Diez acciones con las que destrozas tu autoestima (Parte 1/2)

Diez acciones con las que destrozas tu autoestima (Parte 1/2)

Antes de ser monje budista, mi vida no era diferente a la de cualquier persona. Estudiaba, trabajaba, comía, compraba cosas y repetía el ciclo. Y claro, tenía una muy mala relación conmigo mismo.

Por muchos años pensé que el universo tenía un plan diabólico en mi contra. También yo era mi peor crítico y enemigo. Obvio no me la pasaba nada bien porque simplemente no aceptaba nada de mí mismo. Mis problemas de autoestima fueron severos.

En carne propia descubrí lo que significa nunca cubrir las expectativas personales. En mi mente era tonto, feo y no valía nada. Siempre tenía un pretexto para el sabotaje. No me volví loco gracias a la práctica budista, la meditación y las artes marciales. 

Tardé muchos años en observación, experimentación y lectura entender todo lo que estaba pasando, para así tomar acciones concretas que me ayudaran.  Entendí que la mala autoestima es un problema de compasión, pero también es un problema de administración (gestión) de la información que nos metemos a la cabeza.

Todo lo que consumimos nos afecta más de lo que imaginamos, pero ni siquiera se nos ocurre pensarlo, pues permaneceremos muy cómodos siendo miserables. La mente no es diferente al cuerpo en muchos sentidos, y la nutrición es clave para mejorar.

Si alimentamos al cuerpo con basura, responderá como basurero y se enfermará.

Si alimentamos la mente con basura, responderá como basurero y se enfermará.

Muchas personas que me consultan sobre autoestima se sorprenden cuando doy una lista de cosas que hacemos mal y que nos mantienen envenenados por dentro. Al dejarlas o cambiarlas por mejores opciones, la vida cambia y (literalmente) se vuelve más ligera.

Así que comparto esta pequeña e incompleta lista de 10 cosas que destruyen la autoestima. Cada punto puede ser expandido a muchas páginas, así que lo mantendré corto para no aburrir 🙂

1. Lo que escuchas

La música es básica para el ser humano. Es una expresión sublime que dice mucho de lo que somos y dicta cómo nos relacionamos con el universo. Hay para todos los gustos, pero existen canciones que nos causan más daño de lo que imaginamos.

Cualquier melodía que promueva el odio de cualquier tipo, el crimen o narre historias de violencia, afecta nuestra forma de ver el mundo y cómo tratamos a los demás.

Nada de malo escuchar metal o música gótica de vez en cuando, pero no debe ser nuestro único género. Hay que analizar lo que escuchamos y decidir si en verdad queremos ser parte de un movimiento que trate a los demás como objetos o que hable de tristeza y depresión.

2. Lo que miras

Al igual que la música, el contenido visual que consumimos nos afecta mucho. Si ves películas depresivas o de violencia todo el tiempo, estarás distorsionando tu visión del mundo. También tu valoración como persona se vendrá abajo.

No es que ver películas de crimen te vuelva criminal, no. Tampoco los videojuegos te vuelven asesino en serie. Pero sí estarás hipervigilante de las cosas malas de la vida y vivirás en un mundo donde la violencia está justificada. Y la violencia siempre comienza dentro de uno mismo.

3. El tipo de amigos

Ser amable y ayudar a los demás nos rodea de personas maravillosas. Pero si tenemos problemas de autoestima y nuestros amigos están igual de deprimidos que nosotros, nunca saldremos adelante.

No hay que decir adiós a todas nuestras relaciones. Solo hay que revisar si los amigos no nos están llevando hacia abajo con ellos. De ser así, tomar un par de semanas lejos es buena idea.

4. Cómo hablas

El lenguaje nunca es inocente. Todo lo que decimos tiene una intención clara y directa, por más que lo neguemos. Si nos referimos a nosotros mismos con palabras destructivas, estaremos cavando un pozo muy profundo del que será cada vez más difícil salir.

No se trata de hablar con lenguaje optimista vacío. Se trata de entender que nuestras palabras nos afectan, para evitarlas o cambiarlas.

5. Facebook e Instagram

Estas redes sociales son veneno puro para la autoestima, pues nos obligan a justificar nuestra vida ante los demás para cumplir con sus expectativas. Y entonces las comparaciones nunca se detienen. Al ver cómo los demás gozan en un bar, del ejercicio o de una comida maravillosa; comenzamos a criticarnos y a juzgarnos de una forma cruel.

Es un abismo negro en el que todos deben tener una vida perfecta porque saben que los demás estarán evaluando y comentando cada una de las acciones, opiniones o imágenes que publiquemos.

En muchos estudios se ha ligado directamente la presión social de Facebook, con comportamientos autodestructivos y depresión. Referencias aquí y aquí.

Facebook e Insta puede ser una gran herramienta de comunicación y de trabajo. También son muy divertidos. Pero hay que estar siempre atentos al tipo de información que consumimos, y lo que compartimos.

Si estas redes son causa de estrés, te deprimen o te causan angustia, es hora de cerrar la cuenta.

La segunda parte de esta entrada está aquí.


Si quieres saber más sobre el taller de autoestima, haz clic aquí

 

Baja autoestima vista desde el Budismo Zen

Baja autoestima vista desde el Budismo Zen

A menos que no seas una persona, todos hemos pasado por algún episodio en el que cuestionamos lo que somos. Muchos llegamos al extremo de estar perpetuamente decepcionados de nosotros mismos porque no cumplimos expectativas, porque nos comparamos con los demás o porque no encontramos lo que podemos aportar a la vida. Y entre más tiempo pasa, más alimentamos este demonio que llamaos baja autoestima.

Hay una anécdota de SS Dalai Lama que me gusta mucho. Desconozco si sea real o no, pero siempre que la recuerdo me hace sonreír.

En una de las primeras visitas de SS a los Estados Unidos, supuestamente dio una conferencia en alguna universidad en donde le preguntaron cómo hacía el budismo para tratar la baja autoestima.

Al no entender la pregunta, Su Santidad se quedó congelado. Tuvo que consultar con sus traductores para intentar encontrar un significado. Luego de unos minutos de discusión, el Maestro dijo que en el budismo no hay tal cosa como autoestima.

Autoestima es un concepto occidental para explicar la relación que tenemos con nosotros mismos, pero en el budismo la autoestima no existe pues sabemos que el ego es solo una ilusión. Y si hablamos en particular de la práctica Zen, la autoestima es solo un juguete con el que nos distraemos de nuestra misión de bodhisattvas.

Desde el momento que se usa la palabra auto (uno mismo, por sí mismo), estamos en contra del Buddhadharma. Ya sea dharma budista, yogi, sikh o hinduista; las filosofías asiáticas antiguas sabían y promueven en la actualidad, que el YO es una fantasía que nos lleva al sufrimiento.

Justo porque sabemos que el ego no existe, es la razón por la que no sabemos cómo tener una relación amable con él. ¿Cómo relacionarte con algo que no es real?

Esto es lo que decía Shakyamuni Buda sobre el Yo o el Ego:

Por lo tanto, bhikkhus, aquí, cualquier materia pasada, futura o presente, interna o externa, basta o sutil, inferior o superior, distante o cercana, toda la materia debería ser considerada con recto entendimiento y de acuerdo con la realidad como ‘esto no es mío’, como ‘esto no soy yo’, como ‘esto no es mi persona’. Cualquier sensación pasada, futura o presente, interna o externa… distante o cercana, toda la sensación debería ser considerada con recto entendimiento y de acuerdo con la realidad como ‘esto no es mío’, como ‘esto no soy yo’, como ‘esto no es mi persona’.
El Buda, Anatta-Lakkha?a Sutra

Para el Buda no hay tal cosa como «yo» o «mi persona». En varias de sus enseñanzas podemos ver su insistencia para que comprendamos esta verdad. Sin embargo, somos occidentales y estamos desesperados por mejorar la autoestima. La buena noticia es que es completamente posible tener una mejor relación con uno mismo. La mala es que requiere trabajo de introspección y tocar la espiritualidad.

La baja autoestima es un problema permanente para muchos de nosotros, pues no hay nada que hagamos que llegue a las expectativas de lo que IMAGINAMOS que los demás esperan de nosotros. Y, aún más grave, la mala autoestima viene por nuestras propias acciones cuando generamos expectativas de nosotros mismos.

Tener baja autoestima es doloroso, nos confunde y queremos escondernos en un hoyo para que la vida pase por encima sin notarnos. En ese proceso estamos en constante revisión de nuestros errores y omisiones para castigarnos por ello.

Comenzamos a castigarnos usando un arma muy cruel: el pensamiento. En la mente generamos críticas, comparaciones, envidias y nos evaluamos todo el tiempo. Si por alguna razón hacemos algo bien, nos esforzamos en buscar lo malo para poder seguir sufriendo cómodamente. Si hacemos algo mal, entonces justificamos el discurso destructivo con argumentos devastadores como ya lo sabía o siempre me pasa esto. 

Pero ¿qué son todos estos artilugios de tortura que la mente nos lanza? ¿Qué es todo ese ruido que no nos deja tranquilos?

Son sólo historias. Ficción pura.

El problema es que son tan fáciles de procesar y tan pegajosas, que las tomamos y nos las clavamos en el corazón. Pa’que duela, dicen en mi pueblo.

La mente crea cuentos y expectativas de cómo deberían ser las cosas y cómo deberíamos ser, para luego contrastar con lo que creemos que los demás esperan de nosotros. Debido a que las fantasías y cuentos mentales jamás empatarán con la realidad, entonces fallamos una y otra vez. Así sucesivamente, hasta que nuestra percepción personal se va corroyendo y se pudre por completo.

En la mayoría de los casos que conozco (y en mi propia vida), los problemas de autoestima son el resultado de las palabras que nos decimos a nosotros mismos.

Si todo el tiempo te dices feo, te verás feo y te comportarás como feo.

Si todo vas por la vida llamándote tonto, la inteligencia en efecto te abandonará y tu existencia será una sucesión de errores.

Cuidado con lo que te dices, porque te estás escuchando; dice una sabia cita.

Para la psicología budista la baja autoestima se manifiesta y se nutre del lenguaje interno, pero su raíz es mucho más profunda.

Todo este lenguaje de violencia y maltrato personal tiene su punto de origen en el hecho de que no practicamos la compasión.

Nuestra cultura ha dejado la compasión de lado y la cambió por un iPhone. Tapamos los huecos existenciales con objetos y apps, para olvidar que la benevolencia es un poder supremo que mueve al universo.

Entender que todos los seres vivos pueden sufrir es un buen inicio para entender compasión. Pero además es necesario dejarnos en claro que también nosotros somos seres vivos, ergo sufrimos. Y lo hacemos aún más cuando los ataques vienen desde adentro.

Vernos a nosotros mismos desde afuera, con amor y compasión, nos da el impulso para querernos un poco más y poner atención a nuestro lenguaje interno.

Por supuesto, no se tiene que ser un orador motivacional para lograrlo. Es cuestión de sentarse en silencio por unos 20 minutos diarios a ver pasar los pensamientos sin aferrarse a ellos. Es con la práctica de Zazen que uno encuentra la sabiduría que el Buda nos deja, para poderla incorporar a nuestro cotidiano.

¿Cómo practicar zazen? Qué bueno que preguntas. Puedes comenzar aquí.

Ya que es un tema que a muchos nos sirve, seguiré escribiendo al respecto en las siguientes semanas. ¿Tienes problema de autoestima? ¿Qué te ha resultado para mejorar? ¡Comparte en los comentarios!

Si te interesa saber más o necesitas mejorar tu autoestima, te invito al taller que comenzará muy pronto.

Ante el silencio, olvida las palabras

Ante el silencio, olvida las palabras

La red de pesca existe porque hay peces. Una vez que atrapas al pez, te olvidas de la red.
La trampa existe porque hay conejos. Una vez que atrapas al conejo, te olvida de la trampa.
Las palabras existen porque buscas significados. Cuando dejas de buscarlos, puedes olvídate de las palabras.
¿Dónde puedo encontrar una persona que haya olvidado las palabras para hablar con ella?
-Gran Maestro Zhuangzi

En la práctica Zen apreciamos el silencio porque sabemos que es el inicio de la vía espiritual. No porque nos guste callar, sino porque entendemos que cuando no hay más palabras llegan las respuestas a las preguntas más apremiantes que nacen de nuestra angustia existencial.

Podemos contemplar y apreciar el silencio, pero cuando la mente usa la etiqueta “silencio”, entonces el silencio deja de existir.
Solo en la inmovilidad de Shikantaza es posible ver más allá de la barrera del lenguaje para apreciar la realidad en nivel más fino y sin ego.

Así que, ¿quién quiere discutir conmigo en el silencio del zafu?

Sobre las experiencias místicas durante la meditación

Sobre las experiencias místicas durante la meditación

Cuando comenzamos a experimentar con la meditación, casi siempre lo hacemos de manera autodidacta. Buscamos algún video, app o podcast que nos ayude a dar el primer paso, lo cual es muy bueno. Es una excelente manera de iniciar.

El problema es que nos quedamos solo con lo que ese primer contacto nos da. No queda claro que la guía de un maestro es necesaria, porque en algún punto la app o el podcast no responderá preguntas que todos tenemos. ¿Qué hacer con las experiencias místicas y profundas que vamos a vivir? ¿Qué significan?

Luego de unos días de meditar por primera vez, muchas personas experimentan separación del cuerpo, ven ángeles, sienten presencias extrañas y una colección de fenómenos completamente normales. Son normales porque la mente de un novato no sabe qué hacer con la experiencia de inmovilidad y de concentrar la atención a un solo punto (normalmente la respiración).

En el Budismo Zen, a este tipo de situaciones las llamamos Makyou. Es una palabra japonesa que significa reino de los demonios, y la usamos para designar el autoengaño que son estas experiencias. La gran mayoría de las experiencias místicas que tenemos al meditar, son producto de una mente ajustándose a la disciplina. Tiene a crear proyecciones y sensaciones tan poderosas, que las tomamos como reales.

Pero al final no son más que Makyou en todo su esplendor.

Entonces, en el Zen ¿qué hacemos con estas experiencias místicas?

Nada. Absolutamente nada.

No son relevantes, no son sublimes y no sirven para nada. ¿Por qué? Por la misma razón que el Buda no se molestaba en comentar estas experiencias: por más profundas y místicas que sean, no te vuelve mejor persona.
En el Zen solo nos sentamos en silencio, sin buscar nada. A esto lo llamamos Shikantaza (solo siéntate). Si llegan esas experiencias, las dejamos pasar porque perseguirlas y razonarlas, es darle rienda suelta al ego.
El foco de nuestra práctica es la compasión. Con base en la sabiduría del Buda y Dogen, ayudamos a todos los seres vivos que nos rodean. Y lo hacemos en silencio, humildad y discreción.
Y si has pasado por Makyou, quizá es momento de acudir con un maestro a tu centro budista más cercano.