Los seres humanos somos una horda de simios muy curiosos. No solo nos creemos dueños de la naturaleza, sino que vamos por el universo con la ilusión de que podemos salirnos con la nuestra.
Sentimos que el universo gira en torno a nosotros y creemos de tiempo completo que somos los reyes de la creación. Generamos una idea egocéntrica, la ejecutamos y esperamos los resultados con emoción.
Ya sea un negocio, un viaje o una receta de cocina, ¡lo que sea!; en la mente surge la ilusión de que el universo cumplirá nuestros caprichos y saboreamos por anticipado la recompensa favorable. Contemplamos todos los detalles. Planeamos hasta el más pequeño de los factores. Nada puede salir mal.
Creemos que por el simple hecho de «ser yo», siempre ganaremos. Pero la vida tiene un naipe que siempre guarda para sacarlo en el mejor momento y nos lo arroja en la cara.
Esta carta se llama Consecuencias.
Absolutamente todo lo que hacemos tiene consecuencias que viajan como ondas en un estanque. Si haces A, afectará a B, C, D…Z. No hay manera de que no suceda porque el universo está interconectado de maneras tan sutiles que escapan a la vista.
Esto aplica a todos los campos de la experiencia de estar vivo, y aún más para las relaciones personales.
Me parece muy curioso cómo pretendemos involucrarnos en relaciones amorosas, sexuales o de amistad y decidimos ignorar que nuestros actos generarán consecuencias. Como estamos siempre con la mentalidad ególatra de ganar, dejamos de lado entender la responsabilidad que cargamos cuando siquiera respiramos.
Esto nos lleva a usar a los demás como peones de un juego personal de ajedrez. Los manipulamos a nuestra conveniencia con mil trucos y artilugios, para pasar por encima del hecho de que estos peones son personas. Personas con corazón y ego que pueden ser lastimados por nuestros actos.
Aún más allá, nos embarcamos en relaciones para satisfacer nuestras necesidades y nunca nos preocupamos por la felicidad del otro.
Entonces cuando la relación deja de apuntalar nuestro ego y surge el ego del otro, o se vuelve complicada; nos sentamos a llorar preguntando «¿qué hice mal?». Pero como el ego está fuera de control, en lugar de corregir, saltamos a la siguiente relación y buscamos que el universo nos obedezca.
Perdón, pero esto jamás funcionará. Si seguimos con esa mentalidad todas nuestras relaciones personales serán difíciles o desastrosas.
Tus acciones tienen consecuencias.
El amor y el sexo SIEMPRE tienen consecuencias.
Si comenzamos una relación pensando únicamente en la satisfacción o recompensa personal, será una relación vacía y llena de infelicidad pues en algún momento los egos chocarán.
El punto es entender que el impacto de las consecuencias puede ser favorable si actuamos con honestidad, rectitud y ética. Si al iniciar una relación pensamos en el beneficio del otro, en lugar de nuestros caprichos o deseos, tendrás muchas posibilidades que de todo marche bien por mucho tiempo.
Claro que la vida tiene su propia agenda y las personas pueden causar daño. Pero, ¿adivina qué? Es parte de la experiencia de pertenecer a esta raza homínida y solo así aprendemos y crecemos.
Sí, esto es karma-vipaka (acción-consecuencia) y es una ley del universo que vale la pena estudiar y respetar para usarla en la vida.
Finalmente y como cultura general, he aquí un video de la física de las ondas de agua en un estanque. Al generarse una, se crean otras que afectan todo hacia todas las direcciones. No hay manera de que una onda de agua no afecte toda la masa de agua en un estanque. Si miras con atención, esta es la naturaleza de tus acciones. Todo lo que haces afecta.
Sé responsable con todo lo que haces. Si las ondas que creas son de avaricia, celos y egoísmo; a ti regresarán esas mismas ondas. Pero si tus actos son de ética, virtud, humildad y amor; bueno, ya te imaginas qué sucederá.
La voz popular siempre nos dice que “amar duele” y que “no puedes confiar ni en tus amigos”. Pasamos vidas enteras probando todo tipo de relaciones, rompiéndonos el corazón una y otra vez, lastimando personas todo el tiempo; para que al final sintamos un enorme vacío e insatisfacción que nada parece aliviar.
Recurrimos entonces a amigos o familiares que están igual de lastimados que nosotros, y a todo tipo de distracciones para hacer que la angustia y desconfianza sean menos fuertes. Pero los problemas principales siguen creciendo dentro de nosotros y no mejorarán.
Debido a que nadie nos enseña a querer, hemos ido repitiendo los mismo errores una y otra vez. Pero esto no tiene por qué ser así. Hay conocimientos y formas de pensar en las que nos podemos apoyar para vivir el amor de maneras profundas, en paz y con alegría.
La vida humana no viene con manual de usuario y las relaciones interpersonales tampoco. Crecemos asumiendo y practicando costumbres culturales que sabemos que no funcionan, pero no tenemos hacia dónde mirar y mucho menos en dónde encontrar la solución.
Por eso creamos Yuko, taller de meditación sobre amor, pareja y relaciones personales. Yuko es una palabra japonesa que significa amistad, armonía, acuerdo y cooperación.
Es un curso de 4 semanas que explorará la naturaleza biológica de las relaciones interpersonales, el amor de pareja, sexo, la amistad y revisaremos todo lo que he hemos estado haciendo mal. Entonces corregiremos el camino usando la meditación como espina dorsal, además de tomar elementos de ciencia, psicología evolutiva y Budismo Zen.
¡Rápido, piensa en la palabra Amor! Pon atención en las imágenes que llegan a ti. ¿Ya?
Seguramente lo primero que vino a la mente fue algo relacionado con pareja, familia o amigos. En general nos relacionamos con la palabra amor en función de seres queridos (incluso animales). Pero, ¿y si te dijera que en la práctica Zen el concepto de amor es mucho más amplio que eso?
En la cultura occidental la comprensión del amor es limitada. Aunque por muchos lados nos dicen que hay que tener amor por el prójimo, la realidad es que no sucede. Entre nosotros siempre hay desconfianza y nos separa un mar de ideas y juicios. Esto es, en buena parte, lo que nos hace humanos, pero este vivir así crea sufrimiento porque hace que la mente separe la vida en bandos.
El Zen tiene una perspectiva diferente y brutal con respecto al amor. Y por brutal me refiero a que hablamos del tema sin endulzar palabras, sin idealizar o crear fantasías ególatras al respecto. Al mismo tiempo incorporamos el pensamiento de la psicología evolucionista para entender al ser humano como lo que es: un simio más, un ser vivo más.
El amor es uno de los valores principales para el budismo. Podríamos decir incluso que el budismo es una filosofía de amor. Entendemos que nutre el corazón y nos ayuda a crecer como seres vivos. No se limita solo a una persona o a un grupo, sino que es una práctica espiritual cotidiana que se lleva con actos de compasión y generosidad. No busca recompensa alguna más que la integración de la vida a la vida misma, ya que comprendemos que la seguridad y felicidad de otros seres vivos garantiza la nuestra.
El amor es un concepto más allá de explicaciones que hace que la bondad se manifieste en todas las criaturas. Esta bondad la observamos como si fuera un gran río en el que nos sumergimos para convertirnos en parte de él.
El amor es libertad espiritual que fluye desde el practicante y beneficia a todos.
Sin embargo, el «amor» que incluye apegos, lujuria, manipulación, miedo o mala comunicación, no es amor. Es un auto-engaño humano que solo crea sufrimiento. Es por ello que muchas canciones populares del mundo aseguran que «el amor duele».
Y es aquí donde la brutalidad del Zen comienza. El amor humano jamás es desinteresado, a menos que se hagan esfuerzos para mantener atención a los pensamientos. Las personas practicamos un amor egoísta que siempre busca el placer y la retribución, ya sea ideológica o evolutiva.
Muchas fuentes aseguran que el amor más puro es el de una madre, pero esto es solo una linda idea para hacernos sentir bien con la responsabilidad enorme que implica cuidar a un niño. Una madre no es una santa y no, no tiene amor desinteresado. Una madre es un ser vivo más que busca el beneficio de sus hijos para que su material genético se transmita a la siguiente generación, sano y salvo. Hay cariño, hay ternura; por supuesto. Puede que haga un buen trabajo o no. Pero la construcción de la historia de la «madre pura» es un engaño muy costoso porque es la semilla del sufrimiento.
El ser humano idealiza a la persona que decide amar y esto es un terrible piso resbaloso en el que todos caemos.
Sentimos el amor como una inversión que si no nos da lo que buscamos, sufrimos rupturas que nos llevan a la depresión o a la venganza.
Pero no. El amor jamás duele; sino que libera y empuja la existencia hacia adelante. Es tan básico y elemental para los seres vivos que aun la persona más agresiva y gruñona es capaz de sentirlo. Demandamos amor del universo hacia nosotros, sin que pensemos que quizá es todo lo contrario.
Entender que esta emoción es parte de la vida y que somos nosotros los que la transformamos con apegos y autoengaños es importante, porque pone toda la responsabilidad en nuestras manos.
Vivir el amor es una de las mejores experiencias de estar vivo. Nos hace sentir bien, promueve la salud de todos los involucrados y se forman nexos maravillosos que pueden durar hasta la muerte. Y dicen algunas escuelas budistas que incluso van más allá, hasta el renacer de alguien.
El cultivo del amor no depende del deseo carnal o de sacar adelante a la familia.
Amar es dar todo lo que podemos para que todos los seres vivos estén lejos del sufrimiento y en libertad.
Amar es actuar con Gratitud, Compasión y Generosidad; sabiendo que trabajar por los demás nos rodeará de más amor.
Amar es la expresión más pura de la Naturaleza Búdica de todos los seres… aún los que causan daño.
Y claro, hay más qué decir… pero eso será dentro de Yuko, el taller de amor y pareja que pronto anunciaremos 🙂
A todos nos llega el amor y la necesidad de estar en pareja. Es parte de la experiencia humana y quizá la que más trabajo nos cuesta para comprender. Todos queremos encontrar la receta mágica que nos haga vivir un romance digno de película, pero con mucha frecuencia nos topamos contra la pared pues las cosas no salen como imaginábamos.
Al enfrentar una ruptura, en nuestra mente surgen argumentos muy del estilo de…
No estaba en mis planes… Nunca imaginé que fuera así… Pensé que sería diferente… Me rompió el corazón… No sé qué es lo que hago mal… ¿Por qué me hizo esto? Buscaba algo más… Me la paso bien con ella/él, pero… Siempre me pasa lo mismo… No he encontrado al hombre/mujer/ser ideal…
Quiero más que esto…
¿De verdad así va a ser esto?
Creo que muchos nos podemos identificar con estar frases. Todas son el indicativo de que hay algo que no está funcionando bien y que no sabemos ni qué pueda ser. El hecho es que aunque iniciar una relación nos ponga eufóricos, la realidad es que con frecuencia estamos insatisfechos porque nada cumple las expectativas.
Todas esas frases e historias tienen algo en común. Es una característica muy importante que está latente en todos nosotros, miembros de esta cultura hiper materialista:
Vemos el amor de pareja como una inversión y queremos los rendimientos YA. Quiero obtener algo de esto a como de lugar.
Por favor lee de nuevo las frases de arriba. ¿Notas un patrón? Cada una de ellas tiene la palabra YO incluida en alguna forma. Todas las frases ven a la pareja como un ente externo que está obligado a cumplir caprichos e ilusiones. Todas están formuladas desde la búsqueda personal de la felicidad, pero en ninguna se ocupa de buscar la felicidad del otro.
Resulta curioso que cuando he ayudado a parejas a salvar su relación, me he topado con que gran número de ellos ni siquiera están interesados en la felicidad de la pareja. Es más, la felicidad de la otra persona ni siquiera está en el radar. Ven al otro como un peón de un juego de ajedrez personal que está obligado a ser movido a conveniencia.
Todos esperamos ser felices recibiendo detalles y demostraciones de cariño. Todos queremos que la pareja sepa de memoria el guión imaginario que hemos escrito, y que se apegue a él. Exigimos que el otro se acople a las fantasías del futuro que generamos en la maceta. Incluso queremos que alguien cumpla las expectativas que creamos en el pasado.
Pero a la hora de la verdad, cuando enfrentamos la realidad de por qué no funcionan las cosas, sentimos que el universo nos ha fallado.
Al llegar la ruptura nos sentimos ofendidos en el orgullo y la autoestima se va al traste. Queremos venganza, echamos culpas, pedimos razón y sentido al sufrimiento.
Jamás nos detenemos a pensar que la falla radica en el egoísmo desorbitado que practicamos diario.
El amor no funciona así. Nunca ha sido una inversión personal en la que se reciban frutos de cariño.
El amor es mucho más simple y elegante. Se aleja de esquemas personales.
Para Shakyamuni Buda, el amor era el camino a la liberación. Incluye ver siempre por el bien y felicidad de todos los seres que nos rodean, practicar Gratitud, Compasión y Generosidad absolutas y sin cuestionamiento.
Para poder amar es necesario aceptar a la persona como es; sin agregarle nuestra basura mental que viene en forma de expectativa, planes y fantasías.
De igual forma, Shakya-sama nos decía que las relaciones basadas en el deseo, apego, confusión y manipulación; jamás conocerán la libertad que trae el amor real.
Hasta que no veamos honesta y auténticamente nuestro papel en la felicidad de la pareja, estaremos condenados a tropezar sin cesar con el rabo de nuestro ego.
Año nuevo es la época de desear que los caprichos se cumplan, de que la salud esté mejor que nunca y que el trabajo/dinero no falte. Es lindo, claro. Lo hacemos todo el tiempo porque es muy agradable saber que al menos en el mundo de la imaginación, tendremos la vida maravillosa que queremos.
¿Te has puesto a pensar que los deseos de año nuevo son como una especie de hechizos? Queremos que las cosas salgan bien sin esfuerzo y sin obstáculos; y que un amigo imaginario celestial nos ayude tan solo por nuestra bonita cara. ¡Qué increíble que todo fuera como en nuestras fantasías!
Es impresionante lo egocéntrico que es todo lo relacionado a esta festividad auto-impuesta (como todas las demás).
A la naturaleza no le importan nuestros minutos ni nuestros años. “Año nuevo” es solo un concepto más, un día más. Eso por sí mismo es maravilloso y mágico.
Las etiquetas “bueno” y “malo”, solo viven en nuestra imaginación y siempre están vistas desde el ego. La vida es más inteligente que nosotros y aún lo que no nos gusta, la vida lo aprovecha para mejorarse a sí misma.
Lamentablemente estás en Chocobuda, un blog de Budismo Zen. Aquí no te deseo cosas lindas. Con todo mi corazón deseo que 2020 sea un año terrible, difícil y lleno de obstáculos.
¡En Chocobuda te anti-felicitamos por el nuevo año! Es un experimento que comencé en 2014 en el que ha habido buenos resultados, pues las personas que leen y lo entienden, saben que los objetivos personales se cumplen exclusivamente cuando:
Cuestionas lo que hay, para buscar una mejor forma de hacer las cosas.
Investigas y creas una base de conocimiento.
Formulas ideas e hipótesis.
Experimentas.
Cometes errores una y otra vez, para levantarte y continuar.
Llevas lo aprendido a la vida cotidiana.
Compartes los resultados para el beneficio de los demás.
Pero sobre todo, cuando entiendes que el camino lento siempre es el mejor.
Así que te deseo con todo mi ser, que 2019 sea un muy mal año:
Que el caos mental y el ruido externo sean insoportables. Para que así te animes a sentarte a meditar y entiendas que es la madres de todos los hábitos.
Que el dinero falte. Para que entiendas que la vida es mejor y más tranquila cuando se vive con solo lo necesario y sin excesos.
Que te quedes solo. Para que entiendas el valor de la amistad y la importancia de aprender a vivir con uno mismo. El silencio es más importante y agradable de lo que imaginas.
Que te hagan ver lo tonto que eres. Para que entiendas que no eres mejor que nadie y veas el daño que has causado cuando te burlas de los demás. También te servirá para ver todo el camino que aun falta por recorrer.
Que la salud sufra. Porque así entenderás lo importante que es mantener el cuerpo sano y quizá podrías dejar de tratarlo como bote de la basura.
Que sientas mucho frío y no tengas cómo cubrirte. Porque así sabrás lo que sufren otras personas que no tienen las mismas oportunidades que tú. También valorarás el milagro que significa que tengas acceso a ropa, energía y a tener un techo sobre ese bloque que llamas cabeza.
Que caigas en la desesperación. Porque después del drama tendrás que ser creativo, valiente y sabio para poder convertir la dificultad en oportunidad.
Que estés triste. Así sabrás lo valiosa que es la risa y el asombroso poder curativo que nos da.
Que te mientan y que creas. Es la manera en que sabrás el sufrimiento que has causado cuando tu habla no es sincera y hay motivos escondidos en tus acciones.
Que te traicionen. Para que entiendas el valor de la lealtad y no traiciones a las personas que te quieren.
Que te manipulen. Así verás que la manipulación es una de las peores formas de violencia y evitarás manipular a los demás.
Que te falte comida. Porque así sentirás compasión por los que no la tienen y, si eres inteligente, ayudarás. También podrás sentir gratitud por todas las personas y seres vivos que dan su vida para que tu alimentación sea posible.
Que alguien te pague con ingratitud. Así conocerás lo que se siente cuando no te dignas a ser agradecido con las personas y seres que te rodean.
Que la desorganización y indisciplina te causen muchos problemas. Es la única forma que tenemos para entender lo vital que son los hábitos para el ser humano.
Que sufras la muerte de un ser querido. Para que entiendas que todo en el universo es impermanente y des valor a todas las personas que te honran con su presencia.
Que te olviden. Sólo así entenderás lo que la gente siente cuando la ignoras.
Que te discriminen. Así estarás del lado de todas las personas a las que has etiquetado, juzgado y tratado mal por ser diferentes a ti.
Que no te agradezcan nada y que ignoren tus esfuerzos. Porque vivir en ingratitud hace que la vida se vuelva horrible y difícil de llevar.
Que en tu país nada funcione. Para que veas lo necesario que es educarte a ti mismo y educar a los jóvenes en ciencia, arte, cultura, filosofía y sobre todo compasión. Si comenzamos con ellos, quizá los políticos del futuro sean personas de bien.
Que 2020 sea un mal año, lleno de retos, montañas que escalar y de obstáculos. Si puedes salir adelante de todo esto, la noche del 31 de diciembre de 2020 serás una persona agradecida, compasiva, generosa y con un corazón más noble.
Esta es mi manera de desearte que este año que comienza sea el mejor año de tu vida. Pero claro, eso está en tus manos.
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi