Para la mente occidental la práctica Zen es muy difícil. Las enseñanzas del Buda y Dogen Zenji nos hacen cuestionar tanto nuestro estilo de vida actual, que muchos prefieren no dar el primer paso y regresar a terreno seguro.

En esta Vía del Zen aprendemos sobre Impermanencia, Dukkha y pasamos mucho tiempo estudiando la razón por la que todo está Vacío. Pero quizá una de las enseñanzas más difíciles de aprehender es el cultivo de la ecuanimidad. ¿Cómo voy a estar ecuánime si las cosas no son como quiero que sean? ¿Cómo estar en calma si me duele / estoy enojada / estoy enamorado / tengo miedo / ardo de deseo?

Nuestra mente evolucionó para ordenar el universo en categorías y para poner etiquetas a todo. Desde a penas unas horas de haber nacido comenzamos a desarrollar el ego. Lo que se siente bien, cómodo y seguro (ej. mamá); es bueno. Lo que no me sirve o me da incomodidad; es malo (ej. inyecciones). Para nada es que esta función de la mente sea mala. Todo lo contrario. Necesitamos las etiquetas y categorías para entender lo que nos rodea y para procurar una vida propicia para transmitir nuestro legado a la siguiente generación. Es lo que hacemos los seres vivos.

El problema es que nos perdemos en los juicios, críticas y constantemente dejamos que las emociones se salgan de control. Encima de todo, agregamos historias personales, planes y fantasías. Todo ello es una de las fuentes más grandes para nuestro dolor existencial o dukkha.

El Buda nos dejó varios discursos que nos impulsan a soltar las preferencias y etiquetas. Debemos estar siempre alertas de cuando estos pensamientos comienzan a tomar el control.

Dogen Zenji en su obra Fukanzazengi nos dice:

…si hay una fisura [en la práctica de Zazen], por muy estrecha que sea, la Vía queda tan alejada como el cielo de la tierra. Si se manifiesta la menor preferencia o la menor antipatía, el espíritu se pierde en la confusión.

El la práctica Zen entrenamos la mente para no caer en el juego de la mente. Aprendemos que el cielo solo es. El agua solo es. La vida-muerte solo es. Todo lo que se salga de esos hechos, que ni siquiera necesitan nuestras palabras humanas para existir, es solo drama creado por uno mismo.

Cuando decidimos que esto es bueno, pero aquello es malo, estamos creando preferencias. Dogen nos dice que dividir el universo en bandos, en colores, en banderas, en géneros y en política; hace nuestra experiencia de vida sea miserable. Jamás estaremos libres estas cadenas que nos ponemos en el cuello.

De las preferencias y etiquetas nacen las emociones. De las emociones nacen los pensamientos. Si damos valor a esos pensamientos, comienzan las historias que acarician al ego. Esto hace que se fabriquemos pasión, deseo, lujuria, ignorancia, odio, celos , y cientos de etcéteras. Y cuando llegamos a ese hoyo, es difícil salir.

La práctica Zen nos abre el corazón y la mente para convertir nuestra vida en el Camino Medio. Nos mantenemos justo a la mitad de la mente discursiva, las emociones y el mundo como realmente es. Cuando la tormenta de emociones ataca, la ecuanimidad nos salva de mucho sufrimiento.

Pero Chocobuda, yo no quiero ser un robor insensible como tú.

No, no se trata de ser un droide estoico que no llore o que no ría. Se trata de desarrollar atención plena para soltar las historias de ego que la mente fabrica, y regresar una base sólida de ecuanimidad. Esto hace que la vida sea más disfrutable y cómoda.

¿Cómo lograr la ecuanimidad? Pasando tiempo sentados en el zafu es el mejor lugar para comenzar.