Un loto blanco

Un loto blanco

 

El maestro Zen, Zai Ten Zhi  y su alumno se encuentran observando los koi en un estanque. Luego de un rato de estar aburrido, el alumno pregunta: «Maestro, ¿por qué es necesario hacer esto?».

El maestro sonríe y dice: «Loto blanco que crece en este estanque».

Confundido, el joven pregunta: «Maestro, no entiendo. ¿Qué tiene que ver un loto blanco con la práctica budista?».

El maestro, con una mirada compasiva, explica: «El loto blanco representa la pureza de intención y la ética impecable que debemos cultivar en nuestra vida diaria. Así como el loto crece en un estanque limpio, nosotros debemos nutrir nuestra mente y nuestras acciones con pensamientos y comportamientos éticos. La fragancia dulce del loto es la bondad y la compasión que irradiamos hacia los demás. Al vivir de manera ética y limpia, como el loto blanco, encontramos la verdadera paz y el florecimiento de nuestra sabiduría interior».

El alumno regresa su atención a los peces, que ahora son lotos blancos.

Una mota de polvo puede cambiar la historia

Una mota de polvo puede cambiar la historia

En estos días he estado estudiando el Shoyoroku (Libro de la Ecuanimidad, o Libro de la Serenidad), que fue publicado por primera vez en China, en el año 1224 . Es un compendio de koans clásicos del budismo Rinzai que…

Pero Chocobuda, ¿no has dicho que en el Soto Zen no se practica con koans? 

Eso es correcto. Durante su formación en la escuela Tendai, Dogen Zenji estudió muchos koans. Posteriormente los usó como ejemplos para enseñar a sus discípulos, pero no los hizo obligatorios para la práctica Soto Zen. En el Soto Zen la práctica máxima es Zazen.

En la tradición de Nishijima Roshi, el estudio de los koans lo hacemos más como parte de nuestra formación académica. Así aprendemos un poco más de la historia de las enseñanzas, conocemos a los Maestros que nos preceden; y también para conocer las bases del budismo Chan y Zen en general.

Cuando tomamos un koan, lo leemos una primera vez. Nos sumergimos en su historia y protagonistas. Regresamos a él unos días más tarde para leer de nuevo. Luego consultamos la opinión de los maestros y compañeros. Luego de varias semanas, volvemos a leer para descubrir algún nuevo significado. Y luego lo soltamos para que se evapore como nube al viento.

Pero a veces un koan es tan sublime y personal, que deja huella en nuestro entrenamiento y nos acompaña por muchos años. Así es el Caso 34, que es un intercambio entre dos maestros del Chan. Y dice:

¡Atención! Fuketsu dijo: «Cuando una mota de polvo es levantada, la nación prospera. Cuando una mota de polvo no es levantada, la nación es destruida». Con respecto a esto, Setcho alzó su báculo y dijo: «¿Existe algún estudiante de Zen que tenga esta misma muerte y esta misma vida?»

Para cambiar el destino de la historia de una nación, solo se necesita una mota de polvo. Esta mota de polvo es una pequeña e insignificante persona con conciencia. No conciencia como Pepe Grillo de Pinocho, sino la comprensión profunda de que todo, absolutamente todo, en esta vida está unido y es una sola cosa. Todos formamos parte de un ser perfecto e indivisible, cuyo tamaño rebasa nuestra imaginación.

Si un ser con conciencia se levanta del suelo, las demás motas de polvo lo siguen. Una a una, despacio y a lo largo de muchos años. Una mota de polvo tiene más energía y conocimiento que mil políticos corruptos. Lo hace todo con tiempo, sin violencia y dejándose llevar por la vida.

En contraste, si ni una sola mota de polvo se levanta; todo seguirá igual.

Un estudiante de Zen tiene la misma vida y misma muerte porque sabe que ambas son indivisibles. No hace distinción y acepta a las dos con un corazón puro y abierto. Un practicante de la Vía, ha realizado que una viene con la otra en una danza que jamás termina.

Motas de polvo,
pequeñas como son,
crean una chispa
al frotarse una contra la otra.
La oscuridad entonces colapsa.

La Piedra en la Mente [Koan]

La Piedra en la Mente [Koan]

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El maestro Zen chino llamado Hogen, vivía solo en un pequeño templo de la campiña.

Un helado día de otoño. llegaron a su puerta cuatro monjes viajeros. Preguntaron si podían enceder una fogata en la explanada para así calentarse.

Mientras prendían el fuego, Hogen los escuchó discutiendo sobre subjetividad y objetividad. Se unió a la plática.

—Hay una gran piedra. ¿Consideran que está adentro o fuera de la mente?— preguntó el maestro.

Uno de los monjes respondió.

—Desde el punto de vista del budismo, todo es un objeto de la mente. Pienso que la piedra está en mi mente.

Hogen pensó un momento y concluyó:

—Tu cabeza debe ser muy pesada si estás cargando una piedra como esa en la mente.

 


Este koan es parte del libro Shaseki-shu (siglo XIII), escrito por el Zen Master Muju.

Hay una manzana en la calle [Koan]

Hay una manzana en la calle [Koan]

En el budismo zen entrenamos la mente y la comprensión a través del estudio de los koan.

Los koan son frases, diálogos o preguntas que sólo pueden ser descifradas usando la contemplación mientras se están en zazen.

Son reflejos y paradojas de la vida que nos aportan conocimiento e introspección. No pueden ser explicados de forma absoluta debido a que cada koan puede significar algo distinto para cada estudiante.

Han sido parte del zen desde al menos hace 1,000 años y de vez en cuando surgen de manera espontánea.

Como en este caso:

 

Hay una manzana en la calle,

pero no hay árbol.

Sólo que no es una manzana.

Es un limón.

Pero tampoco hay árbol.

 

La historia detrás de este koan es graciosa.

Todos los domingos por la mañana tengo llamada via Skype con mi maestro en Tsukuba, Japón. Estaba a punto de sentarme en mi escritorio para hablar con él cuando mi novia gritó que desde la ventana de la cocina se veía una manzana en la calle. Sí, sí. Una manzana verde tirada en la calle.

Ver una manzana tirada en la calle no es común. Esto nos sorprendió porque las manzanas no son nativas de esta ciudad. Para nosotros las manzanas están en el super mercado o en algún refrigerador (nevera).

Corrí a ver la manzana. Se me hizo curioso, sonreí y regresé a mi escritorio. Había una llamada perdida de mi maestro. De inmediato le llamé de regreso y le expliqué que no había respondido porque estaba ocupado viendo una manzana en la calle.

Siendo el Zen Master que es, se quedó pensando unos instantes.

—Estabas viendo una manzana en la calle—, repitió pensativo. —¿Se cayó de algún árbol?—, preguntó.

Le expliqué que aquí no hay árboles de manzana y explotó en carcajadas. Me preguntó si le estaba diciendo un koan.

Le dije que no y que iba a tomar una foto de la misteriosa manzana para enviársela. Así pues, nuestra llamada continuó como de costumbre para terminar minutos después. Mi novia tomó su cámara y salió para retratar la manzana.

Sólo que no era una manzana. Era un limón.

limon-manzana

Esto hizo la situación mucho más cómica y me hizo pensar.

Somos muy rápidos para emitir juicios y para abrazarnos a nuestras opiniones del universo, sin tomarnos la molestia de ver bien y comprobar los hechos.

Juzgamos a las personas por lo que aparentan, por cómo visten o por la música que escuchan.

Afirmamos nuestro lugar en el universo tratando de convencer a todo el mundo que nuestras opiniones son más valiosas que las de otros.

Etiquetamos las experiencias, el pasado y a las personas.

Odiamos todo lo que es diferente a nosotros. Le tememos, lo repudiamos y terminamos atacando.

Y una vez que el juicio u opinión se instalan en nuestra mente, no verificamos si estamos en un error o no. Nos cerramos ante nuestro gordo ego y nos es imposible remover las etiquetas.

Yo estaba seguro que estaba mirando una manzana en la calle y me abracé a esa opinión.

El apego a nuestras opiniones puede hacer la vida muy, muy difícil.

Creo que este pequeño koan nos puede enseñar mucho si lo vemos con humor.

La ceguera ideológica nos evita distinguir un limón de una manzana.

Y al final… es sólo un limón.

 

 

Gudo y el emperador [Koan]

El emperador Goyozei era estudiante de Zen bajo la tutela de Gudo.

Un día el emperador preguntó:

-En Zen esta mente es el Buda, ¿correcto?

-Si digo que sí, pensarás que entiendes sin entender. Si digo que no, estaré contradiciendo un hecho que muchos entienden muy bien. – Respondió Gudo.

Pasó el tiempo y otro día el emperador preguntó:

-¿A dónde se va la iluminación cuando un hombre muere?

-No lo sé.- Respondió Gudo.

-¿Pero porqué no sabes?- Quiso saber el soberano.

-No he muerto.- Apuntó Gudo y caminó hacia el jardín.