Video de la charla de Autoestima y otros demonios. Notas y ligas.

Como habrán leído en el post anterior, ayer tuvimos una tarde de charla en Periscope. Hablamos sobre autoestima y la contrastamos con auto compasión y hablamos de acciones que reparan nuestra relación con nosotros mismos.

Hubieron preguntas muy interesantes y comentarios muy agradables.

Durante la llamada prometí algunas ligas sobre lo hablado. Aquí están:

Reto de 30 días de gratitud.

Post sobre compasión.

Post sobre generosidad.

Mini guía para aprender a meditar.

Todo lo visto en este Periscope será expandido y estudiado en Hikari, el taller de autoestima y meditación. ¡Es buen momento para inscribirte!

La charla la puedes ver en Katch, donde también los comentarios y preguntas aparecerán en tu pantalla.

El video sin comentarios también está disponible en YouTube (avanzar a 10:34 para el inicio de la charla):

¡Gracias a todos por participar!

Compasión, valor necesario para avanzar

La semana pasada mi atención fue capturada por una foto que circuló en redes sociales mexicanas. Era una selfie de una mujer muy joven vestida en bata blanca, con un estetoscopio al cuello, sonriendo feliz y haciendo la V de victoria. La imagen era perturbadora porque como fondo había una persona en cama de hospital, visiblemente en convalecencia y con asistencia mecánica para respirar.

La chica se miraba feliz y triunfante, como celebrando algún éxito personal o festejando por encima del sufrimiento humano.

No hablaré más de ésta foto o de la persona pues las redes sociales, los medios de información y muchos compañeros blogueros han analizado y destrozado la situación una y otra vez. Muestra aquí.

Ésta chica es sólo un reflejo de lo que somos, de cómo están educados sus padres, maestros; y de cómo educamos a nuestros hijos. La falta de compasión en la que vivimos es amarga, muy triste y con costos sociales cada vez más altos.

No es un problema de la chica del selfie. Tampoco es un problema de jóvenes o de estudiantes. Ni siquiera es una situación que suceda sólo en México.

Es un problema de todos y que nos compete a todos los seres humanos arreglar.

Vivimos en micro mundos personales cerrados y con una constante negación de la necesidad humana. Nos importa más que nuestros «amigos» de Facebook aprueben nuestra existencia, que el respeto por un ser vivo en sufrimiento.

Tenemos el tiempo de hacer fila para comprar un reloj o teléfono móvil de lujo, pero nunca tenemos tiempo para llevar alimento a algún asilo.

Pasamos horas frente al espejo mirando, cubriendo con maquillaje y goma para el cabello lo vacíos y solos que estamos; pero no disponemos de un segundo para sonreír y preguntar el nombre a quien nos atiende en el supermercado.

Nos movemos en este universo de adultos, apresurados por cumplir metas y el sueño de la realización personal; pero no somos capaces de detenernos un momento para entender el profundo concepto de la compasión y lo necesario que es educar a los niños en ella.

Entonces el bullying, la violencia de género, el odio al que es diferente, los políticos corrptos y las selfies con pacientes en hospitales son sólo una noticia más. Nos indignan por un par de días y todos se quejan en Facebook, pero nadie toma acciones reales para corregir la raíz del problema.

Como mencioné en el post anterior, queremos el cambio sin compromisos. Buscamos la pastilla mágica que mejore las cosas sin que nos esforcemos.

Estoy seguro que la compasión y la gratitud son valores que pueden cambiar el mundo. Lo he visto en todos los talleres que he impartido y en las personas que abren sus ojos a esta verdad.

Quizá para un adulto son conceptos difíciles de digerir porque llevamos mucho tiempo de egoístas y cerrados. Pero para los niños no.

Los niños y los adolescentes están siempre abiertos a la bondad y a verificar que el trabajo en equipo funciona, que la sonrisa es la espada que destruye los fantasmas de las emociones negativas. Ellos pueden ser educados, guiados para que siempre piensen en el beneficio de los demás y que sus intenciones sean constructivas.

Sé que suena a lugar común, pero los niños y los adolescentes son la semilla del cambio que necesitamos.

Si los adultos trabajamos en nuestra mente, en entender compasión como fuerza del cambio personal; estaremos en capacidad de transmitir éste valor a los chicos que estén cerca de nosotros.

Y quizá… quizá en el futuro podamos tener la primera generación de personas honorables que nos den políticos comprometidos y empresarios más interesados en el bien de todos que en la avaricia.

¡Chocobuda, eres un tonto ingenuo! Las cosas nunca van a cambiar.

Sí. Soy el más tonto del mundo. Pero soy un tonto que confía en la bondad de todos y sé que mis palabras harán eco en la mente de al menos una persona.

Y eso es lo único que se necesita para cambiar el mundo: el compromiso de una persona.

Si te interesa entender sobre compasión y de cómo enseñarla a los niños y jóvenes de tu familia, ven a Jizo, el taller de meditación para niños de Chocobuda. Aun quedan plazas disponibles. Clic aquí.

Practicar compasión para erradicar el bullying [niños que meditan]

El bullying siempre ha estado entre nosotros, aunque antes tenía otros nombres. Es parte de la humanidad porque nuestra naturaleza de mamíferos siempre tenderá a demostrar superioridad ante un posible adversario o competencia. Ésta conducta la podemos observar en distintos simios como babuinos, gorilas y chimpancés.

Los humanos, claro, lo llevamos al extremo porque cubrimos los impulsos evolutivos con ego; mismo que crece cada vez que humillamos a alguien. Así aseguramos nuestra posición como seres dominantes y demostramos que nadie se debe meter con nosotros. Es una suerte (muy primitiva) de seguro de tranquilidad.

Al mismo tiempo tenemos reglas morales, espirituales y religiosas que nos ayudan a pensar antes de actuar. Igualmente, las culturas del mundo hemos desarrollado ética y valores que nos impiden ir matando gente por la calle; lo cual es muy bueno y nos ha traído hasta este punto en la historia. Gracias a estas reglas podemos pensar con bondad y empatía.

Sin embargo, esta conducta primitiva la tenemos todos y en algún punto de nuestra vida, todos hemos sido bullies (matones, gandallas, hojaldras, ventajosos y muchos sustantivos más).

Si el bullying es natural al ser humano, ¿por qué nos asusta?

Por que en estos tiempos es mucho más salvaje que nunca y por que estamos comenzando a ver víctimas mortales en muchos países del mundo. Y las cosas no parecen mejorar.

Nuestros niños han suspendido la compasión, la capacidad de empatía y toman la violencia como necesaria para divertirse y asegurar su lugar en la sociedad.

Es un problema muy complejo y un simple post es insuficiente para decir todo lo que implica, pero sí puedo mencionar algunas causas que van desde la alimentación; los medios masivos de difusión y la presión que imponen en los niños; la permisividad y falta de disciplina por parte de padres; y la cobardía del anonimato en las redes sociales. La lista de causas puede seguir, pero si tuviera que mencionar la más importante para mi es:

Nuestros niños no entienden el valor de la compasión porque los padres ya no la están entendiendo.

En la era del egoísmo justificamos hacer lo que sea para ganar dinero, poder o posición social. Mentimos, traicionamos, manipulamos, torcemos la ley y abusamos de quien sea con tal de tener más. Ésto es aprendido por los niños, así que para ellos es natural.

Es terrorífico en verdad. No es de soprender que cada vez haya más muertos y niños más jóvenes detrás de los crímenes.

La práctica de la compasión es una prioridad si queremos hacer que el problema se detenga. Pero esto comienza con la educación de nosotros los adultos.

Aquí es donde entra la meditación como práctica personal para entendernos a nosotros mismos y abrir el corazón a una verdad suprema: todos los seres vivos somos capaces de sentir dolor y de sufrir.

Cuando meditamos dejamos ir los pensamientos ególatras, enfocamos la atención a un sólo punto y estimulamos áreas del cerebro asociadas con la bondad y el altruismo.

Los niños que meditan son más tranquilos y con la práctica, van ampliando su mente para entender que son parte de un sistema interconectado de seres vivos. Así, la compasión llega su vida y son mucho menos propensos a hacer bullying.

Si los padres meditan al menos 20 minutos y hacen de ésta actividad algo cotidiano, los niños lo verán de forma natural y su curiosidad los llevará a preguntar para luego intentarlo.

Así que si tienes hijos, considera la meditación como actividad familiar.

Los resultados te sorprenderán.

 

 

Dar cuando no tienes suficiente

La generosidad es una de las prácticas espirituales más maravillosas que podemos experimentar.

¿Por qué es espiritual? Por que por medio de dar sin esperar recompensa, nos hace salir de nosotros mismos para ver por el bienestar de otro ser vivo. Así calmamos el discurso eterno del ego y nos ponemos en contacto con las fibras más íntimas de nuestra naturaleza. Nos conecta a niveles muy profundos con la vida y con el mundo que nos rodea.

Ésto por sí mismo llena los huecos que la sociedad de consumo nos crea y podemos comenzar a sanar nuestras heridas emocionales.

Ver la sonrisa o el alivio de alguien que recibe nuestra ayuda hace que regiones específicas del cerebro entren en funcionamiento. Entonces se producen endorfinas, se acaba el estrés y se comienza a ser feliz.

Pero nuestro gran problema, lo que evita que seamos generosos, es la cultura de consumo en la que vivimos. La mercadotecnia de los productos y servicios se basan en implantar en nuestra mente la idea de que nuestra vida es inútil y despreciable, a menos que compremos lo que sea que anuncian.

Y así, desde niños, comenzamos a cultivar el ego. Compramos, cumplimos metas y objetivos y vivimos para dar gusto al ego en todos sentidos. Cuando volvemos la cara, nos es virtualmente imposible dar a quienes no han tenido la misma fortuna que nosotros.

La cultura moderna nos obliga a tener y a acaparar recursos, pasando por encima de quien sea para lograrlo.

Así, el argumento clásico de la persona no-generosa es: no puedo dar nada porque no tengo suficiente para mi. O cualquier frase similar.

Pensamos que nos es imposible ser generosos hasta que tengamos nuestra situación personal resuelta. Es justo esta filosofía la que nos tiene torcidos como sociedad porque nunca llegará el momento propicio. Nunca tendremos todas nuestras necesidades cubiertas porque siempre queremos más.

Dar cuando uno tiene poco es una práctica espiritual muy poderosa porque no sólo se está ayudando a otros, sino que nos conectamos con la necesidad de conservar la vida. Dar suaviza el ego y nos deja apreciar las muchas, muchas bendiciones que nos rodean en este momento.

Dar a los demás nos hace entender el significado real de compasión y que todos necesitamos ayuda en algún momento de nuestra existencia. Damos a otros porque tenemos la obligación de respetar y valorar a todos los seres que nos rodean. Damos porque sabemos que no tener lo suficiente lleva al sufrimiento.

Dar nos vuelve personas alegres y destruye la depresión o la ira.

Damos a otros porque sabemos que es lo correcto.

Y al mismo tiempo, aprendemos que debemos aceptar ayuda con humildad y gratitud.

Dar cuando no tenemos suficiente para nosotros mismos es una actividad sagrada. Es una joya que desearía que más personas comprendieran.

Compartamos nuestros alimentos, tiempo y nuestra sonrisa. Sintamos gratitud por estar en posición de ayudar y sintamos gratitud por todas las veces que nos han ayudado en el pasado.

La Generosidad es una práctica perfecta porque todos ganan. Pero preferimos ganar y nos sentamos en nuestro gordo ego a esperar la muerte.

Creo que siempre es buen momento para dar.

El alto costo de la ingratitud

Practicar Gratitud es una actividad maravillosa que siempre recomendaré. La vida se vuelve ligera, amplia y las cargas emocionales se disminuyen y desaparecen.

No en vano casi todas las filosofías del mundo se apoyan en ella y la neurociencia comienza a investigar sus misterios.

Por todos lados podemos encontrar información sobre la Gratitud, y lo entiendo. Ser agradecido se siente muy bien.

¿Pero qué pasa con el polo opuesto, la Ingratitud? (Sí, lo escribí con I mayúscula porque es un concepto importante).

De igual forma que la Gratitud, la Ingratitud puede ser parte de nuestra vida, sólo que los resultados no son precisamente positivos.

La persona que no entiende el concepto supremo de la Gratitud habita un mundo horrible y del que cuesta mucho trabajo salir. Se requiere mucha voluntad para siquiera notarlo y tomar acciones que corrijan el rumbo.

Con tristeza tomaré el ejemplo de dos personas muy cercanas a mi que llevan la práctica de la Ingratitud a niveles extremos. Se trata de un matrimonio que pasa sus días olvidando todas sus bendiciones, montados en su ego, abrazados a sus opiniones y amargados por todo lo que no tienen.

Él es un hombre de edad mayor que ha olvidado que vive en una casa construida por las manos de muchas personas y que les debe el tener un techo sobre su cabeza. Recibe una pensión mensual del gobierno gracias a que alguien lo ayudó a que esto fuera posible; y ahora ha olvidado que sin ésta persona no tendría dinero para pagar su comida. De hecho, lo odia y habla muy mal de él. Por si fuera poco, odia a todo el que es diferente a él.

Ella se ha transformado en una secuencia interminable de quejas. Detesta el clima, su casa, su ropa, la comida a la que tiene acceso. Cuando se mira al espejo odia el paso del tiempo, su salud y cómo su piel se ha arrugado.

Cuando alguien piensa en ellos y les regala algo, ambos odian el regalo, cuestionan los motivos y desean que el regalo fuese de mucho más valor.

Lo dos viven en un mundo donde la amistad y el amor están a la venta y nadie es digno de dar o recibir cariño. Desconfían de todo y de todos.

La Ingratitud los ha vuelto amargos y muy difíciles para estar cerca.

Sin embargo, ¡tienen todo! Tienen casa, alimento, servicios de salud, ropa, personas que los quieren, amigos que les llaman a pesar de todo… Pero no. Éste matrimonio ha decidido olvidar todas sus bendiciones para habitar el Ingratitud Plex. (Sí, acabo de inventar el término).

Como mencioné, éste es un caso extremo. Pero he encontrado que la persona ingrata, es decir, quien olvida que todo en el universo está interconectado y que existimos gracias a los esfuerzos de los demás, convierte su mundo en un lugar horrible.

Me atrevo a decir que Ingratitud es sinónimo de infierno. Y es muy caro vivir en ese mundo.

No hay dinero que alcance, la salud nunca es suficiente y las expectativas jamás se cubren.

El ingrato vive con desconfianza, miedo y odio. Desea todo lo que no puede tener y cuando lo obtiene, pronto lo cambia por el siguiente objeto de deseo.

Es muy caro ser ingratos. ¿Estás dispuesto a habitar en ese mundo?

Reto 3: Un mes de Gratitud

Reto 3: Un mes de Gratitud

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Como mencioné en el post anterior, hace unos meses encontré la pieza que me hacía falta para poder entender hasta la médula el concepto de compasión.

No podemos sentir o practicar compasión por los demás, sin antes entender y practicar Gratitud. Sin duda todos sabemos decir gracias, pero por desgracia es una palabra vacía y que se dice más por costumbre.

Pocos entienden el verdadero significado y, peor aún, pocos toman la gratitud como práctica diaria.

Así que como buen nerd (ñoño, friki) que soy, decidí investigar a profundidad.

Gratitud es el sentimiento y acción de reconocer que hemos recibido un beneficio de forma altruista, sorpresiva y sin ánimo de ser pagada.

Recientemente la psicología tomó la gratitud en serio y la comenzó a estudiar a partir del año 2,000. Pero las filosofías del mundo y las religiones han basado su práctica en el agradecimiento, desde hace milentios. No importa si es islam, cristianismo o budismo, casi todas las doctrinas incorporan al gratitud como valor importante.

Y no es de sorprender. Practicar gratitud tiene tantos beneficios que necesitaría una serie de muchos posts al respecto.

Simplemente se siente muy bien.

En mi tonta opinión, para poder conocer Gratitud (con G mayúscula) se necesita reconocer todas las bendiciones que tenemos y que decidimos olvidar por enfocarnos en nuestro ego. Debemos reconocer el esfuerzo que existe detrás de nuestras casas, bolígrafos o electricidad. Alguien puso su vida en ellos para que nosotros disfrutemos lo que tenemos en la cotidianidad. Sin duda ellos recibieron un sueldo, así como nosotros recibimos el nuestro por lo que hacemos, pero el trabajo, la energía vital y el sudor no pueden ser borrados. Pensar que alguien recibe un sueldo por lo que hace no destruye la labor que pone en las cosas que nos brinda.

Estos regalos crean una conexión personal que ignoramos si no practicamos Gratitud.

Todo lo que existe en el Universo está interconectado y nos debemos nuestra mutua existencia.

Vivimos, progresamos y lloramos gracias a un sinnúmero de vidas y esfuerzos del pasado y el presente.

Si esa criatura acuática no hubiera dejado las aguas para caminar sobre la tierra, hace millones de años, simplemente no estaríamos leyendo esto. Si la Tierra no hubiera tenido un pasado tan violento y lleno de cambios, y si no estuviera donde está, no existiríamos.

Disfrutamos del aire, del sol, del agua, de la tecnología, de las ciudades y de la maravilla de volar en un avión… todo sin haber contribuido nada a la experiencia. Sólo despertamos todas las mañanas y las cosas están ahí.

Todo está interconectado en más formas de las que podemos entender.

Practicar Gratitud nos da una serie de ventajas que cambian la vida (todas confirmadas por la ciencia y la psicología):

  • Fortalece el sistema inmunológico
  • Reduce el dolor crónico
  • Reduce la presión arterial
  • El practicante cuida más de su cuerpo: hace más ejercicio y come saludable.
  • La calidad del sueño mejora y se descansa más
  • Genera emociones positivas con más freciencia
  • Se está más alerta y despierto
  • Se encuentra más alegría y placer en lo sencillo
  • Se es más optimista y feliz
  • Promueve la compasión y generosidad
  • Se perdona más fácilmente
  • Se es más extrovertido
  • Erradica la soledad

Entonces entendí que sólo decir gracias no es suficiente; así como entendí que para tener un corazón abierto a la compasión se necesita primero incorporar Gratitud a la práctica espiritual.

Y así nació el Reto de Gratitud. En el libro Thanks!: How the New Science of Gratitude Can Make You Happier, Robert Emmons propone llevar un diario de gratitud por 30 días.

Decidí intentarlo y los resultados han sido sorprendentes. Me volví más productivo y paciente, más consciente de las necesidades de los demás y me cuesta mucho trabajo encontrar motivos para enojarme. También escucho mejor a quienes me hablan y siempre estoy abierto a dar consuelo a quien lo pide.  Ahora estoy aún más atento a cómo mi mente emite juicios y los paro en seco antes de que me dominen.

Si te interesa unirte al reto, esta es la manera en que lo hice.

Reto de Gratitud

Por 30 días consecutivos y sin interrupción, escribe en un papel 3 cosas por las que te sientas agradecido. Puede ser desde tener un día más para vivir, el aire que respiras, tus amigos, la familia, la electricidad o agua en tu casa, la sonrisa de quien amas, tener empleo (o no tenerlo).

Pon especial atención en agradecer por tu sustento. Tener comida en tu mesa es la culminación de miles de esfuerzos y vidas. Sé agradecido.

Esfuérzate por encontrar cosas distintas a diario. Tienes más bendiciones de las que te imaginas.

Me ayudó mucho usar Twitter como medio de expresión porque pude hacer público mi reto. Digamos que se convirtió en un compromiso personal que terminó inspirando a otros a unirse, aún sin saber bien de qué se trataba el reto. ¡Así se forman cadenas virtuosas!

Si quieres usar Twitter, incluye el hashtag #RetoDeGratitud para que todos los retos estén en un mismo lugar. ¡Entre más seamos, mejor!

La primera semana y media en el #RetoDeGratitud los días fueron los mismos de siempre, pero luego sentí un cambio fuerte en mi. Tuve más claridad y comencé a sentirme muy, muy bien.

Ahora la gratitud forma parte vital

Hay mucho, mucho más que decir sobre la Gratitud. En siguientes posts continuaremos.

De momento pon a prueba todo lo que digo. ¡Únete al reto!

Y luego me dices qué tal te sientes.

¡GRACIAS!