por Kyonin | Jul 21, 2016 | Budismo, Meditación, Mindfulness, Productividad, Talleres

Omoi en una mirada
Evento: Omoi, taller de mindfulness para creativos
Facilitador: Hondou Kyonin
Inicia: Miércoles 17 de agosto de 2016
Disponibilidad: Limitada
Cierre de inscripciones: 16 de agosto de 2016
Donativo: $1,350.00 MN /75 € / US$95.00
Si ya has tomado talleres de Chocobuda, el costo es de $1,100.00 / 65€ / US$80.00
Sedes:
En línea. ¡Tú decides tiempo y espacio! Tutorías y asesorías vía Skype. Perfecto para amigos en otros estados y otros países.
Guadalajara, Jalisco: Foro Cultural Santa Cafeína, en Santa Tere. Reuniones los sábados a las 5:00 PM
Más información: elchocobuda ARROBA gmail.com
Omoi: (Jap.) mente, sentimiento, corazón, afecto, emoción, imaginación, expectativa.
Problema
La vida creativa puede ser miserable y poco sana por la falacia de que el creativo debe vivir en angustia perpetua para ser productivo. Es un mito que debemos extinguir para no sacrificar la calidad de vida y salud mental del creativo. Saber más.
¡Me interesa!
por Kyonin | Jul 11, 2016 | Budismo, Zen

El maestro Zen chino llamado Hogen, vivía solo en un pequeño templo de la campiña.
Un helado día de otoño. llegaron a su puerta cuatro monjes viajeros. Preguntaron si podían enceder una fogata en la explanada para así calentarse.
Mientras prendían el fuego, Hogen los escuchó discutiendo sobre subjetividad y objetividad. Se unió a la plática.
—Hay una gran piedra. ¿Consideran que está adentro o fuera de la mente?— preguntó el maestro.
Uno de los monjes respondió.
—Desde el punto de vista del budismo, todo es un objeto de la mente. Pienso que la piedra está en mi mente.
Hogen pensó un momento y concluyó:
—Tu cabeza debe ser muy pesada si estás cargando una piedra como esa en la mente.
Este koan es parte del libro Shaseki-shu (siglo XIII), escrito por el Zen Master Muju.
por Kyonin | Jun 27, 2016 | Budismo, Eventos, Meditación, Zazen, Zen

Vivir rápido y llenos de actividades puede ser enriquecedor, pero nos deja poco tiempo para tomar un respiro. A todos nos viene muy bien hacer una pequeña pausa para estar en paz y mirar hacia adentro.
Si necesitas un descanso de la locura cotidiana, te invito a pasar un día de práctica Zen entre amigos. Me encantará pasar el día juntos 🙂
Fecha: Sábado 9 de julio de 2016, 10:00 AM a 5:00 PM
Sede: Librería Intilari. Avenida La Morena, #1305, col. narvarte, México DF. Tel: 01 55 5535 1710. Facebook.
Donativo: $400.00
Sólo 10 lugares disponibles. Reserva en elchocobuda ARROBA gmail.com
Requisitos: Llevar ropa cómoda, agua y 1 cobija
Agenda
10:00 AM a 11:00 AM – Bienvenida y sesión de Chi Gong con Kid Buda Juan Silva
11:00 AM a 12:00 PM – Charla y meditación «Introducción al Budismo Zen»
12:00 PM a 1:30 PM – Práctica de mantras
1:30 PM a 3:00 PM – Comida (no incluida)
3:00 PM a 5:00 PM – Charla y meditación «Zen para todos los días»
por Kyonin | Jun 23, 2016 | Budismo, Vida

En este momento, aquí y ahora, dame tu pensamiento más valioso. Pon en tu mente lo más importante. Puede ser una idea, un recuerdo, el cariño hacia algo o alguien; lo que sea que define el universo para ti y no lo dejes ir. Haz que se quede el mayor tiempo posible.
Con este pensamiento ultra valioso corre a la tienda y compra un paquete de galletas.
Paga con ese pensamiento.
¿Qué sucedió? ¿No lo aceptaron a cambio de un producto?
¿Por qué sería?
Este experimento lo puedes repetir con lo que sea: tu idea sobre política, tu religión, tu super urgencia, tus aspiraciones monetarias, el amor de pareja o los recuerdos que más atesores.
Todo eso que te hace sonreír, lo que te hace sufrir, tus deseos, todo lo que no te gusta y hasta tu personalidad… son pensamientos cuyo valor es cero. Los atesoramos y vivimos por ellos porque aseguran nuestro ego y afirman nuestras opiniones.
El el budismo zen, yoga e hinduismo es bien sabido que los pensamientos son solo una herramienta para navegar y sobrevivir en el mundo. Nos ayudan a entender lo que está cerca, a aprender y comunicarnos. De ninguna manera representan la realidad, solo nuestra personalidad.
La verdadera naturaleza de los pensamientos es el vacío (vacuidad). Son solo relatos que nos contamos y carecen de todo valor y de contenido.
En algún punto de la historia de la civilización olvidamos esto y ahora son la causa número uno de nuestra infelicidad, porque asumimos que son importantes.
En el momento en que un pensamiento se vuelve de valor, la mente lo toma para hacerlo crecer y no para. Es como cuando imaginas que ganaste la lotería: la mente no para de hacer planes y fantasías de lo que harás cuando cobres los millones.
Comprender esto es muy útil para la vida, independientemente de tu credo o cultura.
Así que cuando sientas que estás sufriendo por algo, pregúntate:
¿Puedo comprar galletas con este pensamiento?
La respuesta siempre será no, lo cual hará más fácil tener perspectiva de las cosas.
Los sentimientos se sienten. Si hay que llorar, lloramos.
Si estamos enojados, se siente la ira pero no se actúa.
Si estamos eufóricos, saboreamos cada instante.
Pero recordamos que cuando nos abrazamos a los pensamientos y opiniones, el sufrimiento comienza.
Este es un tema recurrente en el Budismo Mahayana y hay tratados completos sobre la naturaleza del pensamiento. Por eso recitamos el Sutra del Corazón, que nos explica que los pensamientos son flotantes, vacíos y que se deben ir. Termina con el mantra de La Perfección del Gran Sabiduría (Prajnaparamita):
Gate, gate, paragate, parasamgate, boji suaka
Se fue, se fué, se fué lejos, se fué muy lejos. ¡Regocijo en el Buda!
por Kyonin | Jun 17, 2016 | Budismo, Vida, Zen

Este es un cuento basado en una idea que escuché de Max Landis, uno de mis guionistas de cine favoritos. Me parece que contiene una buena enseñanza, así que lo adapté para este blog.
Hace muchos años, en una tierra que el tiempo dejó atrás, había un joven llamado Jeddah. Era impetuoso y hacía las cosas sin pensar, como los muchachos de su edad.
Por las mañanas subía a la torre del centro del pueblo para mirar el vuelo de un dragón que pasaba siempre a la misma hora. Era una bestia maravillosa que montaba sobre las corrientes de aire que soplaban sobre la comarca. Sus alas eran como velas negras de un barco pirata. Su majestuosa cabeza testada solo era superada por las incrustaciones de diamante de su cola terminada en punta.
—Algún día he de montar ese dragón y volaré por los aires con él. Lo entrenaré para que juntos conquistemos el reino— decía con frecuencia a sus amigos.
Un día el viejo lunático que vivía en la plaza del poblado, lo escuchó y estalló en risa.
—¿Domar ese dragón? Su fuerza es como la vida: imparable. ¡No podrías ni acercarte!— se burló el anciano mientras se limpiaba una lágrima de risa.
Jeddah cerró los puños por la ira.
—¡Claro que sí! Lo atraparé y lo entrenaré para que me sea fiel— dijo el joven.
—Lo dudo. Ese dragón pasa volando a la misma hora porque va hacia su casa en el fondo del mar. Aunque lo atrapes, morirías.
Montado en cólera y soberbia, Jeddah hinchó el pecho.
—No solo lo domaré. Me será fiel y juntos mataremos a estúpidos como tú— afirmó.
El anciano rió más y se alejó cantando.
En los meses que siguieron, Jeddah ideó el plan perfecto para atrapar al dragón. Revisó todos los detalles, los memorizó. En su mente y hasta en sueños podía sentir en sus dedos las escamas de la bestia, que agachaba la cabeza ante su nuevo amo.
Diariamente hablaba de lo mismo y repasaba todas las alternativas en sus notas. Había dibujado diagramas, calculado todos los problemas potenciales. ¡Todo estaba a su favor!
Así que el día de la captura llegó. Jeddah fue hacia un peñasco por donde, desde lo alto, podría mirar al dragón volando sobre el valle. En silencio y agazapado detrás de un árbol, lo escuchó aletear.
Cuando el dragón se acercaba, el joven saltó hacia la bestia. Cayó justo en el lomo del animal, que sorprendido, se sacudió. Jeddah rápidamente ató una cuerda al rededor del cuello del dragón y a su propia cintura y comenzó a tirar. Durante algunos minutos la fiera se rebeló e intentó tirar a su jinete, pero el joven se había asido fuerte y no caía.
Al poco tiempo, el dragón se dio por vencido y comenzó a obedecer las órdenes de Jeddah. El chico estaba en éxtasis. ¡Había sido más fácil de lo que había pensado! Su mente comenzó a celebrar las mil victorias que le esperaban. Fortuna, poder, ¡mujeres! ¡Lo tenía todo!
El dragón volaba tranquilo, dejando atrás el valle y el pueblo. El océano se acercaba rápidamente.
Jeddah tiró las riendas para que el dragón virara. No hubo respuesta.
Tiró de nuevo. Una y otra vez.
El dragón no presentaba lucha ni oposición, sólo seguía su vuelo hacia el mar. No se alteró y ni siquiera parecía notar que traía un pasajero en el lomo.
El joven sintió algo que había olvidado sentir: miedo.
Cuando estaban ya sobre el mar, el dragón cayó en picada y se sumergió.
La bestia había regresado a casa y, pese a todos los intentos y planes, Jeddah murió ahogado.
Por más pretensiones y planes que tengas, a la vida no se le controla. Entre más nos resistamos a su marcha, solo encontraremos sufrimiento.
Lo único que podemos hacer es navegar a su ritmo, aceptar su paso y saborear la impermanencia de las cosas.
Todos moriremos. Esa es la única certeza del universo.
En nuestras manos está vivir para siempre en los resultados de nuestras acciones de compasión y generosidad.