El torrente de emociones con las que vivimos es difícil por naturaleza. Casi nunca estamos preparados para recibirlas, entenderlas y soltarlas. Todo lo contrario. Cuando las sentimos, usualmente caemos en dramas, excesos, obsesiones y una gran confusión que nos lleva a sufrir. Sí, aún las emociones “positivas” mal comprendidas, nos llevan a dukkha.

La mente intoxicada de ego y emociones casi siempre cae en ira, desesperación, resentimiento y miedo. Esto significa que se vuelve cerrada y obtusa, lo que evita ver todo el panorama completo. Es normal que alguien llore por una despedida mientras llena su panza con helado o chocolates, sin ver que tener comida disponible es un milagro de la vida.

El enojado insulta a los demás desde su auto. Es decir, no ve que tiene auto.

El indignado se queja por redes sociales, olvidando que cuenta con todo para poder quejarse: servicios, sabe leer, tiene cultura, ropa que protege su piel y miles de bendiciones.

Y es que cuando la ingratitud llena el corazón, la inteligencia y la compasión mueren.

Por eso es que en la práctica Zen, la Gratitud es parte importantísima de nuestra espiritualidad.

Agradecer todo lo que nos rodea, todo lo que tenemos, todos los privilegios; nos hace sentir conectados, humildes y amados por la vida.

Ser agradecidos nos ayuda a conectar con la vida misma y a comprender la Ley de Causa y Efecto; lo que hace que las emociones sean menos abrumadoras.

Primeros auxilios emocionales

Otra parte hermosa de la gratitud es que no solo se trata de la felicidad de un individuo. Es la conexión de la felicidad entre varios seres. Por eso cuando alguien experimentando dukkha me contacta, lo primero que hago es aplicar una bandita de Gratitud y le pido que mire todo lo que le rodea. Que agradezca lo primero que sus ojos encuentren.

Aún en los casos más extremos como enfermedad o dificultades socio económicas, la Gratitud crea una ola de benevolencia que ayuda a calmarnos y a conservar la paz. Esto no solo nos hace sentir bien, sino que nos da espacio para tomar mejores decisiones y simplemente navegar las aguas sin ahogarse.

En el Katannu Sutta, el Buda nos dice:

Ahora, ¿cuál es el nivel de una persona sin integridad? Una persona sin integridad es desagradecida e ingrata. Esta ingratitud, esta falta de gratitud, es típica de personas sin educación. Está totalmente en el nivel de las personas sin integridad. Una persona íntegra es agradecida y tiene gratitud. Esta gratitud, este agradecimiento, es típico de personas civilizadas. Está totalmente en el nivel de personas de integridad.

La práctica activa de la Gratitud nos vuelve seres más propensos a conservar la ecuanimidad y a que las emociones no nos controlen.

La Gratitud es elegancia, benevolencia y nos da integridad para navegar las aguas del Samsara.

Así que la próxima vez que el drama llegue a tu vida, una bandita de Gratitud podría ayudar a no pasarla tan mal.