Para muchos de nosotros la vida es la eterna búsqueda de la felicidad. Todos los días nos despertamos con la esperanza de avanzar un poquito hacia esa tierra prometida en la que ya no hay deudas, enfermedad o estrés, donde sobra el dinero, somos amados por todos y donde tenemos absolutamente todo lo que nuestra avaricia y deseo dictan.

Jamás reparamos en que cada una de estas cosas que buscamos están en el exterior de nosotros mismos. Y por eso fallamos. Son todos esos estímulos externos con los que nos obsesionamos, los que nos definen. El problema es que esta conducta nos divorcia por completo de la naturaleza de la vida.

En la visión budista del universo, todo lo que te rodea, lo que eres y lo que te define; todo está cosido con el hilo imperceptible de la Ley de Causa y Efecto. Ese auto nuevo del que estás orgulloso, tu título universitario y tus hijos… ¡nada es tuyo y nada está producido por ti! Todo es parte de un perfecto sistema de causas y efectos en el que tú solo eres un pequeño engrane más.

Quizá pagaste con dinero por ese teléfono móvil, pero no estás pagando por el objeto per se, sino por millones y millones de factores (causas) que llegan al efecto final: que tengas el lujo de usar un móvil.

Quizá aportaste material genético para engendrar a tus hijos, pero tu material genético es la causa de millones y millones de seres del pasado que llevas dentro de ti. Encima de todo tus hijos no te pertenecen porque en algún momento morirán y regresarán todo a la Madre Tierra.

Es decir, todo aquello que tiene sustancia, materia o idea, está compuesto por condiciones. En el contexto budista, las condiciones son los factores externos separados que componen las cosas del universo. Decimos que todo lo que hay son objetos condicionados.

En el siguiente párrafo de nuestro estudio del Esquema de la Práctica, Bodhidharma nos dice:

La segunda: adaptarse a las condiciones. Siendo mortales, estamos regidos por las condiciones, no por nosotros mismos. Todo el sufrimiento y la felicidad que experimentamos dependen de las condiciones. Si nosotros debemos ser bendecidos con alguna gran recompensa, tales como fama o fortuna, es el fruto de una semilla plantada por nosotros en el pasado. Cuando las condiciones cambian, eso finaliza. ¿Por qué entonces deleitarnos en su existencia? Pero mientras el éxito y el fracaso dependen de las condiciones, la mente ni aumenta ni disminuye. Aquellos que permanecen inmutables al viento de la felicidad, silenciosamente siguen el Camino.

Entonces, sentirse orgulloso por los “logros” personales o por los objetos comprados, es inútil. Además se abra la puerta a dukkha porque así como existieron condiciones para producir lo que tenemos y somos, también están presentes siempre las condiciones que harán que todo cambie y termine.

El éxito o fracaso del que gozas, es fruto de condiciones sembradas por ti. El gobierno que detestas es el resultado de condiciones sembradas por la sociedad desde hace decenas de años. Todos y cada uno de tus problemas y alegrías son producto de algo más.

Todos los fantasmas que atormentan a la humanidad como los celos o el crimen, existen justo porque no entendemos que no somos dueños de absolutamente nada. Vivimos bajo la ilusión de que las personas, objetos y naturaleza; nos pertenecen.

Cerrar los ojos ante la mecánica de la Ley de Causa y Efecto, es dukkah.

Por ello, Daruma-sama nos dice que es inútil pasar tiempo adorando o rechazando los objetos condicionados. Si comprendemos esto a profundidad y no nos perdemos en la euforia, ira o tristeza, llegaremos a un nivel de ecuanimidad que romperá la obsesión por los estímulos externos.

¿Debemos entonces ser androides sin sentimientos y ser fríos como el Señor Data de Viaje a las Estrellas? No, para nada. Hay que vivir las emociones. Hay que disfrutar de los objetos que nos ayudan a tener una buena vida. Hay que amar a la familia, tener muchos amigos. Hay que llorar las despedidas. Pero lo hacemos con gratitud por todos los lujos y privilegios, porque duran solo un instante… igual que nosotros.

Así podremos acercarnos cada vez más a vivir el Buddhadharma.

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