por Kyonin | Feb 4, 2015 | Budismo, Vida, Zen
Sin saberlo y por muchos años, viví con una infección en un diente incisivo inferior. No sentía dolor, así que nunca lo atendí. De vez en cuando el mentón dolía al presionar, pero digamos que fuera de la afeitada, nunca toco el mentón. ¿Habrá alguien que sí lo haga?
Un día mientras estaba yo en un retiro de mi orden en otro país, comenzó a salir pus de la encía. Esto prendió todas las alarmas porque sabía que la infección estaba ahí y necesitaba ser atendida.
Ya de regreso y meses después, una heróica y buena amiga odontóloga decidió tomar el caso. A revisar la radiografía de mi diente, se dio cuenta de que en efecto había una infección y que esa pieza tenía que ser removida. La infección había crecido tanto y por tanto tiempo que había desplazado varios dientes de su lugar.
Así que ese diente se fue para siempre y quedé como la Chilindrina. Es decir, con un lindo espacio de unos 8 milímetros entre dientes; que da oportunidad de regresar a su sitio los dientes movidos por la infección. La ortodoncia era el paso natural inmediato.
A parte de que nunca me había pasado esto y jamás imaginé usar brackets, mi mente y corazón han estado abiertos a toda la experiencia. Han habido muchas enseñanzas y hay mucho qué escribir, así que lo mantendré lo más corto posible.
Yo sé que no soy la primera persona en el mundo en requerir ortodoncia. Sé que no moriré ni nada por el estilo. Hago constar que no me estoy quejando de nada, sólo quiero transmitir lo aprendido hasta el momento.

Gratitud
Mi tratamiento no sería posible sin la generosidad y dedicación de mi amiga y su esposo, así como de todos sus compañeros. He encontrado nuevos y buenos amigos que de verdad se preocupan por la salud de las personas. Por otro lado, rendí mis miedos y ego para poner mi salud en sus manos, sin cuestionar y sin chistar. Es una relación de confianza y amor gentil que no me cansaré de agradecer.
Sentir gratitud alivia la angustia y el miedo.
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Meditar alivia el dolor
Desde que tomé el control de mi salud me enfermo muy poco. Pero las veces que he estado con gripe o tos he meditado para calmar las molestias y ayudar a mi cuerpo a curarse más rápido. Funciona muy bien, así que tengo comprobada la efectividad de meditar en este aspecto.
Usar aparatos de ortodoncia es una experiencia interesante porque de tiempo completo hay objetos extraños en mi boca. Los tres primeros días fueron extraños porque tuve que ajustarme a la nueva realidad. Acabada de pasar por la extracción de un diente y los brackets mueven los dientes. Por supuesto el dolor de la ortodoncia no es extremo ni te mata, pero para mi era una especie de dolor que no había sentido, así que en lugar de medicamento, me senté a meditar.
Mi Maestro dice que «cuando eres uno con el dolor, ya no queda nadie para sentirlo». Y es cierto. Durante estas sesiones largas de zazen llegaba el momento en que el dolor desaparecía por completo. De hecho me costó trabajo encontrarlo de nuevo. El efecto analgésico dura por horas. Impresionante.
Aceptación
Me miro al espejo y veo un espacio entre mis dientes. Veo alambres, postes y picos de ortodoncia. Nunca he sido un tipo guapo, pero mi reflejo siempre fue uno solo y no lo cuestioné.
Entiendo que todo es temporal, que el espacio se irá. Esto es lo que hay, es lo que es. Y está perfecto. No podía ser de otra manera. No hay resistencia y, de hecho, me gusta.
Hablo chistoso y sonrío mucho porque de verdad me siento feliz. Acepto la realidad como es. Nada que agregar y nada que quitar.
Consciencia de los alimentos
Una de las prácticas sagradas del budismo se llama Oriyoki, que es comer de manera respetuosa y ceremonial. Tomamos nuestros alimentos con plena consciencia y con la atención donde debe ser.
Estos días todos mis alimentos son Oriyoki. Debo ser cuidadoso en la calidad de mis alimentos, en la ración, la cocción y el tamaño de los bocados. Al acercar la comida a la boca debo poner atención, de lo contrario puedo lastimarme.
Como despacio y siendo cuidadoso de la masticación.
Me toma más tiempo de lo que me tomaba antes y es maravilloso porque la comida sabe mejor. Y me siento afortunado de poder tener alimentos en mi mesa.
Beber agua o café requieren cuidado porque debo vigilar la temperatura, así como por dónde fluyen dentro de mi boca.
Es maravilloso tomarse el tiempo para bajar la velocidad y simplemente estar donde debo. Aquí y ahora.
Impermanencia
Todo en el universo es transitorio, impermanente. La juventud se acaba, la vejez no dura, el combustible fósil se terminará algún día.
Y los dientes se van, así como los valores, las opiniones y los gobiernos tiranos.
Aceptar la impermanencia de las cosas es liberador. Termina los miedos, pero a la vez ayuda a valorar lo que se tiene y lo que se es.
El presente es la joya más perfecta que tenemos. ¿Porqué insistimos en ignorarlo?
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Aquí termina el Sutra de la Ortodoncia. Como dije, podría escribir más. Pero da la casualidad de que tengo cita con el dentista. ¡JA!
por Kyonin | Feb 1, 2015 | Budismo, Vida, Zen
Este poema fue escrito por un monje soto zen japonés que nunca reveló su nombre. Aparece en el libro Japanese temple Buddhism, por Stephen Grover Covell.
Creo que describe a la perfección al monje zen contemporáneo. Estoy agradecido y movido hasta las lágrimas.
Es lo que soy.
Soy monje.
Uso mi atuendo, mi mala en la mano izquierda, monto mi bicicleta.
Voy de mi casa a la casa de mi feligrés para entonar un sutra.
Soy monje.
Estoy casado y tengo un hijo.
Bebo sake, como carne.
Como pescado, miento.
Pero sigo siendo monje.
Un monje sucio, muy sucio.
Cuando llamo a un feligrés y acepto su caridad,
¿es eso robar?
Ah, ¿y los Cinco Preceptos que dejó Shakyamuni?
Los he roto todos.
Pero sigo siendo bodhisattva.
Camino la Senda del Bodhisattva.
Deposito mi confianza en el Dharma y me siento en flor de loto.
Vivo en el Dharma, vivo entre la gente.
Dentro de la vida sin fin practico El Camino.
De la mano de otros practicantes,
ando por esta pacífica senda que no tiene igual.
Es el Camino de la Verdad, el Camino del Bodhisattva.
Soy inmundo y he roto todos y cada uno de los Cinco Preceptos,
pero… pero gracias al Dharma, me fundiré con los Budas.
Ese Camino. Ese Camino del Bodhisattva.
Estoy parado en ese Camino.
por Kyonin | Ene 29, 2015 | Budismo, Meditación, Vida, Zen
Marty McFly: Doctor, deberíamos retroceder. No tenemos suficiente camino para llegar hasta las 88 millas por hora.
Dr. Emmett Brown: ¿Caminos? A donde vamos no necesitamos caminos.
¿Qué hacer con el tiempo? ¿Qué hacer cuando la mente viaja de un punto a otro?
Me siento a meditar. Mi respiración me ancla en el presente, me mantiene en casa. Mente y cuerpo están en un lugar, pero sólo por un pequeño momento.
De pronto estoy en el futuro, enfrascado en una discusión que no ha sucedido. Me apasiono, discuto y planeo la solución. Pienso en qué diré mañana cuando esto suceda. Veo las reacciones, los colores y los resultados.
Llega un flash. Todo en blanco.
Ahora estoy en el pasado, viviendo de nuevo la adolescencia. Vuelvo a sentir la soledad y el aislamiento. Estoy en mi cuarto jugando Nintendo, leyendo cómics y aterrado de ir a la fiesta. Decido no salir y quedarme en casa a leer.
Otro flash.
Salté de nuevo al futuro. Ahora estoy viviendo en medio de una guerra civil. Los abusos del gobierno nos llevaron a esto. Veo lo que haría, lo que pasaría y cómo sería la vida. Mis padres estarán muertos para entonces. Me angustia la incertidumbre y la inseguridad de un mundo en que todos están en contra de todos y nadie ganará.
Flash.
Regresé al pasado y me aferro a mis lugares felices. Mi banca del parque.
Flash.
Salto al futuro. Estoy en Japón a lado de mi maestro. Recibo sus enseñanzas y escucho con atención mientras las flores del cerezo adornan todo.
Flash.
De nuevo en el presente, conectado con mi respiración, los ruidos y la sensación de mi propio peso sobre el zafu.
Puedo ver el pasado como una joya que me dio origen a lo que soy. Pero ya no está aquí. Por eso se llama pasado. No tiene sentido aferrarse a él.
Puedo ver el futuro, siempre incierto, jugando con mi mente. Crea mil fantasías e ilusiones de cosas que no han sucedido y que son escenarios ficticios. No tengo ninguna certeza de que se vuelvan realidad.
Dejo ir el pasado.
Dejo ir el futuro.
El viaje en el tiempo es una cualidad innata de la mente humana que nos distrae de lo que realmente importa.
¿Qué hacer con el tiempo? ¿Qué hacer cuando la mente viaja de un punto a otro?
La mantenemos en el presente.
Para eso entrenamos meditación.
por Kyonin | Ene 26, 2015 | Budismo, Compasión, Gratitud, Zen
Practicar Gratitud es una actividad maravillosa que siempre recomendaré. La vida se vuelve ligera, amplia y las cargas emocionales se disminuyen y desaparecen.
No en vano casi todas las filosofías del mundo se apoyan en ella y la neurociencia comienza a investigar sus misterios.
Por todos lados podemos encontrar información sobre la Gratitud, y lo entiendo. Ser agradecido se siente muy bien.
¿Pero qué pasa con el polo opuesto, la Ingratitud? (Sí, lo escribí con I mayúscula porque es un concepto importante).
De igual forma que la Gratitud, la Ingratitud puede ser parte de nuestra vida, sólo que los resultados no son precisamente positivos.
La persona que no entiende el concepto supremo de la Gratitud habita un mundo horrible y del que cuesta mucho trabajo salir. Se requiere mucha voluntad para siquiera notarlo y tomar acciones que corrijan el rumbo.
Con tristeza tomaré el ejemplo de dos personas muy cercanas a mi que llevan la práctica de la Ingratitud a niveles extremos. Se trata de un matrimonio que pasa sus días olvidando todas sus bendiciones, montados en su ego, abrazados a sus opiniones y amargados por todo lo que no tienen.
Él es un hombre de edad mayor que ha olvidado que vive en una casa construida por las manos de muchas personas y que les debe el tener un techo sobre su cabeza. Recibe una pensión mensual del gobierno gracias a que alguien lo ayudó a que esto fuera posible; y ahora ha olvidado que sin ésta persona no tendría dinero para pagar su comida. De hecho, lo odia y habla muy mal de él. Por si fuera poco, odia a todo el que es diferente a él.
Ella se ha transformado en una secuencia interminable de quejas. Detesta el clima, su casa, su ropa, la comida a la que tiene acceso. Cuando se mira al espejo odia el paso del tiempo, su salud y cómo su piel se ha arrugado.
Cuando alguien piensa en ellos y les regala algo, ambos odian el regalo, cuestionan los motivos y desean que el regalo fuese de mucho más valor.
Lo dos viven en un mundo donde la amistad y el amor están a la venta y nadie es digno de dar o recibir cariño. Desconfían de todo y de todos.
La Ingratitud los ha vuelto amargos y muy difíciles para estar cerca.
Sin embargo, ¡tienen todo! Tienen casa, alimento, servicios de salud, ropa, personas que los quieren, amigos que les llaman a pesar de todo… Pero no. Éste matrimonio ha decidido olvidar todas sus bendiciones para habitar el Ingratitud Plex. (Sí, acabo de inventar el término).
Como mencioné, éste es un caso extremo. Pero he encontrado que la persona ingrata, es decir, quien olvida que todo en el universo está interconectado y que existimos gracias a los esfuerzos de los demás, convierte su mundo en un lugar horrible.
Me atrevo a decir que Ingratitud es sinónimo de infierno. Y es muy caro vivir en ese mundo.
No hay dinero que alcance, la salud nunca es suficiente y las expectativas jamás se cubren.
El ingrato vive con desconfianza, miedo y odio. Desea todo lo que no puede tener y cuando lo obtiene, pronto lo cambia por el siguiente objeto de deseo.
Es muy caro ser ingratos. ¿Estás dispuesto a habitar en ese mundo?
por Kyonin | Ene 22, 2015 | Budismo, Compasión, Gratitud, Retos, Vida, Zen

Como mencioné en el post anterior, hace unos meses encontré la pieza que me hacía falta para poder entender hasta la médula el concepto de compasión.
No podemos sentir o practicar compasión por los demás, sin antes entender y practicar Gratitud. Sin duda todos sabemos decir gracias, pero por desgracia es una palabra vacía y que se dice más por costumbre.
Pocos entienden el verdadero significado y, peor aún, pocos toman la gratitud como práctica diaria.
Así que como buen nerd (ñoño, friki) que soy, decidí investigar a profundidad.
Gratitud es el sentimiento y acción de reconocer que hemos recibido un beneficio de forma altruista, sorpresiva y sin ánimo de ser pagada.
Recientemente la psicología tomó la gratitud en serio y la comenzó a estudiar a partir del año 2,000. Pero las filosofías del mundo y las religiones han basado su práctica en el agradecimiento, desde hace milentios. No importa si es islam, cristianismo o budismo, casi todas las doctrinas incorporan al gratitud como valor importante.
Y no es de sorprender. Practicar gratitud tiene tantos beneficios que necesitaría una serie de muchos posts al respecto.
Simplemente se siente muy bien.
En mi tonta opinión, para poder conocer Gratitud (con G mayúscula) se necesita reconocer todas las bendiciones que tenemos y que decidimos olvidar por enfocarnos en nuestro ego. Debemos reconocer el esfuerzo que existe detrás de nuestras casas, bolígrafos o electricidad. Alguien puso su vida en ellos para que nosotros disfrutemos lo que tenemos en la cotidianidad. Sin duda ellos recibieron un sueldo, así como nosotros recibimos el nuestro por lo que hacemos, pero el trabajo, la energía vital y el sudor no pueden ser borrados. Pensar que alguien recibe un sueldo por lo que hace no destruye la labor que pone en las cosas que nos brinda.
Estos regalos crean una conexión personal que ignoramos si no practicamos Gratitud.
Todo lo que existe en el Universo está interconectado y nos debemos nuestra mutua existencia.
Vivimos, progresamos y lloramos gracias a un sinnúmero de vidas y esfuerzos del pasado y el presente.
Si esa criatura acuática no hubiera dejado las aguas para caminar sobre la tierra, hace millones de años, simplemente no estaríamos leyendo esto. Si la Tierra no hubiera tenido un pasado tan violento y lleno de cambios, y si no estuviera donde está, no existiríamos.
Disfrutamos del aire, del sol, del agua, de la tecnología, de las ciudades y de la maravilla de volar en un avión… todo sin haber contribuido nada a la experiencia. Sólo despertamos todas las mañanas y las cosas están ahí.
Todo está interconectado en más formas de las que podemos entender.
Practicar Gratitud nos da una serie de ventajas que cambian la vida (todas confirmadas por la ciencia y la psicología):
- Fortalece el sistema inmunológico
- Reduce el dolor crónico
- Reduce la presión arterial
- El practicante cuida más de su cuerpo: hace más ejercicio y come saludable.
- La calidad del sueño mejora y se descansa más
- Genera emociones positivas con más freciencia
- Se está más alerta y despierto
- Se encuentra más alegría y placer en lo sencillo
- Se es más optimista y feliz
- Promueve la compasión y generosidad
- Se perdona más fácilmente
- Se es más extrovertido
- Erradica la soledad
Entonces entendí que sólo decir gracias no es suficiente; así como entendí que para tener un corazón abierto a la compasión se necesita primero incorporar Gratitud a la práctica espiritual.
Y así nació el Reto de Gratitud. En el libro Thanks!: How the New Science of Gratitude Can Make You Happier, Robert Emmons propone llevar un diario de gratitud por 30 días.
Decidí intentarlo y los resultados han sido sorprendentes. Me volví más productivo y paciente, más consciente de las necesidades de los demás y me cuesta mucho trabajo encontrar motivos para enojarme. También escucho mejor a quienes me hablan y siempre estoy abierto a dar consuelo a quien lo pide. Ahora estoy aún más atento a cómo mi mente emite juicios y los paro en seco antes de que me dominen.
Si te interesa unirte al reto, esta es la manera en que lo hice.
Reto de Gratitud
Por 30 días consecutivos y sin interrupción, escribe en un papel 3 cosas por las que te sientas agradecido. Puede ser desde tener un día más para vivir, el aire que respiras, tus amigos, la familia, la electricidad o agua en tu casa, la sonrisa de quien amas, tener empleo (o no tenerlo).
Pon especial atención en agradecer por tu sustento. Tener comida en tu mesa es la culminación de miles de esfuerzos y vidas. Sé agradecido.
Esfuérzate por encontrar cosas distintas a diario. Tienes más bendiciones de las que te imaginas.
Me ayudó mucho usar Twitter como medio de expresión porque pude hacer público mi reto. Digamos que se convirtió en un compromiso personal que terminó inspirando a otros a unirse, aún sin saber bien de qué se trataba el reto. ¡Así se forman cadenas virtuosas!
Si quieres usar Twitter, incluye el hashtag #RetoDeGratitud para que todos los retos estén en un mismo lugar. ¡Entre más seamos, mejor!
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La primera semana y media en el #RetoDeGratitud los días fueron los mismos de siempre, pero luego sentí un cambio fuerte en mi. Tuve más claridad y comencé a sentirme muy, muy bien.
Ahora la gratitud forma parte vital
Hay mucho, mucho más que decir sobre la Gratitud. En siguientes posts continuaremos.
De momento pon a prueba todo lo que digo. ¡Únete al reto!
Y luego me dices qué tal te sientes.
¡GRACIAS!
por Kyonin | Ene 7, 2015 | Budismo, Compasión, Gratitud, Vida, Zen
Es común que los monjes budistas, sin importar la tradición, tomen un concepto como estandarte para que sea la base de la práctica personal.
Algunos se dedican a la protección de los animales o al ambiente, otros se dedican al cuidado de los adultos mayores, muchos a la enseñanza del dharma, otros al activismo político y algunos toman caminos como enseñar a la gente a sembrar su propia comida. Digamos que el eje rector de nuestra práctica es siempre pensar en beneficiar a la comunidad.
Al principio de 2014, en meditación profunda, saltó a mi atención el común denominador de los problemas de la humanidad. Sé que no es nada nuevo para muchos, pero el frijol que llevo por cerebro comprendió que en todas las culturas, en todos los países, en todas las eras de la historia, la falta de compasión ha sido constante y produce personas que siempre buscan su beneficio, aunque en ello se destruyan vidas o culturas enteras.
No entender el concepto básico de la compasión obliga a las personas a la mentira, a la traición, a la avaricia, al poder…. y muchas otras situaciones que afectan a todos por igual.
Así pues, al ver la realidad de México, España, Venezuela, Argentina y de muchos otros lugares donde llega este blog, entendí que es vital que alguien promueva la compasión como objeto de práctica y como forma de vida. No de forma religiosa, sino de manera práctica y laica.
Conforme pasaron los meses fui meditando más sobre esto, tratando de transmitir y enseñar el valor de la compasión. Pero me di cuenta que estos esfuerzos no sirvieron de mucho porque la compasión no comienza en el exterior. La compasión comienza con uno mismo, cuidando del cuerpomente como el templo precioso que es.
Muchos amigos me han preguntado mi opinión de lo que pasa en México con los estudiantes desaparecidos y con los actos criminales de mi gobierno. Como mexicano, claro que tengo una opinión. Pero como monje budista zen me doy cuenta de que los problemas no son sólo mexicanos. El conflicto sucede en todas las naciones y culturas. Dar una opinión centrada en México sería limitante y disminuye el enfoque de mi práctica budista.
No hay mexicanos, españoles o venezolanos. Hay seres humanos en sufrimiento y todos necesitamos compasión. Ésta es la razón por la cual el budismo zen jamás ha comulgado con política o con el capitalismo. Siempre vemos a los seres vivos como un TODO. Todos somos un solo ser llamado Buda. Y no hay nadie más importante o poderoso que otros. Todos somos Buda, todos somos preciosos.
Este pensamiento es el que me lleva a siempre enfocarme en las cosas positivas cuando escribo en redes sociales. No, no soy ingenuo ni infantil. No, tampoco soy un tonto que promueve el new age. Sé muy bien lo que pasa y me duele mucho.
Sin embargo, alguien necesita detener un poco el torrente de odio que circula por doquier. En mi muy tonta manera, lo intento lo mejor que puedo.
Las situaciones sociales actuales son el resultado de que la gente en el poder borró la compasión de su mente. Los empresarios y los políticos ven a las personas como peones de su juego de ajedrez personal. Si mueren 43, 300 o 25,000 seres humanos, no les importa en lo más mínimo. Si la epidemia de obesidad destruye nuestra especie, no importa mientras se sigan vendiendo bebidas azucaradas. Las personas somos sólo un objeto más en su cruzada por la avaricia.
Todo esto ha tomado masa crítica en los últimos meses. Estamos más conectados que nunca y tenemos más plataformas para quejarnos y esparcir nuestro odio, que cancela la compasión en la mente de los afectados.
Así tenemos este sistema eterno de acción-venganza-acción-venganza que ha demostrado no funcionar. Confundimos justicia con venganza muy fácilmente. ¡Viva la revolución! ¿Correcto?
No. La revolución no funciona. Nunca, y la historia respalda mis palabras.
Lo que funciona es la evolución social cimentada en la cultura, educación y, por sobre todas las cosas, en la compasión. Este tipo de cambios sociales toman tiempo porque primero debemos comenzar con nosotros mismos para luego educar a los jóvenes en compasión. Entonces en el futuro tendremos políticos y empresarios con la mente abierta a la humanidad.
Ahora, aquí tenemos un grave problema: No podemos pedir compasión ni respeto a los demás, cuando no respetamos nuestro propio cuerpomente.
Tomar las calles para derrocar un gobierno no sirve de nada porque el siguiente gobierno será igual o peor. Las personas que lleguen al poder serán igual de despiadadas y sedientas de control; no distintas a las anteriores.
La evolución social comienza dentro de nuestro cuerpo, en la mente. Comienza con el amor propio y el respeto absoluto por uno mismo. Buena alimentación y meditación son claves para el respeto. Entender el concepto de respeto profundamente, hasta la médula, nos dará la capacidad de enseñarlo y pedirlo a los dirigentes.
Mientras sigamos consumiendo drogas, alimentándonos con basura, robando, mintiendo, traicionando, manipulando y violando, no estaremos jamás en capacidad de pedir respeto de nadie.
En la medida de que estemos dispuestos a comprar un nuevo teléfono móvil por mera vanidad, en lugar de un kilo de comida para quien lo necesita, estaremos igual de torcidos.
Somos las primeras víctimas de nuestra falta de compasión. Lo que hacen los políticos es sólo el reflejo de lo que somos y de cómo nos hemos educado.
Con todo esto dicho, llego al objetivo principal de este post.
Hace un par de meses, también en meditación profunda, comprendí porqué estamos incapacitados para practicar compasión. No la entendemos.
Es lindo hablar de compasión, sin duda. Es lindo motivar a las personas a donar a una causa noble y da mucho material para memes bonitos. Pero esto no significa que de verdad comprendamos lo que es.
Entendí que la base de la compasión es la gratitud.
No, no basta con decir «gracias». Para practicar compasión se requiere entender el concepto de gratitud en lo más profundo del ser.
(Pacheco alert!) Durante esta meditación pude sentir cómo la vida está interconectada a través de las eras, lo mucho que nos necesitamos mutuamente y lo mucho que nos debemos. El que yo esté hoy escribiendo es gracias al trabajo de millones de vidas que pavimentaron el camino para mi existencia. Y si hay una palabra que deba salir de mi todo el tiempo es GRACIAS. Sí, en mayúsculas.
Hay una luz dorada bañando y tocando todo el universo, nos conecta y nos vuelve dependientes. Mis actos y omisiones afectan a todos los Universos, así como los tuyos tocan mi vida también.
Todos somos el Buda. Todos somos BUDA. Uno sólo, sin división, en silencio y en sincronía. Y nos debemos nuestra mutua existencia.
Cuando se comprende la gratitud de forma profunda, la compasión llega sola porque abrimos el corazón para entender que todos los seres vivos somos capaces de sufrir y necesitamos ayuda.
Todo ello me llevó a investigar sobre gratitud a nivel filosófico y neurológico. Así nació mi #RetoDeGratitud que practiqué durante 1 mes y cambió mi vida. Es un hábito maravilloso que estará incorporado en el siguiente taller de hábitos, Shojiki.
Desde entonces el eje rector de mi práctica son la gratitud y la compasión, valores en riesgo de ser olvidados.
Pero ya fue suficiente. Si llegaste hasta aquí, gracias por leer.
En el siguiente post lanzaré el #RetoDeGratitud para que todos puedan practicarlo.
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Foto: Lyn Randle