire y desando estar en otro lado, significa muchas cosas buenas:

  • No tienes hambre
  • No tienes frío
  • Tienes un sofá en el cual sentarte
  • Tienes ropa sobre tu piel
  • Todas tus demás preocupaciones están resueltas de momento
  • Tienes tiempo extra en tu día

Cuando estás en la oficina teniendo una mañana aburrida, significa sólo una cosa: tienes un empleo. Créeme, en estos tiempos eso es algo demasiado bueno.

Si estás en la escuela y la clase está aburrida, implica que tienes acceso a la educación. Eres afortunado entre millones que desearían tener tu oportunidad.

A pesar de  todas estas fortunas, siempre decidimos sufrir porque estamos aburridos, en lugar de ser inteligentes y sentirnos afortunados.

El camino alterno es usar este tiempo y energía en algo que construya nuestras vidas, que ayude a los demás.

La próxima vez que detectes que estás aburrido, valora lo que tienes, agradece y sonríe. De verdad eres muy afortunado.