Si leemos con atención la historia de muchos monjes budistas, podemos encontrar detalles en común como la práctica y estudio del dharma; la eterna lucha contra el ego y la búsqueda del beneficio de todos los seres sintientes. Pero un detalle particular es el hecho de que casi todos hacen del peregrinaje una actividad recurrente a lo largo de la vida.

Un servidor no se escapa de esto, pues estoy a unas horas de emprender otro viaje más. La Vía me lleva a Japón para entrenar junto a mis Maestros, practicando y estudiando en 3 templos y visitando algunos otros más. Este peregrinaje durará 1 mes.

La travesía no la haré solo. Estaré acompañado de ustedes, que lo han hecho realidad. Gracias a la tecnología, ¡me los llevo a todos en el corazón y en el bolsillo!

Esta entrada en el blog servirá como bitácora de viaje. Quedará abierta por lo que dure el peregrinaje, así que regresa aquí para leer y participar en los comentarios. Cada que me sea posible publicaré texto, imágenes y video. Avisaré por Twitter cuando haya actualización.

Así que sin más, regreso a hacer maletas. Gracias, a todos.

 

Llegando a casa

Luego de un vuelo largo y de haber dormido poco, me encontré con mi maestro en el aeropuerto. Nos saludamos y nos dirigimos a nuestro templo.

Me siento en casa. Comienza el estudio y el silencio.

Pero las cigarras en los árboles no parecen estar interesadas en callar.

Zazenkai de sábado 28 de septiembre de 2019

Hoy las actividades comenzaron a las 4 AM y nos dirigimos al zendo para Zazenkai de 4 horas. Tuve el honor de dirigir la sesión y dar un charla sobre la importancia de viajar para encontrar al Maestro.

Además me hicieron bailar mambo. Y a pesar de mi ego, lo hice.

Si quieres participar en esta ceremonia, solo sigue lo que pasa en el video. Advertencia para los que no tienen experiencia: son 4 horas de práctica… Pero vale la pena.

Hoy atravieso Japón para llegar al segundo templo donde estaré entrenando. Estaré fuera del aire por unos 6 días.

Hasta entonces, querida sangha.

 

El templo en la montañas

Las montañas de Japón no son como en las películas de fantasía. Hay calor húmedo y es difícil la travesía. Nunca había estado en esta parte de la tierra del sol naciente, así que es una aventura.

El templo en el que me encuentro se llama Antaiji. Es de los pocos que ofrecen instrucción a monjes extranjeros, aunque no siempre aceptan estudiantes. Estoy aquí gracias a que mi maestro habló con el habad para que me abrieran las puertas.

La disciplina que se vive aquí es impresionante. Todo funciona como maquinaria de reloj, al segundo y nada se sale de lo establecido… Excepto el ego, que se revela.

Ha habido mucho aprendizaje, pero hoy comparto dos. Lo siento, pero no he tenido tiempo para más.

Hay un punto más, pero aún no estoy seguro si lo debo compartir. Seguro ya me has escuchado sobre esto: el Budismo Zen no es vegano. Y la prueba de ello es que pescados, mariscos, moluscos, venado y jabalí son servidos casi todos los días en Antaiji, lugar de espiritualidad y Buddha dharma. No me animo porque mis lectores veganos se ponen súper agresivos. Pero bueno, quizá haga un video al respecto.

Y también dejo unas fotos, con el compromiso de publicar más.

 

¿Sueñan los androides con budas eléctricos? 

La ciudad de Kyoto me recibió con estampas de impecable belleza y con gente cálida que me abrió las puertas sin pensarlo.

Se convirtió en una parada importante en mi peregrinaje porque hay muchos templos para visitar, pero muchos compañeros monjes que quieren conocerme y enseñarme.

Cuando esté de regreso en México escribiré más sobre esta experiencia, pero hoy quiero hablar sobre algo sobresaliente: Mindar, la versión androide de Kanzeon / Kannon o Avalokiteshvara.

Mindar es el resultado de los monjes visionarios de Kannon-ji (ji significa templo), quienes decidieron unir esfuerzos con ingenieros de varias universidades para crear un robot budista.

Ella es Avalokiteshvara, bodhisattva de la compasión universal, aunque su movimiento es limitado, es capaz de dar sermones escritos previamente, responder algunas preguntas y  mirar a los ojos a los asistentes.

El sermón que escuché fue sobre la importancia de abrazar la Vacuidad de las cosas. Solo así es como la compasión puede fluir en el corazón de las personas.

Mindar es un proyecto muy controversial porque algunos dicen cosas como «¿Cómo es posible que un robot de enseñanza budista? ¡Es herejía!»

Pero, ¿qué tan diferente es Mindar de cualquier otra imagen religiosa? Por milenios hemos hecho reverencia ante cuadros o esculturas. Hacer reverencia por un robot no es lo importante.

Lo que hace que el Dharma viva es la intensión y la disciplina de la práctica.

 

Amida Buda

Al estar estudiando historia del Budismo he descubierto que no importa la rama que esté revisando, Amida Buda o Butsu siempre aparece. Es una de las figuras más iconicas del Budismo, aunque en occidente no nos quede claro que existen cientos de representaciones distintas de Shakya-sama.

Ayer, acompañado de unos amigos monjes y mis dos Maestros, visitamos el templo de Kiyonomizu. Es un templo en la montaña dedicado a Kanzeon (Avalokiteshvara) y a Amida Butsu. Actualmente no es un templo funcional, sino una para obligada para millones de turistas.

El lugar estaba repleto de visitantes y era difícil caminar o detenerse a admirar las obras, que estaban prácticamente olvidadas por los jóvenes que acuden a Kiyonomizu para tomar fotos y subirlas a sus redes sociales.

Así que con toda tranquilidad me pude detener ante Kanzeon y Jizo para hacer mis respectivas reverencias. Pero luego el camino me llevó a un altar monumental de Amida.

Y lo que voy a decer es por completo personal. Es muy posible que no se entienda.

Al ver a Amida dorado, imponente y en paz, todo cobró sentido: este viaje, mi pasado, mi práctica y servicio como monje. Todo el dharma converge en este buda que está rodeado de mil budas dorados, interconectados por Gratitud, Compasión y Generosidad.

No pude contener las lágrimas. Me rendí, lo rendí todo, lo perdí todo, solo para  contemplar en silencio y sentir mis ojos derramarse sin parar.

Nami Amida Butsu. Amituofo.

Simplemente es.

 

Lo sagrado en lo cotidiano

En el único día de descanso que tendré en este viaje, aproveché para caminar sin rumbo por las calles de Kyoto. He llegado al pequeño templo Rokkakudo, en el corazón de un sector de negocios.

¿Un templo en un lugar de negocios? Sí, y muchos ofininstas hacen una pausa para ir a hacer un par de reverencias al Buda y a Kannon, y pasar unos minutos de completa paz, para luego regresar a sus escritorios.

Hoy dejaré esta ciudad y a mis compañeros, para viajar hacia Eiheiji, el templo de Dogen  Zenji. Pasaré algún tiempo entrenando un poco más antes de concluir este viaje.

 

Caminando los pasillos por donde Dogen caminó

Eiheiji es un monasterio enorme. Está lleno de corredores, salones, dormitorios, zendos, altares y uno se puede perder con facilidad si no está en compañía de algún monje residente. Por fortuna me asignaron a un compañero monje que me acompañaba a todos lados y me explicaba todo lo que había que saber. Mis días aquí han estado llenos de silencio, zazen y contemplación… y claro, un tifón de magnitudes históricas.

¡Todo en Eiheiji es hermoso! Cada rincón está lleno de belleza, que sin duda toca el corazón. Pero lo más impactante es saber que uno está caminando los pasillos por los que Dogen caminó, nos sentamos en las mimas salas en las que Dogen enseñaba a sus alumnos. Aunque él murió hace siglos, su ejemplo sigue aquí cada vez que nos sentamos en Shikantaza Zazen.

 

Aquí algunas imágenes de los jardines de Eiheiji, porque no nos permiten tomar fotos en el interior.

Próxima y última parada: Kamakura.

 

Budas gigantes llenos de Vacío

En Kamakura he visitado varios templos importantes y muy hermosos, pero el más significativo para mi ha sido Kotoku-in. Éste es un templo Zen de la orden Jodo-Shu, que ahora es solo punto turístico y es el hogar del Kamakura Daibutsu (Buda gigante de Kamakura).

Este Buda es el original Chocobuda, del que está tomada mi figura de Amida Buda que me ha acompañado por 20 años.

Es un Amida de 15 metros de altura, moldeado en bronce que domina el panorama. Siempre está sereno, impasible y contempla todo desde la perfección de su Zazen.

Y claro, como todo buen Buda, está lleno de Vacuidad:

Ya es tiempo de regresar a casa.