Dentro de la vida oficinal existe el mito no escrito de que verte ocupado de tiempo completo, es sinónimo de trabajar mucho. Y trabajar mucho es sinónimo de productividad.
Muchas veces me encontré que habían compañeros de oficina que habían permanecido 24 horas en su escritorio, sacando pendientes, alimentándose de frituras, pastelitos y café; y mirándose ocupados.
Esto, claro, atraía la admiración y felicitaciones de los demás compañeros que se sentían motivados a realizar la misma proeza para el bien de la comunidad.
Debo admitir que en mis 20’s, cuando viví enganchado al estereotipo de «soy creativo y trabajo de noche», hacía exactamente lo mismo. Me enganchaba en las prisas de la mala planeación de algún jefe maniático, profesional en el oficio de mirarse ocupado. El resultado fueron demasiadas noches en vela entregadas a un amo al que yo no le importaba.
¿Te suena familiar?
Lo más deprimente del asunto es que mucho del trabajo que se realiza para «verse ocupado» es irrelevante. Se llenan formatos, reportes y vivimos reparando el daño que deja la mala organización de las tareas.
También es importante mencionar que cuando tenemos mucho trabajo tendemos a procrastinar porque nos sentimos abrumados. Entonces, en lugar de ser productivos, nos ponemos a responder mensajes en Twitter y Facebook.
Esto reditúa en mucho más estrés porque el trabajo sigue acumulándose y nosotros seguimos perdiendo el tiempo.
Cuando al fin nos dedicamos a trabajar, enfrentamos la realidad de que hay mucho por hacer y que pasaremos la noche en la oficina.
Somos fanáticos de trabajar mucho, pero no se nos ocurre que hay una mejor forma de hacer las cosas; es decir trabajar de forma inteligente.
Cuando resolvemos nuestras tareas de manera estructurada e inteligente, reducimos la carga de trabajo y optimizamos procesos. Entre las recompensas están: más tiempo libre, menos estrés, mejor humor y una salud más favorable.
Para trabajar de forma inteligente
Trabajar menos no significa ser negligentes con nuestro empleo y lista de pendientes. Lo que necesitamos hacer es encontrar un método para hacer las cosas de la manera más productiva posible.
Presento aquí algunas acciones que me han ayudado a lo largo de los años:
1. Apaga las distracciones
Las redes sociales son muy divertidas, pero son veneno para la productividad. Si quieres avanzar con tu trabajo, apágalas. No hay pretexto.
Esto aplica también para el correo elecrtónico. No vivas en el inbox. Revisa el correo dos o tres veces al día, máximo.
2. Cuestiona tu forma actual de producción
Cuando el ser humano se sienta en su gran trasero y está cómodo con su forma de resolver problemas, se vuelve perezoso. Ya no le importa innovar ni encontrar un mejor camino y se limita a hacer las cosas de la misma forma.
Creo que esto está mal. Necesitamos cuestionar cómo resolvemos las cosas. Tener un método probado por tu abuela para pelar papas, no significa que sea el mejor o más productivo.
Analizar nuestros procesos nos hace conscientes de todos los pequeños detalles que nos hacen perder tiempo o trabajar de más.
3. Aprende a usar bien tus herramientas de trabajo
Si Word es importante para resolver tu trabajo, ¿le sacas todo el jugo posible para hacer tu trabajo en menos tiempo? ¿Conoces todos los atajos? Esto aplica para todo tipo de herramientas que uses; desde una regla hasta software para editar video.
Te recomiendo mucho que inviertas en tu capacitación. Si no tienes dinero, lo único que necesitas es disciplina y buscar tutoriales en YouTube. Créeme, hay todo tipo de cursos ahí. Impresionante.
4. Respeta tu trabajo y deja de quejarte
Todos tenemos tareas que no disfrutamos del trabajo. Y parecería que uno de los deportes favoritos en la oficina es quejarse.
Si todo el tiempo que usas para quejarte lo aplicas en lo que tienes que resolver, terminarás más rápido.
5. Encuentra un sistema de productividad
No es un secreto que cuando nacemos nos arrojan a la vida sin ninguna especie de entrenamiento previo. Aprendemos a punta de golpes cómo resolver problemas. Esto, obvio, también lo hacemos de tiempo completo en la oficina.
No tener un sistema de productividad nos hace ir por esta existencia topándonos contra la pared una y otra vez.
La buena noticia es que existen muchísimos sistemas que nos ayudan a organizar el trabajo y a enfocarnos, como Getting Things Done o Pomodoro. Algunos vamos más allá y creamos nuestro propio sistema (SPOILER: pronto más noticias sobre esto).
La idea es buscar, encontrar y probar algún sistema que nos acomode.
A esto se le llama Minimalismo Aplicado. ¡Sí, señor!
PRECAUCIÓN: Buscar sistemas de productividad es muy divertido, pero puede convertirse en una carga. He conocido personas que no trabajan por estar organizando y aprendiendo a usar GTD. Lo importante de un sistema es tener un método, no el sistema mismo.
Ser cínico al respecto
Cuando comiences a terminar tus pedientes con mejor tiempo y a salir a buena hora de la oficina, te harás de muchos enemigos. Ellos aun seguirán dejando el alma en el escritorio y tú estarás haciendo cosas divertidas fuera de la oficina.
Más de una ocasión he pasado por el escenario de que no quiero hacer las cosas. Cuando tengo un proyecto o actividad en la mente y comienzo con todas las ganas, pero en alguna parte del camino, me pierdo y simplemente ya no sigo.
Es cuando las musas se van, cuando la apatía cobra terreno y vemos que es más fácil leer los time lines de Twitter, Facebook o Google Reader, que seguir adelante.
En la mente nos planteamos esta ruta crítica de actividades invencibles y en algún punto del proceso, lo desechamos todo.
Procrastinación, dirían los enterados en productividad.
Para mi, el no estar motivado implica mucho más que abandonarse a perder el tiempo y sentirse abrumado por la tarea pendiente. Y tampoco es un motivo para estar feliz, porque he visto quien se vanagloria y presume que estuvo perdido en una red social todo el día, en lugar de trabajar para terminar.
Y bueno, aquí entran muchos más factores como el hecho de que nos sentimos muy bien cuando (tontamente) retamos a la autoridad trabajando menos o escondemos la pantalla para aparentar que trabajamos.
Pero, ¿qué pasa cuando esta falta de ganas e inspiración afectan directamente a nuestra vida persona, como por ejemplo, dejar de fumar o bajar de peso? Nos encanta hacernos tontos y llenarnos la cabeza de pretextos por los cuales no nos podemos cumplir a nosotros mismos.
Engañar a alguien dando excusas es grave, pero creo que es mucho peor engañarnos a nosotros mismos con pretextos baratos como «estoy muy ocupado».
Como siempre, no puedo decir que yo soy un santo y que he cumplido todos mis objetivos en la vida. Todo lo contrario. Justo porque me di cuenta de todo el tiempo y oportunidades que he perdido por tonto, es que estoy reflexionando esto.
Nos hace falta entender que para terminar lo que nos proponemos, necesitamos un buen nivel de responsabilidad y Continuidad de Propósito.
En budismo, Continuidad de Propósito es la intención de seguir y terminar lo que se empezó.
Sin auto engaños, sin exceso de planeación y sin pretextos para cubrir nuestra mediocridad.
La única forma que tenemos para llegar a nuestros objetivos es dando un paso a la vez.
Aun entendiendo este concepto, las musas son elusivas. Hay ocasiones en que se necesita una pausa en la cadena de producción y queremos un respiro, algo diferente.
La inspiración se va y puede resultar en un problema que nos pone en la situación de buscar pretextos.
Pero no todo es malo, por su puesto. En nuestras manos tenemos muchas herramientas que nos pueden ayudar a que la motivación regrese y concluyamos lo que comenzamos.
Aquí comparto estas ideas simples que me han ayudado en mi trabajo y proyectos personales. Son ideas mezcladas que pueden servir para algún trabajo rutinario o incluso para metas más grandes que toman más tiempo.
Toma una pausa y camina por 10 minutos
Escucha música del mundo, sal de lo que escuchas diario
Lee algún blog o artículo
Evita las redes sociales por algún tiempo
Dibuja aunque no sepas
¡Escribe!
Regálate 20 minutos y lee un poco de ese libro que no has continuado
Respira profundamente por 3 minutos
Medita por 10 minutos, diariamente
Toma una taza de café
Recarga la pila familiar y llama a tu madre
Lee un cómic
Aléjate de la computadora por 30 minutos
Cuando estés en casa, evita la televisión
¡Apaga el teléfono móvil!
Haz una lista de pendientes realista. Comienza actuando por las tareas cortas
Habla con algún amigo
Busca personas positivas, que te motiven, y habla con ellas
Deja de quejarte
¡Hazlo un día a la vez!
Cada paso que das en la vida es una llegada completa. Nada que agregar y nada que quitar.
Como siempre, esta lista no está completa. ¿Me ayudas a mantenernos motivados? ¡Grítalo en los comentarios!
La bicicleta funciona con tu energía y te ahorra dinero. El auto funciona con dinero y te vuelve gordo.
Por estos días, hace cuatro años me encontraba harto de mi coche.
Pasaba hasta 6 horas conduciendo y evadiendo otros conductores furiosos en un mar de autos que parecían consumir mi humor y mis mejores días. Sí, leíste bien. 6 horas.
Cuando iba a ver a algún cliente, llegaba de malas, muchas veces tarde y parecía que tener auto me ponía en una carrera por sacar el máximo provecho del tiempo. Pero esta carrera no virtuosa sólo se traducía en estrés. Y así estuve 13 años de mi vida.
Un buen día tuve que vender mi auto y lo primero que pensé fue ¿qué voy a hacer sin él? Por un momento el mundo se me cerró.
¿Cómo salir a ganarme la vida sin un auto? ¿Qué pensarían mis padres, mis amigos y la gente al rededor?
Poco a poco me fui acostumbrando a estar sin auto y con el paso de los días, que se convirtieron en meses, comencé a apreciar la paz mental que significa no tener que conducir a diario.
Y con los años puedo decir que soy un hombre muy feliz sin auto y que espero pasen muchos años más para que, siquiera, tenga que pensar en uno.
Estas son algunas de las lecciones aprendidas:
Sin estrés callejero
Vivo sin tensión en la calle. No tengo que cuidarme de otros conductores irresponsables o iracundos.
Soy lector hasta la muerte
Cuando dejé de preocuparme por manejar mi coche y usé transporte público, casi de forma automática aumentaron los libros leídos por mes. Eso siempre es bueno.
Cuido el ambiente
No contamino porque no tengo auto. A mi no me puedes culpar de esa linda nata de humo que flota sobre tu cabeza. Y cuando uso transporte público, trato que sea eléctrico.
Camino
De ninguna manera puedo decir que soy atleta. Pero sí puedo decir que tengo la capacidad de caminar varios kilómetros al día. En todas mis salidas doy por hecho que caminar es parte de mi vida, así que lo hago con gusto. Aire libre, ver la vida en mi ciudad y percibir a la gente es una experiencia maravillosa.
Vida tranquila
Uno de los argumentos constantes con los que se justifica el uso del auto es la seguridad. Nada más falso. En mis años como caminante y usuario de transporte público, nunca he tenido un atentado de ninguna especie.
Cuando tenía auto: me robaron, abrieron el auto, lo vandalizaron, tuve problemas con policías corruptos… y la lista sigue.
Estando a pie, la vida es dulce y tranquila.
El dinero dura más
Tener auto es muy caro. Mucho más de lo que recibe uno a cambio. Entre impuestos, reparaciones, combustible, estacionamientos, mantenimiento y seguros, tener auto ya no me hace sentido.
Al vender mi legendario Golf, me di cuenta que era como si hubiera recibido un aumento de sueldo.
Soy más responsable de mis horarios
Tener auto da un sentimiento ficticio de libertad. La frase es que puedo ir a donde sea, cuando quiera, es muy común. Pero esa libertad, en muchas ocasiones es contraproducente.
No tener auto me ha vuelto mucho más consciente de mis tiempos. Para una cita a las 16:00, consulto el mapa para llegar y las rutas disponibles. Con ello calculo el tiempo que necesito y lo uso.
De la misma forma, si tengo que salir de noche, lo evito (así eliminas riesgos innecesarios). Y si salgo, acomodo mi tiempo para siempre tener transporte de regreso a casa.
Alguna ocasión me preguntaban el tiempo que se hace del punto X al centro de la ciudad. Mi cerebro calculó el tiempo en páginas del libro del momento. Llegar al centro está a 15 páginas de distancia.
—
Definitivamente la vida sin auto no es para todo mundo. Sólo algunos hippies locos como yo lo pueden soportar.
Y ya sé que seré ampliamente atacado por los entusiastas de los autos, y eso es bueno porque cuando sentimos que nos mueven el tapete, estamos pensando y considerando nuevas ideas que contradicen nuestros esquemas.
¿Soy un rebelde que va en contra de la sociedad? Sí. Lo soy. Y me encanta.
Quizá en el futuro vuelva a tener coche. De momento no lo necesito y así pretendo estar por el mayor tiempo posible.
¿Estoy en un error? Por favor, ¡dímelo todo en los comentarios!
¡Está vivo! ¡Al fin el podcast del Chocobuda está vivo! Después de casi un año de preparación estrenamos el programa y en esta primera entrega hacemos la presentación oficial.
Como podrás notar, hay un cambio de nombre. Ahora se llama ChocoCast y hablaremos de minimalismo, budismo, zen, meditación, desarrollo personal, productividad, noticias y a ver qué más se nos ocurre.
En este episodio hacemos la presentación oficial y hablamos un poquito sobre minimalismo en general.
También te invito que este podcast lo hagas tuyo y participes. Si tienes dudas, preguntas y cualquier tipo de idea, utiliza los comentarios, que para eso están.
Para escuchar el programa, haz clic en el botón de Play.
Para suscribirte, entra a la página del show en iVoox y elige la opción que más te guste. Clic aquí.
Jacinto Romualdez te agregó SIN tu consentimiento al grupo de Amigos Olvidados de la Secundaria.
Acabo de encender la computadora.
Cleotilde te etiquetó en 23 fotos SIN tu aprovación.
Estoy muy ocupada. ¡Tengo mucho trabajo!
Hoy no he tuiteado.
Juan X te ha mandado 567 invitaciones a unirte a Turbo Granjita Inútil.
Comer gorditas de chicarrón me provoca gases. JAJAJA
Estos son sólo algunos de los miles de mensajes que a diario se despliegan en mis líneas de tiempo de las redes sociales. Son cadenas de caracteres que la gran mayoría de las veces no tienen conexión, lógica, contexto y carecen de interés alguno.
Otros son seducciones de servicios que demandan tu atención e invitaciones para iniciar conexión con gente que ya habías olvidado.
Sin embargo los leía todos y me metía de lleno, teniendo discusiones sobre cuál es el mejor lugar para arreglar zapatos en la ciudad.
Y es que las redes sociales resultan adictivas para cualquiera. Son como las piñatas del nuevo milenio: las golpeas un poco con la barra de scroll y cae un dulce. Este dulce significa recompensa inmediata al esfuerzo de mover el mouse y dejar de lado las cosas de real importancia. Y claro, el dulce es una unidad de 140 caracteres que reduce la comunicación humana a un simple aviso.
Sin duda Twitter y Facebook son una herramienta invaluable para conocer noticias de importancia, lo que pasa en otros lugares y para estar al día en los sitios web que leo. También son instrumentos magníficos para coordinar esfuerzos multitudinarios que pueden cambiar el destino una nación como Egipto o Libia (México, ¡ponte las pilas!).
Pero para muchas personas son la justificación perfecta para no terminar el trabajo real y para no mantener amistades en el mundo real. También hacen que nuestro margen atención se reduzca a tan sólo unas cuantas palabras/segundos, evitando que tengamos la paciencia como para leer un libro completo.
Todo este razonamiento viene porque desde hace un par de semanas comencé una reducción significativa de mi uso de redes sociales, esto debido a que por varios meses consecutivos los mensajes se incrementaron y las invitaciones fueron en aumento.
Administrar y digerir tal cantidad de información comenzó a ser abrumante hasta que llegó el momento en el que me provocó cierta angustia, porque además uso Facebook y Twitter para el trabajo con mis clientes. Nada grave ni que me quitara el sueño, pero sí lo suficiente como para evaluar mi consumo de estos sitios.
Y luego llegó este video que me hizo pensar mucho:
Haciendo una evaluación de varios días decidí ponerme a dieta estricta de redes sociales, con los siguientes razonamientos en la mesa:
– No tengo 1,500 amigos. Tengo 10 y los tengo cerca en la vida real.
– Mi familia es pequeña y a los 5 los tengo al alcance por email y teléfono.
– Siendo budista, no me aferro al pasado. No me es atractivo discutir cómo se vestía el profesor de matemáticas de la secundaria o quién era novio de quién. De hecho he olvidado casi todo gracias a mi pésima memoria.
– Mi herramienta de comunicación número 1 es Gmail.
– Estoy al alcance de mis lectores en las discusiones de los blogs y por correo electrónico.
– La comunicación humana es maravillosa. ¿Porqué reducirla a 140 caracteres?
– No soy 140 caracteres, pero la gente me percibe así.
– Me es muy incómodo ser etiquetado en fotografías que ni siquiera recuerdo cuando fueron tomadas. Peor aún, cuando ni siquiera son aparezco yo.
– Es molesto que Facebook decida con quién y cómo compartirá mi información personal.
Tomando todo esto en cuenta reduje mi uso los servicios sociales en gran medida.
Sin embargo, y aquí está la dicotomía del infierno, necesito las redes sociales para trabajar con el Chocobuda y mis clientes. Así que bueno, la directiva es usarlos de manera profesional y no para matar el tiempo.
Cerraré mi cuenta personal de Facebook ya que abrí una nueva que exclusivamente utilizo para trabajar.
En cuanto a Twitter, activé los avisos por correo para cuando alguien me busque directamente.
Y claro, no pienso renunciar de lleno a las redes. ¡Sería un grave error siendo comunicador/escritor/geek! De vez en cuando, ¿porqué no?, un par de mensajes, fotos de comida y disfrutar charla informal no están mal.
Llevo dos semanas así y la verdad se siente bien. Es liberador.
¿Y tú? ¿Cómo manejas las redes sociales? ¿Eres adicta/adicto? ¡Grítalo en los comentarios!
Es curioso cómo mi gusto por la música me ha guiado a encontrar títulos para esta mini serie de artículos. Esta vez tenemos el título prestado de Master and Servant, la canción clásica de Depeche Mode, para hablar de la mente de esclavo.
Quizá es muy probable que este término lo hayas escuchado alguna vez como forma de burla a alguien que agacha la cabeza y dice que sí a todo, incluso si esto va en contra de su dignidad o de su integridad física.
Esto sucede mucho en las oficinas dentro de las culturas latinoamericanas. El empleado agacha la cabeza, dice que sí a todo y no cuestiona. Sólo acepta las órdenes y es abusado por los jefes una y otra vez.
Al terminar del día, el empleado sólo suspira, regresa a casa abatido para dormir y repetir la rutina.
Este sistema de trabajo es un modelo anticuado y que deshumaniza tanto al empleado como al jefe/dueño de empresa. Pero es un modo de vida que jamás ha sido cuestionado porque siempre ha sido así. Nuestros abuelos trabajaron de esta forma, nuestros padres también y nosotros heredamos este horrible sistema de producción.
Aquí diré algo que prácticamente nadie ha mencionado y quienes lo piensan le dan la vuelta porque no sólo es complejo de entender, sino que encontrar la medicina es aun más difícil. Al menos en México nos comportamos como esclavos porque:
Somos un país de conquistados, no de conquistadores.
Por favor detente unos segundos en la anterior frase. Léela varias veces y trata de comprender las implicaciones. Para empezar te dará una visión muy profunda del porqué funcionan tan mal las cosas en el país.
Por medio de la violación a nuestros derechos humanos básicos, con el uso de la fuerza y la destrucción de nuestros pueblos, se implantaron cultura, religión y sistemas de producción que beneficiaron a quienes tenían espadas y pólvora.
No me malinterpretes, por favor. No soy de esos fans Hijos del Quinto Sol que se sienten aztecas y quieren regresar la gloria del imperio de Moctezuma. De hecho, no me importa. La conquista pasó hace tanto tiempo que sus consecuencias son lo que forma nuestra realidad hoy. Es nuestra vida y así funcionan las cosas. México es el resultado de una fusión de culturas y ahora nuestra riqueza radica en la diversidad.
Sin analizar de más la historia, es suficiente decir que al llegar una civilización poderosa, dispuesta a todo para adueñarse del territorio y sus recursos, los nativos eran castigados con tortura y muerte al pensar, cuestionar y asociarse para filosofar.
El aceptar el abuso, agachar la cabeza y decir sí, patrón a todo, se convirtió en idiosincrasia y esta en identidad nacional.
Así que en estos tiempos de vida oficinal ya podrás entender porqué cuando el dueño de la pólvora pide que trabajes 12 horas de pié, tú dirás sí, patrón y seguirás adelante.
Lo que hay que entender es que los tiempos cambian. La mentalidad de esclavo tiene que quedar en el pasado si lo que quieres es crecer y ser feliz.
Romper esta mentalidad es muy difícil. Hay presión personal por mantener el status quo. La familia te pide que te abraces al trabajo a pesar del abuso. Tus amigos te aplauden cuando dejas la vida y la salud por un empleo. ¿Te suena familiar la palabra gastritis?
Pero lo que importa es que es posible romper la mentalidad de esclavo.
Ofrece tu conocimiento y experiencia, no la vida
Entre muchas cosas que funcionan mal en nuestra sociedad, es que somos educados desde niños para obedecer al amo. ¿Cuántas veces no recibiste zapes (tortazos) porque no decías ¿mande? cuando alguien te hablaba?
Quizá sea una regla de buenas costumbres y urbanidad, pero si me lo preguntas, mande es una palabra muy poderosa que a nivel subconsciente nos pone en la mente que estamos para servir a un amo.
Extrapolado a la vida oficinal, este mande lo aplicamos diario. Aceptamos todo sin cuestionar, para luego quejarnos todo el tiempo y ser miserables.
Y es que al estar trabajando para cualquier negocio o empresa lo que nos debe quedar clarísimo es que estamos ofreciendo conocimiento y experiencia a cambio de dinero y prestaciones.
La vida está afuera de la oficina, con la familia, tus amigos y tus pasiones.
Cuando comprendes esto, ¿en verdad vale la pena provocarte gastritis y colitis a cambio de gritos y explotación? La respuesta es no, por supuesto.
Ahora, mi intención no es provocar una revolución comunista ni el movimiento obrero moderno. De ninguna manera.
Lo que quiero es que pensemos que para ser felices necesitamos dejar muy lejos la mentalidad de esclavo. Tenemos que vivir sin bajar la cabeza y trabajar en equipo para el bienestar de todos.
Quizá los dueños de empresas y jefes jamás comprendan esto, pero el cambio está en cada uno de nosotros. Ver por tu bienestar está en tus manos y sólo tú sabes hasta dónde el trabajo se debe convertir en una carga.
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi