A todos nos ha pasado que descubrimos una charla TED o un tutorial interesante que promete cambiar nuestra vida. En unos minutos nos dan la receta para crear hábitos o cambiarlos, pero al terminar el video regresamos a ser nosotros mismos. Toda esa intención e ilusión de cambiar algo, se diluye en las mil ocupaciones que tenemos.

Es posible que el material que vemos sea de buena calidad y esté bien presentado, pero lo expuesto jamás quedará en nosotros a menos que vayamos profundo dentro de nosotros para entender cómo funcionamos ante los hábitos.

Entre muchas variables, hay que destacar que los hábitos nos cuestan mucho trabajo porque la mente humana está hecha para optimizar recursos y aprovechar la comodidad. Una vez que encontramos la ruta de menos esfuerzo, nos quedamos atascados y no queremos movernos.

Es en ese punto donde dejamos de progresar y de intentar cosas nuevas, a pesar de que somos el resultado de nuestros hábitos. Aunque tengamos la fantasía de ser libres y únicos, todo lo que hacemos, la manera en la que aprendemos y cómo navegamos las aguas del samsara, está apoyado en los hábitos que nos forman.

Para los practicantes de budismo, los hábitos son esenciales. Las enseñanzas de Shakyamuni son, en esencia, una colección de hábitos para entrenar la mente y soltar todo aquello con lo que nos causamos daño. En el Dhammapada, el Buda nos dice:

Se destruyen todas las contaminaciones de aquellos que siempre están vigilantes, que se autodisciplinan día y noche y que se esfuerzan totalmente en alcanzar el Nibbana.

Para el Buda, el poder de la disciplina y el cultivo de hábitos eran vitales para una vida sin sufrimiento. Hay mucho que aprender de ello.

Te sugiero un pequeño ejercicio. Haz memoria de cómo fue esta mañana. ¿Qué hiciste después de despertar? ¿En qué orden?
Y ahora piensa en ayer. Luego el día anterior. Es muy posible que hayas lo mismo y en el mismo orden. Quizá hubo una variación aquí y allá, pero los hábitos y la rutina que sigues es la misma todos los días.

Los hábitos nos ayudan a crear patrones de conducta que hacen la vida más ligera porque ya no inviertes tiempo ideando cómo cepillarte los dientes. Una vez que los aprendemos, ejecutamos rutinas de manera intuitiva. Así liberamos tiempo de procesamiento a la mente y podemos enfocarnos en otras cosas.

Todo esto suena bien y hasta lógico. Pero ¿por qué no podemos crear hábitos nuevos tan fácil?

Las razones varían, pero las más importantes son:

  • Falta de un método
  • Falta de información
  • Consultamos a personas igual de desinformadas que nosotros
  • Metas demasiado grandes y a corto plazo

El ejemplo clásico es bajar de peso. Queremos adelgazar a como de lugar, sin haber leído un solo libro de nutrición, sin consultar a un experto, y con la poca información de un video de Tik Tok. Por supuesto que fallamos con todo éxito.

Comenzar con un solo hábito y por la vía lenta

Justo porque no tenemos información ni un método, los hábitos son muy difíciles y no los cumplimos.

La manera ideal para lograrlos es comenzar con una etapa de investigación. Luego, descomponer el hábito en mini-hábitos para que sea más fácil de lograr.

Por ejemplo. Si queremos comenzar a practicar un deporte y ganar un torneo, hay que comenzar con lo mínimo indispensable para lograrlo. Por ello, no compramos ropa deportiva, ni zapatos, ni equipo costoso. Solo comenzamos a despertar 10 minutos antes por la mañana. Eso es todo.

Una vez que eso se logra, luego de un par de meses, saltamos al siguiente hábito. Podría ser salir a caminar 20 minutos por la mañana.

Parece mentira, pero descomponer una meta grande en pequeños hábitos, funciona muy bien.

En la próxima entrega de esta serie veremos cómo la economía y otras ramas del conocimiento nos pueden ayudar.

¿Qué hábito te gustaría crear? ¿Qué hábito te gustaría cambiar?

Si quieres saber cómo crear hábitos virtuosos o cambiar alguno que no te guste, te invito a nuestro taller Shojiki.