El sonido de los respiradores artificiales y los aparatos que mantienen con vida a los pacientes provocan un estado de hipnosis muy extraño.
Se siente como si estuviera en un sueño de alguien más. Pero los pacientes y los familiares que los acompañan, todos tienen historias únicas que contar. Mientras me siento en silencio junto con mi propio paciente, observo en silencio.
Estos días he estado viviendo muy de cerca como la salud de alguien importante para mí, se desvanece.
Es una persona que nunca tomó en serio su salud y hacía las cosas por ego. Comía solo alimentos procesados diseñados para ser ultra palatables, no hacia ejercicio y en más de 40 años nunca dejó de fumar.
Hace unos días, entonces, mi padre de casi 80 se cayó y se fracturó el fémur derecho. Bajo los ojos de los que saben, reparar este hueso no debería ser difícil. Excepto cuando el cuerpo comienza a pasar las facturas atrasadas.
Aunque es necesaria una cirugía de rutina para reparar la fractura, a mi padre no lo pueden intervenir porque su cuerpo y mente están en muy malas condiciones. Su presión arterial sube y sube, y justo hace unas horas lo acaban de diagnosticar con EPOC, por fumador. Su oxigenación es inferior a la de un paciente con covid.
Todo esto es muy familiar. Mi madre se murió también víctima de sus adicciones y de EPOC.
Hoy más que nunca valoro mucho la salud y pienso cómo la desperdiciamos. Abusamos de nosotros mismos y a la hora de la verdad, queremos pastillas mágicas para reparar lo que nos provocamos nosotros mismos en primer lugar.
El Buddhadharma está por todos lados en esta situación.
La Ilusión de Continuidad que estudiamos en el Soto Zen se manifiesta cuando pensamos que nunca vamos a enfermar o a envejecer.
Estos retos de la vida son Buda y aprendemos de ello. La enfermedad es una gran maestra. También la compasión y cariño de cientos de budas que trabajan por nuestra salud se manifiesta frente a nuestros ojos.
Es cierto que la impermanencia es Buda y que la enfermedad también, pero nuestra responsabilidad para conservar la salud es nuestra obligación en la práctica Zen. Si no tenemos un cuerpo-mente aptos para practicar el Dharma, estamos fallando a nuestros preceptos. Le fallamos a la vida, a nuestros ancestros y Shakyamuni. Hacemos lo posible para estar bien y si la enfermedad ya está, tomamos acciones para que las cosas sean lo menos difíciles.
Siempre he animado a la sangha y a todos mis lectores a cuidar la salud.
Hoy vengo a reiterar mi cansado y frecuentemente ignorado mensaje: debemos cuidar la salud y protegerla como la joya preciosa qué es.
Es, en verdad, lo único que poseemos. Si la descuidas, ni todo el dinero del mundo te ayudará.
Es hora de revisar tu alimentación. Sin importar tu filosofía alimenticia, dejar la comida procesada y azúcares es la mejor inversión qué puedes hacer. Si no puedes y te es difícil, busca ayuda.
Si tienes alguna adicción, es tiempo de pedir ayuda para dejarlo,
Si tus amigos te impulsan a malos hábitos, es hora de cambiar de amigos.
Si no haces ejercicio, comienza.
Si amas a tu familia y amigos, harás lo posible por no hacerlos pasar por el infierno que podrías crear.
Si practicas Soto Zen con nosotros, ya sabes que el cuidado de la salud es esencial.
Y por supuesto, Zazen es el pilar de todo lo que hacemos.
La práctica Zen nunca ha sido y nunca será dogmática. No es una filosofía que premie la ignorancia y la inacción, sino que siempre impulsa al practicante a vivir con duda de todo lo que dicen tanto el Buda como los Patriarcas; además de que transforma nuestra experiencia en un laboratorio del Dharma.
En el Zen tenemos esta frase:
Gran duda, gran iluminación. Pequeña duda, pequeña iluminación. No duda, no iluminación.
No importa qué tanta autoridad tenga el maestro que estés leyendo o escuchando, siempre hay que tener un corazón que pregunte «¿tendrá razón? ¿será cierto?», para después poner todo en práctica.
Es cuando nos esforzamos en comprobar el budismo, que podemos entenderlo.
Solo podemos tomar refugio en Buda, Dharma y Sangha cuando brincamos al agua y nadamos en esa corriente.
Luego de algún tiempo sucede lo más curioso: las dudas se extinguen y solo hay confianza en la práctica. Y poco a poco todas las enseñanzas van tomando forma en nuestro corazón. Es ahí cuando sabemos que ya estamos sentados en el Gran Vehículo y confiamos en el conductor.
El Maestro Chan Huangbo Xiyun decía:
Liberarse del polvo de la condición humana no es algo ordinario. Debes practicar rigurosamente, como cuando haces un fuerte nudo en una soga. Si no has sobrevivido al crudo invierno, ¿cómo esperas conocer el aroma de los capullos de ciruela?»
El budismo en general es sinónimo de disciplina. Pero la práctica Zen lo es aún más. Y dudar es parte de nuestros hábitos cotidianos.
Durante su viaje a China, Dogen Zenji llegó a la Iluminación cuando dejó el ego de lado y permitió que la vida fuera. Fue un proceso gradual que lo llevó a contemplar el mundo humano y cómo el sufrimiento llega cuando nos sentimos dueños de la Tierra.
El Maestro describía su Despertar con estas palabras:
«Llegué a la clara realización que la mente no es otra cosa que ríos y montañas. Es la Gran Tierra, el sol, la luna y las estrellas».
La práctica Zen tiene muchas características útiles para la vida cotidiana, pero la manera en la que destrona la soberbia humana es remarcable. Con la mente clara que resulta de nuestras sesiones de Zazen, podemos ver lo lejos que nos hemos puesto de la naturaleza.
Vivimos creyendo que somos dueños de la Tierra. Matamos para adueñarnos de los recursos y estamos dispuestos a destrozar el medio ambiente para que la comodidad gane. Pensamos solo en el YO y en la acumulación, pero no vemos el daño que le causamos a la vida.
Entonces el Zen es relevante porque es una vía de autocontrol, moderación y de buscar el equilibrio. Comienza entendiendo que este cuerpo-mente es nuestro único vehículo para experimentar las enseñanzas de Shakyamuni, lo cual se traduce en compasión hacia uno mismo.
Esto abre la conciencia para entender que los demás también tienen el derecho de un cuerpo-mente saludable. ¿Quién soy yo para negarlo? ¡Al contrario! La compasión se expande hacia los demás. El practicante de Budismo Zen siempre está en disposición de ayudar a los demás a que sean felices y gocen de buena salud.
Luego, la conciencia se expande aún más para entender unos de los mensajes principales de Dogen: no solo los seres sintientes tienen naturaleza búdica. Todo en el universo tiene naturaleza búdica.
Esta postura religiosa es importante porque ahí comenzamos a unirnos con el universo. Apreciamos con el mismo amor cada átomo y cada galaxia en el cosmos. Tenemos el mismo respeto por una lechuga que por un presidente. Todo es Buda.
Si todo es Buda, entonces todo merece reverencia, respeto y compasión.
Entendemos que necesitamos tomar cosas de la naturaleza para tener una vida linda y cómoda, pero justo porque entendemos la vida con todo respeto, no tomamos más de lo absolutamente indispensable.
Por supuesto que este equilibrio con la naturaleza no viene fácil ni rápido. La vía del Zen es una de honestidad y de constante revisión de nuestros pensamientos. Nos mantenemos alertas para que los Tres Venenos de la Mente no gobiernen nuestras decisiones y siempre tratamos de ver las repercusiones de nuestros pensamientos, palabras y acciones.
Amamos cada milímetro de esta Gran Tierra porque es nuestro cuerpo-mente. Los ríos de nuestras venas son los ríos que van hacia el mar. La mente con sus millones de pensamientos es el cielo estrellado que nos presenta la Vía Láctea.
Los seres vivos desde plantas hasta planetas enteros, todos son Buda. Nos postramos ante ellos.
La siguiente enseñanza de Sawaki Roshi fue un poco difícil de traducir.
En primer lugar, el título nos lleva a pensar que todo mundo asume que los monjes tienen la vida fácil y que Roshi nos va a decir que no es así. En realidad, este texto se refiere a que, en efecto, los monjes tienen la vida demasiado fácil. Las cosas para el monje budista Zen en Japón actual son demasiado fáciles. Se han vuelto perezosos y comodinos.
A Sawaki Roshi se le conocía como el Indigente Sawaki, porque siempre se mantuvo lejos de las comodidades y era un monje sin templo. Pasaba temporadas donde le hacían espacio para dormir, pero vagaba por Japón enseñando el Dharma. Esto lo volvió imparable y muy respetado, pero al mismo tiempo muy criticado.
Siempre promovió que una vida dedicada al Dharma debía ser modesta y llena de retos, de lo contrario se pierde el sentido de existir y el enfoque en la práctica misma.
Entonces, estas palabras del Maestro son un comentario no solo para monjes, sino para todos los practicantes de Zen sobre cómo la vida llena de confort hace que dejemos de esforzarnos para crecer. Entre más comodidad se tiene en la vida, más sufrimiento llega.
Y coincido con el Maestro. Siendo uno de los Ancestros de Grupo Zen Ryokan, sus enseñanzas dan en el blanco y me inspiran para llevar este estilo de vida.
La otra consideración que hace a esta enseñanza un poco lejana para nosotros es que hace varias menciones a cultura japonesa tradicional, que en occidente no entendemos del todo. Por ejemplo, la relación que hay entre una geisha y sus patrocinadores.
Las geisha no son prostitutas, como se puede entender en occidente. Son personas altamente educadas en muchas disciplinas y son contratadas como acompañantes de personas importantes. A menos que la geisha lo desee, no hay contacto físico alguno.
Ellas cobran por sus servicios de compañía y si trabajan bien, el cliente puede ofrecer una propina. Cosa que está muy mal vista por la sociedad y por las geisha mismas. En Japón no existen las propinas. Ofrecerlas es una ofensa a la capacidad y al servicio de la persona.
Este texto hace referencia a una persona rica que ofreció una jugosa propina a una geisha. Esto pone a la persona como alguien de privilegio y ego elevado que ofende a una honorable geisha. Al final él le escribe un haiku donde ve cómo su vida cómoda es poco admirable, en contraste con la de un monje (Bodhidharma).
Finalmente, Sawaki Roshi habla de templos maravillosos en las áreas de Kioto y Nara. Estos templos no fueron construidos para que los monjes entrenaran, sino para acariciar los egos de los patrocinadores y protectores ricos. Por ejemplo, Kinkaku-ji y Ginkaku-ji, tienen sus paredes forradas con oro y plata, respectivamente. Para nada algo útil al Dharma.
Entonces, esta enseñanza de Sawaki Kodo Sensei es un comentario ácido y duro para hacer despertar a los monjes. Se extiende para todos los practicantes del Dharma. La vida cómoda es lo peor que nos puede pasar porque nos vuelve holgazanes y dejamos de esforzarnos.
En tiempos de la recompensa inmediata y donde hemos dejado de educar a los hijos con disciplina, las palabras de Roshi tocan fibras importantes.
Con todo esto de contexto, Sawaki Roshi nos dice…
Otani Kobutsu era una persona famosa en el Periodo Taisho porque una vez le dio una propina de 10,000 yenes a una geisha. Encima de eso, le escribió un haiku:
Mi vida es un desperdicio comparada con los 90 años en los que el patriarca se vestía con papel.
Es un buen haiku, pero ¿es lo que podemos esperar de alguien que da una propina de 10,000 a una geisha?
Kinkaku-ji, así como el pabellón dorado de Horyu-ji no fueron construidos para que los monjes practicaran. En lugares como estos, los monjes se pueden ganar la vida tan solo por haraganear ahí.
¿Para qué propósito fueron construidos Todai-ji y Horyu-ji? Al final, solo para albergar a monjes buenos para nada. Entonces no es de sorprender que estos monjes hayan prendido fuego a Kinkaku-ji o Enryaku-ji (Kioto). Lo mismo va para Ginkaku-ji.
En el primer año de la Era Meiji, la pagoda de cinco pisos de Horyu-ji se puso a la venta por 50 yenes, y no llamó la atención de ningún posible comprador. Sin embargo, sí hubo quien comprara la pagoda de cinco pisos de Kofuku-ji por 30 yenes, pero solo la quería para prenderle fuego y poder recoger los detalles de oro al final. Cuando le dijeron que, si lo hacía, todo el pueblo de Nara se incendiaría, mandó a los monjes al infierno. Esa es la única razón por la que esa pagoda sobrevive hasta hoy.
El precio de cosas como estas cambia. No hay nada grandioso en las cosas cuyo valor de venta cambia. Podríamos estar sin ellas. Hay cosas más importantes. Zazen es lo que importa
Puntos de vista obsoletos. Lo que los adultos enseñan a los niños no es otra cosa que puntos de vista obsoletos. Decir que bueno es bueno y que malo es malo, es cosa del pasado. Incluso un vegetal que algún día estaba bueno queda incomible cuando ha pasado su tiempo. Siempre debemos ver las cosas con una perspectiva fresca. Dices «esto es importante», pero ¿qué es importante? No hay nada que sea tan importante. Al morir dejaremos todo atrás de cualquier forma. Los bienes culturales y los tesoros nacionales de Nara o Kioto desaparecerán tarde que temprano. ¡Podríamos prenderles fuego justo ahora!
Últimamente hay templos en Kioto que son hoteles y casas de huéspedes. Es extraño cómo algunas personas no pueden pensar más allá de dinero y comida.
Un monje es alguien que lo ha dejado todo completamente. También significa que ha dejado ir la estupidez de grupo. El monje actual solo quiere aferrarse a las cosas. Por eso son unos buenos para nada.
Cuando le das premios a un gato, pierde el interés por cazar ratones. Un perro consentido ya no vigila. Hasta los humanos dejan de ser útiles para trabajar cuando tienen dinero y se relajan.
El chisme (cotilleo) es una de nuestras formas de comunicación más comunes. A todos nos gusta hablar a escondidas de los demás porque es divertido y delicioso. Y en tiempos de super conexión facilitada por las redes sociales en línea, millones de chismosos comparten información en plataformas sin censura ni autocontrol, lo que hace al chisme aún más dañino que antes.
Aunque aparentemente chismear une a la gente porque les da un tema de conversación para compartir, en realidad es malas noticias para todos los involucrados.
Desde el punto de vista de la práctica Zen, el chisme se convierte en una práctica poco hábil y nos mantenemos alejados de ella por muchas razones.
El Buda, en el Sammaditthi Sutta (Discurso de la Visión Correcta, parte del Noble Sendero Óctuple) nos dice:
«¿Y qué es poco hábil? Tomar vidas es poco hábil. Tomar lo que no se ha dado libremente, hacer mal uso de la sexualidad, mentir, habla divisiva, habla cruel, la charla inútil es poco hábil«.
El chisme es precisamente una charla inútil porque no ayuda y causa daño. Su punto de origen son los Tres Venenos de la Mente (Ira, Avaricia e Ignorancia) y el ego.
Cuando hablamos de alguien a sus espaldas, el ego crece porque el chismoso posee información que los demás no. Esto causa la ilusión de control de «algo» y pone al chismoso en una posición de ventaja ante sus pares.
La ignorancia se manifiesta en los chismosos porque se borra de tajo la Primera Noble Verdad: todos los seres experimentamos dukkha. Juzgamos a los demás y opinamos sobre su vida, dejando de lado el hecho de que es un ser vivo con un corazón que puede ser roto, que quizá estaba teniendo un mal día o que hace algo que no encaja en nuestro esquema de cómo deben ser las cosas.
La avaricia se manifiesta porque poseer información «exclusiva» sobre alguien nos motiva a buscar más datos e información que nadie más puede tener.
La ira se manifiesta al violentar la imagen y dignidad de alguien, cancelando la inteligencia y compasión del chismoso.
En la práctica Zen valoramos mucho el estado de silencio. Entrenamos para que antes de hablar hagamos una reflexión sobre la utilidad o las intenciones de nuestro mensaje. Y el chisme siempre está en contra de nuestros preceptos y por eso no nos enganchamos en ello.
¿Qué hago para no involucrarme o decir chismes?
Si está en ti la urgencia de criticar a alguien a escondidas, pregúntate si te gustaría que te lo hicieran. Casi siempre la respuesta es NO. Entonces es mejor guardar silencio.
¿Qué hacer cuando alguien llega conmigo con la intención de decir chismes de alguien?
Nada. Absolutamente nada. Es muy fácil detectar las intenciones de chisme de alguien. Comienza desde el lenguaje corporal y el tono de voz. Si detectas que alguien con ganas de iniciar chisme, solo escucha, pero no participes. Esto parecerá rudo, pero el chismoso pierde el interés si no le das la respuesta emocional que busca.
Con el tiempo te buscarán solo para comunicaciones necesarias.
¿Qué hacer si me entero de un chisme gordo y jugoso?
Nada. Absolutamente nada. No es tu información para compartir y ni siquiera para hacer juicios en tu mente. Dedícate a tu vida y listo.
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Valorar la privacidad y respetar la dignidad de todos los seres vivos es primordial para nuestra práctica. Guardar silencio siempre será mejor.
La práctica de Sesshin es muy importante para el Soto Zen. Es un retiro donde solo hay Zazen y Kinhin. No hay pláticas, no hay yoga ni nada que nos distraiga de Shikantaza.
Es con estos eventos intensivos que podemos sentir y comprobar lo que es Budismo Zen en verdad. Hacemos de lado el ego y nos entregamos por completo a Zazen.
Por supuesto que no es fácil. De hecho, Sesshin necesita ser difícil para que funcione.
Uchiyama Roshi es uno de los maestros que forjaron nuestra tradición. Fue abad de uno de los monasterios en los que entrené, Antai-ji.
En su libro Abrir la Mano del Pensamiento, nos explica de forma maravillosa qué es Sesshin; las razones por las que debemos participar y lo que sucede con la mente y el cuerpo.
Aquí comparto unos párrafos que nos pueden ser valiosos.
Quisiera aclarar mejor la realidad de la práctica y nuestra actitud vital de acuerdo con zazén, a partir de los retiros intensivos, sesshin, y lo que en ellas se experimenta. La palabra sesshin significa “tocar o escuchar la mente” y una sesshin consiste en varios días dedicados casi por entero a zazén…
En todas estas sesshin el horario consiste en una simple repetición de catorce períodos de Zazen, intercalados por breves períodos de meditación Zen caminando (kinhin), desde las cuatro de la mañana a las nueve de la noche. [Nuestras Sesshin] tienen sólo dos características. La primera es que no se habla en absoluto. No hay saludos ni socialización y ni siquiera hay canto de sutras como sucede en otras ocasiones en un templo…
Los cinco días de absoluto silencio sirven para ayudar a cada uno a convertirse en el ser que no es diferente del ser universal, sin socializar ni desviar su atención hacia otros…
Me parece que pasamos toda nuestra vida jugando con juguetes. Comenzamos tan pronto hemos nacido. El primero de todos es el chupete del biberón. Cuando crecemos un poco, nos entretenemos con muñecas y osos de peluche. Después con juegos “hágalo usted mismo”, cámaras y coches. De adolescentes nos interesamos por el sexo y luego viene el estudio y la investigación, la competencia y los deportes, junto a la ambición por los negocios y tal vez la búsqueda de la fama. ¡Esto no es más que entretenerse con juguetes! Hasta nuestra muerte, cambiamos un juguete por otro y terminamos nuestra vida sin haber hecho otra cosa que entretenernos con juguetes.
Hacer Zazen significa actualizar la realidad de la vida. Zazen es el ser que es sólo el ser del universo, sin entretenerse con juguetes [mentales]. Zazen es como el instante anterior a nuestra muerte, en el que se han apartado todos los juguetes. No obstante, incluso en ese momento buscamos alrededor algo para entretenernos, aunque sea por un instante.
¿Qué hacer si uno se adormece durante una sesshin en Antai-ji? Si el propósito del kyosaku es despejar nuestro sopor, no se puede evitar adormilarse cuando no se usa. Pero no hay que preocuparse; no hay nadie que pueda dormir durante la totalidad de las setenta y dos horas de una sesshin de cinco días. Inevitablemente uno se despierta.
Debido a que se trata de la propia práctica, tan sólo hay que entregarse de corazón a hacer Zazen, nada más. Zazen no es algo que estemos obligados a hacer. Es una práctica que se hace por decisión propia, tal como el ser que es sólo el ser.
Habrá momentos en los que uno está despierto pero aburrido. Con el fin de pasar el tiempo puede que uno piense en algo particular y se entretenga con esa idea. Como se trata de la propia práctica, es ridículo pasar el tiempo así, aunque a veces la gente lo hace. Si uno es mentalmente equilibrado, no podrá mantener estas fantasías indefinidamente; en una sesshin en la que sólo hay silencio y prolongadas y continuas sesiones de Zazen, uno puede llegar a sentir que está enloqueciendo. Una mente sana no puede soportar lidiar con un solo pensamiento falso durante un período extenso. Al final, se dará cuenta por sí mismo de que lo mejor es soltar las ilusiones y concentrarse en una postura estable de Zazen. En otras palabras, este tipo de sesshin consiste en sólo sentarse como el ser que es sólo el ser, sin ningún tipo de limitaciones externas. En consecuencia, no es posible evitar el regreso al ser que es solo el ser, a la única vida que sucede aquí y ahora, y que no se perturba con pensamientos engañosos…
Cuando realizamos este tipo de sesshin, comprendemos muchas verdades a partir de la vivencia personal y no desde la teoría. Lo primero que no podemos evitar sentir cuando nos sentamos en estas sesshin es la tremenda dilatación del tiempo.
Del tiempo de una sesshin se dice que «un día es tan extenso como la eternidad» y «un día parece tan largo como cuando éramos pequeños». Con frecuencia en nuestra vida diaria compartimos un buen rato con algún amigo o vemos televisión y, antes de que lo notemos, ya ha pasado la mitad del día o tal vez todo el día. Pero cuando nos sentamos en Zazen durante todo un día, el tiempo no pasa tan ligero. Nos duelen las piernas, nos llenamos de aburrimiento y no podemos hacer otra cosa que experimentar el tiempo como la realidad de la vida, momento a momento.
Durante la sesshin, las actividades están reguladas por una campana. Suenan dos tañidos, nos ponemos de pie y comenzamos a caminar. Mientras caminamos en kinhin, surge el pensamiento de lo hastiados que estamos y entonces, descorazonados, nos damos cuenta de que todavía es la mañana del segundo día y que no ha transcurrido ni siquiera la mitad de la sesshin. Estoy seguro de que todos aquellos que han realizado una sesshin han tenido tales pensamientos. ¿Cómo vamos a ser capaces de llegar al final? Al llegar a este punto lo único que podemos hacer es trascender el tiempo. Si no nos olvidamos de aquello llamado tiempo, será imposible para nosotros continuar a través de lo que queda de la sesshin…
Cuando trascendemos el tiempo, nos olvidamos de él y encontramos la fresca realidad de la vida. El tiempo existe para nosotros porque comparamos un momento con otro y en el batiburrillo de nuestras percepciones sentimos que el tiempo fluye rápido. Cuando dejamos de comparar y simplemente somos el ser que es sólo el ser, podemos trascender la velocidad o la comparación de lo que llamamos tiempo…
Este tipo de experiencia muestra en realidad qué es el tiempo y revela el significado de antes del tiempo. En general damos por hecho que todos vivimos en el mismo tiempo, pero a través de la sesshin podemos experimentar directamente que no es así. Por el contrario, la vida del ser crea la aparición del tiempo…
Cuando hacemos Zazen cruzamos nuestras piernas y nos sentamos inmóviles. Podría decirse que es doloroso si lo comparamos con el tipo de vida indulgente en el cual podemos movernos como nos plazca… Lo más importante durante una sesshin es soltar incluso esas ideas sobre vencer o soportar el dolor, sobre lo capaces que somos de perseverar en medio del dolor, dejándonos sumergir por Zazen tal como es, como el ser siendo el ser por sí mismo. Al sentarnos quietos y abandonarlo todo a la postura, el tiempo pasará a su propio ritmo. Cuando soltemos nuestras ideas de dolor y de perseverancia, seremos capaces de finalizar una sesshin sin ansiedad.
A través de las sesshin podemos experimentar lo que significa soltar del todo nuestros pensamientos acerca de perseverar y sufrir, con la consiguiente influencia sobre nuestra vida diaria. En los asuntos cotidianos encontramos muchos problemas e infortunios, pero normalmente sucede que al afrontar un problema empezamos a luchar. Y al hacerlo nos colocamos en una situación peor. Es fácil verlo cuando se trata de otra persona. Cuando otros han caído en la adversidad, como observadores podemos decirles que deberían «dejar de combatir» o «simplemente calmarse». Desde fuera podemos decir esto con mucha tranquilidad, pero cuando se trata de nuestro problema, de repente perdemos la capacidad de permanecer en calma. ¿Cómo podemos hacer que este ser que no puede evitar luchar, deje de hacerlo y se calme? No existe el cómo, a menos que abandonemos la raíz de nuestros pensamientos sobre sufrimiento y perseverancia. Durante la sesshin estamos en condiciones de hacerlo. Sesshin es la práctica que realizamos antes de la distinción entre el poder propio y el poder de los otros, antes del tiempo y antes de la idea de persistencia.
Si lo que escribo te es útil y te gusta, ¿por qué no invitarme un café? Gracias.
Sobre mi
¡Hola! Soy Kyonin, monje y maestro budista de la tradición Soto Zen. Formo parte de Grupo Zen Ryokan. Comparto la sabiduría eterna del Buda para ayudar a encontrar la paz interior y la liberación del sufrimiento. Juntos vamos en camino hacia la compasión.
En días de lluvia
la melancolía invade
al monje Ryokan
-Haiku de Ryokan Taigu Roshi