por Kyonin | Jun 14, 2013 | Budismo, Zen
Hace unas horas un amigo quiso saber cuáles eran mis objetivos como monje.
Pensé por un momento y respondí: ninguno.
No tengo objetivo ni meta.
Sólo hago lo que se siente que es natural. Sé hacia a dónde voy, pero acepto que la naturaleza de la vida es el cambio y la impermanencia. Mis planes no son nada cuando la vida cambia.
¿Hasta dónde llegaré? No lo sé.
¿Qué busco? Nada. Todo lo que necesito ya está aquí, pero a la vez estoy feliz de que todo esté vacío.
El Sutra del Corazón, texto pilar para el budismo zen, nos habla justo sobre el vacío en todas las cosas. Incluídos nosotros.
Léelo con atención muchas veces. Con el paso de los días comprenderás un poco lo que dice.
El Sutra del Corazón
Traducción: José Silvestre Montesinos
Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Compasión, meditando profundamente sobre el
Entendimiento Perfecto, descubrió que los cinco aspectos de la existencia humana
estaban vacíos, liberándose de este modo del sufrimiento. En respuesta al monje
Sariputra, dijo lo siguiente:
El cuerpo es tan solo vacío,
el vacío no es más que el cuerpo.
El cuerpo está vacío,
y el vacío es el cuerpo.
Los otros cuatro aspectos de la existencia humana:
Sentidos, pensamientos, voluntad y conciencia,
también están vacíos,
y el vacío los contiene.
Todas las cosas están vacías:
Nada nace, nada muere,
nada es puro o impuro,
nada aumenta o disminuye
Así pues, en el vacío, no existe el cuerpo,
ni las sensaciones, ni los pensamientos,
ni la voluntad, ni la conciencia.
No hay ojos, ni oídos,
ni nariz, ni lengua,
ni cuerpo, ni mente.
No hay sentido de la vista, ni del oído,
ni del olfato, ni del gusto,
ni del tacto, ni de la imaginación.
Nada puede verse o escucharse,
olerse o gustarse,
tocarse o imaginarse.
No existe la ignorancia,
ni el fin de la ignorancia.
No existen la vejez y la muerte,
ni el fin de la vejez y la muerte.
No existe el sufrimiento, ni la causa del sufrimiento,
ni el fin del sufrimiento, ni un camino a seguir.
No existe el logro de la sabiduría,
ni ninguna sabiduría que lograr.
Los Bodhisattvas confían en el Entendimiento Perfecto,
y, libres de todo engaño,
no sienten ningún miedo,disfrutando del Nirvana aquí y ahora.
Todos los Budas,
pasados, presentes y futuros,
confían en el Entendimiento Perfecto,
y viven en la iluminación total.
El Entendimiento Perfecto es el mejor mantra.
El más lúcido,
el más elevado,
el mantra que elimina todo sufrimiento.
Ésta es una verdad fuera de toda duda.
Dilo así:
Gaté,
gaté,
paragaté,
parasamgaté.
¡Bodhi!
¡Svaha!
(Que significa…
Partir,
partir,
partir a lo alto,
partir a lo más alto.
¡Iluminados!
¡Que así sea!)
Esta la versión de Sutra del Corazón o Hannya Shingio (en Japonés) que practico:
http://www.youtube.com/watch?v=xGhYtHeI3SQ
por Kyonin | May 20, 2013 | Budismo, Vida
Crecí leyendo cómics. De hecho, aprendí a leer con las aventuras de los Fantastic Four y de Spiderman (sí, me gusta Marvel). Aprendí otro idioma apoyado en los X-Men y Avengers.
La filosofía de los caballeros Jedi me llevó a investigar sobre budismo, hace casi 25 años.
He sido un ñoñales (geek, friki) desde pequeño y este acercamiento con los héroes ficticios sembró en mí una visión de la justicia y de la ayuda, muy extrañas. Y siempre ha sido un problema.
El dolor de los demás, la injusticia, la desigualdad y la maldad en general, son poderes muy oscuros contra los que me gustaría luchar de tiempo completo.
Quiero salvar a todo el mundo.
Cuando era joven lo intenté, sabiendo que los super poderes no existen, y me encontré con mi propio sufrimiento. Me topé con la realidad de que la gente no quiere ser salvada, a menos que lo pidan expresamente.
Por más que se quiera, no se puede ir por el mundo forzando a la gente y ayudarla contra su voluntad.
A lo más que se puede llegar es a dar información en forma de charla o mensajes de texto. Si la persona decide que necesita ayuda, entonces se le brinda.
Al final, aunque no lo reconozcamos, todos somos responsables directos de nuestro destino.
Está en nosotros saber pedir ayuda cuando es necesario.
Y ahí es cuando nuestra misión puede ser completada.
Hablando específicamente de budismo, este es uno de los dilemas clásicos del bodhisattva. ¿Cómo ayudar a todos los seres vivos? Nadie tiene ni todos los recursos, ni todo el tiempo.
Cada uno de nosotros debe hacer un compromiso personal de estar siempre listo a dar la mano a alguien, cuando lo necesite.
Y esa es la base de un mundo mejor y el fin del Síndrome del Superhéroe.
por Kyonin | May 7, 2013 | Budismo, Zen

El Enso es uno de los símbolos más reconocidos de la cultura japonesa y del zen.
Es la representación artística del vacío, de la nada. Pero a la vez representa el mundo en el que vivimos, donde hay superficie, pero no contiene nada en particular.
Es la inmensidad del océano, el espacio inexplorado de la mente, el incesante flujo de las estaciones del año, el compás repetitivo de una canción, la flor en primavera y la llegada de los atardeceres dorados del otoño.
Para algunos estudiosos contemporáneos simboliza la espontaneidad de la vida, pero si nos vamos mucho más atrás en la historia, encontraremos que más bien se trazaba para entender el eterno ciclo de la vida; la importancia de la repetición; y el valor de la disciplina y la rutina.
El Enso es una expresión mínima del arte japonés. Es tan sólo una torcedura de muñeca la que plasma un círculo imperfecto con un pincel y tinta negra, sobre papel blanco.
A veces el dibujo se cierra. Otras veces lo encontramos abierto.
Nada más que eso. No pretende ser un cuadro ni una obra para museo.
El Enso es lo que es.
Justo como tú y como yo.
Imperfectos, vacíos, pero a la vez somos completos y únicos.
¿Puedes ver el reflejo de tu vida en el Enso?
por Kyonin | Abr 29, 2013 | Budismo, Vida, Zen
Naco.
Esta es quizá una de las palabras que menos me gustan. Es inhumana, denigrante y expresa la ignorancia de quien la usa.
En México, el término naco se utiliza como insulto para etiquetar a alguien que se le considera como persona de segunda clase. Expresa los muy lamentables problemas de racismo y sistema de castas que pudren a mi país desde adentro.
Es una marca que se le adjudica a alguien que no cumple con expectativas, que no tuvo las mismas oportunidades, que no pertenece al grupo.
Es un concepto que en lo profundo, se encarga de dividirnos y de demonizar las diferencias entre las personas.
Pero es tan sólo una etiqueta más porque las utilizamos todo el tiempo. Y no es que sea malo, ya que necesitamos etiquetar el universo que nos rodea para poder relacionarnos con él.
Gracias a las etiquetas podemos distinguir el calor del frío, la oscuridad de la luz, lo agradable de lo incómodo. Son un apoyo maravilloso para aprender y crecer.
Pero también es muy fácil agregarles veneno para estamparlas en quien es diferente a nosotros y así poder odiar con más comodidad.
Cuando alguien no pertenece a mi nivel, grupo social o religión, entonces se convierte en un objeto dispuesto a ser atacado. Esa es la raíz del racismo, clasismo y todos los crímenes de odio que han acompañado a la humanidad a lo largo de la historia.
Y considero imperativo aprender a no etiquetar a la gente. O al menos no de maneras que promuevan las diferencias.
No, no es tan difíl de lograr. Sólo basta con estar atentos a lo que decimos y pensar si nos gustaría estar en los zapatos de la persona que llamamos naco. Estoy seguro de que no.
Todo esto lo escribo porque uno de los beneficios inesperados que trae la práctica dedicada de zazen (meditación), es que las etiquetas comienzan a desvanecerse poco a poco. Es como si la mente comenzara a derribar las murallas que separan al Yo del resto del universo.
Al final, derribar murallas es lo que necesitamos para avanzar.
por Kyonin | Abr 22, 2013 | Budismo, Vida
Los humanos buscamos el camino de menos resistencia para hacer las cosas.
Odiamos el esfuerzo en cualquiera de sus etapas y presentaciones. Admiramos a quien puede dormir hasta mediodía a y se desvela toda la noche. Soñamos con ganar algún premio que nos inunde de caudales de dinero sin trabajar. Buscamos la píldora mágica para bajar de peso o que nos cure de nuestras adicciones.
Pero al mismo tiempo vemos con envidia a quien logra metas, a quien empuja los límites siempre un poco más, a quien destaca, a quien se comporta mejor en reuniones.
Lo primero que viene a la mente es algo como «yo podría lograrlo también, pero no tengo tiempo».
Nos justificamos diciendo que ya es demasiado tarde, que no hay el dinero, que nací en el país equivocado, que Dios no me llamó por ese camino.
Esta nefasta filosofía se transmite de padres a hijos y ha estado envenenándonos por generaciones.
Sabemos que el monstruo más horrible está ahí.
Y le tememos. Huimos de él porque sabemos que no podemos enfrentarlo. No soportamos la idea de caer en sus garras porque quedarse inmóvil es mejor.
Nos llenamos la cabeza con ideas de que la rutina es mala.
La disciplina es el dragón más grande a vencer.
Es la que nos hace aprender a tocar un instrumento musical, a comer mejor, a hacer ejercicio, a tener mejores modales, a leer, a meditar, a ser mejores.
La disciplina es el general que te hará levantar temprano a ver el amanecer con tu frente perlada en sudor.
Es la explosión nuclear que destruye el «no puedo» y lo evapora, para dar paso a «hoy logré un poco más».
Es el poder de la rutina y de los rituales cotidianos. Es la inversión del tiempo que capitaliza en la repetición.
Para el budismo zen, la disciplina y la repetición son la base del estudio y el conocimiento; pero al mismo tiempo es la base para llegar mejor a ningún lado, por paradójico que suene.
¿Porqué ahora es políticamente incorrecto exigirle a los jóvenes? ¿Porqué está mal visto?
Muchos de los problemas que tenemos como sociedad, como el bullying o la obesidad, podrían ser evitados con disciplina.
Si sabemos que ésta nos permitirá recoger frutos asombrosos, ¿porqué la rehusamos?