por Kyonin | Oct 15, 2018 | Budismo, Compasión, Vida

Tengo una confesión qué hacer. Solo tengo 1 par de zapatos y hoy tienen manchas de sangre de otra persona. Sí, suena extraño porque no es algo que diga yo comúnmente.
El otro día necesitaba salir al mercado para comprar algo de fruta y nueces. Estaba disfrutando el sol y el aire fresco. De pronto escuché un ruido. Al voltear a mi izquierda, sobre la otra acera, estaba una mujer mayor, de unos 75 años, tirada y sangrando. Se había caído.
El mundo se centró sobre la persona. Solté lo que llevaba en las manos y corrí hacia ella.
Antes de que me diera cuenta de lo que hacía, ya estaba yo junto a ella revisando y hablándole. Pregunté su nombre. Doña Ángela había perdido el equilibrio, su bastón salió volando y ella aterrizo con la nariz sobre el pavimento.Haciendo uso de los conocimientos en primeros auxilios de un curso que tomé hace muchos años, la revisé por todos lados. Revisé su nariz para cerciorarnos que no había fracturas. La ayudé a incorporarse y la hice hablar para ver que también estuviera lúcida y para que soltara el estrés.
Le pedí que no se levantara hasta que estuviera segura de que podía. La sangre no paraba. Siempre cargo con un poco de papel para mi nariz, así que se lo di para que se limpiara. Poco a poco la hemorragia se detuvo.
Llamé a la ambulancia porque sé que sólo paramédicos profesionales pueden ayudar de manera adecuada.
Pronto comenzaron a llegar vecinos, que siguieron prestando ayuda. La sangre había parado y Doña Ángela ahora estaba sentada en un banco que alguien había traído.
Al llegar los paramédicos, la revisaron y vieron que no era nada de gravedad. Luego la llevaron a algún hospital y lo último que supe es que estaba ya descansando en casa.
La reacción de la gente me conmovió. Al ver a una persona en problemas, nadie dudó en detenerse a prestar ayuda. Todos los presentes solo estaban ahí, listos a hacer lo necesario para que Doña Ángela saliera bien.
La humanidad no está mal. A veces la compasión fluye sin preguntarnos.
por Kyonin | Oct 1, 2018 | Budismo, Salud, Vida, Zen

La Señora Impermanencia siempre está dispuesta a darnos lecciones fuertes, cuando más las necesitamos. Justo cuando pensamos que todo está en orden, la enfermedad se manifiesta cerca de nosotros.
A veces es uno quien se enferma y hay que recibir ayuda. Otras veces son personas a las que queremos y entonces hay que brindar ayuda. Cualquiera que sea el caso, todos los seres nos enfermamos.
En la práctica Zen creemos en que la felicidad personal depende de la ayuda que demos a los demás. Entre más ayudas, más en paz está uno con la vida.
El problema es que no podemos ayudar si la persona no quiere o no sabe cómo pedir ayuda. Es el caso con las personas atravesando el infierno de la adicción, por ejemplo. Uno puede darlo todo para ayudar, pero si la persona no quiere ser ayudada, no hay mucho por hacer. Tu ego te pide cuidar, pero el ego de la persona podría no estar de acuerdo.
Y cuando imaginamos lo que la persona debería estar haciendo, pero la realidad nos muestra otra cosa, nace en nosotros un sentimiento muy fuerte de frustración que nos pone a la defensiva. Esto, claro, nos lleva a no tener la mente clara para ver las necesidades del paciente.
Los pacientes con enfermedades fuertes como cáncer, requieren dedicación especial porque nosotros como cuidadores necesitamos:
1. Meditar
Ahora más que nunca necesitas tu práctica de meditación para estar con la mente clara y el corazón dispuesto a la compasión. Si no meditas, absolutamente todo el proceso de brindar ayuda será un motivo para que sufras.
2. Respetar la inteligencia de la persona
Ser condescendientes o tratar al paciente como si padeciera de sus facultades mentales, solo creará enemistad y resistencia. Hay que respetar por completo la inteligencia de la persona y no caer en conductas que nos hagan expresar lástima. Necesitamos tratarla con normalidad y amabilidad por sobre todas las cosas.
3. Entender que la persona está sufriendo
A parte de los dolores físicos, la persona con cáncer tiene miedo y se siente traicionada por la vida. Esto hace que sus pensamientos siempre estén nublados y, con frecuencia, tienden a estar enojados. Hay que desarrollar un corazón abierto y paciente para poder estar a su lado. Hay que hablar solo cuando es necesario y siempre escuchar con atención.
Con frecuencia las peticiones de ayuda están ocultas en groserías y furia. Recuerda: nunca es personal, así que no veas los posibles ataques como algo dirigido a ti exclusivamente.
4. Entender que la persona está cambiando todo el tiempo
Hay días buenos, días malos para una persona con cáncer. A veces el dolor es sutil, pero continuo, lo que resulta en ira o tristeza que parecen venir de la nada. Estos días definen cómo piensa y cómo habla. Igual, hay que dar todo el cariño y paciencia… dejando de lado los intereses personales.
5. Estar presentes y siempre dispuestos
No podemos forzar a alguien a que acepte la ayuda. Entonces nos mantenemos ahí, escuchando, estando. Y cuando la oportunidad se presente, saltamos a la acción.
6. Documentarnos
La tristeza y la emoción hacen que la gente olvide esta parte, pero si quieres ser de utilidad, necesitas leer LIBROS de papel sobre la enfermedad y sobre primeros auxilios. ¿Por qué libros? Porque los videos de YouTube no te llevarán lejos. Si consultas con familiares y amigos igual de desinformados que tú, puedes convertirte en un peligro para la persona enferma. Entre más conocimientos reales, científicos tengas sobre la enfermedad, tendrás más elementos para ayudar cuando la situación surja.
7. Crear una red de amistad
La persona con una enfermedad fuerte, siempre afecta a la gente al rededor. Si están todos aislados, nadie será útil a la hora de prestar ayuda. Hay que estar en contacto con la familia, con los amigos. Hay que estar en buenos términos y deslavar los egos, porque entre todos deben ayudarse para poder asistir al paciente.
8. Cuidar tu salud física, mental y espiritual
Este punto está más que claro. Si no te cuidas a ti misma, no estarás en capacidad de ayudar a nadie. Con respecto a la espiritualidad, el Budismo Zen te puede dar cobijo y paz, es cuestión de buscar su práctica.
Desde el punto de vista del Budismo Zen, brindar ayuda a una persona enferma es complejo, pero no imposible. Necesitamos crean en nosotros la actitud de los samurai: No esperes nada, pero prepárate para todo.
El Buda Azul de la Medicina nos inspira para cuidar la salud de todos los seres vivos.
La única palabra que debe definir tus esfuerzos para brindar atención a alguien es: amor.
por Kyonin | Sep 25, 2018 | Vida

Al nacer, todos somos visitados por varias Hadas Madrinas. Cada una de ellas trae talentos y regalos. Hay a quienes les toca recibir facilidad para la música, literatura y arte. Otros son buenos para los números y la ciencia. Algunos reciben dotes para la cocina. Algunos no somos buenos para nada.
Pero no importa cuáles sean tus talentos y regalos, hay un personaje que nadie quiere cerca. El Hada Comadreja siempre llega, aún sin ser invitada. Nos da un mazo de barajas que contienen las experiencias que nos gustan y las que no nos gustan. Este mazo es con el que jugaremos el resto de nuestra vida.
La existencia es como un gran juego de cartas y siempre estamos jugando con la Vida. Es esta mesa cósmica en la que nos desarrollamos, crecemos y actuamos. En cada partida, hay que tomar cartas para ponerlas en la mesa y ponerlas en juego. El problema es que en este juego no podemos elegir; todas las cartas deben ser jugadas.
Aquí yace una fuerte razón para nuestro sufrimiento. A pesar de que la regla es muy clara; nos esforzamos en hacer trampa. Buscamos a toda costa esconder las tarjetas que no nos gustan.
Por debajo de la mesa vamos ocultando la muerte, las despedidas, las rupturas de corazón, el desempleo, la enfermedad, la separación, la incomodidad, el clima que odiamos, las personas que lastiman, las ideas que no van con las nuestras y hasta la comida que no cumple con el sabor que esperamos.
Todos hacemos lo mismo. Creemos que podemos ganar, tomando ventaja de que la Vida no se ha percatado de la chapucería.
Pero la Vida es más sabia que tú y que yo. Sabe perfectamente que haces trampa y se encargará de restregarte esas cartas en tu cara, justo cuando menos lo esperes. Y aunque es claro que hemos querido pasarnos de listos, nos sentimos traicionados. Sabemos la responsabilidad que está en nuestras acciones, pero no queremos los resultados que no acarician el ego. Las consecuencias y emociones negativas que nacen de nuestros actos son lo peor que nos puede pasar.
Caminamos nuestro tiempo en este mundo lamentándonos lo que no es, deseando lo que no tenemos y huyendo de la incomodidad. Lo que nos inhabilita de ver la otra parte de las reglas del juego: todas las cartas que no te gustan, son tus mejores maestros.
Las despedidas, los corazones rotos, el final de la comodidad; nos enseñan sobre impermanencia y que nada es para siempre.
La carencia, los retos sociales, los políticos malintencionados, la deshonestidad y el crimen; nos enseñan que hay que mejorar el ser para de ahí partir a mejorar las sociedades.
Cada carta de este juego cuenta y hay que jugarla tan pronto sea puesta en la mesa. Entre más tardas, más sufres.
Entonces; aquí tienes tu mazo de cartas. ¿Cómo piensas jugar?
por Kyonin | Sep 18, 2018 | Budismo, Vida, Zen

Detente. Haz una pausa. No importa qué tan difícil esté el día, no importa que estés atrapado en el tráfico; solo trata de detener todo.
Las prisas, lo que urge y todo lo que te atormenta en este momento; todo ello puede esperar. Sé que llevas muchas cosas cargando en tus hombros y que las cosas no salen como deberían. A veces nos cuesta trabajo lidiar con el hecho de que las personas, siempre insolentes, jamás hacen lo que queremos que hagan.
El dinero no rinde y los políticos no responden. Es más, si quieres descansar un poco leyendo redes sociales, te encuentras con más cosas que te producen tensión, para terminar con la poca fe que te quedaba en la humanidad.
Pero, ¿sabes qué? Cuando más ira hay, cuando más rudas se ponen las cosas, es el mejor momento para hacer una pausa.
Así que deja todo por unos minutos. Ve a donde puedas estar en soledad y simplemente pon atención a lo que sientes. ¿En qué parte del cuerpo se siente?
Revisa tus pensamientos y entiende que son solo historias de terror que te estás narrando una y otra vez. No es que con esto se arreglen las cosas que no funcionan, pero sí que es posible cambiar tu relación con lo que pasa. Y créeme, hay un mundo de diferencia.
El dolor no es tuyo. La ira tampoco. ¿Por qué te empeñas en quitárnosla a los demás?
Recuerda que este instate, bien puede ser el último instante que te quede en esta vida. ¿De verdad piensas desperdiciarlo con ira, celos o avaricia? Cuando haces las pases con el hecho de que vas a morir en algún momento, la vida se vuelve más ligera porque comienzas a valorar cada vaso de agua que llega a ti, cada sonrisa y hasta las dificultades de la vida.
Pon en la mente todo aquello que te hace feliz, por lo que luchas. Y luego entiende que todo eso no lo haces para ti, lo haces para colaborar con la vida misma.
Haz una pausa. Respira. Pon atención al aire que te llena de vida y te permite seguir.
Nunca te rindas.
por Kyonin | Sep 6, 2018 | Budismo, Vida, Zazen, Zen

A lo largo de la historia el uso de drogas ha sido parte de la vida espiritual en diferentes tradiciones, y al día de hoy siguen siendo utilizadas para llegar a estados alterados de conciencia.
Pero en el Budismo Soto Zen contemporáneo, el uso de sustancias tóxicas es un rotundo NO; a menos que sea por razones de salud y prescritas por un profesional (cáncer, glaucoma, fibromialgia, neurología). Pero en general reconocemos que no las necesitamos, no las recomendamos y las mantenemos lo más lejos posible de la sangha. No son parte de nuestro camino espiritual y advertimos los muchos inconvenientes que producen.
Usarlas implica violar 4 de los 5 preceptos que heredamos de los Patriarcas del Chan y del Zen, y que son la espina dorsal de nuestra ética:
- Respetar, cuidar y venerar la vida
- No tomar lo que no se nos ha dado libremente
- No hacer mal uso de la sexualidad
- Comunicarnos de manera amable, constructiva y honesta
- No intoxicar la mente
Se rompen el Primero, Segundo y Cuarto preceptos porque, no importa cómo lo pongas o las discusiones que quieras tener, las drogas se tienen que comprar de manera ilegal con personas que no son precisamente éticas. Quizá la única excepción en algunos países sea la mariguana medicinal.
Y luego está el Quinto precepto: No intoxicar la mente. Este precepto es muy importante para el Budismo Zen porque lo que queremos es mantener una mente clara, abierta a todas las posibilidades que tiene la realidad. Queremos estar presentes y libres de estorbos que nos eviten contemplar las cosas por lo que son, sin apegos o aversiones que contaminen nuestro juicio.
La realidad es inconmensurable, vasta y mágica. No requerimos drogas para apreciar una puesta de sol o el movimiento de las ciudades. Tampoco son necesarias para alcanzar estados sublimes en la meditación porque la disciplina del zazen nos lleva irremediablemente a ser parte de la Iluminación de todos los seres del multiverso.
Y es que meditar no requiere de nada más que un poco de tu tiempo y tu silencio. El uso de cualquier artefacto o sustancia rompe el propósito de meditar porque te da la ilusión de que meditas, pero en realidad son sustancias funcionando en el cerebro. No es tu esfuerzo, ni tu espiritualidad. Usar drogas para meditar no es más que autoengaño.
Para explicar esto, me gusta usar esta analogía: tenemos una montaña que queremos escalar hasta llegar a la cima. Para lograrlo hay dos vías. Por un lado está la ruta escénica, que es larga y difícil porque requiere mucho esfuerzo físico. Y por el otro lado está un helicóptero listo para despegar. Ambos nos llevan al mismo lugar.
Escalar la montaña puede llevar varios meses de entrenamiento y 4 o 5 días para llegar hasta arriba. Se avanza paso a paso, aprendiendo, trabajando en equipo. Se tiene que acampar para dormir bajo las estrellas, se respira aire fresco y se experimentan vistas maravillosas en cada instante. Se debe cuidar el cuerpo con alimentos, descanso, agua y cuidar de todos los recursos porque, encima de todo, se llevan en la mochila. Se debe también procurar la seguridad e integridad de los acompañantes, así como ser meticulosos en no dejar basura y cuidar la ecología del sitio.
Luego de todo ese esfuerzo, llegar a la punta… o no llegar del todo, es un gran logro que cambia la percepción de las existencia humana. Se aprecia y se agradece todo el camino andado porque al final, la cima no importa tanto como la experiencia completa. Es una satisfacción que no puede ser narrada, solo se puede conocer cuando se vive en carne propia.
Ahora, todo lo anterior es borrado de tajo si te subes al helicóptero y llegas a la cima en unos minutos. Puedes bajar, tomas algunas selfies y regresas minutos después.
Cuando practicamos zazen estamos aprendiendo a subir la montaña más grande de todas: la realidad. Aprendemos disciplina, nos educamos, guardamos silencio y dejamos que la vida sea vida. No la modificamos, no afectamos a otros porque nos convertimos en la encarnación de los Cinco Preceptos. Y ni siquiera hay que gastar dinero.
Luego de algunos años de zazen y disciplina, es posible llegar a estados muy refinados y sublimes de conciencia… y además este estado perdura y se incorpora a la vida cotidiana. Se llega a vivir en auténtica paz y ecuanimidad.
Las drogas no son necesarias para la espiritualidad. Son atractivas porque ofrecen un camino fácil y rápido, pero vacío y estéril. Pero aquí está el punto: consumir cosas como peyote o ayahuasca no te hacen mejor persona. De hecho, muchos con este estilo de vida han convertido su espiritualidad en un pobre pretexto para mantener una adicción.
El Buda no necesitó sustancia alguna para llegar a la Iluminación. Los Patriarcas del Chan y Zen enseñaban una vía de conciencia y atención pura, sin requerir de objetos o intoxicante alguno. Todos ellos eran personas normales y no tenían nada de especial. ¿Qué te hace pensar que tú si necesitas drogas?
Lo único que se necesita es zazen.