¡Por la rebelión!

Uno de los muchos factores que permitieron que el Buda quedara en la historia y que sus enseñanzas aun sigan vigentes, es que él era uno de los rebeldes más grandes que ha visto la humanidad.

Siddharta estaba en contra del sistema, de la política, de la lucha de poderes, de la avaricia, de los placeres vacíos y de que la gente se enganchara en su propio ego. A cambio desarrolló un sistema que permitió a sus seguidores conocer la naturaleza de sus pensamientos para entender y ver el mundo por lo que realmente es.

Nunca como en estos días el dharma ha sido tan relevante. En muchos países hay problemas políticos que son de lo más vergonzoso. El racismo y la violencia de género son más fuertes que nunca. Y el consumismo sigue minando el ser para cambiar tranquilidad por relojes inteligentes y autos de lujo. La pobreza sigue avanzando, haciendo que la esperanza y los sueños de millones de personas queden destrozados por la avaricia de la minoría en el poder.

Hay quienes están contentas con todo esto y detienen la búsqueda interna para enfocar sus esfuerzos en tener más cosas. Hay millones que compran la fantasía de pertenecer a un nivel socio-cultural más alto e incrementan su deuda.

También están los que buscan derrocar gobiernos por medio de la violencia, sin medir o pensar que todo acto tiene consecuencias.

Pero, ¿y si hubiera otro camino más inteligente para rebelarse?

Si hay algo que las corporaciones y los gobiernos temen es a una población culta y que cuestione. Entonces, ¿no sería lógico comenzar la rebelión golpeando justo donde más les duele?

La cultura es el antídoto para la ignorancia porque creamos conocimiento y sabiduría para aplicarlo. No es difícil, es cuestión de leer, ir al museo y de cuestionar si lo que está en los medios masivos es lo único que hay.

Cuidar el cuerpo y la mente es de un impacto fulminante para las corporaciones y los gobiernos. Meditar diario y comer alimentos naturales es uno de los más grandes actos de rebeldía. Beber agua natural también.

Dejar de pasar por encima de los vecinos y comenzar a trabajar en equipo es base para que los países funcionen. Y no lo estamos haciendo. Hay que comenzar.

Educarnos en historia y ciencia nos hace seres pensantes que evitamos repetir los errores del pasado. Aprender historia es clave para entender todo lo que pasa el día de hoy.

Ser agradecidos con lo que tenemos aquí y ahora es MUY rebelde porque así dejamos de desear toda la basura que nos quieren vender. Así llegamos a la tranquilidad, se mejoran nuestras carteras y podemos enfocarnos más al cultivo personal.

Enseñar gratitud, compasión y generosidad a nuestros niños estará cultivando políticos menos avaros para el futuro.

Rebelarse y cambiar la historia nunca ha sido cuestión de violencia o de esperar que llegue un Super Político a salvarnos.

La rebelión comienza mirándonos al espejo y preguntar ¿Cómo puedo ser mejor y cómo puedo ayudar más a los demás?

Y entonces actuar.

¡Por la rebelión!

 

Budismo y hábitos para navergar el caos

NOTA: Soy sólo un tonto de mente simple que plasma aquí lo que piensa el hamster que habita dentro de mi cráneo. No pretendo hacer análisis político, tomar bandos o siquiera entender lo que pasa a mi alrededor. Hablo como persona, como monje budista y como ser humano. Lo que aquí escribo es el reflejo de mi infinita ignorancia e ingenuidad que siempre me ha caracterizado. Lee bajo tu propio riesgo.

Son tiempos difíciles para la humanidad. Hay crisis económica, política y humanitaria en muchos lugares de conflicto del planeta. México, Venezuela, Estados Unidos o Siria son sólo algunos.

Revisando, pensando y sentándome en zazen con todo esto, me doy cuenta que en todos los conflictos hay características base en común.

No importa de qué conflicto se esté hablando, una de las principales víctimas es la compasión.

Parecería que hemos asesinado nuestra capacidad de empatía, esa que nos lleva a pensar que el otro también está sufriendo y que tiene la misma capacidad que yo de pensar diferente.

Pero Chocobuda, ¿cómo es posible que los políticos/criminales/narcos/líderes sufran? ¡Ellos son el mal encarnado!

Los que consideramos enemigos son personas también y, peor, están en sufrimiento constante. Por ejemplo, tienen que vivir con ellos mismos y con su sed de poder/dinero, así como con las consecuencias de sus actos. Eso debe ser horrible de verdad.

Sin duda hay personas que causan mucho daño. Pero eso no las hace menos personas.

Esto me lleva a mencionar otra característica de los conflictos humanos: el concepto de separación.

Sí, sé que voy a recibir una lluvia de basura por esto, pero separar a la humanidad en bandos jamás ha funcionado. Y la historia humana me respalda.

Separar a la humanidad en buenos y malos genera una división tan profunda, que es muy fácil tornarse al fundamentalismo y la polarización. Surgen pensamientos como «si no estás conmigo, eres mi enemigo», y en esa medida es muy fácil convertir al enemigo en objeto. Deja de ser persona.

Cuando eso pasa, el odio comienza y envenena la mente. Suspende la razón y la violencia surge. Esa es la raíz de la violencia de género o el racismo, entre otros.

Estás mal de la cabeza, Chocobuda. Nosotros somos los buenos. Los políticos son los malos. Hay que hacer que caigan. Necesitamos justicia.

Una vez que convertimos a alguien en objeto, podemos juzgarlo pasando por alto nuestros propios problemas. Nos volvemos fundamentalistas y creemos que nuestro bando es el que ha sido enviado por los dioses. Luego nos enfocamos sólo en las cosas malas del otro y comenzamos a usar la palabra «justicia», aunque no la conozcamos. Lo que se busca en realidad es culpables para luego cobrar venganza.

Justicia y venganza son muy fáciles de confundir en la mente envenenada por el odio.

Y podría seguir. El hecho es que en tiempos desesperados se vuelve urgente tener un sistema de valores que nos permitan entender la vida de manera pacífica y profunda. Tal sistema se llama budismo.

No, no es que crea que todo el mundo deba convertirse al budismo. Es sólo que nos apunta a valores universales que necesitamos cuidar como la compasión, la generosidad y la cultura.

Entender que todos los seres vivos son capaces de sufrir, hace que el corazón se abra.

Saber que la cultura, el arte y la ciencia son la base del conocimiento humano y la peor pesadilla de los gobiernos corruptos, nos llevará a tomar mejores acciones.

Observar la naturaleza y nuestro propio cuerpo nos da el conocimiento de que ningún cambio es automático. Todo lleva tiempo de gestación, aun los grandes cambios sociales.

A la vez, el estudio y comprensión de los hábitos nos da cimientos sólidos para controlar las cosas que están a nuestro alcance. Tener buenos hábitos de trabajo y estudio, por ejemplo, cuidará nuestra mente y razón, a pesar del caos de nuestro país.

Saber instalar hábitos positivos nos permite pensar con claridad, calma el estrés y nos da dirección.

Tanto el estudio del budismo, como la comprensión de hábitos, pueden ser herramientas insuperables para momentos de crisis.

¿Necesitas saber más de hábitos y cómo lograrlos con éxito? Ven a Shojiki, taller de hábitos.

 

[Compasión Aplicada] Entrevista a Bárbara Guerra de Año Nuevo DF 2015

[Compasión Aplicada] Entrevista a Bárbara Guerra de Año Nuevo DF 2015

México está pasando por tiempos difíciles. Desgraciadamente el odio parece ser un artículo de primera necesidad porque corre en todos sentidos. La desesperanza se puede sentir en el aire (pronto escribiré al respecto).

En esta locura polarizada por bandos, crimen y política, la compasión y la generosidad son víctimas innegables. Nos cuesta mucho trabajo dejar de enfocarnos en lo malo y la vida se nos va cuando reemplazamos la razón por el odio.

Sin embargo también hay historias de esfuerzos que vale la pena sacar a la luz. Detrás de todo lo que sucede están las personas que renuncian a la preocupación y toman acciones directas para cambiar las cosas.

Mientras muchos pasan sus días propagando la ira, el miedo y buscando venganza, Bárbara Guerra, amiga, alumna y ciudadana, rompió la apatía y decidió el camino de la compasión.

Dar a conocer su proyecto aquí en Chocobuda sirve como muestra de que sí se puede actuar sin violencia y con generosidad, cuando nos enfocamos a nuestra área de acción.

Hoy presentamos esta entrevista para conocer más sobre los esfuerzos de Bárbara y para que nos unamos a su proyecto.

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Cuéntanos un poco sobre ti.
Me llamo Bárbara Guerra, tengo 30 años recién cumpliditos y vivo en la Ciudad de México. Soy Ing. en Sistemas y trabajo en horario godín: de Lunes a Viernes. Juego tocho bandera en un equipo mixto y me gustan mucho los felinos (por cierto si les gustan, busquen la fundación Black Jaguar White Tiger, también es de un chico mexicano). Usualmente digo que nunca tengo mucha vida social, pero rara vez estoy en mi casa jajá.

¿Cómo se llama tu proyecto?
Se llama Año Nuevo DF 2015, me pareció adecuado para definir cuándo y dónde.

¿Qué te inspiró a comenzar?
Cada año pienso en la emoción que me daría salir a entregar juguetes en navidad a los niños y comida a gente de bajos recursos en comunidades lejanas, lo cierto es que en ninguno hice nada. Este año pensé que no hay porqué comenzar a nivel macro y dejarlo en intentos, así que he decidido salir simplemente a mi ciudad.

Pensé en ir yo sola porque realmente estoy convencidda de hacerlo pero no caería mal una ayuda extra por lo que comencé a «pasar la voz» para conseguir voluntarios para entregar las cosas, armar paquetes o simplemente donar. Este año estuve haciendo sin querer queriendo obras pequeñas de caridad en el metro, regalaba mi comida, mi botella de agua, cedía asientos y me quedaba una emoción bastante agradable, los actos de caridad no es para presumirlos pero pensé en tomar un paso más esta vez y claro que va a funcionar.

¿Has participado en otros esfuerzos de este tipo?
Liderados por mi, no. Pero sí desde mi juventud (bueno todavía soy joven, pero antes más joven) he participado en servicios sociales en mi escuela, en la universidad y en el trabajo en diferentes lugares como Morelos, Michoacán, Atlacomulco y dentro del mismo D.F. desde pintar escuelas, recorrer casas para ayudar a las familias, cursos para pequeñitos y todo lo que se pusiera en el paso.

Es muy gratificante para mi hacerlo. Pienso que quizá ese tiempo lo pude haber pasado tomando una siesta o metida en el tráfico para ir a comprar algo que ni necesitaba, así que el balance es muy bueno, me abre la mente, me saca de mi zona de confort y siempre, siempre, siempre me ha hecho reafirmar y darme cuenta que mi situación es fabulosa y no debería quejarme por nada.

¿Cuáles serán tus acciones?
De aquí a que llegue la fecha, recoletar y recolectar todo lo recolectable: manos, vehículos, donadores, mensajeros que pasen la voz.

El plan es salir en año nuevo. ¿Porqué elegí año nuevo? Honestamente me iba a ser complicado salir en Navidad por compromisos familiares pero nunca es tarde. Además como un monje budista sugirió, meditar al iniciar el año a modo de empezar de manera adecuada y con la mente clara. Luego analicé que la gente en la calle no tiene tiempo de meditaciones y enseñanzas tan directas pero sí necesitan amor traducido en algo de comer, en una sonrisa o en una cobija para taparse el frío.

Entonces, ¿qué mejor manera de comenzar el año siendo generoso también? En vez de hacerme feliz a mi solamente cenando en un lugar rico puedo compartirlo con los demás, aunque sea un jugo o una galleta. Algunos nos llamarán cursis y señoritas de concurso queriendo paz mundial pero siempre habrá alguien que te haga eco y con uno solo basta, entonces el 2 de Enero les mostraré que sí se pudo.

¿Cómo podemos ayudar?
Está la fan page en Facebook en el siguiente link: https://www.facebook.com/Voluntarios.Ano.Nuevo Mi twitter es @barb_inside y en cualquier red social pueden comenzar utilizando el hashtag #AñoNuevoDF.

Pueden dejarme mensaje en cualquiera de estos medios ya sea en una publicación o algún mensaje privado (bueno, en Twitter primero salúdenme para seguirlos y poder conversar).

Recién he recibido comentarios acerca de las fechas y si es posible juntar tanta gente podemos armar contingentes desde el 30 de Diciembre y hasta el 1 de Enero. No importa, lo relevante es que salgamos. Recibimos cualquier tipo de bebida embotellada, enlatada o tetrapack para su facil entrega, paquetes cerrados de comida (por ejemplo galletas o botanas), ropa y calzado en buen estado de cualquier género y edad y, si tienen, juguetitos para los pequeños, cobijas, frazadas.

En fin, todo lo que le pueda servir a alguien: una bolsa del mandado para guardar las cosas, una gorra para el sol, una sombrilla. Piensen en lo que ustedes usan en su día a día en cualquier momento del año. Se aceptan también voluntarios que donen su tiempo para ir a entregar. Si no desean nada de lo anterior donen clicks y copy-paste para correr la voz. Empezó como mi plan individual asi que todo lo que se una después es una gran ventaja.

¿Algún consejo para alguien que quiera empezar a ayudar?
Todo se empieza con el primer pasititito, les enlisto algunas sugerencias del manual básico de generosidad:

  • Cedan los asientos a las personas mayores y mujeres embarazadas.
  • Si no quieren cederlo, al menos ayuden cargando las mochilas de los que van de pie (muchas señoras mayores me han ayudado a llevar mi mochila en su asiento).
  • Carguen en su mochila/bolsa/auto alguna prenda que ya no usen y dónenla al chico de la esquina que limpia los vidrios o a la señora mayor que pase por ahí. Aplica también cargar alguna fruta o alimento de más, créanme siempre hay alguien pidiendo alguna caridad. Regálenlo incluso si no se las piden.
  • Digan ‘gracias’ al chofer del camión (aunque haya manejado como alma del infierno), gracias al que les detuvo la puerta, gracias al señor de la tiendita y gracias al que te dejó pasar antes.
  • Procuremos portarnos coherentes. De nada le sirve a la señora que fue a misa toda su intención si saliendo va a comenzar a criticar a la gente o a ‘mentar la madre’
  • Intenten dejar su aparato tecnológico de lado cuando haya al menos una persona frente a ustedes. Recién vi un chico en una sala de espera escribiendo en su celular quien no se dio cuenta de una chica embarazada que estaba de pie. Obviamente le cedimos el asiento varias veces pero no quiso sentarse. 20 minutos después el chico le dijo: «no te ví, ¿quieres sentarte?». Sí, es un acto bondadoso pero ese aparatito lo hizo perder la noción de lo que ocurrió alrededor por 20 minutos. Si tienen a su mamá o a su novia o a su amigo enfrente, sean educados y dedíquenle tiempo. El celular nos aleja (quizá sea mi siguiente campaña jaja).
  • Si se caen, se levantan para seguir ayudando al de enfrente y olvidar por un momento su ‘terriblísima’ situación.
  • Hagan lo que quieran hacer pero de corazón. Las grandes campañas y obras de generosidad al por mayor vendrán por consecuencia y a todo lo que hagan, agréguenle una sonrisita. =D

¿Algún comentario final?
Gracias por leerme y únanse.

Cambiar la situación y la vida de la gente no requiere gobiernos ni alineaciones políticas. Se necesita abrir el corazón y actuar para los demás. Ese es el camino. Siempre lo ha sido.

¿Tienes algún proyecto como este? Contáctame, me gustaría mucho saber de ti.

Humanos de segunda clase

En este blog no hace falta adentrarnos lo que cientos de medios informativos repiten. El mundo está atravesando una epidemia de ébola que merece cuidado y seguimiento.

En mi pequeña y tonta mente hay también otras epidemias de impacto para la humanidad y que están fuera de control, cobrando muchas más víctimas. Tal es el caso de la obesidad, diabetes o síndrome metabólico. Pero yo no soy nadie para decidir qué es urgente atender y qué no lo es.

Lo que me entristece infinitamente es que las noticias sobre el ébola han explotado debido a que hay personas no africanas contagiadas. En todos lados podemos ver que algunos americanos y algunos españoles están contagiados. Lo repiten hasta el cansancio, convirtiendo la tragedia humana en un espectáculo para blancos. Por supuesto es lamentable y se hay que atender la emergencia sin importar la persona.

Perdón, pero… ¿Y los más de 1,000 muertos en África no cuentan? ¿Cómo es que la situación allá es menos importante que en América o en Europa?

Y más allá de eso, ¿por qué los africanos son menos relevantes que los blancos?

¿En qué momento se decide cuando un humano pasa a segunda clase?

He estado peleado con los noticieros desde hace muchos años. No consumo noticias de fuentes que esparcen miedo, odio o sensacionalismo (Televisa en México o Fox News en Estados Unidos) por una razón que me es importante: también se propaga y lucra con la falta de compasión.

El hecho de que los africanos sean menos importantes que caucásicos, es el reflejo de que las mentes de los comunicadores actúan con una falta de humanidad impresionante. Y lo peor es que la gente que consume estos medios termina pesando igual.

La tragedia humana nos incumbe a todos por igual, nos afecta a todos por igual.

Pero esta estructura mental divisoria insiste en crear bandos, razas, religiones y castas. Por eso nos es fácil burlarnos del que tiene menos, de quien no es como uno, del que vive con un reto físico específico o del que no comparte nuestra filosofía. Ponemos etiquetas y juzgamos simplemente porque no sentimos a los demás como parte de nosotros.

Estamos divididos y eso nos hace catalogar a otros como humanos de segunda clase.

Hasta que la compasión sea parte de nuestros sistemas culturales y educativos, la humanidad seguirá cayendo en este error.

Sin embargo está en nuestras manos cambiar esto.

Y sólo se necesita un pensamiento sencillo para empezar: Todos los seres sufrimos por igual Hay que entender para ayudar.

 

El limbo de la preocupación

El limbo de la preocupación

Con mucha frecuencia he escuchado a personas decir que tanto el budismo como el zen son filosofías en las que nada importa; que sus practicantes somos nihilistas deprimidos y que somos unos vale madres (término mexicano para alguien que evita responsabilidades o involucrarse en lo que sea). La gente que nos observa se impresiona de mala forma porque no nos preocupamos por lo que sucede al rededor o lo que nos afecta directamente.

No hay nada más lejos de la realidad. Existen situaciones en el universo que nos importan mucho, que nos parecen terribles y que necesitan ser atendidas. La gran diferencia es que entendemos que es posible no preocuparse para mejor tomar acciones que ayuden a solucionar las cosas, aunque sea un poco. También sabemos que la preocupación es otra cara del sufrimiento.

Algunos pasan sus días o años enteros preocupándose por cosas en las que no tiene ingerencia y que, por más desvelos y bilis que acumule, no tiene manera de solucionar. Se preocupan por situaciones a una escala tan grande, que los problemas reales que sí pueden solucionar, los dejan pasar para que crezcan y causen más daño.

Esto se vuelve aun peor porque la preocupación es viral. Se instala en el anfitrión, lo consume y busca al siguiente objetivo para contaminarlo. Es decir, parece que preocuparse por todo es un gran pasatiempo social. Cuando uno se preocupa en la familia / escuela / oficina, todo mundo se engancha. Entonces sufrir en grupo se convierte en una manera más de compartir la experiencia.

La preocupación es una fuerza muy poderosa. Es un remolino que nos arrastra hacia un limbo del cual es muy difícil salir. Causa una especie de ceguera que no nos permite ver que siempre existen opciones. Siempre.

Con todo esto dicho, hago esta pregunta: ¿vale la pena preocuparse por cosas que no tenemos el poder de arreglar?

Uno de los escritores clásicos de productividad que más me gusta, Stephen Covey, tiene un diagrama que ayuda a explicar esto:

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En el Área de Preocupación entran todas las situaciones y fenómenos que nos angustian y que no podemos hacer nada directamente para resolver. Ejemplos: matanza de focas en el polo norte, asteroides en ruta de colisión con la Tierra, guerra en países al otro lado del mundo, malas decisiones de políticos, árbitros malos en juegos de futbol, vidas de personas famosas, el futuro de lo que sea… Nótese que usé la palabra directamente porque hay algunas cosas en las que sí podemos influir indirectamente.

En el Área de Acción caben todas las situaciones en las que tus actos tienen consecuencias directas positivas. Ejemplos: trabajar sin distracciones, limpiar tu alimentación, meditar, mejorar tu comprensión financiera, no votar por políticos siniestros, unir y formar nexos con la gente de tu vecindario, donar a una organización que ayude a eliminar la matanza de focas, no consumir productos de una corporación maléfica (te estoy viendo, Coca-Cola), ayudar a tu familia y amigos, escuchar a quien se acerque a ti.

Así pues, si te preocupa mucho que las personas en tu país sufran hambre, no te quedes quejándote en Twitter o Facebook. Dona tiempo o dinero a una organización que tenga el poder de cambiar las cosas.

Si te angustia la seguridad y el crimen en tu ciudad, deja de contar historias y de propagar tu estrés. Mejor educa a los jóvenes sobre cómo prevenir y no participar en el crimen, aprende sobre ello y disminuye riesgos.

Si detestas lo que están haciendo los políticos de tu país, para en seco la propagación de memes y mejor participa en foros ciudadanos pacíficos, educa a los jóvenes en arte y cultura, integra a tu comunidad para hacer cambios positivos y mejorar la vida para todos.

El punto de todo esto es dejar en claro que la preocupación no sirve mas que para traer sufrimiento, mismo que te congelará en tu sitio y no te dejará mover.

Si hay alguna situación que se necesite resolver, no la conviertas en problema con tu preocupación. Mejor actúa con calma e inteligencia para mejorar las cosas.

Las pequeñas acciones cambian al mundo. Esto es karma (acción), Visión y Acción correcta, en budismo. Siempre puedes comenzar hoy.

 

 

Entre más gastas, más te deprimes

Entre más gastas, más te deprimes

Recientemente The Guardian publicó un artículo sobre el nuevo libro del psicólogo inglés Graham Music. En The Good Life: Wellbeing and the New Science of Altruism, Selfishness and Immorality (La Buena Vida: Bienestar y la Nueva Ciencia del Altruísmo, Egoísmo e Inmoralidad), Music detalla cómo la ciencia ha registrado a lo largo de 40 años la forma en que el materialismo nos hace cada vez más y más infelices.

Según el autor, las personas centradas en lo material son infelices porque la civilización se alimenta del materialismo. Es un sistema hecho para devastar la personalidad. Entre más deprimido estás, más compras y más deudas te generas.

Entonces, al resumir nuestra persona a los bienes y basura que poseemos, suspendemos la humanidad y la compasión; que son los bloques básicos con los que se construye la felicidad.

El artículo también indaga sobre cómo la mente de los políticos es una mente enferma. Se necesita un grado muy alto de paranoia para soportar el odio colectivo y ser atacado por las personas a las que desangran. Los políticos desconfían de la gente, pero la explotan para obtener más poder y más bienes. Con el tiempo estas conductas generan un desequilibrio bioquímico que termina en grados de enfermedad cada vez más profundos.

Por otro lado, el psicólogo Tim Kasser, del Knox College en Illinois, Estados Unidos, destaca que si amas los objetos materiales, tienes menos probabilidad de amar a las personas y al planeta. Para él no es una coincidencia que el daño hecho al medio ambiente esté directamente relacionado con el aumento del materialismo. De igual forma, asegura que entre más sube el interés por los objetos, se incrementan el miedo a los extraños y la desigualdad. El dinero es un agente embrutecedor de la humanidad y una droga paranoica.

Como resultado tenemos una infección que devora la felicidad y la paz. La desigualdad erosiona la confianza entre las personas.

Cuando terminé de leer el artículo me quedé en silencio y asintiendo con la cabeza. El materialismo ha llegado a un grado tan devastador que preferimos comprar basura innecesaria antes de ayudar a alguien a poner comida en la mesa.

Hemos convertido la necesidad humana en un circo para el cual vendemos boletos muy caros. Si queremos pertenecer, necesitamos comprar. No hay más.

Por supuesto, siempre hay que ver las cosas por todos los lados posibles. No se trata de no tener bienes materiales. Se trata de encontrar el equilibrio entre lo material y lo espiritual para que nuestra vida sea plena y feliz. Tener lo suficiente para luego practicar generosidad y compasión hacia los demás.

El problema es que, como adictos, hay quienes no pueden tener suficiente. Más libros, más poder, más colecciones, más autos.

Posiblemente el mundo sería un mejor lugar si dejáramos de pensar tanto en nosotros mismos y nos ayudáramos más a ser felices.

Pero quién sabe. Quizá el que está mal soy yo.