Nunca me gustó el personaje de Daria, de las viejas animaciones de MTV. Aunque era un programa de comedia, también era un muestrario de lo que una persona ingrata puede ser. Traducido a la vida real, las Darias del mundo no se la pasan nada bien. Yo era una de ellas.

¿Has sentido alguna vez que la vida no te da lo que mereces? ¿Haces hechizos o decretos para que el cosmos te cumpla y cambiar las cosas? ¿Sientes que el universo te debe algo? ¿Te cuesta ser paciente con los demás? ¿Crees que tener dinero o un buen empleo te otorga el derecho de tratar a los demás como tus sirvientes? ¿Ves a otros como inferiores culturalmente? ¿Te has sentido solo y desconectado de los demás? Si has experimentado alguna de estas emociones o actitudes, podrías estar viviendo tu vida con un sentido de ingratitud.

Tengo que decir que la ingratitud está tan arraigada en las culturas hispanoparlantes, que ni siquiera estamos conscientes de ello. Se requiere un esfuerzo consciente para verlo y entender lo mucho que nos afecta.  Si pones atención, hay ingratitud en casi todas las personas que te rodean. Las charlas en las que participas, la cultura familiar y hasta el contenido de redes sociales, todos están marcadas por la ingratitud.

El budismo, independiente de la tradición, es una práctica espiritual con base en gratitud. Pero justo porque no sabemos verla, no podemos tocar esta parte fundamental de las enseñanzas de Shakyamuni. Pero hablaremos de eso en otro artículo.

¿Qué es la ingratitud?

La ingratitud es un sentimiento y una postura ante la vida que se caracteriza por no reconocer ni apreciar los actos amables, los favores, los regalos, las cosas que ya están o las bendiciones que recibimos de los demás o de la vida en general. Es como mirar un hermoso paisaje y no ver más allá de la suciedad en el cristal de la ventana. La ingratitud nos hace enfocarnos en lo que falta o en lo que creemos que merecemos en lugar de apreciar y valorar lo que tenemos.

Esta mente de carencia se convierte en una sombra que opaca toda la experiencia de vida.

Es importante destacar que sentir ingratitud en algún momento no nos convierte automáticamente en personas ingratas. Todos enfrentamos desafíos y momentos de insatisfacción en la vida. Sin embargo, cuando la ingratitud se convierte en un patrón de pensamiento constante y una forma de vida, puede tener consecuencias emocionales significativas.

Los riesgos de la ingratitud para la salud emocional

La ciencia ha demostrado que la ingratitud puede tener varios efectos negativos en nuestra salud emocional y bienestar. Aquí hay algunos riesgos comunes asociados con la ingratitud:

1. Aislamiento Emocional: La ingratitud puede aislar emocionalmente a las personas. Cuando no apreciamos ni reconocemos las contribuciones y los actos amables de los demás, es más probable que perdamos conexiones significativas con amigos y seres queridos. Esta desconexión puede llevar a la soledad y la sensación de aislamiento.

2. Dificultad en las Relaciones: La ingratitud puede dañar nuestras relaciones personales. Cuando no mostramos gratitud hacia los demás, es menos probable que otros quieran ayudarnos o ser amables con nosotros. Esto puede llevar a conflictos y tensiones en nuestras relaciones.

3. Mayor Estrés: La ingratitud está asociada con niveles más altos de estrés. Cuando constantemente nos enfocamos en lo que nos falta o en lo que no estamos recibiendo, experimentamos niveles más altos de estrés y ansiedad.

4. Depresión: La ingratitud también se ha relacionado con un mayor riesgo de depresión. Las personas ingratas tienden a tener una perspectiva más negativa de la vida y pueden sentirse más deprimidas debido a su enfoque constante en lo negativo.

5. Falta de Resiliencia: La ingratitud puede socavar nuestra capacidad de recuperación. Aquellas personas que practican gratitud tienden a ser más resistentes y creativas ante la adversidad, mientras que la ingratitud puede hacer que enfrentemos los desafíos con menos recursos emocionales.

6. Menos Felicidad General: En última instancia, la ingratitud puede disminuir nuestro nivel de felicidad general. Al no apreciar lo que tenemos, perdemos la oportunidad de experimentar la alegría y la satisfacción que proviene de la gratitud.

La ingratitud puede oscurecer nuestras vidas y socavar nuestra salud emocional y nuestras relaciones. Sin embargo, la gratitud tiene el poder de iluminar nuestro mundo y mejorar nuestro bienestar.

Cultivar la gratitud no solo nos beneficia a nosotros mismos, sino que también tiene un efecto positivo en las personas que nos rodean. Al enfocarnos en lo que tenemos y apreciarlo plenamente, podemos vivir una vida más feliz y significativa.

La gratitud nos conecta con el presente, con los demás y con la belleza que existe en el mundo, y nos recuerda que tenemos mucho más de lo que imaginamos. Si quieres comenzar a vivir en gratitud, nuestro próximo taller te interesa. Clic aquí.