Al nacer, todos somos visitados por varias Hadas Madrinas. Cada una de ellas trae talentos y regalos. Hay a quienes les toca recibir facilidad para la música, literatura y arte. Otros son buenos para los números y la ciencia. Algunos reciben dotes para la cocina. Algunos no somos buenos para nada.

Pero no importa cuáles sean tus talentos y regalos, hay un personaje que nadie quiere cerca. El Hada Comadreja siempre llega, aún sin ser invitada. Nos da un mazo de barajas que contienen las experiencias que nos gustan y las que no nos gustan. Este mazo es con el que jugaremos el resto de nuestra vida.

La existencia es como un gran juego de cartas y siempre estamos jugando con la Vida. Es esta mesa cósmica en la que nos desarrollamos, crecemos y actuamos. En cada partida, hay que tomar cartas para ponerlas en la mesa y ponerlas en juego. El problema es que en este juego no podemos elegir; todas las cartas deben ser jugadas.

Aquí yace una fuerte razón para nuestro sufrimiento. A pesar de que la regla es muy clara; nos esforzamos en hacer trampa. Buscamos a toda costa esconder las tarjetas que no nos gustan.

Por debajo de la mesa vamos ocultando la muerte, las despedidas, las rupturas de corazón, el desempleo, la enfermedad, la separación, la incomodidad, el clima que odiamos, las personas que lastiman, las ideas que no van con las nuestras y hasta la comida que no cumple con el sabor que esperamos.

Todos hacemos lo mismo. Creemos que podemos ganar, tomando ventaja de que la Vida no se ha percatado de la chapucería.

Pero la Vida es más sabia que tú y que yo. Sabe perfectamente que haces trampa y se encargará de restregarte esas cartas en tu cara, justo cuando menos lo esperes. Y aunque es claro que hemos querido pasarnos de listos, nos sentimos traicionados. Sabemos la responsabilidad que está en nuestras acciones, pero no queremos los resultados que no acarician el ego. Las consecuencias y emociones negativas que nacen de nuestros actos son lo peor que nos puede pasar.

Caminamos nuestro tiempo en este mundo lamentándonos lo que no es, deseando lo que no tenemos y huyendo de la incomodidad. Lo que nos inhabilita de ver la otra parte de las reglas del juego: todas las cartas que no te gustan, son tus mejores maestros.

Las despedidas, los corazones rotos, el final de la comodidad; nos enseñan sobre impermanencia y que nada es para siempre.

La carencia, los retos sociales, los políticos malintencionados, la deshonestidad y el crimen; nos enseñan que hay que mejorar el ser para de ahí partir a mejorar las sociedades.

Cada carta de este juego cuenta y hay que jugarla tan pronto sea puesta en la mesa. Entre más tardas, más sufres.

Entonces; aquí tienes tu mazo de cartas. ¿Cómo piensas jugar?