Si has seguido mis aventuras a lo largo de estos 12 años, sabrás que Facebook nunca me gustó. Es una red que es la causa de muchísimos problemas sociales, depresión, ruptura social; ya que explota descaradamente los puntos débiles de la mente humana. Al usar la misma mecánica para promover la adicción que los casinos, esta red social no solo no ayuda a la comunicación humana, sino que la vuelve un polvorín lleno de personas adictas a sí mismas. Más información aquí, aquí y aquí.
Facebook es tan grande y poderoso que ha afectado el curso político de muchos países, pues expone nuestros perfiles personales para ser utilizados en mercadotecnia que manipula la opinión y la democracia. Creo que no deberíamos apoyarlos de ninguna manera.
La Zucker-red significa conversaciones que no llevan a ningún lado, el carnaval de egos más grande (con Instagram incluido) y una entrada de información extra que solo crea depresión y angustia en la mente humana.
Puedo seguir exponiendo otros puntos y opiniones personales, pero no aburriré más con eso. Solo diré que Facebook no es para mi o de utilidad para el Grupo Zen Ryokan.
Jamás usé Facebook para nada personal, solo para cuestiones de la sangha. Intenté hacerlo funcionar como herramienta de aprendizaje, pero asumo que no lo logré. La propia sangha nunca aprendió a usar Facebook para algo que no fuera distracción. Desde hace unos años ya quería cerrar la cuenta, pero le daba más tiempo pensando en que era un buen medio de difusión. No lo es… al menos no para nuestra comunidad budista.
Así que es oficial: Chocobuda o Grupo Zen Ryokan ya no están más en Facebook.
Pero Chocobuda, si no estás en Feis, ¡no existes!
No estoy diciendo adiós a las redes sociales. Creo que son útiles para cuestiones de trabajo cuando se saben utilizar.
Aun sigo usando Whatsapp, pero me iré moviendo a Telegram paulatinamente. Escribiré sobre ello en algunos meses.
Twitter sigue siendo mi herramienta principal para hacer llegar mensajes cortos que promueven la atención plena y la compasión, la práctica Zen y avisos sobre eventos y actualizaciones al blog.
¿Por qué Twitter sí y Facebook no? Porque estoy de acuerdo con los términos y condiciones del servicio y con su postura ante los discursos políticos y el respeto a la información. Por la manera en la que está programado, Twitter es para usarse solo lo uso unos minutos al día y listo, a seguir con la vida.
Dejar Facebook da tranquilidad. Es algo que todos deberíamos intentar. De pronto hay más tiempo para leer o para ver películas. Hay más tranquilidad porque se acaba una fuente de información chatarra y nos da amplitud para disfrutar otras cosas.
Dejar Facebook es minimalismo 100% práctico y consciente. Y en tiempos de Mínima y Ango, esto es un ejercicio importante de auto control.
Hoy es el mejor día para practicar el desapego y liberarnos de lo que nos ata.
La tensión del trabajo, la acumulación de objetos inútiles y la presión por consumir, son rocas enormes en nuestra espalda. Las llevamos a cuestas por la vida y están tan dentro de nuestra cultura, que no nos damos cuenta de ello… excepto cuando comienzan a afectar nuestra salud, tranquilidad y relaciones personales.
En estos tiempos de crisis económica, saturación y estrés, donde cada moneda y cada centímetro cuadrado cuentan, es urgente aprender el desapego de lo material para mejorar nuestro estilo de vida.
Para lograrlo necesitamos entender los problemas en los que la sociedad de consumo nos ha metido; pero también necesitamos saber que practicar el minimalismo es la pieza clave que nos llevará a tener más espacio y mucha tranquilidad.
Chocobuda presenta: Mínima, Taller de Minimalismo y Meditación, donde aprenderemos métodos 100% prácticos para comprender y aplicar el minimalismo y la meditación a tu vida cotidiana.
Esta versión 3.0 de Mínima tiene información corregida y con nuevo contenido en video.
Aprenderás a mejorar tu economía y a promover tranquilidad para ti y tu familia.
Utilizando las herramientas de comunicación que nos da Internet, este taller se imparte por medio de podcasts, archivos de texto y charlas personales por Skype.
Es un taller es impartido por un monje Zen, pero no te preocupes. ¡No tienes que ser budista para liberarte de lo que te ata!
Aunque no existía la ciencia de la que gozamos hoy, el Buda tenía mucha idea de cómo funciona la verdadera naturaleza humana. Shakyamuni no era científico graduado de ninguna universidad de renombre, pero tenía claro que los pensamientos y la relación que establecemos con ellos son la raíz de nuestro sufrimiento. El apego, el deseo y la aversión son parte de nuestra naturaleza, y al comprender cómo funcionan es posible regresar a un estado de sencillez en el que no se necesita mucho para vivir bien.
Desde hace algún tiempo la psicología evolucionista(PE), que estudia los cambios en nuestro comportamiento derivados por la evolución y la selección natural, ha estado comprobando muchas de las ideas budistas. Ahora sabemos que lo que percibimos como realidad es solo una ilusión.
No importa cuánto nos esforcemos en pensar que somos los «reyes de la creación», al final somos un animal más en el mundo. No somos diferentes de cualquier otro mamífero. Nuestras reacciones, pensamientos y emociones están ahí como resultado de millones de años de cambios graduales. Están grabados en nuestro ADN y rigen nuestra conducta actual, a pesar de estar en el punto más alto de la tecnología y el desarrollo.
Parte del objeto de estudio de la PE es analizar cómo funcionan las culturas cazadoras-recolectoras que aún habitan el planeta, porque son lo más parecido que tenemos a los primeros seres humanos que vivían en África hace 200,000 años.
Son pueblos que viven en lo más profundo de las selvas o planicies y que no se han incorporado a la civilización de consumo. Subsisten con sus valores, creencias y costumbres. No tienen necesidad de integrarse al mundo moderno porque su ecosistema les da todo lo que necesitan.
Hay muchos datos curiosos sobre estas culturas. Por ejemplo, no tienen comida industrial, por ende no existe la obesidad ni enfermedades como el cáncer o la diabetes. Tampoco conocen la demencia, el autismo o el síndrome de déficit de atención. No requieren vacunas. No tienen trabajos de oficina, autos o centros comerciales; así que no tienen estrés ni enfermedades de los nervios. No están conectados por telecomunicaciones, entonces su contacto es cara a cara. El concepto de machismo o feminismo no existe, sólo hay equidad y trabajo en equipo.
Sale el sol y despiertan para ir a conseguir el alimento del día. Dedican mucho tiempo a la espiritualidad y al desarrollo de costumbres y rituales de grupo.
Viven en perfecta comunión con la Tierra.
Cada uno de los factores mencionados es digno de estudio. Pero es importante resaltar el hecho de que sólo tienen lo que necesitan.
Los aborígenes australianos o los Yanomami en América del Sur no atesoran libros, música ni adornos. No sienten apego hacia lo material porque ni siquiera tienen dónde almacenar la cantidad de basura que nosotros acumulamos.
No tienen una casa enorme que limpiar. No tienen mil tanques de gasolina qué llenar para su nuevo Mazda. Tampoco piensan en pagar el seguro o la tarjeta de crédito. No se preocupan por el guardarropa. No compran apps. No acumulan riqueza porque entienden que ésta es sólo una ilusión y que no es necesaria para la vida.
Estas sociedades tienen exclusivamente lo que pueden cargar en sus manos o en alguna bolsa hecha a por ellos mismos.
Y según estudios como este de la Universidad Vrije (Bruselas), sabemos que los cazadores-recolectores actuales son personas felices. Es más, los que se han tratado de integrar a las grandes ciudades terminan enfermos de los nervios o con diabetes.
Por supuesto yo jamás propondría un retroceso de la civilización, no. Tampoco diría que vivir como cavernícola es lo mejor.
La humanidad ha tocado niveles sorprendentes de progreso y si podemos lograr que la ciencia y la cultura sean libres para todos, llegaremos mucho más lejos de lo que imaginamos.
Así que retomar la vida primitiva es impensable.
Pero sí debemos encontrar un equilibrio entre lo que poseemos y lo que somos por dentro. Necesitamos tomar el control sobre el consumismo desmedido y mirar hacia adentro de nosotros.
Necesitamos menos autos y más meditación… y si es zazen, ¡mejor! Necesitamos menos colecciones de basura y más generosidad. Para ser felices debemos liberarnos del yugo de los apegos, para poder ayudar a los demás a salir adelante.
En tiempos en los que se vive la individualidad en pantallas de 6″, mirar hacia las sociedades cazadoras-recolectoras nos puede ayudar a tomar el control del caos interno.
El minimalismo es natural al ser humano. Es parte de nuestra identidad como especie.
Entonces, ¿porqué nos esforzamos en negar el minimalismo?
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Muy pronto regresará Mínima, el taller de minimalismo de Chocobuda 🙂
El minimalismo es un tema que ha estado flotando en los blogs y podcasts en español por los últimos 15 años. Me parece muy curioso que se comporta como las olas del mar: se forma lentamente, se acerca a la orilla, rompe y se desvanece… para formarse de nuevo.
El minimalismo regresó con fuerza gracias a que Netflix cuenta con la serie de Marie Kondo y un par de documentales sobre ello. Algunos autores impulsan a la gente a deshacerse de las cosas que no se necesitan, otros a enfocarse en la parte hedonista de vivir con menos y otros nos dan ideas para organizar desde un cajón hasta el negocio.
Claro que eso está bien. Vivir con menos nos lleva a la tranquilidad, pero me parece que muchas de estas fuentes se quedan cortas y solo proveen una versión descafeinada del minimalismo real. El proceso ha sido muy similar al movimiento mindfulness, que tiene fuertes raíces budistas, pero lo han diluido tanto que ahora es una práctica vacía y sin sentido.
Aquí en Chocobuda el minimalismo también es un tema recurrente, aunque mi punto de vista ha cambiado mucho en los últimos 7 u 8 años.
En la Práctica Zen el minimalismo no es un proceso forzado que resulte de ver un documental o leer un blog. Es más bien el resultado de practicar activamente el concepto de Renuncia, que nos lleva a revisar nuestros apegos, autoengaños y aversiones, para poder soltarlos poco a poco.
De esta manera, es posible tener mil libros almacenados por su utilidad, pero nos queda claro que la naturaleza de los libros es la Impermanencia. La mente debe estar en calma si el tifón o un incendio acaban con una colección. Tener muchos libros, discos, ropa o películas no es la raíz del problema. Lo es el vacío y la angustia existencial que nos lleva a tapar los huecos con objetos para no soltarlos nunca.
Recientemente estuve en Japón visitando templos y sus maestros. Hablando con ellos me di cuenta de que el término minimalismo ni siquiera existe en su vocabulario, pues la cantidad de objetos que hay en un templo pequeño excede por mucho lo que cualquier casa normal en occidente puede contener. Eso sí, cada objeto está en su lugar y casi siempre fuera de la vista.
También tuve la oportunidad de visitar hogares de familias no budistas. El minimalismo brilla por su ausencia. De hecho, muchas de las cocinas en las que estuve, el nivel de caos y saturación era impresionante. ¿Marie Kondo? Salvo una persona que la recuerda de algún programa de TV de hace unos 10 años, nadie sabe quién es. Nos han vendido una idea romántica y fantasiosa de cómo es la vida en Japón.
Mi punto con todo esto es que el minimalismo como lo entendemos en occidente está dirigido al lugar equivocado. No es la cantidad de cosas, sino el nivel de apegos lo que debemos entender para poder soltar.
Son los Tres Venenos de la Mente (Ignorancia, Avaricia e Ira) los que nos hacen acumular basura.
Por eso la práctica de Zazen es tan necesaria, porque es en la mente donde comienza la verdadera Renuncia. Al soltar los pensamientos y dejarlos pasar, nos será posible dejar pasar apegos, lujuria y deseo.
Siempre he dicho que el Budismo Zen es como los Sith en Star Wars: necesitamos caminar de la mano de un maestro para aprender y crecer. Claro que a diferencia de las películas, en el Zen no queremos retar o matar al maestro. Nosotros entrenamos juntos, nos impulsamos a seguir y formamos lazos de familia que trascienden el tiempo. Y es nuestro deber buscar y seguir a Maestro a donde esté.
Aunque no es la primera vez que cruzo el planeta para estar con mi Maestro, esta ocasión fue diferente pues ahora yo también soy maestro Zen. Era necesario vernos para que me instruyera en ciertas prácticas y conceptos que solo se podían aprender bajo el mismo techo. Pero lo más importante para mi era simplemente estar sentado en silencio con él.
Estuve entrenando en 3 templos, viví 2 tifones y uno de ellos el peor en los últimos 10 años en el archipiélago japonés. Visité muchos templos y sitios budistas de importancia histórica. Practiqué Zazen por 15 horas al día en ciertos momentos. Caminé por donde caminaron Dogen, Keizan, Nishijima, Sawaki y Uchiyama. Practiqué caligrafía. Recibí correcciones a mi práctica, a mi manera de ver el mundo. Mi ego floreció y se tuvo que reducir a golpes en el zendo. Dormí muy poco, comí poco y caminé mucho.
Estas palabras de Dogen Zenji, plasmadas en el Eihei Koroku resuenan en mi:
«Habiendo estudidado con mi maestro Nyoji y y habiendo comprendido por completo que los ojos son horizontales y la nariz vertical, regreso con las manos vacías…»
La referencia a ojos y nariz se refiere a la práctica de Zazen.
Entonces, a pesar de que tuve muchas experiencias, en realidad he regresado con las manos vacías.
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi