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El concepto de Impermanencia es extraño y lejano para muchos porque la sociedad occidental se asume como indestructible. Afirmamos que las personas son para siempre, que el amor dura,  que los planes siempre saldrán bien y que la salud es inquebrantable. Si nos toca pasar por despedidas o perder cosas materiales, creemos que el dolor será eterno y no vemos la salida a los problemas.

Cuando la Señora Impermanencia decide visitarnos para enseñar una lección, la vida se nos cae en pedazos porque no tenemos manera de asimilar todo lo que pasa.

El budismo nos presenta un sistema muy completo y profundo para entender la impermanencia, pero al final se trata más de sentido común que de religión. No hay que pasar miles de horas estudiando si prestamos atención y observamos la vida desarrollarse ante nuestros ojos.

Aquí comparto una serie de acciones que en combinación con una práctica estable de meditación, harán que la impermanencia sea una fuerza de cambio, gozo y aprendizaje.

 

1. Reconoce que la vida es cambio

Absolutamente todo lo que te rodea y todo lo que eres, cambia. No eres la misma persona que comenzó a leer este artículo porque dentro de ti murieron millones de seres microscópicos y nacieron otros tantos. Tus ideas eran otras hasta antes de leer estas palabras. Han pasado minutos en los que el sol ha avanzado su marcha, la Tierra gira y millones de organismos en el universo han cambiado su bioquímica, masa y posición en el espacio. Tu auto, tu casa, tu ropa; todo se ha hecho un poco más viejo. Ayer eras otra persona, al igual que hace 5 o 10 años.

Sentarte en silencio por unos momentos y observar lo que pasa a tu lado es un gran ejercicio porque se puede ver y sentir cómo las cosas cambian.

Esto aplica también para tus planes y tus objetivos en la vida. No importa qué tan perfecto sea un plan, la vida tiene otros esquemas y agenda. Por lo regular no compaginan con lo que hay en tu imaginación.

No es que no debas tener una ruta planteada para tu vida, es solo que también hay que considerar que la vida te puede cambiar todo en un segundo.

 

2. Acepta que no eres inmortal (y nadie que ames tampoco)

Pensar en tu propia muerte no es algo con lo que estemos relacionados. De hecho le tenemos miedo a imaginarlo y huimos de la idea.

Pero saber que tienes fecha de caducidad le da sentido a todo lo que haces. Justo porque vas a morir y no sabes cuándo, cada instante que vives es precioso. Cada beso, helado, despertar, sonrisas, trabajo… todo es una joya preciosa que debes agradecer. Sí, aun las cosas que no te gustan.

Vas a morir, es un hecho. Es el final de todas las historias humanas. Entonces, ¿de verdad quieres desperdiciar tiempo en causar daño a los demás? ¿De verdad vas a dedicarte a dar vuelo a la avaricia y deseos? ¿No sería mejor dejar el mundo un mejor lugar y ser gentil con todos los seres?

Aceptar nuestra mortalidad y disfrutar cada segundo nos convierte en personas más sensibles y felices, por más descabellado que suene.

 

3. Reduce expectativas

Esperar demasiado de los demás y de la vida, es el camino seguro a sufrir. No importa cuán fuerte lo intentes, la vida y las personas jamás llenarán los zapatos imaginarios que has generado.

Conozco una persona cercana a mi (COF COF mi padre COF COF… perdón, es que tengo tos), que crea expectativas de todo y vive con el corazón roto porque nada se le cumple. Hace unos meses, por alguna razón, se inventó la fantasía de que alguien de la radio, amigo suyo, le pediría una entrevista. Pasó un par de semanas acariciando su momento de fama y planeando lo que diría en la transmisión. Al final su amigo no le volvió a llamar, y la entrevista jamás sucedió. Lo que siguió fueron dos semanas amargas en las que el universo no se acomodó a sus planes.

Crear expectativas y vivir de ilusiones y esperanzas es muy peligroso. Es mejor conservar una cabeza fría y mantener la imaginación bajo control.

 

4. Acepta que nunca has tenido nada bajo control

Justo porque la vida es dinámica y el ser humano es un macaco pretencioso, nunca, NUNCA hemos tenido el control de nada. No controlamos el clima, las placas tectónicas, a las personas, el paso del tiempo y ni siquiera nuestra propia salud.

Lo que tenemos es la fantasía de que somos ultra poderosos y eso nos hace sentir bien. Por ello los cambios nos cuestan tanto trabajo.

No tiene nada de malo hacer planes y diseñar procesos. ¡Está perfecto! Pero siempre hay que recordar que somos nosotros los que se adaptan al flujo de la vida. A la vida no le importan tus planes y no te escucha.

 

5. Aprende del cambio

Cuando el cambio llega en forma de muerte, desastre o despedida, por lo regular nos descarrilamos como tren a toda velocidad.

Es normal tener dolor y debemos dejar pasar el tiempo para procesar lo que pasa. El problema es que el cambio nos congela y evita que nos movamos. ¿Cuántas personas no conoces que no han podido soltar por años el sufrimiento de la muerte de alguien?

Mantener una mente abierta a las lecciones de la vida hace que el cambio siempre sea positivo, por más difícil que sea la situación.

 

6. Camina un paso a la vez

Tengo pocos recuerdos de mi abuelo paterno, pero una frase que decía constantemente era: no te comas el mundo a puños porque te atragantas. Visto a la distancia, creo que tenía razón.

Tratar de vivir demasiado rápido, querer ganar/vencer siempre o ser impaciente con los demás; nos llevará a sufrir.

¿Y si sólo vivimos por hoy? ¿Si solo te enfocas en lo que estás haciendo en este momento? Al fin y al cabo este momento ya terminó.

 

7. Disfruta todo

 

Tener un auto de lujo, o lo que sea de lujo, nos trae mucho placer.  Buscamos siempre pasarla bien y creamos industrias completas para ello.

Pero hay gozo en las cosas simples también, como una simple taza de té, sentir el aire en la piel y la luz naranja del atardecer.

Al mismo tiempo, la tristeza, la separación y la muerte son gozosas en el sentido que nos hacen crecer como personas.


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