El ego llega por la puerta y el amor sale por la ventana

El ego llega por la puerta y el amor sale por la ventana

Febrero siempre trae consigo el día del amor y la amistad. Las tiendas son decoradas con corazones, cupidos y, si somos suertudos, alguien se acordará de nosotros y nos dará un chocolate.

Fijamos nuestra atención en el amor de pareja y quizá en el amor de amigos. Y eso está bien. El problema es que olvidamos muy fácilmente que el amor es un concepto mucho más profundo que un chocolate.

Celebrar el amor es una de las actividades humanas más maravillosas. Necesitamos el amor para sentirnos bien y, según el Buda, es el camino hacia la libertad.

No voy a profundizar en un tema que ha sido tratado por la filosofía en numerosas ocasiones. Basta con leer a Aristóteles, Fromm o a Schopenhauer. Ellos son mucho más sabios y tienen cosas más inteligentes qué decir.

En lo que quiero enfocarme en un factor que afecta todas nuestras relaciones sentimentales y, con frecuencia, las convierte en sufrimiento: el ego.

Cuando se piensa más en las necesidades propias, cuando se ve a la otra persona como objeto, cuando no sabemos de compasión; hemos dejado al ego entrar por la puerta grande.

Trata de hacer memoria de tus relaciones personales. Estoy seguro que más de una vez has sufrido porque la relación no resultó como querías. O quizá tu pareja no hizo lo que tú esperabas. Es posible que ella/él no cumpliera tus expectativas. O no se comportó en público de la forma que imaginabas. Los celos pudieron haberse manifestado.

Como sea, cuando el ego entra por la puerta y permitimos que nos domine, el amor se ve sacrificado para dar paso a la autocomplacencia y a los despliegues de mini-poder.

Estar centrados en nuestro propio ser en lugar de cuidar a nuestra pareja como algo precioso, nos traerá sufrimiento porque ella/él jamás llegarán a cumplir nuestros requerimientos. Trataremos de hacerlo cambiar a como de lugar.

El ego es el que nos hace imaginar cosas y justifica nuestros temores y fantasías destructivas. Eso nos da el poder de lastimar.

Lo peor del caso es cuando dos egos chocan. Entonces tenemos una relación basada en la mentira, la manipulación y las verdades a medias. Y estas relaciones son venenosas porque enferman al alma y contaminan todo lo que tocan. Se convierten en shows de poder, y el poder es tan venenoso como es adictivo.

Ahora trata de recordar la  relación en la que hayas sido más feliz. Estoy seguro que resultó porque pudiste dejar al ego de lado, al menos por un momento.

Dejar al ego encerrado en una caja con candado y varias cerraduras nos da la felicidad de relaciones honestas y duraderas. Basamos el cariño en atender las necesidades del otro. Escuchamos, acariciamos y entendemos lo que se dice, aún sin necesidad de palabras.

Sin ego tratamos a la persona como lo que es: la joya más preciosa.

Y si ambos tiran el ego a la basura, resulta en felicidad mutua y trabajo en equipo.

Lograr esto no es imposible. Es cuestión de compasión en el sentido budista: es estar atentos a los sentimientos de la pareja y tratar de ver la vida con sus ojos. De ponerse en sus zapatos y tratarla/tratarlo de la misma forma que quieres que te traten. Con agradecimiento y humildad.

Pero no me creas a mi. Rétame y ponme a prueba. Demuestra que estoy mal y que soy un loco insensato.

Tira el ego a la basura y trata a tu pareja como quisieras ser tratado.

Si no te resulta en felicidad, te regreso tu ego para que sufras como te gusta.

 

De egos inflamados y mentiras

De egos inflamados y mentiras

Ayer pasé la tarde en un curso que tenía la noble intención de enseñarme a convertir mis ideas en proyectos terminados.

Pero lo que obtuve fue una de las demostraciones de ego y de mitomanía más grandes que he visto.

La instructora comenzó muy bien. Buena presencia, excelente dicción y parecía dominar el tema. Sin embargo, después de los primeros 10  minutos comenzó un viaje de egocentrismo y mentiras como pocos.

Ella resultó ser amiga de presidentes y líderes religiosos, una gran empresaria con millones en ganancias, positiva, viajera internacional, guardadora de secretos de estado, motivadora, emprendedora, locutora, abogada, periodista, comunicadora, especialista en SEO, mercadóloga experta, publicista excepcional, usuaria de tecnología de punta y ama de casa única.

Además de que su libreta de contactos está guardada bajo las más estrictas medidas de seguridad, debido a lo sensible de la información ahí almacenada.

Con tantas actividades, me pregunto de dónde sacará más horas al día. ¿Quizá viviendo en Júpiter?

Llegó el momento que no sabía si estaba presenciando un curso o un acto de comedia al mejor estilo Seinfeld.

Las mentiras llegaban más rápido de lo que podía yo reponerme de la anterior y una era aun más inverosímil que la otra.

Estaba tan divertido que me pasé 3 horas maravillosas llenas de risas, no por burla, sino por lo absurdo de la situación.

Y me di cuenta lo peligroso que es tener el ego fuera de control.

Cuando nuestro concepto propio es más grande que nuestra realidad, se pierde todo el sentido común y es muy fácil recurrir a la mentira para seguir alimentando el ego.

Hay una relación muy estrecha entre el ego y la mentira.

El ego es este monstruo que se mantiene consumiendo vanidad, presunción y auto engaño. Y cuando ya lo hemos alimentado con todo lo que somos, hacemos uso de la mentira.

Al hablar con falsedad, las fantasías de lo que queremos ser nos ayudan a cubrir lo poco que somos.

Y no, no soy ingenuo.Todos mentimos, diría el Doctor House.

La mentira y la exageración son parte de la humanidad.

Pero lo que importa en realidad es estar conscientes de ello para detenernos justo antes de mentir.

Al acto de comunicarnos de manera clara, amable y verídica, lo llamamos Habla Correcta. Es una de las fases del Noble Camino Óctuple, descrito por el Buda para alcanzar una vida tranquila.

Porque entre más mentimos, más veneno introducimos en nuestra mente, resultando en un ego aun más grande y obsceno.

¿Conoces a alguien así?

Una vida en el reino del Yo

Una vida en el reino del Yo

El domingo fue un día interesante.

Por la mañana animé a los corredores del maratón internacional de la ciudad y la tarde la dediqué a una ceremonia zen llamada Zazenkai.

De forma literal, Zazenkai significa «reunión para meditar». Se lleva a cabo cada semana y tiene una duración de hora y media, pero una vez al mes se hace un mini retiro de cuatro horas de zazen intenso, como en esta ocasión.

Los periodos largos de zazen sirven de mucho porque la mente pasa por varios estados hasta llegar al vacío. En mi experiencia personal, primero entran las distracciones constantes. Luego llegan los recuerdos y luego las fantasías. Después la mente rechaza la inmobilidad y la quietud… Y hasta el final llega el silencio.

Es en esta fase de vacuidad donde la mente entiende cosas.

Y me percaté de cuánto tiempo pasamos pensando en Yo.

Desde que despertamos, nuestra relación con el universo es egocéntrica. Nos movemos por la vida dando por hecho que el mundo es un lugar que debe obedecer a nuestros caprichos y órdenes.

Mantenemos un constante diálogo donde el personaje único es uno mismo.

Qué me pondré hoy.

Estoy comiendo.

Voy a llegar tarde.

Tengo frío.

Voy a exigir.

Tengo tantas cosas qué hacer.

Me quiere ver la cara.

El tráfico me afecta.

En estas oraciones, el sujeto es Yo. Y eso es terrible. Cuando el ego ocupa todo nuestro ser, es muy difícil dejar entrar alguien más. Así llega la ira porque todo nos afecta y nos sentimos atacados por el mundo. Y también se presenta la depresión porque creemos ser la víctima única de las circunstancias.

Por esta razón, el budismo zen trata de hacernos ver que el pensamiento egocéntrico es la base de la infelicidad. Al dejar crecer al ego de esta manera, estamos construyendo una barrera que separa el Yo del No-Yo. Nos sacamos de la ecuación balanceada que es el universo y creemos funcionar fuera de él, pensando que podemos manipularlo a nuestra conveniencia. Vemos a los demás como objetos y pensamos que están para ser usados o agredidos.

Me di cuenta que todo el día había girado en torno a mi Yo. Mi desayuno, mi frío, mi libro, mi comodidad…

Excepto por el momento sorprendente y emotivo en el que aplaudí y grité para animar a los corredores del maratón.

Por unos minutos hice un paréntesis en mi Yo, para vitorear a Ellas y Ellos, que estaban dejando el alma en el pavimento a cada paso.

Y se sintió muy bien. Suspendí mi egocéntrico día para dedicar unos instantes a otras personas que sonreían agradeciendo los aplausos.

¿Cuánto tiempo pasas pensando en ti? Cualquiera que sea la respuesta, creo que nunca está de más dedicar unos momentos del día a los demás.

Yo tengo más derecho que tú y soy más importante [Ego]

Yo tengo más derecho que tú y soy más importante [Ego]

Sé que no hablo mucho de esto en Chocobuda, pero soy corredor de toda la vida. Desde joven siempre complementé mis artes marciales con la carrera, aunque nunca me enfoqué a correr tanto como en estos últimos 24 meses.

Luego de una pausa de varios años, reinicié en una forma más seria. Comencé corriendo en una pequeña calle y con el paso del tiempo necesité cubrir más distancia.

Y más distancia significa correr por las calles de la ciudad; lo que se convierte para mi en un ejercicio de observación de la vida urbana.

Si hay algo que me sorprende día a día al salir, es el ego tan grande que tenemos.

Al ver cómo conducen sus autos, me queda claro que el ego es un veneno enorme para las personas.

Alguien amable y lindo se puede convertir en un monstruo horrendo cuando está tras el volante, que viola todas las leyes posibles y está dispuesto a todo con tal de que su ego llegue a su destino.

Y con todo me refiero a que el asesinato es una opción cuando el reloj o el tráfico está en su contra.

¿No me crees? Una de las acciones más comunes de los conductores es echar lámina o aventar el coche, frases en castellano mexicano que implican utilizar el automóvil como ariete para pasar antes que los demás.

Y un ariete es un arma, no importa cómo se quiera ver. No es secreto que portar un arma cambia la psicología del individuo, volviéndolo prepotente y arrogante.

Cuando conducimos, el ego sale a flote y con nuestra actitud decimos «Yo tengo más derecho que tú y soy más importante». Esta actitud es la que hace que el tráfico se convierta en un enemigo personal y que todos los demás autos sean estorbos para llegar a nuestro destino, olvidando que dentro de un auto va otro ego igual de grande.

Aceleramos, avanzamos en sentido contrario, apresuramos a los demás, maldecimos cuando hay más autos circulando y nos quejamos. Y nos quejamos más. Y seguimos quejándonos.

Por supuesto, esta conducta no es exclusiva del conductor. La podemos ver en todos los aspectos de la vida, cuando alguien se siente amenazado y cuando tiene un poco de dinero o poder.

El ego toma posesión de la inteligencia. Borra de tajo la educación, humildad, generosidad, ética, modales y hasta la conciencia de que hay más seres humanos en el planeta.

Una persona montada en su ego es una persona horrible que es víctima de su propia ira, avaricia y apegos; incapaz de ver las necesidades y lugar de los demás. Esto afecta, sin remedio, a quienes lo rodean.

¿No sería más fácil la vida si el ego se mantuviera bajo control? Sin duda alguna.

Pero no todos están dispuestos a entenderlo.

Creo que el mejor ejercicio para detectar cuando el ego ha tomado el control, es estar atentos a nuestras reacciones. Cuando nos enojamos, hacemos berrinche o actuamos por capricho, son los indicadores más claros de que dejamos la razón de lado.

Sobre todo, cuando pasamos por encima de los demás para satisfacer nuestras necesidades.

Actuar con la razón como estandarte y con generosidad como arma, es la mejor  forma de derrotar a esa criatura llena de odio que es tu ego.