Amigos en Chile: es hora de practicar compasión y generosidad

Mi gran amigo Roberto Sobarzo, desde Chile, pide apoyo para una causa noble que necesita del poder de todos. Nos invita:

Santiago de Chile. El día martes 10 de noviembre (2015), desde las 09:00hrs y hasta las 14:00hrs, se llevará a cabo la Colecta Anual en la Región Metropolitana, de la Fundación Regazo.

Se necesitan voluntarios para ese día, para que salgamos a las calles a pedir cooperación. Se dará colación. Y si no puede durante toda la jornada, no importa, igual pueden escribir a la Fundación y ponerse de acuerdos en sus horarios disponibles. Lo importante es que se sigan sumando amigos y amigas, porque aún no llegamos ni al 10% de l@s voluntari@s que se necesitan para esta colecta.

A quien estuviera interesado, puede visitar la página de la fundación o ver su fan page, para obtener más información.
https://www.facebook.com/fundacionregazo
http://www.regazo.cl/

Así que tu hijo es gay. ¡Felicidades!

Un buen día estabas curioseando por la computadora (ordenador) o móvil de tu hijo y te percataste que dejó abierta su sesión de Facebook. Sentiste curiosidad y decidiste dar un vistazo.

El instinto paternal te decía que habían cosas que no encajaban en la conducta de tu hijo. Había algo raro. Así que con esta oportunidad frente a ti, la aprovechaste.

Y diste con algo que te impactó. Algo que hizo que el estómago te diera mil vueltas. Encontraste sus mensajes privados de amor y fotos sexuales con su pareja del mismo sexo.

Primero sentiste confusión y un millón de ideas te golpearon al mismo tiempo. Luego llegó la negación que se convirtió en rechazo.

Hiciste lo posible por que tu hijo dejara de ver a su pareja. Le dijiste que era mala influencia, pensando en que sólo es una etapa y que ya pasará. Lo castigaste. Le dejaste de hablar. Le cerraste la cuenta de Facebook. Viste cómo todo esto desencadenó sufrimiento en él, pero no te importó. Presenciaste cómo su mundo se resquebrajaba, pero sentías que tu ira estaba justificada.

Sin embargo a los días te enteraste de que en la escuela lo seguía viendo. Y ahora sientes desesperación y no sabes qué hacer.

Bueno, pues si estás leyendo al Chocobuda, con toda seguridad no encontrarás lo que quieres escuchar. Eso me convierte en un ser diabólico 😀

Primero y más importante. MUY IMPORTANTE. Necesitas entender y abrir mente-corazón a la realidad de que tu hijo ya ha definido su orientación sexual. Prefiere las parejas de su mismo sexo.

No es una «etapa». No es algo que se quite después y tampoco está experimentando. No es curiosidad.

Es la naturaleza y la evolución funcionando. Eso está bien. En este mundo habemos todo tipo de personas y la homosexualidad es sólo un aspecto más de la vida. Existe en todas las especies animales y nosotros sólo somos una especie más de mamíferos.

Tu hijo/hija es una persona completa, compleja y capaz formar sus propias relaciones.

El problema no es (y nunca será) la sexualidad de tu hijo. Él/ella es quien es, una persona maravillosa que está despegando el vuelo.

El problema es qué tanto te opongas a la realidad, porque tu resistencia es lo que ha generado infelicidad a tu hijo/hija… ¡y a ti!

Tu hijo quiere estar con su pareja. Quizá la necesite para sentirse bien y hasta haya amor de por medio. En la adolescencia es cuando comenzamos a experimentar el amor de pareja y nunca es fácil.

No existe problema alguno con la sexualidad de tu hijo/hija. Pero pobre, debe estar entre la espada y la pared porque obvio, le estás prohibiendo ver a su pareja con el mensaje oculto de: no te quiero gay porque eso es malo. Le estás obligando a ocultar y avergonzarse de su sexualidad.

Créeme, eso le hará mucho más daño que cualquier bullying en la escuela. Por un momento ponte en sus zapatos y verás el terror que le puedes hacer pasar si te aferras a tus ideas y lo quieres cambiar.

Cosas que debes detener en este momento: condenar su sexualidad. Dar castigos. Dejarle de hablar. Deja de buscar una «cura» porque no padece enfermedad alguna.

Si no paras estas acciones solo le alejarás de ti y ¡ahora más que nunca que te necesita a su lado!¡No cierres la puerta!

Tu hijo/hija es quien es y es un ser maravilloso. Su sexualidad es sólo suya, pero tú puedes ser su guía y generar un lazo de amistad que jamás habías pensado.

A nadie nos educan para ser padres, pero en mi experiencia, la información siempre es clave para saber manejar estas situaciones. Busca libros y artículos que te ayuden a entenderlo. Lee y consulta con todas las fuentes de información posibles.

Pero lo más importante: acepta a tu hijo como es.

En el budismo zen no hay hombres ni mujeres; hay personas, iguales y capaces de cosas maravillosas. Tu hijo/hija es alguien que puede dar mucho al mundo.

Ayúdalo/ayúdala a convertirse en adulto contigo a su lado, como amigos. Como aliados. COMO FAMILIA.

Si aceptas la realidad y abres tu corazón, tendrás un hijo/hija feliz y con orgullo de quién es; y le habrás dado las herramientas adecuadas para ser un adulto realizado.

La sexualidad de tu hijo/hija es un problema que empieza y termina en tu cabeza. Suelta los prejuicios y ama a la persona. Ambos serán muy felices así.

Las cosas se pueden poner muy bien. Es cuestión de aceptar y entender.

Cómo enseñar el valor del respeto a los niños

La era de permisividad que vivimos está comenzando a cobrar facturas muy altas como el bullying, sexualización, pereza y apatía. Educamos a niños y adolescentes con herramientas inadecuadas o incompletas para el futuro. Una de ellas es el valor del respeto.

Lo exigimos de todos y queremos que el universo nos respete. Nos quejamos mil veces porque instituciones, amigos o pareja no nos respetan pero, ¿cómo podemos pedir respeto cuando ni siquiera conocemos el significado o la densidad de sus implicaciones?

Respeto es un profundo sentimiento de admiración, reverencia y honor hacia alguien, gracias a sus habilidades, edad y experiencia.

A diferencia de lo que podemos pensar, el respeto no debe ser nunca del exterior hacia nosotros. Éste valor necesita comenzar dentro de nosotros para que podamos comprenderlo y hacerlo recíproco.

No podemos pedir respeto de los demás, y mucho menos de un niño, cuando vamos por la vida comportándonos sin honor, mintiendo, robando, manipulando, sobornando y destruyendo.

Más aún, carecemos de autoridad moral para exigirlo cuando no sentimos respeto por nuestro cuerpomente. Si violamos al cuerpo una y otra vez con alimentos que nos dañan o sin ejercitarlo; y si nutrimos la mente con apegos, avaricia e ignorancia, nunca podemos pedir respeto.

Es curioso escuchar a los padres y maestros quejarse de la falta de respeto que muestran los chicos, pero jamás he escuchado admitir a los adultos sus propias fallas.

Entonces, ¿cómo enseñar respeto a los jóvenes?

Practicándolo por uno mismo y siendo coherente en valores y actitudes. Es simple, en realidad. El problema es que nuestro ego nunca quiere ceder.

Pensamos que los chicos (por ser chicos) tienen que soportar todas nuestras malas conductas, pero no es así. Los jóvenes requieren que seamos nosotros los que demuestren autocontrol y consistencia en nuestro comportamiento.

¿No quieres que los niños mientan? No mientas.

¿Estás en alerta roja por que tu niño está engordando? Limpia tu propia alimentación.

¿Tu alumno no puede controlar la ira y destruye cosas? Demuestra control sobre tus emociones y medita diario.

¿Tu hijo pasa mucho tiempo mirando pantallas? Apaga tus pantallas y hagan actividades de grupo/familia.

Sí, Chocobuda. Suena muy bien, pero es imposible. Ya estoy viejo para cambiar.

Nada más lejos de la realidad que eso. Podemos comenzar hoy a actuar con respeto. Entre mejor nos cuidemos a nosotros mismos y actuemos con mejores intenciones, mejores personas seremos.

Los niños y los adolescentes no son tontos, por más que los subestimemos. Están alertas y listos para aprender de nuestra conducta. Ellos se sienten seguros e inspirados por nuestras acciones.

¿Por qué no comenzar a mejorar nosotros mismos? Estoy seguro que funciona.

Si necesitas impulsar el valor del respeto en tus hijos o alumnos, Jizo es para ti. Es el taller de meditación para niños. ¡Aun hay lugares! Clic aquí.

Compasión, valor necesario para avanzar

La semana pasada mi atención fue capturada por una foto que circuló en redes sociales mexicanas. Era una selfie de una mujer muy joven vestida en bata blanca, con un estetoscopio al cuello, sonriendo feliz y haciendo la V de victoria. La imagen era perturbadora porque como fondo había una persona en cama de hospital, visiblemente en convalecencia y con asistencia mecánica para respirar.

La chica se miraba feliz y triunfante, como celebrando algún éxito personal o festejando por encima del sufrimiento humano.

No hablaré más de ésta foto o de la persona pues las redes sociales, los medios de información y muchos compañeros blogueros han analizado y destrozado la situación una y otra vez. Muestra aquí.

Ésta chica es sólo un reflejo de lo que somos, de cómo están educados sus padres, maestros; y de cómo educamos a nuestros hijos. La falta de compasión en la que vivimos es amarga, muy triste y con costos sociales cada vez más altos.

No es un problema de la chica del selfie. Tampoco es un problema de jóvenes o de estudiantes. Ni siquiera es una situación que suceda sólo en México.

Es un problema de todos y que nos compete a todos los seres humanos arreglar.

Vivimos en micro mundos personales cerrados y con una constante negación de la necesidad humana. Nos importa más que nuestros «amigos» de Facebook aprueben nuestra existencia, que el respeto por un ser vivo en sufrimiento.

Tenemos el tiempo de hacer fila para comprar un reloj o teléfono móvil de lujo, pero nunca tenemos tiempo para llevar alimento a algún asilo.

Pasamos horas frente al espejo mirando, cubriendo con maquillaje y goma para el cabello lo vacíos y solos que estamos; pero no disponemos de un segundo para sonreír y preguntar el nombre a quien nos atiende en el supermercado.

Nos movemos en este universo de adultos, apresurados por cumplir metas y el sueño de la realización personal; pero no somos capaces de detenernos un momento para entender el profundo concepto de la compasión y lo necesario que es educar a los niños en ella.

Entonces el bullying, la violencia de género, el odio al que es diferente, los políticos corrptos y las selfies con pacientes en hospitales son sólo una noticia más. Nos indignan por un par de días y todos se quejan en Facebook, pero nadie toma acciones reales para corregir la raíz del problema.

Como mencioné en el post anterior, queremos el cambio sin compromisos. Buscamos la pastilla mágica que mejore las cosas sin que nos esforcemos.

Estoy seguro que la compasión y la gratitud son valores que pueden cambiar el mundo. Lo he visto en todos los talleres que he impartido y en las personas que abren sus ojos a esta verdad.

Quizá para un adulto son conceptos difíciles de digerir porque llevamos mucho tiempo de egoístas y cerrados. Pero para los niños no.

Los niños y los adolescentes están siempre abiertos a la bondad y a verificar que el trabajo en equipo funciona, que la sonrisa es la espada que destruye los fantasmas de las emociones negativas. Ellos pueden ser educados, guiados para que siempre piensen en el beneficio de los demás y que sus intenciones sean constructivas.

Sé que suena a lugar común, pero los niños y los adolescentes son la semilla del cambio que necesitamos.

Si los adultos trabajamos en nuestra mente, en entender compasión como fuerza del cambio personal; estaremos en capacidad de transmitir éste valor a los chicos que estén cerca de nosotros.

Y quizá… quizá en el futuro podamos tener la primera generación de personas honorables que nos den políticos comprometidos y empresarios más interesados en el bien de todos que en la avaricia.

¡Chocobuda, eres un tonto ingenuo! Las cosas nunca van a cambiar.

Sí. Soy el más tonto del mundo. Pero soy un tonto que confía en la bondad de todos y sé que mis palabras harán eco en la mente de al menos una persona.

Y eso es lo único que se necesita para cambiar el mundo: el compromiso de una persona.

Si te interesa entender sobre compasión y de cómo enseñarla a los niños y jóvenes de tu familia, ven a Jizo, el taller de meditación para niños de Chocobuda. Aun quedan plazas disponibles. Clic aquí.

Dar cuando no tienes suficiente

La generosidad es una de las prácticas espirituales más maravillosas que podemos experimentar.

¿Por qué es espiritual? Por que por medio de dar sin esperar recompensa, nos hace salir de nosotros mismos para ver por el bienestar de otro ser vivo. Así calmamos el discurso eterno del ego y nos ponemos en contacto con las fibras más íntimas de nuestra naturaleza. Nos conecta a niveles muy profundos con la vida y con el mundo que nos rodea.

Ésto por sí mismo llena los huecos que la sociedad de consumo nos crea y podemos comenzar a sanar nuestras heridas emocionales.

Ver la sonrisa o el alivio de alguien que recibe nuestra ayuda hace que regiones específicas del cerebro entren en funcionamiento. Entonces se producen endorfinas, se acaba el estrés y se comienza a ser feliz.

Pero nuestro gran problema, lo que evita que seamos generosos, es la cultura de consumo en la que vivimos. La mercadotecnia de los productos y servicios se basan en implantar en nuestra mente la idea de que nuestra vida es inútil y despreciable, a menos que compremos lo que sea que anuncian.

Y así, desde niños, comenzamos a cultivar el ego. Compramos, cumplimos metas y objetivos y vivimos para dar gusto al ego en todos sentidos. Cuando volvemos la cara, nos es virtualmente imposible dar a quienes no han tenido la misma fortuna que nosotros.

La cultura moderna nos obliga a tener y a acaparar recursos, pasando por encima de quien sea para lograrlo.

Así, el argumento clásico de la persona no-generosa es: no puedo dar nada porque no tengo suficiente para mi. O cualquier frase similar.

Pensamos que nos es imposible ser generosos hasta que tengamos nuestra situación personal resuelta. Es justo esta filosofía la que nos tiene torcidos como sociedad porque nunca llegará el momento propicio. Nunca tendremos todas nuestras necesidades cubiertas porque siempre queremos más.

Dar cuando uno tiene poco es una práctica espiritual muy poderosa porque no sólo se está ayudando a otros, sino que nos conectamos con la necesidad de conservar la vida. Dar suaviza el ego y nos deja apreciar las muchas, muchas bendiciones que nos rodean en este momento.

Dar a los demás nos hace entender el significado real de compasión y que todos necesitamos ayuda en algún momento de nuestra existencia. Damos a otros porque tenemos la obligación de respetar y valorar a todos los seres que nos rodean. Damos porque sabemos que no tener lo suficiente lleva al sufrimiento.

Dar nos vuelve personas alegres y destruye la depresión o la ira.

Damos a otros porque sabemos que es lo correcto.

Y al mismo tiempo, aprendemos que debemos aceptar ayuda con humildad y gratitud.

Dar cuando no tenemos suficiente para nosotros mismos es una actividad sagrada. Es una joya que desearía que más personas comprendieran.

Compartamos nuestros alimentos, tiempo y nuestra sonrisa. Sintamos gratitud por estar en posición de ayudar y sintamos gratitud por todas las veces que nos han ayudado en el pasado.

La Generosidad es una práctica perfecta porque todos ganan. Pero preferimos ganar y nos sentamos en nuestro gordo ego a esperar la muerte.

Creo que siempre es buen momento para dar.

Manda la productividad al infierno. ¡Haz menos!

Hace años yo luchaba por mantenerme ocupado de tiempo completo. Tan pronto veía una hora disponible, veía la forma de acomodar alguna actividad más en el horario. A veces era estudio de otro idioma, otras era salir a hacer más ejercicio, a veces me buscaba llamadas telefónicas qué hacer o hacía lo posible por inventar el esquema del negocio del siglo.

Por supuesto la presión social de estar ocupado era grande, pero mi presión personal generada por el autoengaño era aun mayor. En mi imaginación la gente exitosa trabajaba 76 horas al día sin parar. ¡Yo quería ser exitoso!

Y sí, en efecto tuve éxito. Logré exitosamente ser miserable debido al estrés, la tensión y la tristeza de sentirme atrapado en una caja de Skinner eterna.

Así que busqué información para curar mis males.

Encontré que el mundo de la literatura de productividad está lleno de consejos de cómo hacer mejor las cosas, cómo sacar más jugo del tiempo, cómo ser más productivo y cómo lograr todos los objetivos puestos. Los blogueros y muchos autores nos enseñan  a mantenernos ocupados de forma óptima para liberar tiempo y poder acomodar más proyectos en un vaso que ya estaba saturado.

Yo sé que muchos sitios web que hablan del tema son brillantes y ofrecen consejos útiles, pero creo muchos olvidan que mantenerse ocupados perpetuamente no es sano para nadie. Parecería que estar ocupado es más importante que trabajar de forma inteligente.

He visto consejos de todo tipo, desde cómo levantarse más temprano a listas interminables de apps para estar ocupados aun en el WC mientras usamos el teléfono móvil. Pero ninguno le daba al clavo.

Por aquellos días mi Maestro me escuchaba con curiosidad durante una sesión de Dokusan. Yo me quejaba de las mil cosas que necesitaba hacer y de cómo las horas no me eran suficientes. Guardó silencio con toda intención y luego dijo con la rigidez japonesa que lo caracteriza:

Haz menos. 

¿Qué? ¿Hacer menos? ¡Pero si TENGO que mantenerme ocupado!, pensé. Pero luego de reflexionar y de mucho zazen, me di cuenta que esas mínimas palabras contenían más de lo que imaginaba.

La vida es muy corta para encadenarnos a las listas de pendientes. Sin duda todos tenemos lugares a los que debemos llegar, metas por cumplir y obligaciones que requieren nuestra atención. Pero en este torbellino de ocupación auto impuesta, perdemos trozos de alma. Sacrificamos tranquilidad y nuestra salud por cumplir cosas que son sólo imágenes virtuales creadas por el ego.

¿Cuántas de tus ocupaciones y compromisos no son auto impuestos? ¿Has pensado cuántas veces el ego decide por ti? ¿Haz notado que la mayoría de tus ocupaciones se derivan de tus apegos y deseos?

Esa urgencia por correr 58 carreras al año, por leer 34 libros a la semana, de lograr más metas que los demás, de bajar más kilos o de producir más de lo que sea; todo ello te lo has impuesto tú mismo y está rompiendo tu ser. Afecta tu salud en mil formas que ni siquiera imaginas y, paradójicamente, mantenernos ocupados nos vuelve harto improductivos.

Así que haz menos.

Acomodar dos o tres horas al día para no hacer nada más que descansar, es parte de una buena salud.

¿Hace cuánto no te comes un helado sentado en la banca de un parque? ¿Hace cuánto no te tomas unos minutos para ver el sol fundirse con la noche? ¿Hace cuánto no disfrutas un disco de principio a fin, sentado en un sillón mientras te pierdes en la música?

En algún punto morirás y todas estas ocupaciones no significarán nada.

Haz menos. Te conviene.

Con frecuencia, la ilusión de mantenernos ocupados de tiempo completo se origina porque tenemos emociones con las que no queremos lidiar. En Heisei aprenderemos a escuchar a nuestra mente y cuerpo para poder manejar nuestras emociones de manera inteligente, antes de que se conviertan en sufrimiento. ¡Ven al taller!