Aquí en la profundidad

Aquí en la profundidad

 

Todas las tormentas que hunden nuestras naves con las olas más devastadoras están formadas de las cosas que deseamos, de la lujuria y del consumo desmedido. Una vez que abrimos la puerta a la avaricia, es muy difícil cerrarlas. Somos adictos a tenerlo todo de inmediato y a navegar en círculos alrededor de objetivos ficticios.

Las nubes negras que lo cubren todo son las aversiones, los miedos, el odio y las divisiones que ponemos entre nosotros. Cada muralla, cada opinión a la que nos abrazamos contribuye a que la tormenta se vuelva aún más monstruosa.

Y no para. Nunca para. Vamos de puerto en puerto buscando la tranquilidad, lo que sea que nos haga felices. Pero todos los puertos están hechos de lo mismo. Nos ofrecen espejismos que al final son más caros de lo que imaginábamos.

Somos profesionales en movernos de un lugar a otro, en poner metas y salir disparados hacia ellas.

Pero cuando nos sentamos en silencio contemplando todo lo que hay y sintiendo la respiración, es posible llegar aun muelle seguro. Es un lugar en donde la calma no está en lo aparente, sin dentro de nosotros. Y es profunda. Es perfecta.

Aquí abajo no hay nada qué temer.  No hay lugar al que llegar, pues ya estamos donde necesitamos estar. No hay prisas ni urgencias; el tiempo deja de ser importante. No hay odio, barreras ni opiniones qué proteger.

Vemos pasar los pensamientos como si fueran peces. Vienen, se acercan, se van.

Aquí en la profundidad no hay tormentas.

Solo silencio.

 

La única respuesta a tus preguntas esotéricas

La única respuesta a tus preguntas esotéricas

 

La curiosidad es una característica maravillosa de los seres humanos. Somos buscadores de respuestas de tiempo completo y no paramos hasta llenar el hueco que nos creamos con las mil preguntas que formulamos. Está bien porque es lo que nos ha traído hasta este punto de nuestra historia. La razón, la ciencia y la tecnología viven gracias a que no nos detenemos.

Pero ser buscadores profesionales nos ha hecho perder el camino y nos ha vuelto soberbios, pues con frecuencia nos vemos inmersos en las preguntas y en los millones de posibles respuestas. Creemos que estaremos completos y que la vida será mejor si conocemos la «verdad» detrás de los grandes misterios de la vida.

¿Hay vida en otros planetas? ¿Hay un dios? ¿Me visita mi ángel de la guarda? ¿Los Illuminati me controlan? ¿Cuándo comenzarán los reptilianos a devorarnos? ¿Puedo contactar fantasmas? ¿Es real mi horóscopo?

Estas preguntas que tienen un tinte de modernidad, no son distintas a las que el Buda escuchaba con frecuencia.

La gente estaba ansiosa por saber los misterios de la oscuridad.

Y con esa misma frecuencia, el Buda guardaba silencio.

Todas esas cuestiones y búsquedas no tienen respuesta en realidad. Una persona puede decir que sí hay vida extraterrestre o fantasmas, pero al final son solo opiniones. Lo que el Buda enseñaba era la elegancia y cordura del Dharma: Si lo que haces/dices/preguntas ayuda a los demás seres vivos, adelante. De lo contrario, deshecha la idea.

Esto aplica para toda nuestra existencia.

Saber si el monstruo del Lago Ness existe o no, no sirve de nada. Sin duda es agradable leer o ver un programa sobre ello, pero al final no colabora en nada con la experiencia de vida… a menos, claro que tu negocio sean los libros sobre Nessie.

Ese es justo el punto: las preguntas sin respuesta son muy divertidas. Nos hacen imaginar y si elaboramos la vida en torno a ellas, definen también nuestra personalidad y ego.

Cuando caminas el camino del Buda te encuentras con miles de cosas entretenidas e importantes. Descubres preguntas más complejas y seductoras. Es muy fácil desviarse de la práctica.

No tiene nada de malo leer libros de OVNIs o leernos el tarot. Como dije, es divertido.

Pero hay que mantener los pies en la tierra porque en el budismo Mahayana nuestro trabajo principal es ayudar a que los seres salgan del sufrimiento.

 

 

 

Reducir para estar bien

Reducir para estar bien

 

Tenemos mucho de todo. 

Este pensamiento ha estado rondando en mi mente por varias semanas. Hay mucha información, noticias, música, series de tv, autos, libros, teléfonos, velocidad de internet, demasiado minimaliso (¡!), cosas por hacer, cosas por no hacer, lugares a los que ir y a los que no. Aún en la carencia que tienen algunas regiones del mundo, hay demasiada avaricia, discordia y mente de separación.

Tenemos mucho de todo, aún cuando la mayor parte de la población del mundo vivimos en la pobreza.

Nos rodeamos de ruido, de actividades y de relaciones personales. Mantenemos nuestras agendas llenas de cosas que ni siquiera son necesarias. Vivimos tratando de controlarlo todo, inmersos en la fantasía de que somos libres. Queremos vivir plenos y felices como en las películas, así que vamos imitando el estilo de vida que nos imponen los medios.

Hacemos magia y malabares para llenar los huecos existenciales que sentimos, pero que no tenemos idea de cómo curar. En muchos casos ni siquiera estamos conscientes de que nos sentimos mal.

El resultante de esta búsqueda es que estamos perpetuamente sobre-estimulados.

Tenemos mucho de todo y eso nos lleva al sufrimiento. Es como querer apagar el fuego arrojando carbón y leña.

¿Y si la salida a este malestar no estuviera en mucho, sino en menos?

La práctica budista zen me ha llevado por caminos muy interesantes. Uno de ellos, fundamental para el crecimiento espiritual, es Shukke o Renuncia.

En el zen practicamos la renuncia voluntaria a las cosas y situaciones que sabemos causan daño. Al esforzarnos en la disciplina para practicar zazen podemos ver con claridad las mil formas en las que nos auto-engañamos. Llenarnos de cosas y actividades, es un auto-engaño que nos ha salido muy caro como especie.

Hacemos menos. Consumimos menos. Nos convertimos en menos. Esto nos da calma y estabilidad para continuar con nuestras obligaciones, sin caer en obsesión ni en avaricia.

Al sentarnos en zazen nos volvemos tan pequeños que dejamos que la vida pase, que siga su curso. Nos convertimos en espectadores, no en protagonistas.

Zazen es la práctica de Shukke en toda su expresión. Renunciamos a todo, incluso a nuestros propios pensamientos porque los dejamos flotar como nubes al viento.

¿Y si hoy haces menos, compras menos, hablas menos y te quejas menos? ¿Si sólo por hoy dejas de coleccionar, de catalogar?

Sólo guarda silencio por unos 10 minutos. Observa tu respiración. Eso es todo.

Reduce. Todo estará bien.

La práctica Zen de Yaoshan Weiyan. Cuento.

La práctica Zen de Yaoshan Weiyan. Cuento.

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Un día Yaoshan estaba sentado [haciendo zazen] sobre una pierda.

Shitou le preguntó qué hacía.

Yahoshan dijo que no estaba haciendo nada.

Shitou preguntó: «¿Sólo estás sentado ahí?»

Yaoshan respondió: «Estar sentado aquí haciendo nada es hacer algo».

Shitou preguntó: «¿A qué te refieres exactamente al decir haciendo nada

Yaoshan dijo: «Si preguntas a todos los sabios, no te podrían decir».

Entonces Shitou escribió un poema:

Una persona no sabe cómo funcionan las cosas,
solo se mueve en sincronía y con naturalidad.
Ni todos los sabios de la historia lo pueden explicar,
tampoco la gente común lo entiende.

De los Registros de Yaoshan Weiyan. Traducido por Kyonin.

Yaoshan Weiyan  (745-827 DC) fue un maestro Chan que vivió durante la dinastía Tang, China. Fue alumno de Shitou Xiqian y de Mazu Daoyi, ambos pilares del budismo Chan y Zen.

Esta pequeña historia se refiere a una de las enseñanzas más puras del Zen: el pensar-no-pensando. La mente humana produce pensamientos todo el tiempo; es su función. Pero somos nosotros los que nos aferramos a los pensamientos.

Pensar en no pensar es estar pensando… pero al mismo tiempo es la voluntad del practicante para entender que está pensando SIN aferrarse a las imágenes, al pasado o al futuro.

La práctica de zazen nos lleva irremediablemente a esto, a apreciar la vida. A pensar-no-pensando-pensando. Y contemplamos en silencio la mente, como si viéramos pasar de lejos al huracán.

Lo que queda es el ser puro, sentado sobre una piedra y contento con lo que hay.

¡Siéntate!

Hoy comparto un breve documental de la vida en familia de Shokaku Okura Sensei, un famoso monje budista viviendo en Estados Unidos.

Es interesante porque podemos dar una mirada a la vida familiar de uno de los Zen Masters y autores más respetados de nuestros tiempos. Al igual que muchos, tiene problemas de dinero, de familia, además de mantener una comunidad y práctica espiritual irrompibles.

Doce minutos de aprendizaje para los que practicamos Zen.

 

Día de Zen y Mantras. Sábado 9 de julio de 2016. Evento en CDMX

Día de Zen y Mantras. Sábado 9 de julio de 2016. Evento en CDMX

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Vivir rápido y llenos de actividades puede ser enriquecedor, pero nos deja poco tiempo para tomar un respiro. A todos nos viene muy bien hacer una pequeña pausa para estar en paz y mirar hacia adentro.

Si necesitas un descanso de la locura cotidiana, te invito a pasar un día de práctica Zen entre amigos. Me encantará pasar el día juntos 🙂

Fecha: Sábado 9 de julio de 2016, 10:00 AM a 5:00 PM

Sede: Librería Intilari. Avenida La Morena, #1305, col. narvarte, México DF. Tel: 01 55 5535 1710. Facebook.

Donativo: $400.00

Sólo 10 lugares disponibles. Reserva en elchocobuda ARROBA gmail.com

Requisitos: Llevar ropa cómoda, agua y 1 cobija

 

Agenda

10:00 AM a 11:00 AM – Bienvenida y sesión de Chi Gong con Kid Buda Juan Silva

11:00 AM a 12:00 PM – Charla y meditación «Introducción al Budismo Zen»

12:00 PM a 1:30 PM – Práctica de mantras

1:30 PM a 3:00 PM – Comida (no incluida)

3:00 PM a 5:00 PM – Charla y meditación «Zen para todos los días»