Camino al Minimalismo, libro de Omar Carreño [Reseña]

Camino al Minimalismo, libro de Omar Carreño [Reseña]

El minimalismo como estilo de vida tuvo un boom en la primera mitad de la década pasada.

La crisis económica internacional y la crisis de valores personales hicieron que varios autores acogieran otros estilos de vida, en los que la reducción de bienes materiales era imperativa para alcanzar un mejor estilo de vida.

El problema es que muy poca de esta información estaba en español. Algunos autores comenzaron a escribir al respecto. Muchos desaparecieron y otros persistimos. Y es en este segundo grupo de autores donde podemos contar al buen Omar Carreño, autor mexicano enfocado al minimalismo.

Omar es responsable de Análisis Realista, un blog de minimalismo y productividad que tiene como misión demostrar que vivir con menos es posible.  Y lo logra de una manera excepcional al escribir sobre sus experiencias personales y experimentos en este campo.

Con todo este respaldo, Omar lanza su primer libro de título Camino al Minimalismo, Aprendiendo que Menos es Mejor.

Escrito con una prosa amable y dinámica, el ebook nos lleva de la mano por los inexplorados caminos de la vida libre de consumismo tonto y nos enseña a romper las cadenas impuestas por la mercadotecnia.

También nos impulsa a comprender que las experiencias son la base de la felicidad, no así las posesiones.

En especial disfruté el capítulo dedicado a bajar el consumo de televisión, para dedicarnos más a la lectura. ¡Genial!

Si eres nuevo en el minimalismo, quieres afirmar tus conocimientos o necesitas ideas frescas para reducir el consumo innecesario, Camino al Minimalismo es el libro que encontrarás de gran utilidad.

Y como buen documento minimalista, tiene un precio pequeño y muy cómodo; que convierte este libro en una gran adquisición.

Para saber más, visita el blog de Omar Carreño, Análisis Realista.

A cinco años sin auto, la vida es maravillosa [Minimalismo extremo]

A cinco años sin auto, la vida es maravillosa [Minimalismo extremo]

Septiembre tiene varias fechas especiales para mi y estoy feliz de agregar una más como recurrente: es el mes que celebro una vida libre de auto.

Desde el año anterior quería agregar este hecho a mi calendario, pero me resistí pensando en que quizá debía pasar un poco más de tiempo. Cuando un suceso pasa dos veces, es coincidencia. Pero cuando es tres o más, es una tendencia.

Y mi tendencia personal es que soy muy feliz de haber vendido mi último auto. No estaba cómodo con él, a pesar de que como pieza de ingeniería era maravilloso.

¿Lo extraño? No. Por más que me esfuerzo en tratar de encontrar una razón para ello, no puedo encontrarla.

No lo echo de menos porque ya no gasto en combustible, estacionamiento, carreteras, impuestos, revisiones, reparaciones, partes.

Pero lo más hermoso es que no comparto el estrés clásico del dueño de autos. No estoy preocupado por la seguridad, por cuidar una pertenencia más, por evitar accidentes y furia callejera, por cuidarme de policías abusivos (muy comunes en México).

Es curioso que todos estos problemas que hacen la vida complicada a lo tonto, ya no son percibidos por el conductor. Como es parte de la vida, así ha sido y así será, no lo cuestionan y sólo se quejan.

Se ponen furiosos porque hay tráfico en la calle, cuando en realidad son ELLOS los que son el tráfico, contribuyendo a un mundo con más contaminación y saturado.

Hay una renuncia completa a la responsabilidad que ser conductor conlleva, depositando en otros sus propios problemas.

A cambio de renunciar al auto obtuve la recompensa de la tranquilidad. Desde hace cinco años aprendí a medir mejor mis tiempos de traslado y a aceptar que los sistemas de transporte públicos no están tan mal.

Pero eso sólo se ve desde este lado, claro. Siempre que sale a colación el tema con familia y amigos las reacciones son casi las mismas. El primer comentario que escucho es «yo no podría vivir sin mi auto» y luego una letanía de argumentos defensivos.

La otra frase común es «pero lo necesitas para las emergencias». La verdad es que no. Sólo he tenido una emergencia en cinco años y fue resuelta sin coche. Por estadística pura, un hecho urgente en cinco años es insignificante y no justifica tener un auto.

La gente reacciona como si mi decisión los hubiera ofendido en el alma. Muy extraño, pero es difícil de entender hasta que no se está de este lado.

Como siempre, no estoy cerrado a volver tener auto algún día. Si el trabajo me lo pide, lo consideraré.

De momento, la vida sin auto es maravillosa y muy tranquila.

Adiós a mi Facebook personal [Minimalismo extremo]

Adiós a mi Facebook personal [Minimalismo extremo]

Después de mucho tiempo de considerarlo, por fin borré mi cuenta personal de Facebook.

Y tan pronto di el clic final sentí como un manto de paz cayó encima de mi. La red social por excelencia jamás me gustó, no la disfruté y sólo la mantenía para ser políticamente correcto con las personas que me habían agregado a lo largo de los años.

Intenté trabajar con ella para proyectos personales y para ponerme en contacto con la familia lejana. Entre más la usaba, más me daba cuenta del tiempo que se pierde ahí y de la redundancia de mensajes. Es la tierra de la no productividad.

También me percaté que poco a poco se convirtió en el nuevo MetroFlog, donde se publican imágenes con texto que pretenden ser protesta, chistes o un medio para cambiar al mundo.  No lo logran en ningún caso.

Me resultó muy curioso cómo las cadenas de «si no pasas este mensaje, Dios te odiará», mutaron al nuevo medio para llenar a un más los timelines de basura.

No quiero ofender a nadie con lo que voy a decir, pero para un minimalista, Facebook es el reino de la información chatarra. Hay muy poco que realmente quiera leer. Cada vez que lo abría me inundaba un torrente inmenso de fotos de gatos y comida, mensajes sin contexto e imágenes como las mencionadas arriba.

Quizá esto es lo más significativo. Practicar el minimalismo implica tener la conciencia para detectar cuando ya ha sido demasiado de algo.

En los últimos días había bloqueado casi todos los mensajes de mis contactos y me quedé con los blogs que usualmente leo; y que de cualquier forma leo en su propio sitio.

Con todo esto no quiero decir que soy un neo-ermitaño y que viviré en una montaña. Todo lo contrario. Estoy en contacto con mis amigos y familia todo el tiempo. Es sólo que mis redes sociales principales son el correo electrónico y Google Plus. Son totalmente privados, sigo y me siguen personas cercanas y compartimos información de interés mutuo.

Mi otra red social es este blog, por supuesto. Los comentarios y los correos que recibo de todos ustedes son lo que me acerca y mantiene vivo al Chocobuda.

Por último, tengo que decir que no puedo decir adiós 100% a las redes sociales. La página de Facebook  y la cuenta de Twitter siguen vivas, y son un buen medio para estar en contacto con lectores.

Al final de todo esto, creo que lo más importante de las redes sociales no son las fotos de gatos, sino las relaciones estrechas y sinceras con las personas.

Y esas se mantienen con el corazón y con cariño, no con un sitio web.

5 acciones para no vivir la vida intensamente [Minimalismo extremo]

5 acciones para no vivir la vida intensamente [Minimalismo extremo]

Los carteles motivacionales gritan a toda costa que debemos ser felices. En la radio y televisión nos impulsan para vivir la vida siempre con intensidad; exagerar las emociones y poner nuestra atención donde no debería estar.

Vive como si no hubiera un mañana.

No te preocupes por el futuro.

Disfruta todo momento.

Cuando ames dalo todo.

Este tipo de frases nos venden acciones de fantasía que sería muy agradable tomar como estandarte para movernos por el mundo. Facebook está lleno de ellas. Pero lo que estos lugares comunes no te dicen es cómo lograrlo.

El concepto de vivir la vida con intensidad es muy atractivo y es una gran herramienta de venta. Lo que nadie dice es que si vivieras tu vida de la manera que pintan los anuncios y los mensajes motivacionales en Facebook, estarías muerto.

Sería como subir a tu auto, encenderlo y pisar hasta el fondo el acelerador. La máquina se esfuerza al máximo y ruge, quema gasolina de forma excelente, sale mucho humo del escape… pero en un momento te quedaste sin combustible, algo falló o explotó la máquina. Y al final no llegaste a ningún lado.

Por eso creo que es mejor buscar un equilibrio y enfocarse en lo que importa.

No se trata de disfrutar cada momento porque eso es una falacia. La vida incluye el dolor y las etapas difíciles.

Se trata de vivir con lo que hay; de ser el momento. Si hoy tienes tristeza, sé tristeza. Si hoy tienes enojo, sé enojo. Si hoy hay risas, sé risa.

Para hallar nuestro camino a la felicidad debemos dar tumbos por la vida, encontrando barreras y haciendo lo mejor para librarlas.

Y existen acciones que, sin importar el país o cultura, ayudan a encontrar una mejor vida.

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Todo libro que terminas desarrolla más tu inteligencia e imaginación y colabora a darte más cultura.

Posee menos

La regla de oro del minimalismo es menos es más. Y aquí sólo hay que aplicar lógica simple: entre más tienes, más preocupaciones vienen.

Las cosas son sólo cosas

Estamos muy acostumbrados a depositar nuestra felicidad en objetos materiales. Hay que entender que la plenitud siempre ha estado dentro de nosotros. No dejes que los objetos te reafirmen como persona.

Olvídate de los caprichos

Los caprichos son trozos de sufrimiento que trascienden al plano físico. Son el reflejo de tu deseo y avaricia. Si los dejas de lado, las cosas te serán mucho más sencillas.

No esperes nada de la gente

Las personas actuamos de forma libre con base en nuestro marco de referencia y cultura. Jamás esperes que alguien va a reaccionar como lo deseas. Entrena para aceptar a las personas como son, con las decisiones que tomen.

Por supuesto que puedo seguir escribiendo más al respecto, pero el mensaje sería el mismo. Vivir con la intensidad que se nos vende, irrumpe nuestra tranquilidad y equilibrio.

Es mejor tener una vida que se vaya por el camino de en medio, en la que se puede gozar lo que llega  y en la que no se le huye al dolor ni a la tristeza.

Así que hoy digo: ¡No vivas tu vida intensamente!

Eso también es minimalismo.

5 descubrimientos de una tarde sin electricidad

5 descubrimientos de una tarde sin electricidad

Soy una persona de hábitos y rituales, por más que me cueste trabajo admitirlo. Hay cosas que disfruto mucho hacer sistemáticamente y no hay nada como dejarse llevar por una buena película o un gran video juego en una tarde de domingo.

De vez en cuando también me gusta sólo leer los blogs o participar en los foros para los que no tuve tiempo en la semana.

Sí, así de tranquila pasa la vida en esta casa en domingo. Para todo lo que me gusta hacer basta con encender el aparato electrónico correcto.

Pero ayer desde muy temprano en la tarde una tormenta de viento dejó esta parte de la ciudad sin electricidad.

¡Horror de horrores! ¿Una tarde de domingo sin electricidad?

Cuando comenzó el apagón simplemente me dejé llevar por la situación, pero conforme pasaban los minutos me percaté de que el problema iría para largo. De hecho, llegó la hora de dormir y la energía no llegó.

Así que fluí con el percance y abrí mis sentidos para ver las cosas como son. Esto es lo que aprendí:

1. Hablar con humanos cara a cara es posible… ¡en serio!

Es curioso cómo en estas épocas de la conexión por Internet estamos más cerca de muchas personas, pero más lejos de quienes nos rodean físicamente.

Podemos pasar 5 horas en un chat o en Facebook, pero estar 10 minutos frente a alguien nos cuesta tanto trabajo que me hace cuestionar si, como sociedad, estamos haciendo lo correcto.

Sin energía eléctrica no hay computadoras y eso nos obliga a convertir el tiempo de pantalla en  tiempo de interacción física.

Aquí en casa la pasamos hablando y riendo de muchas cosas. Lo disfruté. Pero lo más curioso es que en las casas de mis vecinos sucedió lo mismo. Se escuchaban risas y pláticas por todos lados, en lugar de música y sonidos de películas.

Por una tarde los niños jugaban en la calle, la gente convivió cara a cara y regresó la calidez humana.

2. Estar sin conexión no mata

Por más que clames que necesitas estar conectado de tiempo completo a Internet, es sólo una ilusión. La vida seguirá aun sin que pongas esa maravillosa foto de comida y nadie morirá porque no escribas «tengo calor» en Twitter.

Y tampoco necesitas leer mensajes similares de tus seguidores y amigos.

Estar sin conexión es una gran experiencia porque te permite entender el nivel de dependencia que tienes y, si eres inteligente, te permitirá valorar lo que tienes junto a ti.

La familia, los amigos, caminar por el parque o simplemente escuchar con atención la vida en tu calle; todo esto es mucho más valioso que mil fotos de gatos en Instagram.

Aquí en casa aderezamos la charla con unas palomitas acarameladas hechas a mano, no de microondas.

3. Es posible estar paz con lo que tienes y con lo que eres

Estar sin electricidad te obliga a centrar tu atención en lo que te rodea. En lugar de quejarte porque no hay luz o Internet, es mejor ver lo que tienes y lo que eres.

Pasar una tarde sentado en un sillón charlando, es un triunfo de la vida. Implica que tienes casa, ropa, muebles, no tienes frío ni hambre y, lo más importante: tienes con quién hablar y personas que se preocupan por ti de forma directa y sin estar detrás de una pantalla.

Estar en paz con lo que eres y con lo que tienes es fundamental para ser feliz.

4. El miedo a estar aburrido es sólo una ilusión

La sociedad nos ha impuesto un gran miedo a estar aburridos. Parecería que ni la muerte es tan cruel como quedarte sin televisión por unas horas.

Conozco incluso a quienes utilizan una ida al baño para revisar su Facebook. Sí, en el baño. Así de patética es la dependencia a no estar aburrido.

Incluso el mundo corporativo necesita las horribles presentaciones de Power Point para no hacer las reuniones más miserables e inútiles de lo que son.

No podemos tolerar ni 10 segundos escuchando nuestra propia respiración.

Mientras pasaban las horas en el apagón, hubieron momentos en los que todo se quedaba en silencio y me dedicaba a ver la flama de la vela. Simple.

Y sobreviví. El miedo a estar aburridos vive en la mente y es una ilusión muy fácil de borrar.

5. No hacer nada es bueno para la mente

Ayer por la tarde no vi películas, no jugué nada y no hice absolutamente nada.

Nada de nada.

Y fue maravilloso porque la mente descansa, se desengancha de las actividades y dependencias diarias. Simplemente es.

Y tú, ¿Qué haces durante un apagón? ¿Lo sufres? ¿Cómo está tu dependencia a la tecnología? ¡Participa en los comentarios!

Cómo trabajar menos y ser cínico al respecto [Vida Oficinal 4]

Cómo trabajar menos y ser cínico al respecto [Vida Oficinal 4]

Dentro de la vida oficinal existe el mito no escrito de que verte ocupado de tiempo completo, es sinónimo de trabajar mucho. Y trabajar mucho es sinónimo de productividad.

Muchas veces me encontré que habían compañeros de oficina que habían permanecido 24 horas en su escritorio, sacando pendientes, alimentándose de frituras, pastelitos y café; y mirándose ocupados.

Esto, claro, atraía la admiración y felicitaciones de los demás compañeros que se sentían motivados a realizar la misma proeza para el bien de la comunidad.

Debo admitir que en mis 20’s, cuando viví enganchado al estereotipo de «soy creativo y trabajo de noche», hacía exactamente lo mismo. Me enganchaba en las prisas de la mala planeación de algún jefe maniático, profesional en el oficio de mirarse ocupado. El resultado fueron demasiadas noches en vela entregadas a un amo al que yo no le importaba.

¿Te suena familiar?

Lo más deprimente del asunto es que mucho del trabajo que se realiza para «verse ocupado» es irrelevante. Se llenan formatos, reportes y vivimos reparando el daño que deja la mala organización de las tareas.

También es importante mencionar que cuando tenemos mucho trabajo tendemos a procrastinar porque nos sentimos abrumados. Entonces, en lugar de ser productivos, nos ponemos a responder mensajes en Twitter y Facebook.

Esto reditúa en mucho más estrés porque el trabajo sigue acumulándose y nosotros seguimos perdiendo el tiempo.

Cuando al fin nos dedicamos a trabajar, enfrentamos la realidad de que hay mucho por hacer y que pasaremos la noche en la oficina.

Somos fanáticos de trabajar mucho, pero no se nos ocurre que hay una mejor forma de hacer las cosas; es decir trabajar de forma inteligente.

Cuando resolvemos nuestras tareas de manera estructurada e inteligente, reducimos la carga de trabajo y optimizamos procesos. Entre las recompensas están: más tiempo libre, menos estrés, mejor humor y una salud más favorable.

Para trabajar de forma inteligente

Trabajar menos no significa ser negligentes con nuestro empleo y lista de pendientes. Lo que necesitamos hacer es encontrar un método para hacer las cosas de la manera más productiva posible.

Presento aquí algunas acciones que me han ayudado a lo largo de los años:

1. Apaga las distracciones

Las redes sociales son muy divertidas, pero son veneno para la productividad. Si quieres avanzar con tu trabajo, apágalas. No hay pretexto.

Esto aplica también para el correo elecrtónico. No vivas en el inbox. Revisa el correo dos o tres veces al día, máximo.

2. Cuestiona tu forma actual de producción

Cuando el ser humano se sienta en su gran trasero y está cómodo con su forma de resolver problemas, se vuelve perezoso. Ya no le importa innovar ni encontrar un mejor camino y se limita a hacer las cosas de la misma forma.

Creo que esto está mal. Necesitamos cuestionar cómo resolvemos las cosas. Tener un método probado por tu abuela para pelar papas, no significa que sea el mejor o más productivo.

Analizar nuestros procesos nos hace conscientes de todos los pequeños detalles que nos hacen perder tiempo o trabajar de más.

3. Aprende a usar bien tus herramientas de trabajo

Si Word es importante para resolver tu trabajo, ¿le sacas todo el jugo posible para hacer tu trabajo en menos tiempo? ¿Conoces todos los atajos? Esto aplica para todo tipo de herramientas que uses; desde una regla hasta software para editar video.

Te recomiendo mucho que inviertas en tu capacitación. Si no tienes dinero, lo único que necesitas es disciplina y buscar tutoriales en YouTube. Créeme, hay todo tipo de cursos ahí. Impresionante.

4. Respeta tu trabajo y deja de quejarte

Todos tenemos tareas que no disfrutamos del trabajo. Y parecería que uno de los deportes favoritos en la oficina es quejarse.

Si todo el tiempo que usas para quejarte lo aplicas en lo que tienes que resolver, terminarás más rápido.

5. Encuentra un sistema de productividad

No es un secreto que cuando nacemos nos arrojan a la vida sin ninguna especie de entrenamiento previo. Aprendemos a punta de golpes cómo resolver problemas. Esto, obvio, también lo hacemos de tiempo completo en la oficina.

No tener un sistema de productividad nos hace ir por esta existencia topándonos contra la pared una y otra vez.

La buena noticia es que existen muchísimos sistemas que nos ayudan a organizar el trabajo y a enfocarnos, como Getting Things Done o Pomodoro. Algunos vamos más allá y creamos nuestro propio sistema (SPOILER: pronto más noticias sobre esto).

La idea es buscar, encontrar y probar algún sistema que nos acomode.

A esto se le llama Minimalismo Aplicado. ¡Sí, señor!

PRECAUCIÓN: Buscar sistemas de productividad es muy divertido, pero puede convertirse en una carga. He conocido personas que no trabajan por estar organizando y aprendiendo a usar GTD. Lo importante de un sistema es tener un método, no el sistema mismo.

Ser cínico al respecto

Cuando comiences a terminar tus pedientes con mejor tiempo y a salir a buena hora de la oficina, te harás de muchos enemigos. Ellos aun seguirán dejando el alma en el escritorio y tú estarás haciendo cosas divertidas fuera de la oficina.

Disfrútalo con todo cinismo.