Rompe con el materialismo navideño [Navidad Minimalista 1/5]

Rompe con el materialismo navideño [Navidad Minimalista 1/5]

Navidad Minimalista es una serie de artículos dedicados a explorar las alternativas que tenemos para ahorrar dinero, apoyar el comercio sustentable y vivir sin el estrés que caracteriza a la temporada navideña. ¡Felicidades!

Navidad, la fiesta de las luces, la paz y la armonía; en la que las personas celebran el nacimiento de Jesús. Es la temporada en la que se celebra la hermandad, la armonía, buena voluntad y la honestidad entre las personas.

Las palabras amables fluyen, se reparten cientos de abrazos, gastar mucho dinero en regalos es lo correcto y ya sea el estrés o la depresión, son los estados de ánimo que todos parecen tener… ¡SCREECH!

¿Qué? ¿Navidad significa estrés y depresión?

Por desgracia, sí. Lo es para muchas personas que entran en el círculo vicioso de los regalos sin sentido y de quemar dinero en cosas que no se necesitan, apoyando el consumo no sustentable y el materialismo desmedido.

Desde que tengo memoria, Navidad significa regalos y gasto. Y creo que es lo correcto, porque todo mundo parece encantado con la idea. Sin embargo, el gastar dinero y recursos sin pensar, provocan un irremediable estado de tensión y depresión en la gran mayoría de las personas.

La buena noticia es que todo este maremágnum consumista tiene cura. Aplicar ideas de simpleza y minimalismo nos ayuda a pensar y a apreciar la esencia perdida de la temporada.

El minimalismo nos ayuda a comprender y a alejarnos de la saturación, de las compras innecesarias; y a tener una vida mucho más tranquila. En días donde el gasto en regalos y artículos nos invade, es necesario detenernos a pensar y a no fluir con las ideas implantadas por la mercadotecnia.

Sí, Navidad como la conocemos es el triunfo de la mercadotecnia, pero tendría que ser el triunfo de la humanidad y la generosidad.

Para mi, que no soy de alineación juedo-cristiana, las fiestas de diciembre son un gran momento para reflexionar qué es lo que estamos haciendo como sociedad. Y veo tantas cosas que decidí escribir esta mini serie de artículos sobre cómo tener una Navidad Minimalista.

En cada entrega hablaré de ideas para celebrar gastando lo menos posible o ¡nada!

Ya para cerrar esta primera entrada, dejo la regla máxima para comprar regalos… o cualquier cosa:

Antes de adquirir un artículo, y siendo brutalmente honesto, responde estas simples preguntas:

¿Realmente lo necesito? ¿La persona que recibirá el regalo, realmente lo necesita? 

Con mucha seguridad la respuesta siempre será no. En caso de que la compra sea vital, entonces hay que hacer una compra informada e inteligente, pero eso es materia para otro post.

Finalmente, ¿no es mejor demostrar mi aprecio con humanidad, amistad, amor y compasión?

Siguiente entrega: ¡Regala experiencias!

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Aprecia el silencio de la temporada [Navidad Minimalista 4/5]

Aprecia el silencio de la temporada [Navidad Minimalista 4/5]

 Navidad Minimalista es una serie de artículos dedicados a explorar las alternativas que tenemos para ahorrar dinero, apoyar el comercio sustentable y vivir sin el estrés que caracteriza a la temporada navideña. ¡Felicidades!

Para muchos de nosotros, que vemos la Navidad con ojos críticos y con otra filosofía, nos es muy sencillo apreciar la saturación que estas épocas traen al mundo.

Hay colores por todos lados, ruido, ataque masivo publicitario y por todos lados parecen estar muy interesados en que seamos felices tan sólo por ser temporada navideña.

Así que quizá uno de los mejores regalos que podemos hacer es el silencio.

No, no estoy en drogas y tampoco estoy en  mi fase chamánica. Es sólo que entiendo el poder del silencio como regalo, como don y creo que esta temporada es vital ejercerlo.

Esto es un concepto abstracto, así que paso a los ejemplos para que se comprenda mejor.

Cállate y escucha

Todos necesitamos ser escuchados y poner atención directa, mirando a los ojos, cuando alguien nos habla, es una de las mejores atenciones que podemos tener con alguien. Cuando estés charlando con un amigo, pareja o familiar; apaga el celular, no respondas Twitter ni Facebook y mira a sus ojos.

Este simple hecho de comunicación humana básica está en peligro de extinción. ¡Rescátalo!

Medita

En estas fechas la calle, restaurantes y tiendas son como el vómito de Santa Claus. Todo es rojo, ruidoso y compite por nuestra atención. Y no tengo qué decir lo mal que se pone el tráfico en las ciudades.

Si sientes que necesitas un respiro de todo esto, llega a casa, apaga todas las distracciones y regálate 10 minutos en silencio, literalmente mirando la pared.

Te aseguro que los nervios y el estrés se desvanecerán.

Escucha el silencio

Definitivamente no celebro Navidad. Sin embargo hay sólo una cosa que me gusta del 25 de diciembre y del 1 de enero: el silencio de esas mañanas.

Creo que no existe mejor día en el mundo para sentarse temprano, como a las 6 o 7 AM, a gozar una taza de café fresco ante la inmensa quietud.

Observa

Este es un ejercicio muy valioso.

En una tarde de sábado, antes de navidad, tómate un par de horas y ve en solitario a algún centro comercial cercano. Compra un helado y siéntate a observar a la gente. Mira su comportamiento, sus prisas y su estrés. Observa cómo la mercadotecnia y la publicidad actúan en ellos.

¿Quieres estar igual? ¿En verdad necesitas ser parte de la manada?

La respuesta a ambas preguntas es NO, estoy seguro.

No tiene nada de malo festejar estas fechas, pero creo que podemos dar mucho más de lo que nos pide la publicidad. Observar en silencio este ritmo de vida nos hace conscientes y nos ayuda a no entrar en el círculo vicioso del mercantilismo navideño.

 

Siguiente entrega: Qué regalar a una niña o a un niño en navidad

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Agradecer cada bocado [Blog Action Day 2011]

Agradecer cada bocado [Blog Action Day 2011]

No podemos construir un mundo pacífico con estómagos vacíos y miseria humana

Norman Bourlag. Héroe

Sí, ya sé que voy muchos días atrasado con el Blog Action Day, pero de cualquier forma creo que el tema es muy importante y hay que sacarlo siempre que se pueda.

Desde que vi el tema para este año, muchas alarmas sonaron en mi cabeza porque recientemente me he estado reeducando en la forma de comer y en mi relación con los alimentos. Imposible no tomarlo de manera personal.

En el mundo del Zen, el alimento y quien lo prepara son vistos como el pilar del templo. El cocinero es quizá la persona más reverenciada y respetada porque gracias a su trabajo los monjes pueden comer y seguir estudiando.

En la vida cotidiana el cocinero es, quizá, la persona que más olvidamos porque simplemente compramos, comemos sin pensar y seguimos adelante.

Pasamos por alto no sólo el trabajo de quienes están en una cocina, sino que olvidamos que detrás de una zanahoria en nuestro plato, existen horas de trabajo.

Sí, ya sé que los fundamentalistas en contra de la industrialización del alimento me van a replicar, pero el hecho consumado es que cada grano de maíz, lo querramos o no, lleva mucho esfuerzo humano detrás.

Y lo olvidamos.

Desperdiciamos comida como si siempre la tuviéramos o como si nunca se fuera a terminar. Y si te digo que existen escenarios reales en el mundo donde no la hay, donde hay niños que tienen que cazar lagartijas para comer, ¿me creerías?

El hambre y el desperdicio de alimentos y esfuerzo humano son tragedias lamentables que opacan todo el progreso humano hasta ahora.

¿Cómo es posible que estemos gastando en tanques de guerra, entretenimiento o campañas políticas, cuando este dinero podría ser usado para mandar comida a los pueblos que lo necesiten? Esta realidad humana me supera. No la entiendo.

Existen muchísimas causas políticas y sociales por las cuales aun al día de hoy tenemos personas con hambre. Existen actores e instituciones tan poderosas que está en sus manos hacer llegar o no el alimento a los necesitados, pero los intereses particulares pesan más.

Con todo, creo que el poder de uno es mucho más grande que el de una corporación. Y estoy seguro que tú, en casa y en tu cuerpo, puedes hacer un mejor uso y tener una relación mucho más humana con los alimentos.

¿Cómo? Bienvenido a mi oficina.

  • No desperdicies
  • Consume sólo lo que necesitas
  • Compra en mercados y tianguis (mercados móviles)
  • Apoya a los productores locales
  • Infórmate. Come alimentos que te benefician, no que ponen en riesgo tu salud
  • Come lo suficiente y no abuses
  • Reconoce todo el trabajo humano detrás de cada bocado
  • AGRADECE cada vez que sientas alimento en tu estómago. No todos son tan suertudos

Pero el punto más importante de todos:

Sé generoso y ayuda

Si tienes la fortuna de poder llevar comida a tu mesa y que nada te falte, haz un esfuerzo extra y comparte tu alimento. Claro que también puedes compartir un poco de dinero a instituciones que se dedican a mitigar el hambre en tu país.

¿No estás en buena posición como para dar  dinero? Ayudar es tan fácil como dar un clic con el mouse.

http://www.thehungersite.com

En The Hunger Site cada clic al día que des, equivale a una taza de comida para alguien que lo necesita. Así que despégate de Facebook y Twitter y haz clic cada mañana. Te tomará sólo unos segundos.

¿Tienes alguna experiencia ayudando a quien necesita alimento? ¡Compártela en los comentarios!

Niños: enseñándoles generosidad, desapego y ética

Niños: enseñándoles generosidad, desapego y ética

 

Foto: Wiltshire News, Swindon Local News

Ayer durante una discusión con respecto a este artículo de Forbes, unos grandes amigos y yo tuvimos una discusión sobre cómo enseñar a los niños sobre el desapego y generosidad, en un mundo que parece premiar a quienes toman ventaja y abusan de los demás.

El argumento de la plática se tornó a cómo enseñar estos valores, sin que se sea tan bueno que los demás pasen por encima de quienes practican la ética.

Lo que yo creo es que el desapego, la honestidad y la generosidad se pueden enseñar efectivamente a los pequeños. Y no, no es difícil. Requiere tiempo y dedicación, pero sobre todo, que nosotros mismos comprendamos el mensaje.

Ahora, estos mensajes no son del budismo. Son simplemente de sentido común. Entre menos compartido seas, más amargado y egocéntrico serás . Entre más mentiras digas, más solo te quedarás al final y tendrás consecuencias MUY graves que pagar.

Si los adultos comprendemos el mensaje, es más fácil pasarlo a los hijos.

Si tus hijos te ven sufriendo porque no tienes el automóvil X o los nuevos BD de Star Wars, les estás dando el mensaje de que sufrir por objetos es lo que se debe hacer.

Si tus hijos te ven insultando a alguien que te rebasó en la calle y luego le avientas el coche, les estás diciendo que tomar venganza es correcto y (peor aun) que usar armas para lograrlo es mejor. Sí, el «echarle lámina» a alguien es utilizar el coche como arma.

Si les dices a tus hijos que los Reyes Magos traen juguetes y luego lo desmientes, les estás diciendo que mentir está perfecto si esto crea una ilusión en la víctima. Lo siento, pero la enseñanza de Santa, los reyes y cualquier ser mágico, es nefasta. Destruye el sentido de la honestidad, los enseñamos a esconder cosas y a manipular para su beneficio.

Ahora, por el contrario, si tus hijos te ven donando dinero o tiempo a una institución de ayuda, necesariamente verán que ayudar es lo correcto.

Si cometes un error o dices una mentira, pero luego te disculpas, explicas y enmiendas, verán que su padre/madre es una persona que reconoce y enfrenta las consecuencias de sus actos.

Si tus hijos ven que jalas a toda la familia a trabajar en equipo para poder comprar un mejor auto, los chicos entenderán el valor de la familia y que las cosas en la vida no son gratis, que hay que trabajar mucho.

Ser coherentes con tus propios valores y tomar el tiempo para explicar y llevar de la mano, parecen ser acciones en decadencia.

Y no, el ser buenas personas no significa que pasarán por encima de los niños. Se trata de enseñar inteligencia para saber enfrentar a la gente difícil, a los corruptos y a los malintencionados. La gente buena es la que le da valor y balance a la vida. ¿No creen que necesitamos más?

A los niños debemos enseñarles a comprender la compasión, a compartir y a trabajar en equipo. Esa enseñanza requiere comprensión y mucha disciplina por parte de los padres.

El daño que nos hemos hecho a nosotros y al ecosistema no sanará hasta que podamos hacer que nuestros pequeños vivan de manera ética.

Dos historias reales de generosidad

Dos historias reales de generosidad

Este fin de semana, dos personas muy cercanas y queridas vivieron estas historias. Ambos hombres son una inspiración y pensé que sería buena idea dejar registro. Espero que las encuentres de ayuda como las encontré yo.

El hombre de la bicicleta

Había una vez un hombre de casi 70 años que casi no tenía dinero, y se ganaba la vida vendiendo ropa. Salía todos los días a trabajar y llegaba con algo de dinero a casa y así mantenía a su esposa. De vez en cuando llegaba algo de dinero por parte de sus hijos, pero sus hijos eran pobres también.

Sin embargo, las carencias y la dificultad de las cosas no derrotaban al hombre. Seguía trabajando y siempre tenía buen ánimo para hacer las cosas.

Y el hombre en verdad quería una bicicleta. Así que un día compró una que estaba en un depósito de chatarra. Cuando llegó a casa, de inmediato comenzó a trabajar para repararla.

Pasaron varios meses y la bicicleta estaba a punto de quedar lista para el primer paseo.  ¡El hombre estaba muy emocionado y tenía toda la ilusión del mundo en probar su bici!

Y un día el hombre se encontró a un amigo.

-¡Hola, Juan! ¡Pero qué milagro! ¿Cómo has estado?- Preguntó con el característico ánimo.

Juan sólo lo miró y se le nublaron los ojos.

-Muy mal.- Respondió con tristeza. -Unos ladrones entraron a mi casa y robaron mi bicicleta, con la que me iba a vender mis tacos. También se llevaron mi estufa, los tanques de gas y hasta mi ropa. Ahora ya no tengo con qué trabajar. Por suerte mi primo me prestó una estufa chiquita y con eso podré hacer mis tacos, aunque sea saldré a vender cargando la canasta en los hombros.

Juan era uno de los muchos hombres que se ganan la vida vendiendo tacos (comida tradicional mexicana), por las calles de la Ciudad de México.

El hombre viejo escuchó toda la historia de su amigo. Suspiró.

-Juan, yo tengo una bicicleta que te puede servir. Te la regalo. Ve por ella a la casa cuando puedas. Pero el lunes quiero que comiences a trabajar con ella.

Con lágrimas en los ojos, Juan aceptó.

Y el hombre cedió su bicicleta a alguien que la necesitaba más, sin importarle lo mucho que había trabajado en ella.

 

El Zen Master y el reactor nuclear

En un pequeño pueblo de Japón, a 100 kilómetros del reactor dañado de Fukushima, vivía un Zen Master con su familia. Era un hombre de 52 años que se dedicaba a enseñar Zen a muchos alumnos en todo el mundo y era amado tanto por su esposa e hijo, como por sus alumnos.

Pero el Master tenía el corazón roto. La desgracia por la que atravesaba Japón debido al tsunami pesaba mucho en él. Ver tanta destrucción y a toda esa gente sin hogar y tratando de reconstruir todo, lo partía en dos.

Así que anunció a sus alumnos que iría a la zona del reactor nuclear a ayudar con los trabajos de limpieza y reconstrucción.

Su esposa le dijo con lágrimas en los ojos:

-Si vas a Fukushima la radiación te enfermará. ¡Te dará cáncer en unos años!

El Zen Master la miró y le dijo:

-Tengo 52 años. De todas formas en algunos años me enfermaré de cáncer o de alguna otra cosa.

La abrazó, besó a su hijo y salió a unirse a los voluntarios para la reconstrucción.

Pudiendo haberse quedado en la comodidad de su zendo, a lado de su familia y protegido de la radiación; el Zen Master lo dejó todo para ayudar y dar. A pesar de que su propia vida se le vaya entre los dedos.

——-

Estas dos historias me dieron horas de meditación. ¿Algún día podré hacer algo así? ¿Podré dejar de lado mi propia vida para ayudar a los demás?

No lo sé. Cuando esté en ese punto veremos.

De momento, comparto esto porque creo que ambos hombres son un ejemplo de generosidad y debe quedar registro de ello.