Cada Dharma habita en su posición del Dharma.

En la amplia oferta espiritual de nuestro Gran Maestro Eihei Dogen, existe una enseñanza llamada Ho-i, La Posición del Dharma. En ella, se nos recuerda que todo ser, fenómeno, objeto o momento existen en su posición única del Dharma, desplegándose perfectamente en su existencia singular. Es decir, dentro de la Totalidad del Dharma que es el universo, cada cosa y ser son un Dharma en su propio espacio e individualidad. Pero al final cada Dharma habita en su posición del Dharma.

Imagina por un momento que cada entidad o suceso es el único en el universo entero, como si, en su momento de ser, no existiera nada más que eso. Esta visión revela que cualquier posición del Dharma individual es, en sí misma, el universo completo, sin excluir nada.

Cada cosa o momento, a pesar de su tamaño o importancia, es ilimitado y sin medida, pues es único y no hay nada con qué compararlo. Al sentarnos en Zazen, tomamos nuestra propia posición del Dharma, abarcando todo el espacio y tiempo, experimentando la plenitud y la atemporalidad. Zazen se convierte en un acto completo en sí mismo, donde no existe nada más que hacer, ningún otro lugar a donde ir, nada falta y todo se contiene y se cumple en el acto de sentarse. Zazen es por completo la verdadera posición del Dharma.

Esta enseñanza no es original de Dogen. Tiene sus raíces en las enseñanzas de la escuela Tendai, en el Sutra del Loto que tanto apreciaba, y se refleja en las tradiciones Mahayana y Zen. Aunque pueda parecer abstracto para algunos, en realidad, es una medicina práctica que permite la comprensión profunda y la liberación de nuestra experiencia del mundo.

¿Cómo nos afecta esto? La mayoría experimentamos el Samsara como un mundo lleno de dolor, conflictos y sufrimiento. Hay Dukkha en la desilusión, en la ira y en la tristeza. El Budismo Zen ofrece la realización de la vacuidad como medicina suprema, donde la separación se disuelve, y con ella, la distinción entre yo y tú, esto y aquello, nacimiento y muerte. En Zazen, experimentamos cómo se derrumban todas estas separaciones y conflictos, sintiendo cómo se desvanecen las tensiones y el sufrimiento.

Sin embargo, esto no significa que el Budismo nos haga ver el mundo y sus horrores como meras ilusiones para ser transcendidas y olvidadas. Aunque todo tenga una pinta de autoengaño, el mensaje de Ho-i es más profundo. La vacuidad se manifiesta en cada momento y cosa, haciéndolos preciosos y completos, cada uno habitando en su posición del Dharma, incluso aquellos aspectos de la vida que rechazamos o nos causan dolor. Todos y cada uno son el Buda manifestándose, formando un universo donde cada pieza, cada actor, cada semilla tiene su lugar perfecto, aun en las escenas más trágicas o en los frutos más venenosos.

Ho-i no nos vuelve complacientes frente a la violencia y la fealdad, sino que nos da la paz necesaria para transformarlas en belleza. Tenemos el poder de cambiar un Dharma de odio o codicia por uno de amor y generosidad, cada uno ocupando su nueva posición del Dharma.

Juntos, podemos hacer de este planeta un escenario armonioso y bello. En nuestra vida personal, enfrentamos altibajos con la misma visión: reconociendo cada momento, ya sea de enfermedad o salud, como la totalidad del universo expresándose en ese instante. Aprendemos a abrazar cada experiencia, cambiando lo que podemos y honrando lo que no se puede cambiar, cada instante es su propio Dharma completo.

Dogen Zenji nos enseña que la vida y la muerte, como todo lo demás, son situaciones completas en el momento, no separadas sino expresiones completas del Dharma. Al comprender que vida y muerte son nirvana, nos liberamos de ellas. Cada ser, momento o circunstancia, no importa lo difícil que sea, se convierte en una manifestación completa y preciosa de la realidad, cada uno es un Buda y una Perla Brillante que contiene el Todo.

Y así, mano a mano, nos esforzamos por crear una vida y un mundo tan saludables y plenos como sea posible, aceptando y honrando todos los resultados como su propia posición del Dharma en este momento del Dharma. En la práctica, aprendemos a conocer la totalidad de la vida, con todas sus complejidades y desafíos, como una expresión completa y perfecta del Dharma, abrazando cada momento con compasión, sabiduría y el compromiso de transformar nuestro entorno para el bien de todos.