
Contra todo lo que se pueda pensar, el Zen no tiene situaciones espirituales profundas a nivel cinematográfico. Más bien es aburrido porque encontramos al Buda en los detalles insignificantes. Recuerdo una vez que, mientras lavaba los platos tras una comida en silencio, sentí una claridad tan grande como si todo el universo estuviera en ese instante. No hubo visiones, ni voces celestiales, ni destellos; solo el agua corriendo, mis manos en movimiento, y una mente presente. Fue breve, pero dejó una marca profunda: comprendí que la iluminación en lo cotidiano no es un mito, sino una posibilidad viva.
El capítulo 3 del Sutra de la Plataforma es un diálogo entre el Prefecto Wai y el Patriarca. Es una sesión de preguntas y respuestas, que nos apunta justo a que el despertar está al alcance de quien presta atención, aquí y ahora. Nuestro sexto Patriarca, Huineng, nos habla de principios esenciales para vivir con claridad espiritual en medio de la vida diaria, y nos introduce a cómo es posible romper la separación entre lo sagrado y lo común.
Este sutra se puede descargar de aquí.
El verdadero mérito no es externo
En el budismo Zen, no consideramos meritorio simplemente construir templos o hacer donaciones si estas acciones surgen de deseos personales o de la búsqueda de recompensas. Huieng aclara:
“Tales acciones como construir templos, permitir que nuevos monjes se ordenen, dar caridad y agasajar la Orden, traerán solo satisfacciones, las cuales no deben ser tomadas como méritos.”
Lo que se valora en el camino del Zen es la intención clara y la conciencia despierta. Las buenas acciones no son rechazadas, pero deben surgir de un corazón libre de autoengaño. El mérito real es interno, como cultivar una mente que no se aferra, que no se identifica con el ego, y que actúa desde la compasión natural.
Esto nos recuerda que el camino espiritual no consiste en sumar acciones externas, sino en despertar una conciencia clara y compasiva. Aun los actos más simples, cuando son realizados con plena atención, pueden convertirse en expresiones de la iluminación.
Dharmakaya es la fuente de todo
Huineng dice claramente:
“Los méritos han de ser encontrados en el Dharmakaya.”
Si me has leído en los últimos años, te habrás dado cuenta que con frecuencia menciono la Luz Dorada del Buda. Esto es el cuerpo del Buda que todo lo une, del que todo surge. Es el cuerpo cósmico del Buda y lo llamamos Dharmakaya, o “cuerpo del Dharma”. También es la esencia pura de la mente iluminada, la realidad última más allá de forma y nombre. No es un cuerpo físico, sino el aspecto universal y vacío de la naturaleza búdica. En otras palabras, el Dharmakaya es la dimensión profunda de nuestro ser, donde no hay separación entre uno y el mundo.
Reconocer esta dimensión es reconocer que la sabiduría no está fuera, sino dentro de nosotros, accesible en cada instante de presencia. Es reconocer el universo como algo indivisible y admitir que somos parte de este universo. Al cultivar esta comprensión, cada momento cotidiano se convierte en una expresión del camino. No hay que ir a otro mundo para despertar; basta con mirar con claridad y vivir con autenticidad.
Iluminación en lo cotidiano, justo aquí y ahora
Una de las enseñanzas más poderosas del capítulo es la afirmación directa de Huineng:
“El Reino del Buda está en este mundo, en donde está la iluminación debe ser buscada. El buscar la iluminación separándose de este mundo es un absurdo como el buscar un cuerno de conejo.”
Esta declaración rompe con la idea de que el camino espiritual exige retirarse del mundo o renunciar a la vida ordinaria. Por el contrario, el Zen enseña que la iluminación está en lo simple: en la respiración, en el té, en el silencio, en el conflicto cotidiano. El Buda no está lejos; está en este instante vivido con plena conciencia.
Cada momento vivido con presencia y sin apego se convierte en una oportunidad para despertar. La cotidianidad no es un obstáculo, sino el campo perfecto para la realización espiritual.
A veces decimos que pelar patatas es tan Buda como el propio Shakyamuni.
Ir más allá de los juicios dualistas
Otra enseñanza clave es dejar de lado los juicios de correcto e incorrecto. Huineng dice:
“Los puntos de vista o consideraciones correctas son llamados ‘trascendentales’; los erróneos son llamados ‘mundanos’. Cuando todos los puntos de vista o consideraciones, correctas o incorrectas, son descartados entonces la esencia del Bodhi aparece.”
Esto es una invitación a la no-dualidad, es decir dejar de dividir la experiencia, y simplemente ser. En la práctica diaria, esto significa soltar el apego a tener razón, abrirse a la experiencia directa y confiar en la sabiduría que surge del silencio interior. Cuando soltamos la necesidad de categorizar la realidad, descubrimos una claridad que estaba oculta tras las palabras.
Al soltar los extremos, aparece la comprensión profunda, donde cada fenómeno es visto como una manifestación de la mente. Esta visión transforma nuestras relaciones, nuestras decisiones y nuestra manera de habitar el presente.
La Tierra Pura es este momento
El Sutra del Corazón nos dice que el nirvana está aquí y ahora. La Tierra Pura del Buda es justo aquí. Ambos son una cosa inseparable y no es un premio para después del a muerte. Esta vida que tienes es la Tierra Pura del Buda, el nirvana más perfecto. Pero depende de entender la enseñanza de que este momento debe ser una experiencia presente. Cuando purificamos nuestra mente, es decir, cuando soltamos el ego, el deseo y la ignorancia, vivimos en una Tierra Pura aquí y ahora.
No necesitamos esperar a morir para encontrar la paz o la claridad. Cuando la mente está libre de aflicciones, el mundo se revela como una morada pura. Así, la práctica consiste en reconocer que la Tierra Pura no es un destino futuro, sino una forma de habitar el presente desde el corazón del despertar.
Practicar en medio de lo cotidiano es crear condiciones para que el Reino del Buda se manifieste en cada rincón: al lavar los platos, al hablar con honestidad, al escuchar con atención, al respirar con gratitud.
Vivir con sabiduría cada día
El Capítulo 3 del Sutra de la Plataforma no es solo un registro de preguntas, sino una enseñanza viva que nos llama a practicar con sencillez y profundidad. Nos recuerda que la iluminación no requiere retiros lejanos ni rituales complejos; solo atención, honestidad y corazón despierto.
Cada acción hecha desde la comprensión de Dharmakaya, cada instante vivido sin dualidad, es un paso en el camino. La iluminación en lo cotidiano no es un ideal lejano, sino una posibilidad constante. Y lo mejor de todo es que ya está disponible, aquí, ahora, en este preciso momento que estás viviendo.
Recordar esto, una y otra vez, es parte de la práctica. Volver al presente, al silencio, a la respiración, es volver al Reino del Buda. Allí está la sabiduría, sin adornos ni condiciones.
Este momento es luz
Después de leer esto, haz una pausa. Respira, siente, observa tu entorno. Podrías preguntarte ¿estás viviendo desde el Reino del Buda en este momento? ¿Puedes traer presencia, más apertura, más claridad a lo que haces?
La práctica comienza en lo pequeño. El Buda está en lo pequeño también. La iluminación en lo cotidiano puede ser un gran descubrimiento para tu espiritualidad.