por Kyonin | Jul 2, 2015 | Budismo, Vida, Zen
En este blog y en muchos otros lugares sobre budismo o minimalismo, hablamos sobre aceptar la vida como es, porque en ello está la paz que nos permite seguir adelante.
Pero éste es uno de los puntos peor entendidos por la gente, además de que es la crítica más común que hace el capitalismo a las enseñanzas del Buda.
El valor de aceptar las cosas como son, fueron la primera enseñanza del Buda, llamada Dhammacakkappavattana Sutta, o El Ciclo de la Rueda de la Verdad. Ahí nos instruye sobre las Cuatro Nobles Verdades.
La Primera Noble Verdad o Dukkha, nos habla de que la vida incluye sufrimiento y entre más rechacemos este hecho, más sufrimiento nos provocaremos. Así que sólo hay que aceptar para seguir adelante.
Aceptar la vida como es no significa abandonarse y esperar la muerte.
Aceptar las cosas como son no significa mediocridad ni conformismo.
Aceptamos la vida como es, sin resistencia y sin oposición. Dejamos ir las etiquetas, apegos, aversiones y los juicios que el ego impone.
¿De qué sirve esto?
- Nos hace entender que nuestras opiniones personales jamás son un reflejo de la realidad.
- Entendemos que la vida está como está, a pesar de sus complicaciones, y esto nos da una base sólida para comenzar a construir.
- Notamos que nunca habrá un momento ideal para hacer las cosas. Así que hay que nos movemos siempre hacia adelante, un paso a la vez.
Aceptar la vida como es tampoco significa dejar de hacer planes. Significa poder hacer planes y tener metas, bajo la inteligencia de que la vida es dinámica y no debemos apegarnos a una fantasía del futuro.
Ejemplo: puedo tener en la mente acabar un doctorado. Es un gran objetivo. Pero en el camino para lograrlo pueden suceder muchas cosas, como una enfermedad o crisis económica. Entonces me adapto al cambio, recupero fuerzas y decido si seguir adelante o si la meta cambia. Al final, lo que importa es el camino y el aprendizaje de vida.
Ejemplo: acabo de terminar con mi pareja y sufro mucho. Luego de las acciones de duelo (sí, son acciones, no etapas) veo que ésta es mi realidad. Entiendo que así son las cosas. Mi pareja ya no está. Y eso está bien, estoy en paz fuere cual fuere la razón. Esto es lo que hay y es mi nuevo terreno para comenzar a construir mi presente.
Al aceptar la vida como es vemos sin apegos todo lo que hay. Vemos las cosas por todos los lados posibles, sin apegos ni rechazos.
Y entonces avanzamos un paso a la vez. Un día a la vez.
por Kyonin | Jul 1, 2015 | Budismo, Comunidad, Editorial, Eventos, Meditación, Ryokan GDL, Zen
¡Hola, amigos en Guadalajara, México!
Como resultado de mucho trabajo, esfuerzo y ajustes de todo tipo, los invitamos a la inauguración del Grupo Zen Ryokan. Es un grupo local para la práctica de zazen y Buddhadharma y nos reuniremos 3 domingos del mes para meditar, aprender y crecer juntos.
El nombre del grupo es en honor al poeta y monje zen vagabundo Ryokan Taigu (el Gran Tonto), quien nos dejó un legado maravilloso de poesía y humildad que son nuestra inspiración para seguir la práctica del budismo zen.
Nuestra primera reunión será el domingo 19 de julio de 2015, 10:00 AM.
Más información y detalles haciendo clic aquí.
¡Te esperamos!
Mi legado
¿Cuál será?
Flores en primavera,
El cucú en verano,
Y los maples rojos
de otoño
— Ryokan

por Kyonin | Jun 29, 2015 | Activismo, Budismo, Compasión, Generosidad, Vida, Zen
La generosidad es una de las prácticas espirituales más maravillosas que podemos experimentar.
¿Por qué es espiritual? Por que por medio de dar sin esperar recompensa, nos hace salir de nosotros mismos para ver por el bienestar de otro ser vivo. Así calmamos el discurso eterno del ego y nos ponemos en contacto con las fibras más íntimas de nuestra naturaleza. Nos conecta a niveles muy profundos con la vida y con el mundo que nos rodea.
Ésto por sí mismo llena los huecos que la sociedad de consumo nos crea y podemos comenzar a sanar nuestras heridas emocionales.
Ver la sonrisa o el alivio de alguien que recibe nuestra ayuda hace que regiones específicas del cerebro entren en funcionamiento. Entonces se producen endorfinas, se acaba el estrés y se comienza a ser feliz.
Pero nuestro gran problema, lo que evita que seamos generosos, es la cultura de consumo en la que vivimos. La mercadotecnia de los productos y servicios se basan en implantar en nuestra mente la idea de que nuestra vida es inútil y despreciable, a menos que compremos lo que sea que anuncian.
Y así, desde niños, comenzamos a cultivar el ego. Compramos, cumplimos metas y objetivos y vivimos para dar gusto al ego en todos sentidos. Cuando volvemos la cara, nos es virtualmente imposible dar a quienes no han tenido la misma fortuna que nosotros.
La cultura moderna nos obliga a tener y a acaparar recursos, pasando por encima de quien sea para lograrlo.
Así, el argumento clásico de la persona no-generosa es: no puedo dar nada porque no tengo suficiente para mi. O cualquier frase similar.
Pensamos que nos es imposible ser generosos hasta que tengamos nuestra situación personal resuelta. Es justo esta filosofía la que nos tiene torcidos como sociedad porque nunca llegará el momento propicio. Nunca tendremos todas nuestras necesidades cubiertas porque siempre queremos más.
Dar cuando uno tiene poco es una práctica espiritual muy poderosa porque no sólo se está ayudando a otros, sino que nos conectamos con la necesidad de conservar la vida. Dar suaviza el ego y nos deja apreciar las muchas, muchas bendiciones que nos rodean en este momento.
Dar a los demás nos hace entender el significado real de compasión y que todos necesitamos ayuda en algún momento de nuestra existencia. Damos a otros porque tenemos la obligación de respetar y valorar a todos los seres que nos rodean. Damos porque sabemos que no tener lo suficiente lleva al sufrimiento.
Dar nos vuelve personas alegres y destruye la depresión o la ira.
Damos a otros porque sabemos que es lo correcto.
Y al mismo tiempo, aprendemos que debemos aceptar ayuda con humildad y gratitud.
Dar cuando no tenemos suficiente para nosotros mismos es una actividad sagrada. Es una joya que desearía que más personas comprendieran.
Compartamos nuestros alimentos, tiempo y nuestra sonrisa. Sintamos gratitud por estar en posición de ayudar y sintamos gratitud por todas las veces que nos han ayudado en el pasado.
La Generosidad es una práctica perfecta porque todos ganan. Pero preferimos ganar y nos sentamos en nuestro gordo ego a esperar la muerte.
Creo que siempre es buen momento para dar.
por Kyonin | Jun 18, 2015 | Budismo, Vida, Zen
La semana pasada, por Twitter, me compartieron un meme con una cita de Andrew Carnegie que decía:
«El secreto de mi éxito fue rodearme de personas mejores que yo.»
Y me hizo pesar un par de días antes de responderlo.
A pesar de que en el fondo ya lo había considerado y nunca lo había puesto en palabras, me di cuenta de lo inhumano y torcido que es el concepto de éxito.
Según el diccionario, éxito significa:
- Cumplir una meta o propósito.
- Obtener popularidad o ganancia.
- Lograr prosperidad.
En los tres casos, éxito es una palabra que sólo cultiva al ego, produce deseo, avaricia y desigualdad. Cosas que irremediablemente llevan al sufrimiento. Esto es porque el concepto está fundado en la mente divisoria, en la que el universo es diferente de la persona, pero que además, está segura de que el cosmos y todas las criaturas que lo habitamos, estamos a su servicio.
Es decir, para que yo tenga éxito, necesito haber cumplido u obtenido cosas que nacieron del deseo y avaricia. En el concepto capitalista de éxito, significa haber pasado por encima de todos para lograrlo. Sí, aunque lo neguemos, el capitalismo está basado en el abuso a los seres vivos y al planeta mismo.
La sed por el éxito se deriva de un rechazo completo de la vida como es, al miedo a la infelicidad. Es una ilusión auto impuesta en la que haremos lo que sea para sentirnos exitosos. Es la lucha para obtener más cosas y más objetos. Todo para pertenecer a ese club privado en el que se desprecia al que no ha podido cumplir sus metas.
Éxito implica victoria, otro concepto tóxico. Necesariamente un vencedor es alguien ávido de poder/control/dinero o de auto-afirmación; es una persona que detesta su vida como está y hará lo que sea para cambiarlo, pasando por encima de alguien más. Es decir, sufre.
En contraste, el perdedor es alguien que sufre porque no pudo derrotar a alguien más y es despreciado por los demás; principalmente por sí mismo.
En todo caso, la idea de éxito crea divisiones entre las personas.
La cita de Andrew Carnegie dice que se rodeó de gente mejor que él, así las utilizó para aprender y subir a su nivel.
El éxito lleva al sufrimiento de todos quienes giran en torno a él.
Cuando alguien llega a tener éxito va a desear retener lo obtenido. Al ser exitoso, entonces tendrá hambre por más éxitos y victorias. Es un círculo infinito generador de divisiones, abusos y desigualdad.
Por esa razón renuncié al éxito hace muchos años, cuando mi práctica budista y de aikido me dejaron en claro todo esto.
En aikido no hay competencias ni torneos, a diferencia de otras artes marciales. Ueshiba Morihei O’Sensei (creador de esta disciplina) afirmaba que las victorias y los éxitos van en contra de la humanidad. Siempre es mejor avanzar todos juntos hacia el mismo lugar.
En el Dhammapada, el Buda nos dice:
La victoria (éxito) engendra enemistad. Los vencidos viven en la infelicidad. Renunciando tanto a la victoria como a la derrota, los pacíficos viven felices.
Dentro de mi corazón, sé que las palabras de los dos maestros son verdad y vivo por ello.
Renuncio al éxito. Lo hago rotundamente y convencido de que no es el camino a la felicidad.
Por ello vivo un día a la vez. Acepto y agradezco lo que hay, lo que es. Y trabajo con y para los demás.
Es bueno no ser exitoso.
por Kyonin | Jun 16, 2015 | Budismo, Vida
Es muy normal que todos busquemos la manera de ocultar las emociones. Lo hacemos sin información y con la ignorancia en la mano. Claro, esto trae consecuencias muy graves porque al final las emociones se salen de control y generan sentimientos que nos comen por adentro.
Sí, leíste bien. Para la psicología budista (zen), las emociones son diferentes de los sentimientos.
Emociones son los impulsos primarios que nos indican cuando algo no está funcionando. Quizá nos dice que estamos en peligro, quizá nos indican que con X persona nos sentimos protegidos.
Las emociones se convierten en sentimientos cuando el ego comienza a elaborar historias y fantasías en torno a la respuesta corporal.
Es decir; una cosa es sentir miedo y otra muy distinta es elaborar un discurso como «tengo miedo porque estoy solo y jamás me gustó estar solo. Yo creo que mil ladrones y terroristas están por atacar. ¿Cómo es posible que me pase esto a mi? ¡Mi vida corre peligro!… YO blah blah blah MI blah blah MÍO blah blah YO YO YO».
Así es como transformamos la emoción en sentimiento sin entenderlo. Esto genera apegos terribles y aversiones inmanejables.
Como ya habrás leído en este blog y casi todos los sitios de budismo, consideramos que los apegos y aversiones son fábricas de sufrimiento. Nos aferramos al dinero, al trabajo, a nuestros hijos, a la pareja, al automóvil, a la comida, a la televisión… pero a lo que más atados estamos es a la ilusión que es el YO. Y esa es la raíz de todos nuestros males.
Éste particular apego es curioso. Nos apegamos al amor, pero cuando el amor no responde a nuestros caprichos, sufrimos. Nos apegamos al dinero, pero cuando no tenemos las sumas que nos imaginamos necesarias para ser felices, sufrimos. Construimos mecanismos de defensa para evitar el sufrimiento que terminan en más sufrimiento, como las drogas, la comida, el ejercicio o la «terapia ocupacional». ¡Existe un veneno para cada tipo de persona!
Cuando entendemos cómo funcionan los apegos, es mucho más fácil observar el origen de nuestras emociones porque aceptamos que están ahí.
Nunca se ha tratado de evitar las emociones. Se trata de sentir porque eso es justo lo que nos hace humanos, lo que nos da conciencia y nos da un lugar en el grupo social. Lo que buscamos es aceptar que las emociones están, para poder ver fluir la cantidad de basura que el ego genera en torno a ellas.
Y no, no se trata de convertirnos en robors sin corazón. Se trata de observar los sentimientos, de tomar lo que nos es útil y de dejar ir lo que es potencialmente dañino.
Queremos aceptar que tenemos un ego que adora crear cuentos, para soltarlos y sólo usar lo que nos hace mejores.
Buscamos sentir dolor, amor, unión, amistad; sin perdernos en el abismo negro de la egolatría.
Sólo así somos más útiles al universo y nos procuraremos una vida mucho más tranquila.
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Este post es parte de Heisei, el taller de manejo de emociones negativas. Si necesitas más información, haz clic aquí.