por Kyonin | May 23, 2017 | Budismo, Vida

Foto: Boston Review
Hay muchas razones por las que el budismo no es popular para el mundo occidental. Quizá la más grande de todas es el hecho de que en cualquier escuela budista no nos hacemos tontos; sabemos perfectamente que la responsabilidad de nuestra felicidad está en nuestras manos.
Y el el Budismo Zen esto es aún más brutal y honesto.
Sabemos que cada acto, por pequeño que sea, genera ondas por todo el universo. Lo que parece algo insignificante como llegar tarde o comer una manzana, repercute y afecta la realidad… que va más allá de nuestra comprensión.
Conjunta todas las culpas en una es una frase que podría ser el deleite de las religiones basadas en la culpa. Pero en realidad no se refiere a este tipo de culpa. Lo que buscamos es comprender que no hay culpas de ningún tipo cuando aceptamos la responsabilidad de cada pensamiento, palabra o acto.
Este eslogan nos recuerda que no podemos ir por la vida culpando al gobierno, al clima, a Mercurio o a la pareja. Seguro, hay personas que actúan con una mente engañada por la ignorancia y la avaricia, pero está en cada uno de nosotros saber hasta donde queremos engancharnos el el sufrimiento.
Lejos de parecer algo que nos condene a sentirnos mal o buscar cabezas para cortar, esta frase es liberadora porque nos impulsa a pensar que si todo lo que pasa en mi vida es afectado por mis acciones… ¿por qué no hacer lo posible por beneficiar a los demás? ¿Por qué no crear un estilo de vida que permita que todos a mi alrededor tengan una buena vida? ¿Para qué consumir o comprar lo que no necesito?
La mentalidad de conjuntar todas las culpas en una también nos lleva a la introspección y al aprendizaje. No importa qué tan ruda sea la situación por la que se esté pasando, hay mil lecciones que la vida pone bajo nuestra nariz. ¡Están ahí a nuestro alcance! Es cuestión callar la producción de pensamientos chatarra para poder entender y aplicar lo aprendido.
Este eslogan es real para la transformación personal, pero también para las sociedades. Hoy más que nunca tiene un valor especial.
Si en lugar de buscar grupos a los que odiar, buscáramos grupos a los que ayudar, el mundo comenzaría a dejar atrás las divisiones y podría progresar más allá de la sociedad de consumo.
Pero uno siempre puede comenzar esta práctica de manera personal. En mi experiencia, esta mentalidad se contagia y alcanza a otros seres de formas que jamás imaginaríamos.
Hoy la responsabilidad por tu felicidad está en tus manos. ¿Qué harás con ella?
Todos los posts de esta serie los puedes ver aquí.
por Kyonin | May 18, 2017 | Budismo, Vida

Los humanos somos quejicas profesionales. Hemos creado una civilización que gira en torno al consumo y la evasión de lo incómodo. No está mal, pues esto genera las condiciones propicias para que nuestra especie se mantenga con vida. Pero nos quejamos todo el tiempo como si la vida fuera una telenovela mexicana.
Cada pequeña cosa que se sale de nuestro esquema de comodidad lo consideramos un obstáculo. Y si se trata de un problema más grande, nos encargamos de expandirlo para que el sufrimiento florezca.
Entonces nos deprimimos y nos derrumbamos para hacernos de una visión super oscura de la vida. Soltamos joyas como siempre es igual, todos son iguales, ya sabía que iba a fracasar, sólo me pasa esto a mi, nadie me entiende y cientos de YO, MI, ME, A MI, MÍO.
Pero al comenzar a practicar Lojong, tomamos frases para su estudio.
Convierte todos los contratiempos en el Camino, es un eslogan que nos hace conscientes de lo mucho que nos quejamos y de la poca paciencia que tenemos ante las situaciones de la vida.
Al meditar con estas palabras entendemos que la paciencia y la constancia son esenciales para el crecimiento y para que la vida misma pueda continuar. De igual manera, la mente y el corazón necesitan estar abiertos al aprendizaje que tienen todas las situaciones que vivimos.
Hay que resaltar que la frase no usa la palabra problemas; dice contratiempos. Esto es por la poderosa razón de que los problemas (o el fracaso) no existen. El 100% de las veces somos nosotros los que transformamos una situación de la vida en un problema.
Si miramos la naturaleza con ojos honestos veremos que no existe un solo problema. Seguro, hay tormentas, volcanes y terremotos, pero son parte de la vida misma. Vida, muerte y movimiento… todo es la Madre Tierra que respira y se manifiesta de la misma forma que lo hacemos nosotros.
Es ante la mente humana que las situaciones se vuelven problemas porque vivimos abrazados a nuestra fantasía de control. Entonces, al llegar un contratiempo, perdemos la cabeza.
Pero, ¿y si en lugar de sufrir, usamos las situaciones para aprender y crecer? Esto se logra entendiendo que en la vida es impermanente y dinámica. Una persona sabia no es la que hace mejores planes, sino la que se sabe adaptar mejor a los cambios. Charles Darwin llamó a esto la supervivencia del más apto.
Así pues, si mira hacia tu pasado vas a poder ver que todas las veces que te has adaptado, sales adelante y aprendes. Mejoras. Todas las veces que te abrazas a una fantasía o a un plan, sufres.
Convertir todos los contratiempos en el Camino nos abre la puerta a la tranquilidad y al aprendizaje.
Todos los posts de esta serie los puedes ver aquí.
por Kyonin | May 8, 2017 | Budismo, Vida

Soy un entusiasta de la ciencia y tecnología. Me gusta mucho, disfruto leer sobre ellas y me parece apasionante cómo hemos avanzado para hacer que esta vida sea más cómoda.
Un hogar promedio de esta civilización occidental cuenta con servicios y comodidades que ni siquiera los faraones egipcios podían soñar. Ducha, estufa, hornos de microondas, televisión con control remoto (mando), cristal en las ventanas… ¡somos muy afortunados!
Y es que muchas de nuestros artilugios y herramientas tecnológicas son prótesis. Han sido diseñadas para mejorar o reemplazar funciones corporales. El martillo o el tenedor son prótesis de nuestras manos, por ejemplo. Los autos, las bicicletas son prótesis que mejoran nuestras piernas. La lavadora, la podadora o la batidora evita que cansemos las manos. Los binoculares, telescopios, microscopios o las gafas existen para mejorar nuestra pobre visión.
Vivimos por y para estas herramientas. Es es increíble contar con ellas. Imagina si no tuviéramos máscaras de oxígeno en los hospitales o sistemas de navegación en los aviones.
Tener acceso a todo ello ayuda a cultivar un sentimiento de bienestar y seguridad que no existía, digamos, hace 60 años. Nos sentimos bien, seguros y plenos con todo ello. Excepto por una herramienta en especial por la que generamos justo los sentimientos opuestos: el teléfono móvil.
El pequeño dispositivo que cargas en el bolsillo o en el portafolio es una gran herramienta, pero tenemos una relación espantosa con él.
Así como inventamos prótesis para otras funciones y órganos, el móvil es una prótesis para la mente. Sí, eso es correcto. Reemplaza nuestra mente con todo y capacidad de pensamiento crítico, habilidades sociales e imaginación.
Existen cientos de papers científicos explicando nuestro comportamiento frente a los móviles, así que me mantendré en el enfoque budista.
El teléfono móvil y toda su industria al rededor se especializan en explotar los puntos débiles de nuestra psicología, para en crear cientos de ilusiones. Éstas funcionan al mismo tiempo, dándonos sentimientos de conexión, de pertenencia, de importancia y, la mejor, de poder.
Tener un móvil de muchas capacidades transforma nuestra experiencia porque podemos tener acceso a más y más información. Podemos mirar la vida de los demás, llevar estadísticas de lo que comemos o los pasos que damos o las horas que meditamos.
Todo este conjunto de ilusiones apuntala de forma directa a la madre de todas las ilusiones: el ego (Anatta, en sánscrito).
Entre más ilusiones de conexión, de amistad y de control tenga el ego, más gordo y enorme crece, más adicto se vuelve… porque ya no tiene necesidad de pensar, de crear, de imaginar, de mirar a los ojos a las personas, o de imaginar.
Es mucho más fácil mirar la pantalla que esperar 10 segundos a la luz verde del semáforo. Es más cómodo responder textos que mirar a las personas en la mesa. Es más delicioso leer Tweeter que una novela. Es más conveniente compartir un meme de «salven a las focas» que salir a luchar por las causas justas.
El móvil es nuestro refugio, nuestro lugar seguro.
Pero nuestro ser interno no es tonto. Sabe que le damos placebos todo el tiempo y nos pide calma, conexión real con las personas… pero no se la damos y cubrimos esa necesidad con más tiempo de teléfono. Esto crea un círculo que nos lleva cada vez más a dukkha, vivir en insatisfacción por completo.
No es que esté mal usar el teléfono y sus respectivas apps. Pero tenemos que buscar el punto medio.
El Buda nos dejó la Gran Vía, que también se le conoce como el Camino Medio. No podemos estar encadenados a nuestros excesos o a las ilusiones de la sociedad de consumo.
En algún punto hay que recobrar la consciencia y el control de nuestra tranquilidad. Y por paradójico que parezca, dejar de estar conectados y mirando una pantalla en la palma de nuestra mano, es el primer paso.
Soluciones hay muchas. Cada persona es responsable de cómo vive su tranquilidad.
Pero pasando un par de horas al día a solas, en silencio y sin móvil, funciona.
por Kyonin | Abr 10, 2017 | Budismo, Poema, Zen

Matsuo Basho (Japón, 1644–1694)es uno de los poetas zen más importantes de la historia. Sus textos siguen vigentes y hermosos, no importa a qué idioma sean traducidos.
Atraviesan el tiempo, tejiendo un instante de la realidad con la belleza de la palabra.
Hoy me siento agradecido por tener la oportunidad de leerlo.
Las campanas del templo callan.
Quedan los fragantes capullos.
¡Tarde perfecta!
–
Un monje bebe su té matutino,
hay silencio,
el crisantemo florece.
–
Primer día de primavera
Sigo pensando en
el final del otoño.
por Kyonin | Abr 6, 2017 | Budismo, General, Meditación, Vida

El universo y mercado de la autoestima es un campo minado donde un paso en falso podría causar daños severos a quien busca mejorar su vida. Existen libros y conferencias por autores dedicados vendernos la idea de que somos ganadores y que el mundo es nuestro, sin importar nada o cómo se logre.
Hay quien dice que con tan solo repetir una afirmación por unos 30 días, la balanza cambiará a nuestro favor porque (supuestamente) se construyen partes de la mente que no existen en alguien que se odia.
Para el budismo todo es diferente. De hecho, el término «autoestima» ni siquiera aparece en las escrituras clásicas. Esto es porque en el dharma sabemos que todos los seres vivos somos buenos por naturaleza. Todos somos budas. Es nuestra verdadera esencia, pero ha sido cubierta por la sociedad de consumo y la presión social. Este sistema nos envuelve en un manto de negatividad y de creencias dañinas sobre nosotros mismos.
Por ello no creemos que sea necesario recitar miles de afirmaciones positivas todos los días. Es mucho más sencillo.
En el budismo sabemos que el lenguaje y las palabras tienen un poder inmenso sobre el comportamiento y la manera de pensar. Así que una manera certera de arreglar la autoestima es dejar de decirnos cosas horribles a nosotros mismos. No se trata de hablarnos con palabras lindas. Solo hay que detener el discurso que nos causa daño.
¿Cómo lograrlo? Cada vez que detectes que estás dicéndote algo que lastime o te haga sentir mal, has paro total y cambia tu atención a cualquier cosa. Puede ser el clima, la pared, las personas que te rodean, el aire… ¡lo que sea! Si la atención la canalizas a ayudar o a ser amable con alguien más, mucho mejor.
Con la práctica, las palabras destructivas comenzarán a ser menos y respirarás más tranquilo. Esta pequeña técnica funciona porque, entre otras cosas, dejas de pensar tanto en ti.
¿Cómo sentirme mejor conmigo?
El Buda dijo: tú mereces tanto amor como cualquier otro ser del universo.
No importa cuántos insultos te digas, eso no cambia el hecho de que eres un buda, eres buena persona en el interior y que mereces ser querido.
Este ejercicio de meditación metta (amor incondicional) ha ayudado a muchos de mis alumnos y a mi mismo. Creo que también te podría ser útil:
- Aparta unos minutos de tu día para que estés en tranquilidad, sin teléfono o distracciones.
- Cierra tus ojos.
- Respira profundo varias veces y regresa a tu respiración normal.
- Visualiza que estás en una sala de cine, mirando la proyección.
- En la película apareces tú. Te miras, ves cómo hablas y te comportas.
- Pones pausa a la proyección en un cuadro en el que estés sonriendo.
- Desde lo más profundo de tu corazón, genera luz y calor para esa persona en la pantalla.
- Y en tu mente di: Que estés bien y en calma. Que no te falte nada y tengas salud. Mereces amor, como todos los seres que te rodean. Soy un buda, como todos los demás.
- Dibuja una sonrisa grande en tu cara por unos 2 minutos. No importa que no la «sientas». El cerebro sabrá que es hora de producir endorfinas.
- Respira profundo.
- Abre tus ojos.
Hay muchas clases de meditaciones metta. Esta es muy simple y la puedes hacer en cualquier momento de tu día.
No es una afirmación optimista vacía. Es una práctica que funciona porque por primera vez entendemos nuestra verdadera naturaleza.
Podría ser una experiencia transformadora.
Si quieres saber más de estos métodos y técnicas, te invito a Hikari, el taller de autoestima de Chocobuda.