Siempre te aferras a otros. Si alguien come papas fritas, también quieres papas fritas. Si alguien chupa un caramelo, también quieres caramelo. Si alguien sopla un silbato, gritas «¡Mamá, cómprame un silbato también!».
Y eso no sólo pasa en los niños.
Cuando llega la primavera, dejas que la primavera voltee tu cabeza. Cuando llega el otoño, dejas al otoño voltear tu cabeza. Todos están esperando a que algo los haga voltear. Algunos incluso viven de voltear cabezas: producen mercadotecnia y anuncios.
La gente adora la confusión emocional. Sólo hay que mirar los carteles de las películas en el cine: no hay nada más que confusión en los rostros que ahí aparecen. Buddha-dharma significa no ponerse a merced de la confusión emocional. Por otro lado, en el mundo, se hace revuelo por nada.
Se trata de ser una persona ordinaria. Esos sólo pueden ver con los ojos de la estupidez colectiva.
Estás rodeado de héroes y erradicas el valor para ser héroe tú mismo. No hay nada heroico en ello. Un ladrón de dice a su hijo: «Si no detienes esa maldita honestidad en este momento, nunca serás un ladrón respetable como yo. ¡Eres una desgracia para nuestra profesión!»
Un hombre pone cara de inteligente y habla de ser el Amo de la Tierra. Pero al mismo tiempo no sabe cuándo o cómo comenzar con su propio cuerpo. Mira deportes por la televisión y se defiende diciendo que todo mundo lo hace.
Vivimos en la estupidez de grupo y confundimos esta locura con la verdadera experiencia. Es esencial que te vuelvas transparente para ti mismo y que despiertes de la demencia.
Sentarse a meditar (zazen) significa abandonar a la manada y caminar con tus propios pies.
La gente es normal y soportable, pero cuando forman asociaciones con la manada, comienzan a ser estúpidos. Están tan empeñados en pertenecer a la estupidez de grupo que fundan clubes y pagan membresías.
Anoche mis sentimientos eran de tristeza absoluta cuando vi los resultados de los conteos rápidos de la elección presidencial en México.
Pero no estaba triste por la victoria del PRI, sino por la gente misma. Nadie lee ni recuerda la historia. A nadie le importa. Parecería que esta nación necesitaba regresar a 70 años de oscuridad.
Estoy seguro que no hubo fraude. Hubieron despensas, tinacos gratis, gorras, tortas y bebidas para millones de acarreados*. Ellos ejercieron su voto y vendieron su nación y el futuro, a cambio de un mini premio.
Mi desilusión y corazón roto es por los mexicanos sin memoria, sin ética y sin valores.
Mi tristeza es por la eutanasia de un pueblo.
Con todo, la realidad es perfecta como está. La acepto así.
Mi Master dice: nos sentamos** con lo que hay.
Aun con el reto de ser parte de una sociedad que prefiere el futbol y las telenovelas, a la libertad; es el material que tengo para construir mi vida justo como la quiero.
Está en mis manos trabajar diario, mejorar mi mente, ayudar, ser generoso, educar y ver siempre hacia adelante.
Como sociedad debemos estar alertas al nuevo gobierno. Exigir que trabajen y pedir cuentas. Proteger y luchar por la libertad de expresión y de prensa. Es lo que la gente inteligente haría.
Cumplir las Cuatro Promesas del Bodhisattva nunca había tenido tanto sentido como hoy:
Ayudar a todos los seres vivos, aunque estos sean incontables. Destruir los autoengaños, aunque estos nunca terminen. Ver la realidad, aunque esta no tenga límites. Caminar por el camino a la iluminación, aunque esta nunca llegue.
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*Acarreados: Gente que sigue al rebaño, que se dejan manipular, que siguen a un jefe sin pensar y sin cuestionar.
Cuando comenzamos a explorar y descubrir el budismo, muchas preguntas llenan nuestra cabeza. Para quien nace en casa católica, parecería que es una de las filosofías más extrañas y revolucionarias del mundo.
¿Cómo es posible que se pueda ser feliz con poco? ¿El budismo no genera culpa? ¿No te enseña que el sufrimiento es bueno para ganar el cielo? ¿Libertad e igualdad de géneros?
Con la investigación y práctica, estas cuestiones van encontrado respuesta. Poco a poco el practicante va adaptado la filosofía a su vida hasta que un día puede decir: soy budista.
El proceso puede durar muchos años, por supuesto. Y es que el budismo es tan antagónico al catolicismo, que un choque cultural sucede constantemente. Hay que sortear muchos obstáculos ideológicos y usar la razón para avanzar.
A pesar de que esta revolución del pensamiento es un proceso personal, no es un viaje solitario. Tenemos a la familia y los amigos acompañándonos en el trayecto; mismos que se opondrán y tendrán opiniones al respecto.
Pero hablando exclusivamente de los padres, surgen las preguntas clásicas: ¿Cómo les digo? ¿Cómo hacerles entender que el catolicismo no me llena? ¿Cómo evitar conflictos y que no se sientan traicionados?
Si nuestros padres son chapados a la antigua y no aceptan ideas nuevas con facilidad, explicar nuestra inclinación hacia el dharma puede ser un proceso de años.
En mi caso, hasta hace poco tiempo mi madre pensaba que el budismo era igual a adorar a satanás; y mi padre, al día de hoy, aun no lo entiende. Pero cada día que pasa los van aceptando más y se van abriendo a la idea.
Hacer entender a lo padres con palabras es posible, pero no hay nada como nuestros actos y nuestra felicidad para que se percaten que el cambio de filosofía es bueno.
Después de haber dicho todo esto, comparto unos consejos que pueden ayudar a suavizar las fricciones entre padres católicos e hijos budistas.
1. Conoce el dharma
Algunos padres católicos adoran acorralar a los hijos hasta dejarlos sin argumentos. En este punto es donde se generan más fricciones porque estos intercambios de razones pueden ser hirientes, resultando en que el hijo budista se rinda.
Cuando estudiamos con dedicación y practicamos diariamente, el dharma se vuelve parte de nuestra mentalidad. El conocimiento y la experimentación son acciones constantes que nos definen como budistas.
Si conocemos el dharma, será mucho más fácil explicar las razones filosóficas a cualquiera que nos pregunte. Y como resultado colateral, comprenderemos mucho más.
2. Vive por el dharma
Estudiar, leer muchos libros y saber páginas de Internet de memoria, es bueno. Pero todo ese conocimiento no sirve de nada si no se pone en práctica.
Estudia y lee. Pero nunca dejes de meditar y de ser generoso con todo el mundo.
Estas acciones reditúan en un cambio de conducta que la gente puede notar. El habla se vuelve más suave, la calma se suda y las sonrisas vienen de tiempo completo.
Y esto es lo que los padres verán casi de inmediato.
3. No evangelices
Nunca, nunca, nunca debes intentar cambiar a las personas. Si el Buddhadharma te funciona a ti, felicidades. Pero eso no significa que debas convertir a todos los que te rodean.
Limítate a practicar para ti. Si alguien te pregunta sobre budismo, da tu mejor respuesta. Pero hasta ahí.
El camino budista es personal y cada quien debe llegar a él cuando sienta suficiente curiosidad.
4. Escucha sin resistencia
Cuando estés en medio de una avalancha de preguntas y argumentos de tus padres, no pierdas la cabeza. Escucha sin oponer resistencia.
Toma en cuenta que verán tu cambio de filosofía como una ofensa a sus propios valores, así que conserva la calma. Los primeros días de cuestionamientos son los más duros.
Pon atención a sus palabras, pero también a su lenguaje corporal. Entiéndelos, pero dales elementos inteligentes para que comprendan. Es decir, sé amable y comparte lo que sepas con las palabras más sencillas.
Jamás hables mal del catolicismo u otras filosofías teístas.
5. Medita
Sentarse a meditar es la médula del budismo. No lo pierdas. Entre más medites tu mente comprenderá mejor el dharma y estarás más tranquilo para tu práctica.
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Por supuesto, estos consejos son sólo una pequeña idea de cómo sortear el problema de los padres católicos. ¿Tienes algún otro que quieras compartir? ¡Adelante, para eso están los comentarios!
Luego de algún tiempo de practicar budismo y de ver las cosas como son, uno comienza a entender que la cultura popular hace todo lo posible por cultivar los apegos y mantenernos deprimidos o agresivos.
Existe un mercado de millones de dólares que explota los sentimientos y los festejos vacuos, y que están siempre ahí, recordándonos que sufrir es bueno y que permanecer apegados a lo que sea, nos vuelve felices.
A pesar de que esto vaya contra todo el sentido común e inteligencia humana.
Como ejemplo tenemos canciones que hablan y repiten hasta el cansancio frases como «te quiero tanto, tanto, tanto», que remarcan la soledad o la pérdida de una relación, que promueven el odio entre géneros y el alcoholismo (como mucha de la música popular mexicana).
Al entender el desapego y la impermanencia de las cosas, la música y la cultura popular ya no parecen tan atractivas como lo eran antes.
Y lo mismo sucede con la palabra. La sabiduría popular ya no parece tan acertada porque, de igual manera, podemos detectar cuando esta promueve valores negativos como el odio y la venganza.
Mi amigo lector, Luis García Robles (@25LGR en Twitter), compartió algunas frases y lugares comunes de la cultura popular. Son palabras que hemos escuchado mil veces antes, pero fue hasta ahora que, al leerlas juntas, pude analizarlas.
A continuación algunos comentarios. Necesito aclarar que son puntos de vista personales.
Quien no te busca, no te extraña y quien no te extraña, no te quiere.
Falso. Uno de los errores que cometemos con mucha frecuencia es el de agregar ideas y fantasías a las situaciones de la vida. Quien no te busca, no te busca y punto. No significa nada más que eso.
Nuestras decisiones y actos nos llevan por distintos senderos y no siempre podemos estar buscando a toda la gente que hemos conocido.
Muchos, yo incluido, no extrañamos a nadie. No extrañamos porque sabemos que nuestros amigos y familia están ahí y que son libres para moverse por el mundo. Podemos recordar con cariño a alguien, pero comprendemos que cada quién tiene su vida y que todos avanzamos por caminos diferentes.
Si la persona murió, la recordamos con cariño y honramos su vida, pero eso no significa que tenemos que debamos consagrar nuestra existencia al sufrimiento y a la pérdida.
Sólo dejamos ir, por más duro que sea.
La parte de «quien no te extraña, no te quiere» denota despecho y desafío, sentimientos que generan resentimiento y carga para la mente.
Nos brinda más calma vivir libre de esas emociones, lo más que se pueda.
El destino determina quién entra en tu vida pero tú decides quien se queda.
No. El concepto detrás de dioses y destino es la evasión de la responsabilidad y rechazo de la realidad. Es mucho más fácil pensar que el destino maneja nuestra vida, que encarar el resultado de nuestros actos.
Esto también aplica para las relaciones personales. Si alguien llega a tu vida y se desarrolla una relación, eso es todo lo que está pasando. Nada más que eso.
Si esta relación florece y se convierte en amistad o algo más, ¡felicidades!
Pero vivir y entender el desapego nos vuelve conscientes de que todo en la vida es impermanente, aun la amistad más poderosa. Y es la impermanencia lo que le da valor a la vida.
Si una persona decide tener una relación con nosotros, agradecemos con humildad. Si una persona decide cambiar de camino, agradecemos con humildad y seguimos adelante.
La verdad duele una sola vez y la mentira cada vez que la recuerdas.
Este es uno de los pensamientos más peligrosos. Nos pide a gritos que jamás olvidemos una ofensa (apego), que no perdonemos y abre la puerta para que la venganza sea una opción.
Tener estos venenos en la mente nos vuelven amargados y evitan que disfrutemos lo que tenemos aquí y ahora.
Cada quien es responsable de sus emociones y de sus actos. No es nuestro papel dar lecciones a nadie.
Si alguien nos miente de forma tan grande y la relación se destruye , lo único que hacemos es dar gracias por la enseñanza y separar nuestro camino del de la persona. Por más dolorosa que haya sido la experiencia. Eso es todo. No nos enganchamos ni buscamos venganza.
Hay tres cosas en la vida que se van y no regresan jamás: las palabras, el tiempo y las oportunidades.
En la vida todo se va y todo muere. Limitar la impermanencia a tres conceptos, nos cierra el universo y pone la mente en un corral.
Si dejaste ir una oportunidad, fue la mejor decisión que pudiste tomar en tu vida.
Si te tomó mucho tiempo tomar una opción, fue el mejor tiempo jamás invertido.
Si alguien dijo cosas que afectaron tu realidad (bien o mal), fueron las mejores palabras nunca antes dichas.
El pasado es perfecto y gracias a él estamos hoy aquí. No hay más que eso.
Por eso, valora a quien te valora y no trates como prioridad a quien te trata como una opción.
Este argumento es el resultado de pensar con venganza, despecho y desafío. Sin importar la enseñanza o el reto que deja alguien en nuestra vida, es necesario ver a todas las personas como iguales.
Si alguien me trata bien, lo trato como prioridad. Si alguien me trata mal, lo trato como prioridad.
Cuando hacemos divisiones entre «nuestra» gente y «los demás», de inmediato creamos grupos y preferencias. Etiquetamos a las personas y las convertimos en objetos desechables.
Para una mente serena y compasiva, todos somos iguales y todos son maestros.
Creo que yo reharía esta frase como: Valora.
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¿Alguna vez has cuestionado la cultura popular? ¡Comparte lo que piensas en los comentarios!
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi