Envidia: acciones para entenderla y dejarla il

Envidia: acciones para entenderla y dejarla il

La envidia es causa de infelicidad para muchos. Es este sentimiento de odio e ira que surge en nosotros cuando vemos que otra persona logra cosas o tiene cosas que nosotros deseamos.

Vemos con resentimiento cuando alguien tiene éxito y estamos ávidos por conocer el secreto. Dudamos que haya sido capaz de haberlo hecho por sus propios méritos y ponemos en tela de juicio su talento. ¡Seguro pagó a alguien! ¡Seguro se acostó con alguien! ¡Seguro tiene algún conocido poderoso!

En esta sociedad de consumo, la envidia también nace por presión social. ¿Cuántas veces no nos hemos enfrentado a comparaciones que la familia hace de uno contra lo que otros logran? «Tu primo Ludoguaje acaba de ir a Australia y tú no».

Criticamos a la persona, buscamos todos sus defectos y deseamos que un tren pase por encima de él/ella. O mejor que lo asalten y lo maten.

Así vamos alimentando al lobo hambriento llamado Envidia. Cada pensamiento es comida para que crezca esta bestia. Nos hace sentir odio y tristeza que eliminan nuestra inteligencia; resultando en que nos congelamos en nuestro sitio, mientras lamentamos los infortunios y obstáculos de nuestra miserable existencia.

¿Por qué él/ella sí, y yo no?

Para la psicología evolucionista, la envidia ha tenido un papel importante en el desarrollo de la humanidad. Éste sentimiento sirvió en nuestra prehistoria para asegurar el bienestar de la manada. La comparación constante entre individuos promovió que ambos se esforzaran por obtener logros que servirían de modelo a los demás. Así llegamos a construir ciudades y luego civilizaciones enteras.

La envidia tiene una razón de ser, pero es un sentimiento primitivo. Es parte de nuestro ADN, al punto de que todos la experimentamos, no importa el país o la cultura. Nos hace infelices, feos y nos vuelve tontos, porque destruye la inteligencia. Carecemos de las herramientas adecuadas para entender y dejar ir.

A pesar de que es una emoción primitiva, dejarnos dominar por ella es como dispararse en el pie con una escopeta. La primera víctima es quien la fabrica en la mente; y se vuelve muy peligrosa cuando el envidioso expande su odio hacia otras personas.

En la práctica Zen entendemos la envidia como una aflicción ligada de forma íntima a la ira y al odio. Es alimentada por los Tres Venenos de la mente: avaricia, ira e ignorancia. Se trata de una condición mental creada por el ego cuando se sale de control y comienza a desear lo que asume lo hará feliz o lo que imagina merecer.

Es decir, la emoción primitiva de la envida es natural al ser humano, pero los sentimientos de avaricia y odio por quien tiene, no lo son. Éstos últimos son sólo una historia más contada por nosotros mismos para sabotearnos y hacer nuestra experiencia de vida un infierno del que es muy difícil salir.

Con base en el Samantabhadra Sutra, en la psicología budista y un poco de mi propia cosecha, propongo estos pasos para que la envida se convierta en un motor de benevolencia.

 

Acepta que sientes envidia

En el Budismo Zen nos entrenamos para nunca ignorar nuestras emociones. Las dejamos entrar, las abrazamos y las soltamos sin que nos causen daño. Cuando sientas que odias a alguien porque logró algo que deseas, admite que sientes envidia. Y no, no existe algo como «envidia de la buena». Toda envidia es destructiva. Aceptar que está en tu corazón es de gran ayuda porque ahora sabes qué es y que existe una forma de dejarla ir.

 

Entiende que la envidia es una historia más de tu mente

El ego es una colección de historias que nos contamos y a las que nos aferramos. La envidia nace en tu mente y es sólo una historia más que decides narrarte. Y como todas las historias, la envidia también tiene un final. Tú decides hasta cuándo te afectará.

 

Practica Zazen

Cuando meditamos con constancia y disciplina aprendemos a dejar ir los pensamientos; como si fueran nubes al viento. La envidia es una nube negra más, que también se puede ir cuando la miras alejándose de ti para disiparse ante el cielo azul que es tu mente. Para aprender a practicar Zazen, te dejo en las manos de mi maestro, Gudo Wafu Nishijima.

 

Observa lo que tienes, lo que eres

Cuando detectes la envida en ti, mira todo lo que tienes. Observa tus logros, lo que posees. Todo eso ha sido gracias a tu esfuerzo y al de miles de personas que han trabajado para ti. ¡Tienes más bendiciones de las que crees! Así que observa con atención.

 

Practica Gratitud

Cuando comprendes que tu vida es el resultado del esfuerzo de miles de seres, es hora de decir GRACIAS con todo tu corazón. Tu vida no sería posible sin esta red de existencias. ¡Te reto a que lo hagas!

 

Practica Compasión

La compasión comienza con uno mismo cuando aceptamos que estamos sufriendo a causa de una historia ficticia como la envidia. Pero compasión es acción, y se practica buscando activamente parar el sufrimiento de un ser vivo. Al practicar Zazen, cuidar tu cuerpo y cultivar la mente, estás siendo una persona compasiva.

Por otro lado, la persona que detestas por sus logros no tiene la culpa de tus cuentos mentales. Siente compasión por él/ella y por ti. Ésto te ayudará a cesar las historias.

 

Deja de compararte

Cuando te comparas con alguien más, sólo estás clavando hierro candente en tu corazón. Aceptar quien eres y lo que tienes, dando GRACIAS por todo, te ayudará a soltar las comparaciones.

Eres una persona hermosa y adecuada. Eres una persona necesaria y suficiente para la vida. Eres una persona única, parte de un sistema interconectado de existencias.

No tienes comparación con nadie más. Así que deja de compararte.

 

¡Usa la envida como motor del cambio!

Alguna vez la envidia nos ayudó a salir adelante como especie. Puedes aprender de este hecho y usarla a tu favor. La envidia nos indica que deseamos algo, así que puedes tomarlo como una dirección hacia dónde enfocar tus esfuerzos. Es cuestión de comenzar.

 

Practica Generosidad

Una vez que pateaste a la envidia en el trasero, es hora de ser generosos. Felicita a la persona que logró lo que deseas. Hazle un regalo que le sea útil. Destruye tu ego hablando con él/ella para que te cuente cómo lo hizo. Si tus intenciones son benévolas y puras, estoy seguro que la persona reaccionará de forma positiva y compartirá su experiencia; de la cual puedes aprender mucho. Además, es posible que hagas una nueva amistad que te inspire.

 

Practica Zazen

Sí, otra vez y no me cansaré de repetirlo. Shikantaza Zazen debe ser el cimiento de cualquier cambio de vida. Es cuestión de comenzar.

 

 

¡Envidia! Técnicas para manejarla y eliminarla

La envidia es causa de infelicidad para muchos. Es este sentimiento de odio e ira que surge en nosotros cuando vemos que otra persona logra cosas o tiene cosas que nosotros deseamos.

Vemos con resentimiento cuando alguien tiene éxito y estamos ávidos por conocer el secreto. Dudamos que haya sido capaz de haberlo hecho por sus propios méritos y ponemos en tela de juicio su talento. ¡Seguro pagó a alguien! ¡Seguro se acostó con alguien! ¡Seguro tiene algún conocido poderoso!

Criticamos a la persona, buscamos todos sus defectos y deseamos que un tren pase por encima de él/ella. O mejor que lo asalten y lo maten.

Así vamos alimentando al lobo hambriento llamado Envidia. Cada pensamiento es una flecha envenenada en nuestro corazón. Nos hace sentir odio y tristeza que eliminan nuestra inteligencia; resultando en que nos congelamos en nuestro sitio, mientras lamentamos los infortunios y obstáculos de nuestra miserable existencia.

¿Por qué él/ella sí, y yo no?

Para la psicología evolutiva, la envidia tuvo un papel importante en el desarrollo de la humanidad. Éste sentimiento sirvió en nuestra prehistoria para asegurar el bienestar de la manada. La comparación constante entre individuos promovió que ambos se esforzaran por obtener logros que servirían de modelo a los demás. Así llegamos a construir ciudades y luego civilizaciones enteras.

La envidia tiene una razón de ser, pero es un sentimiento primitivo. Es parte de nuestro ADN, al punto de que todos la experimentamos, no importa el país o la cultura. Nos hace infelices, feos y nos vuelve tontos, porque destruye la inteligencia. Carecemos de las herramientas adecuadas para manejarla.

A pesar de que es una emoción primitiva, dejarnos dominar por ella es como dispararse en el pie con una escopeta. La primera víctima es quien la fabrica en la mente; y se vuelve muy peligrosa cuando el envidioso expande su odio hacia otras personas.

Para el budismo, la envidia es una aflicción ligada de forma íntima con la ira y el odio. Es alimentada por los Tres Venenos de la mente: avaricia, ira e ignorancia. Se trata de una condición mental creada por el ego cuando se sale de control y comienza a desear lo que asume lo hará feliz.

Es decir, la emoción primitiva es natural al ser humano. El sentimiento de avaricia-odio, no; y es sólo una historia más contada por nosotros mismos para sabotearnos y hacer nuestra experiencia de vida un infierno personal.

Con base en el Samantabhadra Sutra, en la psicología budista y un poco de mi propia cosecha, propongo estos pasos para que la envida se convierta en un motor de benevolencia.

 

Acepta que sientes envidia

Cuando sientas que odias a alguien porque logró algo que deseas, admite que es envidia. Y no, no existe algo como «envidia de la buena». Toda envidia es destructiva. Aceptar que está en tu corazón es de gran ayuda porque ahora sabes qué es y que existe una forma de manejarla.

 

Entiende que la envidia es una historia más de tu mente

El ego es una colección de historias que nos contamos y a las que nos aferramos. La envidia nace en tu mente y es sólo una historia más que decides narrarte. Y como todas las historias, la envidia también tiene un final. Tú decides hasta cuándo te afectará.

 

Practica meditación

Cuando meditamos con constancia y disciplina, aprendemos a dejar ir los pensamientos; como si fueran nubes al viento. La envidia es una nube negra más, que también se puede ir cuando la miras alejándose de ti para disiparse ante el cielo azul que es tu mente. Para comenzar a meditar, dicen que éste es un buen lugar.

 

Observa lo que tienes, lo que eres

Cuando detectes la envida en ti, mira todo lo que tienes. Observa tus logros, lo que posees. Todo eso ha sido gracias a tu esfuerzo y el de miles de personas que han trabajado para ti. ¡Tienes más bendiciones de las que crees! Así que observa con atención.

 

Practica Gratitud

Cuando comprendes que tu vida es el resultado del esfuerzo de miles de seres, es hora de decir GRACIAS con todo tu corazón. Tu vida no sería posible sin esta red de existencias. ¡Te reto a que lo hagas!

 

Practica Compasión

La compasión comienza con uno mismo cuando aceptamos que estamos sufriendo a causa de una historia ficticia como la envidia. Pero compasión es acción, y se practica buscando activamente para el sufrimiento de un ser vivo. Al meditar, cuidar tu cuerpo y cultivar la mente, estás siendo compasivo.

Por otro lado, la persona que detestas por sus logros no tiene la culpa de tus cuentos mentales. Siente compasión por él/ella y por ti. Ésto te ayudará a cesar las historias.

 

Deja de compararte

Cuando te comparas con alguien más, sólo estás clavando hierro candente en tu corazón. Aceptar quien eres y lo que tienes, dando GRACIAS por todo, te ayudará a soltar las comparaciones.

Eres una persona hermosa. Eres una persona necesaria. Eres una persona única, parte de un sistema interconectado de existencias.

No tienes comparación con nadie más. Así que detente.

 

¡Usa la envida como motor del cambio!

Alguna vez la envidia nos ayudó a salir adelante como especie. Puedes aprender de este hecho y usarla a tu favor. La envidia nos indica que deseamos algo, así que puedes tomarlo como una dirección hacia dónde enfocar tus esfuerzos. Es cuestión de comenzar.

 

Practica Generosidad

Una vez que pateaste a la envidia en el trasero, es hora de ser generosos. Felicita a la persona que logró lo que deseas. Hazle un regalo que le sea útil. Destruye tu ego hablando con él/ella para que te cuente cómo lo hizo. Si tus intenciones son benévolas y puras, estoy seguro que la persona reaccionará de forma positiva y compartirá su experiencia; de la cual puedes aprender mucho. Además, es posible que hagas una nueva amistad que te inspire.

 

Practica meditación

Sí, otra vez y no me cansaré de repetirlo. La meditación debe ser el cimiento de cualquier cambio de vida. Es cuestión de comenzar.

 

 

Para controlar el enojo [La Ira, parte 2/2]

Para controlar el enojo [La Ira, parte 2/2]

La primera parte de este post está aquí.

Hace mucho tiempo había un niño que se enojaba con mucha facilidad. Su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo que cada vez que sintiera ira, clavara un clavo en la cerca de madera.

El primer día el niño pegó 37 clavos. Pero con el paso del tiempo el número de clavos iba disminuyendo. Descubrió que era mucho más fácil aguantar su mal temperamento, que introducir clavos en la madera.

Llegó el momento en el que el niño no se volvió a enojar. Con orgullo le dijo a su padre, quien le pidió ahora que por cada día que no se enojara, sacara un clavo de la cerca.

Las semanas pasaron hasta que el chico pudo decir a su padre que ya no quedaba ningún clavo. 

El padre lo tomó de la mano y lo llevó a la cerca.

-Lo has hecho muy bien, hijo. Pero ahora mira todos eso hoyos la cerca. Ya nunca será la misma. Cuando dices palabras con ira, dejan cicatrices justo como estas. Puedes encajar un cuchillo a un hombre y sacarlo, pero no importa cuántas veces pidas perdón, la herida seguirá ahí.

Este pequeño relato budista sirve como marco para hablar hoy de cómo controlar el enojo.

Es importante remarcar la palabra controlar. En ningún momento estoy diciendo eliminar. Somos humanos y el enojo llegará. Es parte de nosotros.

Pero hay una diferencia muy grande entre sólo sentir ira, que aferrarse a ella.

Para poder soltarla hay que hacer un trabajo consciente de tiempo completo. No es fácil, pero sí es posible.

A continuación algunas sugerencias:

1. Admite que estás enojado

Puede que suene tonto, pero muchas veces decimos que no estamos enojados cuando por dentro somos un volcán en erupción. Justo porque estar enojado es incómodo e incluso llega a doler físicamente (gastritis, jaqueca), evitamos decir que la ira tomó posesión de nosotros.

No es un secreto que es virtualmente imposible controlar algo que negamos.

Para evitar esto hay que estar conscientes de nuestras emociones. Cuando un sentimiento de ira surja, no hay que suprimirlo ni negarlo. Hay que observarlo y aceptarlo por completo. Decir con honestidad estoy enojado, es lo correcto.

2. Enojarte es TU responsabilidad y de nadie más

Lo más fácil del mundo es no hacernos responsables de nuestras emociones. No tienes idea cuántas veces he escuchado la frase él/ella me hizo enojar, y la verdad es que me impresiona cuántos de nosotros estamos dispuestos a no entender que somos 100% responsables de nuestras emociones.

Tú eres quien decide estar feliz, triste o enojado.

Puede que en el camino encuentres personas que actúan como a ti no te conviene o con malicia, pero ellos son como son.

Es muy importante dejar claro que la ira es creada por tu propia mente. Sin embargo, tenemos que contemplar la ira para entender su origen. La ira nos reta a ver dentro de nosotros. La mayoría del tiempo la ira surge como auto defensa. Nace de miedos no resueltos o cuando el ego es grande.

En tus manos está simplemente aceptar a las personas como son y moverte hacia adelante.

3.La ira es auto indulgente

La ira es como aquella compañera de escuela: desagradable, pero seductora. Cuando estamos enojados es irresistible buscar la culpa en otras personas. Con ello protegemos nuestra ira y la alimentamos.

El budismo nos enseña que la ira nunca está justificada. Nuestra práctica es para cultivar el amor incondicional a todos los seres vivos y estar libres de apegos. Y la frase todos los seres vivos incluye a quien golpeó tu auto a la salida del estacionamiento, al compañero de trabajo que inventa rumores y a tu primo traicionero.

Es por esto que cuando estamos enojados debemos ser extremadamente cuidadosos en entender que nuestra ira puede lastimar a otros.

También debemos asegurarnos de entender que la ira es pasajera y no hay que aferrarse a ella. Nuestro ego no es tan importante.

4. Cómo dejar ir la ira

OK, ya aceptaste la ira. Ya sabes que está ahí. También detectaste la causa real. Pero aun así sigues enojado. ¿Qué sigue?

La paciencia.

Ser paciente no sólo significa aguantar a que el dentista te atienda. Significa saber entender el valor del tiempo y saber esperar cuando es necesario.

En realidad practicar la paciencia es:

  • Tomar el tiempo para hablar hasta cuando estemos seguros de que no causaremos daño.
  • Esperar para no afectar la realidad con nuestro bagaje interno (cucarachas mentales, pues).
  • Aguardar para que la otra persona pueda hablar, sin que la atropellemos con nuestra agresión.
  • Usar el cerebro para no sobre actuar nuestras reacciones.

5. No alimentes la ira

Sé que es muy difícil estar en calma cuando el tsunami de emociones está causando una revolución por adentro. La ira nos llena de esa energía nuclear que nos mueve a hacer algo, lo que sea para sacar la furia.

Cerramos los puños y golpeamos la mesa. Rompemos revistas. Azotamos la puerta. Y peor aun, llegamos a golpear gente.

En nuestra pequeña mente ilusa creemos que sacamos el enojo así, pero es todo lo contrario.

Cuando expresas la ira con violencia física o verbal, sólo la estás alimentando aun más. Agregas carbón al fuego. Y de pronto esta se hará mucho más grande que tú.

La medicina para la ira es practicar la compasión.

6. Medita

Meditar te da la capacidad de desarrollar tu paciencia a niveles que no imaginaste posible. También te ayuda a poder dejar ir las cosas a tiempo, antes que te causen daño.

Con la práctica, la compasión llega sola. Es un proceso del que hablaré en futuros artículos.

Por el momento nunca me cansaré de decirlo: siéntate y medita.

Yo sé que la ira depende de muchos factores y que hay ocasiones en que la ofensa puede ser grande que simplemente la ira es una fuerza de la naturaleza difícil de controlar.

Pero nosotros, nuestra mente, es mucho más poderosa.

Cuando te enojas te conviertes en una persona fea, a la que todo mundo huye.

¿Tienes algún remedio para la ira?

Porqué casi nunca me enojo [La Ira, parte 1/2]

Porqué casi nunca me enojo [La Ira, parte 1/2]

Hace un par de semanas una persona remarcó que el hecho de que no me enoje significa que tengo alguna especie de disfunción o de problema psicológico.

Por supuesto ese comentario me hizo pensar mucho. No tengo un problema emocional… al menos no en ese sentido. Lo que pasa es que soy budista. 🙂

Desde que comencé a entrenar budismo de forma más seria, hace unos 6 años, me he dado cuenta de que han habido muchos cambios en mi comportamiento. No los expondré, pero sí diré que más o menos tiene ese tiempo que no me enojo. O al menos no como antes.

Y bueno, claro que me enojo. ¡Soy humano! Pero mi enojo actual es muy distinto. No es explosivo, no destruyo cosas y no alzo el volumen de mi voz. Y por supuesto me mantengo lo más lejos posible de causar daño.

El enojo es Ira, que junto a la Ignorancia y al Apego, es uno de los Tres Venenos del budismo.  Ellos son los agentes principales de la infelicidad.

Considero que el enojo es como un virus porque se comporta como tal en nuestra mente. Nos invade, nos vuelve violentos, distorsiona la realidad de forma que todo lo vemos de la peor manera posible; y lo peor, se contagia.  Ahora que lo pienso, la ira nos vuelve zombies, como los de las películas: nos contagiamos del virus y buscamos esparcirlo por todos lados mordiendo y devorando cerebros de quién se deje.

Algunos estudiosos de la psicología budista consideran que el enojo viene cuando la mente no está en calma, no es ecuánime y tiende a exagerar las cosas. Con esto, es muy fácil perder la paciencia, dando como resultado las fricciones que vemos a diario.

Pero quizá el punto de origen de la ira es nuestro gran ego. A veces nos sentimos tan importantes y tan necesarios para el universo, que cualquier fuerza que se oponga a nuestra voluntad, enciende la hoguera. Ahí es cuando soltamos el control y de pronto la vida se convierte en este ecosistema que nos agrede por todos lados.

Sin duda alguna, la Ira es una fuerza tremenda con la que tenemos qué vivir.

Con todo lo anterior como base, el practicante sabe que las palabras del Buda son más que sabias:

Aferrarte a la ira es como tomar un carbón encendido para arrojarlo a alguien. Quien se quema eres tú.

Así como todos nuestros actos tienen consecuencias, nuestras emociones también. La Ira siempre tiene víctimas, por más que lo neguemos. A veces la víctima son los demás, pero casi siempre el primer caído es uno mismo.

El enojo es la semilla del pleito. Pero para que este suceda se necesitan dos partes dispuestas a pelear. Si uno de ellos decide no morder el anzuelo, entonces el pleito deja de existir.

Mi relación con la Ira es muy simple, en realidad. Cuando la detecto simplemente la acepto, entiendo que está ahí y que estoy enojado, pero dejo que pase a través de mi. No me aferro a ella y no la alimento. Esto me permite ser objetivo lo más posible para admitir mis errores, ver cuando exagero las cosas y evitar dañar a quien me rodea.

No estoy diciendo que soy un santo y que soy invulnerable. Todo lo contrario. Soy un tipo normal. Es sólo que ya no me enojo por cosas pequeñas o tan fácilmente.

Entrenar budismo no significa que erradicaremos el enojo para siempre. Sólo implica entrenar la mente y darnos elementos para practicar la Paciencia, la Gentileza y la Compasión. Escribiré al respecto en el próximo artículo.

Y tú, ¿cómo vives el enojo?

La segunda parte de este artículo está aquí.

Pensamientos del Fin del Mundo [Cuestiona todo]

Pensamientos del Fin del Mundo [Cuestiona todo]

El pasado fin de semana la humanidad se enfrentó una vez más al fin del mundo. No fue un monstruo gigante ni extraterrestres invadiendo. Fue la mismísima segunda llegada del comandante supremo, del jefe absoluto, del único tronador de chicharrones cósmicos, Cristo.

Y tengo que admitir que me divertí mucho leyendo todos los comentarios graciosos que surgieron a nivel mundial. Yo me precio de haber contribuido a esta noble misión con una batería de mensajes sarcásticos que se quedaron para siempre en mi repertorio.

Sin embargo, lejos de toda burla, me quedé pensando durante horas en la ignorancia en la que aun vivimos.

No importa que estemos en la época de Internet, que ya hayamos superado la imprenta, que tengamos una estación espacial circulando el planeta, que estemos develando los misterios del fondo del océano, que la evidencia de la evolución sea contundente, que estemos a punto de entender la física cuántica, que miles de hombres y mujeres de ciencia hayan colaborado con su conocimiento para la grandeza de nuestra especie; siempre hay un grupo de lunáticos atados a ideas arcaicas dispuestos a tomar en serio cuentos de hadas.

Harold Camping, un loco estudioso de la Biblia, decidió creer que sus estudios del Buen Libro lo habían llevado a saber la fecha del fin del mundo; haciendo que miles de sus seguidores se embarcaran en una cruzada para anunciar el Día del Juicio Final.

Hubo quien diera a Camping todos sus ahorros, quien pusiera dormir a sus mascotas, quien dejara el trabajo y hasta quien intentara asesinar a su familia. Total, nada sobreviviría al armagedón, ¿correcto?

Y esto es justo lo que me espanta. ¿Tan vacíos estamos? ¿Tan faltos de criterio propio vivimos? ¿Tenemos tan poca inteligencia? Pero lo peor es, ¿nadie cuestionó a Camping? ¿Ninguno de ellos usó un poco de lógica o investigó antes de creer?

En estos tiempos de conocimiento y ciencia, la ignorancia es más fuerte que nunca. Y eso me entristece porque la ignorancia cuesta vidas y significa un retroceso para la humanidad.

Amiga y amigo lector, no importa qué tan arraigadas sean tus creencias, qué tan impenetrable sea el dogma, no importa qué tanta fe tengas o cuánto confíes en tus líderes religiosos: siempre cuestiona.

Cuestiona todo. Pregunta porqué e investiga la evidencia.

En las religiones, creencias milagrosas y en la pseudo ciencia es muy común que alguien llegue con afirmaciones fantásticas como:

Dios creó al mundo, mi primo se curó de cáncer, vi un milagro, este té mágico te va a curar, cree en la magia de los cristales, mañana se acaba el mundo, vienen los reyes magos.

Entre más extraordinaria sea la afirmación, más contundente tiene que ser la evidencia científica que la soporte.

Ya sé que el argumento de muchos es que hay cosas que la ciencia no puede explicar y que los milagros sí existen. Eso es correcto, hay cosas que la ciencia no explica de momento, pero está en el camino a hacerlo. Es cuestión de tiempo.

Hay casos únicos en cuestión de medicina o de física, los llamados milagros, pero estadísticamente son insignificantes como para ser tomados en serio o siquiera como constantes. El problema es que la gente con ganas de creer se aferra a ellos sin pensar.

Camping abusó de su posición como líder espiritual para manipular a miles de personas a creer en su fin de los tiempos. Y no me espanta el predicador, sino sus fieles.

El no cuestionar ni investigar los hizo parte de la broma más grande de los últimos años. Fue como un flash mob dedicado a la ignorancia.

Antes de creer ciegamente, hay que documentarnos e investigar.

Sólo así podemos evitar el abuso y el retroceso hacia la ignorancia que tanto nos daña como especie.