Cuando estamos en retiros de Budismo Soto Zen, o Sesshin, la mente entra en un estado de presencia y paz que es difícil de describir.
Hacemos reverencia al zafu y al Buda, nos sentamos en silencio y luego de unos treinta minutos suena la campana. Entonces el maestro llama a kinhin y caminamos en linea. No hay prisa, no hay a dónde ir y no hay nada que ganar.
Solo seguimos la vida a donde nos llevan los pies y no cuestionamos.
Creemos que el Buda está presente en nosotros y nos lleva por la Vía para ayudar a todos los seres vivos.
Crecemos cada vez que leemos o escuchamos el Dharma.
Renacemos con cada segundo que nos regalamos al universo para ayudar a todos los seres vivos.
Creamos sinergia con Todo Lo Que Es para dar fuerza a los demás seres y ver por su bienestar. Adoptamos una conciencia similar a la que tenemos en los sueños, donde el acercamiento a las vidas que nos rodean abre nuestro corazón a la Luz de Amida.
Esta es la Luz que disipa la confusión y el dolor que nos trae la cultura humana. Es este manto luminoso en el que sabemos que todo es posible cuando nos movemos como uno solo, sin división.
La dulzura del Dharma evapora el pasado y no nos deja mudarnos al futuro. Nos hace ver que una piedra, una espiga de pasto, un humano o un planeta entero son exactamente la misma cosa.
Estamos al borde un abrir de ojos cósmico que hará que todo lo que pensamos que es caos, tenga orden y un sentido.
Pero solo podremos percibirlo si caminamos en kinhin por la vida, un paso consciente y completo a la vez.