La vida creativa puede ser miserable y poco sana por la falacia de que el creativo debe vivir en angustia perpetua para ser productivo. Es un mito que debemos extinguir para no sacrificar la calidad de vida y salud mental del creativo. Saber más.
El trabajo creativo y los jugos que promueven las ideas están sujetos a mil variables. Hay días en que la creatividad fluye a través de nosotros, pero en otros solo miramos la hoja en blanco, esperando que alguna musa perdida llegue a nuestro lado. Buscamos inspiración por todos lados, pero parece que nada ayuda.
En estos bloqueos creativos, por desgracia, muchas personas recurren a herramientas que causan más problemas que soluciones. Algunos toman bebidas energéticas, otros drogas o cultivan alguna adicción profunda. Sí, quizá la creatividad fluya, pero en algún punto el cuerpo y la mente pasan la factura por el abuso.
Esto no solo aplica para disñadores, mercadólogos o publicistas. La creatividad puede detenerse en cualquier momento para cualquier persona.
Un creativo es quien decide tomar los retos con mente fresca y se atreve a salir de su área de comodidad para proponer soluciones nuevas.
Esto es bien sabio por directores de empresas en todo el mundo, como Virgin o Google, en donde se premia a los empleados que proponen ideas para mejorar la producción o las condiciones de trabajo de sus compañeros.
A nivel personal todo el tiempo estamos proponiendo ideas creativas para nosotros mismos. Hay quien piensa en una nueva forma de afeitarse, quien inventa un nuevo sistema para pintar las paredes o quien mejora la receta de la abuela.
Si todos somos creativos la mayor parte del tiempo, ¿entonces porqué nos congelamos cuando se nos pide que lo seamos? ¿Por qué pensamos que sólo los artistas pueden ser creativos? Porque nunca pensamos que la creatividad se usa para todos los campos de nuestra vida, y no damos crédito a nuestra propia inventiva porque comparamos nuestros resultados con los de los profesionales.
A nuestro alcance, todos somos creativos. Y aunque lo neguemos, todos disfrutamos resolver problemas. Está en nuestro código genético.
Hay ocasiones en que la creatividad fluye de manera natural e inesperada. Otras veces hay que empujar un poco para que las ideas lleguen.
A lo largo de mi vida creativa (es decir, toda ella), he puesto en práctica estas 10 acciones que promueven el flujo de ideas y que me ponen en buena actitud para resolver problemas. Espero te funcionen también.
1. Medita
Esta es la práctica base para mantener la mente fresca y libre de las ataduras que son las opiniones. He encontrado que entre más arraigada es una opinión, menos libres somos para crear. Los clásicos argumentos de «es que es mi estilo» o «yo siempre he sido así», generan más problemas que soluciones. El mindfulness termina con ellos y nos pone en buen camino para que las ideas fluyan.
2. Escucha música distinta
Estar abiertos a todo tipo de música y disfrutar todo tipo de géneros del mundo es por demás enriquecedor. Promueve la cultura y nos mantiene la mente abierta para aceptar todo tipo de ideas.
3. Lee
Ya sé que todo mundo quiere que leas. Yo también. Leer novela y cuento hace que la imaginación vuele y se ejercite. Esto resulta en más y mejores ideas.
4. Cuida tu alimentación
Nunca podré decir suficiente sobre nutrición. Si alimento es de buena calidad, tus ideas serán más fluidas y cada vez mejores. Enfocarte te será mucho más fácil, haciéndote mucho más fácil encontrar soluciones.
5. Practica gratitud
Un problema clásico de las personas creativas es que cuando resolvemos algo de buena forma, el ego nos convierte en un pavo real enorme que va presumiendo el plumaje, buscando reconocimiento. Es importante cancelar esto porque nos hace perder humildad y nos cierra ante el hecho de que una buena idea no significa un camino creativo para siempre. Al practicar gratitud estamos reconociendo que somos un engrane más de un sistema más complejo de lo que imaginamos. Esto nos regresa a la tierra para seguir trabajando.
6. Haz ejercicio
Mantener el cuerpo en buen estado es básico para que la mente funcione de manera correcta. Si dedicas al menos 30 minutos al día para caminar, correr o ir al gimnasio, tu cerebro recibirá sangre con oxígeno y adrenalina. Nada mejor para generar ideas frescas. Tip especial: el yoga es el mejor compañero del creativo. ¡Inténtalo!
7. Apágalo todo
Los bloqueos creativos también pueden llegar por saturación de información. Si tienes al mismo tiempo redes sociales, móvil, música y trabajo; es hora de apagarlo todo por unos buenos 30 minutos. Sal a caminar, toma aire, luz de sol (si te es posible) y a seguir trabajando.
Estas acciones me han sido siempre útiles. ¿Tienes otra fuente de creatividad que quieras compartir?
Pronto regresará Omoi, el taller de meditación y creatividad. Si necesitas información, escribe a elchocobuda ARROBA gmail.com
—Mamá, ¿porqué no intentas agregar un poco de vinagre a la sopa? Con una cucharada es suficiente. Yo lo he hecho y mejora el sabor, además de que extrae más minerales de los ingredientes.
—No. Así siempre la hemos hecho en la familia. Tu abuela no era tonta.
He escuchado discusiones de este tipo muchas veces a lo largo de mi vida, en diferentes familias.
En cuestión de aprendizaje, la experiencia de crecer en este mundo es peculiar, por decir lo menos.
Nacemos, vamos a la escuela, aprendemos todo lo que se necesita y poco a poco vamos experimentando cómo se resuelven los problemas de la vida.
Probamos un método o sistema, y si funciona, lo adoptamos para el resto de nuestros días. Quizá con algo de tiempo podemos modificar lo aprendido para ser más eficientes pero, ¿cuántos de nosotros estamos realmente interesados en cambiar los sistemas aprendidos?
La triste realidad es que muy pocas personas están dispuestas a salir de la comodidad para modificar lo que ya funciona. ¿Para qué esforzarse?
Algunos psicólogos llaman a esto el efecto ancla, que es cuando descubrimos algo que funciona o un valor y nos abrazamos a él. Esto afecta por completo nuestra toma de decisiones y evita que abramos la mente a nuevos valores o acciones.
Esto es lo que nos hace pedir lo mismo cada vez que salimos a comer, lo que nos hace comprar la misma marca de champú. Es muy cómodo porque cancela el esfuerzo de probar cosas nuevas.
Uno de los factores que más disfruto de la vida es la asombrosa capacidad que tenemos para cambiar el medio ambiente. De hecho, uno de los motores más grandes para el crecimiento humano es la incomodidad.
Si hay algo que no nos gusta, luchamos por cambiarlo a como de lugar. Pero cuando las cosas ya están bien, regresamos a la comodidad y la búsqueda termina.
ACLARO: No tiene nada de malo aceptar las cosas como son. La aceptación es un valor budista importantísimo y necesitamos cultivarlo diario. Ésto no significa que debamos rendirnos y esperar la muerte. No. Se trata de reconocer el estado actual de las cosas y usarlo como cimiento para construir una mejorar vida para el beneficio propio y de las personas que nos rodean.
Y aquí es donde entra el impulso creativo humano.
La creatividad es la habilidad de buscar soluciones inteligentes e innovadoras para un problema dado.
Ya sea un proyecto artístico, matemático, culinario o de placer, la creatividad es una expresión natural para nosotros.
Claro que esto todo mundo lo sabe. Admiramos a las personas creativas y todo el tiempo estamos consumiendo ideas que producen otros.
Si es tan importante y tan humana, ¿entonces porqué evitamos ser creativos?
Por ego.
El ego, siempre gordo y amante de la comodidad, es el que nos impulsa a sentarnos quietos sin cambiar las cosas. Es el que nos hace sentir bien con lo establecido y evita todo tipo de esfuerzo para mejorar. Si no ponemos atención al ego y lo controlamos, nos volvemos apáticos y veremos a los creativos como enemigos.
La apatía es una fuerza negativa devastadora porque mata la creatividad; lo cual nos estanca y corta todo tipo de crecimiento personal.
¿Cómo hacer que fluya la creatividad? Existen muchos métodos, pero comparto sólo algunos que me han funcionado:
Practicar meditación todos los días
Preguntar siempre: ¿hay una mejor manera de hacerlo?
Imaginar. Sí, imaginar una historia de cómo un super héroe resolvería el problema es divertido, pero también destapa los jugos creativos del cerebro
¡Experimentar sin miedo!
El último punto será explicado con más detalle en próximos posts. Gracias a que perdí el miedo a la experimentación he hecho cambios importantes en cosas tan simples como afeitarme mejor. Suena tonto, pero ésto me ha generado ahorro y piel sin cicatrices.
Quizá uno de los monstruos más difíciles de vencer es nuestra propia apatía. Es la que nos ata y nos mantiene inmóviles mientras la vida alrededor se desarrolla.
En esta charla hablo de algunas razones por las que fallamos al intentar hacernos de nuevos hábitos, y respondo preguntas de los participantes.
Hubo una pregunta que me hicieron y no respondí, pero lo hago aquí.
¿Es la meditación el hábito más importante? Sí que lo es. Cuando meditas dejas de lado el ego, suspendes las preguntas y aceptas la vida como es. Por unos instantes puedes mirarte sin apegos u opiniones, para apreciar el camino que tienes qué recorrer. Meditar te calma, te da cimientos para seguir adelante y nos hace ver la vida con ojos frescos.
Una de las lecciones más grandes que la vida tiene para nosotros es que la naturaleza no lleva prisa alguna.
Piensa en nuestra Madre Tierra. Ella lleva 4.5 billones de años en cambio constante. Se inventa a sí misma todos los días. Se modifica constantemente y todo el tiempo está en busca de nuevas maneras de hacer las cosas y de responder a los estímulos que le rodean.
No tiene prisa alguna. Hace lo que debe hacer en el tiempo que se requiera. Los continentes tomaron millones de años en formarse. Los ríos tardan siglos en construir su cauce. Los árboles también se lo llevan muy tranquilos para generar bosques.
Si el orden natural de la vida es lento y lo sabemos, ¿entonces porqué los humanos tenemos tanta prisa?
Todo lo queremos aquí y ahora. Corremos para un lado y para el otro para poder lograr cosas, y así sentirnos importantes. Y si no obtenemos lo que deseamos, entramos en conflicto que nos lleva a la depresión.
Esto lo aplicamos para las relaciones personales, para el trabajo, para los estudios y hasta para la política.
Una y otra vez nos damos contra la pared porque nuestro ego olvidó que el ser humano es parte de la naturaleza, no es dueño de ella. Deseamos imponer nuestra urgencia ante el orden de la existencia, pero al universo le importa un comino.
Hemos construido una cultura que gira en torno a la recompensa inmediata, que es seductora y fácil… si estamos dispuestos a pagar el precio, que por lo regular es más alto de lo que creemos.
Compramos la píldora mágica para bajar de peso, vamos a la universidad que prometa menos años de instrucción, nos involucramos en relaciones que solo apuntalan el deseo y no el amor, y olvidamos la magia que es leer un libro sin monitos (ilustraciones). Tarde o temprano enfrentaremos el resultado de nuestra pereza y deseo por lo fácil.
Y cuando se trata de querer crear un nuevo hábito, esta búsqueda por lo fácil nos hará fallar sin remedio.
Por esa razón es que el mito de los propósitos de año nuevo me parece muy divertido. Los hacemos en la celebración del 1 de enero, para olvidarlos una semana después.
Si hay algo que aprendí en todos mis años de obesidad, es que no hay forma alguna de que un hábito quede instalado si buscamos la píldora mágica.
Los hábitos son como la formación de planetas. Necesitan ser lentos, pasando primero por fuego y caos, para luego enfriarse y comenzar a girar en armonía y sin parar.
Si en lugar de ir en contra de la naturaleza, la observamos y tomamos las lecciones que nos pone en nuestras narices, quizá sería posible lograr nuestros objetivos de año nuevo.
Hace años yo luchaba por mantenerme ocupado de tiempo completo. Tan pronto veía una hora disponible, veía la forma de acomodar alguna actividad más en el horario. A veces era estudio de otro idioma, otras era salir a hacer más ejercicio, a veces me buscaba llamadas telefónicas qué hacer o hacía lo posible por inventar el esquema del negocio del siglo.
Por supuesto la presión social de estar ocupado era grande, pero mi presión personal generada por el autoengaño era aun mayor. En mi imaginación la gente exitosa trabajaba 76 horas al día sin parar. ¡Yo quería ser exitoso!
Y sí, en efecto tuve éxito. Logré exitosamente ser miserable debido al estrés, la tensión y la tristeza de sentirme atrapado en una caja de Skinner eterna.
Así que busqué información para curar mis males.
Encontré que el mundo de la literatura de productividad está lleno de consejos de cómo hacer mejor las cosas, cómo sacar más jugo del tiempo, cómo ser más productivo y cómo lograr todos los objetivos puestos. Los blogueros y muchos autores nos enseñan a mantenernos ocupados de forma óptima para liberar tiempo y poder acomodar más proyectos en un vaso que ya estaba saturado.
Yo sé que muchos sitios web que hablan del tema son brillantes y ofrecen consejos útiles, pero creo muchos olvidan que mantenerse ocupados perpetuamente no es sano para nadie. Parecería que estar ocupado es más importante que trabajar de forma inteligente.
He visto consejos de todo tipo, desde cómo levantarse más temprano a listas interminables de apps para estar ocupados aun en el WC mientras usamos el teléfono móvil. Pero ninguno le daba al clavo.
Por aquellos días mi Maestro me escuchaba con curiosidad durante una sesión de Dokusan. Yo me quejaba de las mil cosas que necesitaba hacer y de cómo las horas no me eran suficientes. Guardó silencio con toda intención y luego dijo con la rigidez japonesa que lo caracteriza:
Haz menos.
¿Qué? ¿Hacer menos? ¡Pero si TENGO que mantenerme ocupado!, pensé. Pero luego de reflexionar y de mucho zazen, me di cuenta que esas mínimas palabras contenían más de lo que imaginaba.
La vida es muy corta para encadenarnos a las listas de pendientes. Sin duda todos tenemos lugares a los que debemos llegar, metas por cumplir y obligaciones que requieren nuestra atención. Pero en este torbellino de ocupación auto impuesta, perdemos trozos de alma. Sacrificamos tranquilidad y nuestra salud por cumplir cosas que son sólo imágenes virtuales creadas por el ego.
¿Cuántas de tus ocupaciones y compromisos no son auto impuestos? ¿Has pensado cuántas veces el ego decide por ti? ¿Haz notado que la mayoría de tus ocupaciones se derivan de tus apegos y deseos?
Esa urgencia por correr 58 carreras al año, por leer 34 libros a la semana, de lograr más metas que los demás, de bajar más kilos o de producir más de lo que sea; todo ello te lo has impuesto tú mismo y está rompiendo tu ser. Afecta tu salud en mil formas que ni siquiera imaginas y, paradójicamente, mantenernos ocupados nos vuelve harto improductivos.
Así que haz menos.
Acomodar dos o tres horas al día para no hacer nada más que descansar, es parte de una buena salud.
¿Hace cuánto no te comes un helado sentado en la banca de un parque? ¿Hace cuánto no te tomas unos minutos para ver el sol fundirse con la noche? ¿Hace cuánto no disfrutas un disco de principio a fin, sentado en un sillón mientras te pierdes en la música?
En algún punto morirás y todas estas ocupaciones no significarán nada.
Haz menos. Te conviene.
—
Con frecuencia, la ilusión de mantenernos ocupados de tiempo completo se origina porque tenemos emociones con las que no queremos lidiar. En Heisei aprenderemos a escuchar a nuestra mente y cuerpo para poder manejar nuestras emociones de manera inteligente, antes de que se conviertan en sufrimiento. ¡Ven al taller!
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi