Avisos para diciembre de 2020

Avisos para diciembre de 2020

 

Querida sangha, estos son algunos avisos para el mes de diciembre de 2020. Escribo estas líneas con un corazón lleno de gratitud, una sonrisa enorme y con ganas de seguir siendo útil para ustedes. Espero puedan acompañarme en todo lo que hay en puerta.

Hemos llegado al final de nuestra temporada de Ango. En los últimos 3 meses del año nos reunimos en sangha para aumentar nuestra práctica y dejar alguno que otro apego.  Como Grupo Zen Ryokan ha crecido mucho gracias a amigos en muchos países, tendremos 2 mini-retiros. Uno en Guadalajara y otro por Zoom.

Invitación a Rohatsu en Guadalajara

Se celebrará el día 12 de diciembre de 2020, en el Jardín de Luz, en Guadalajara, Jalisco. Información aquí.

Invitación a Rohatsu por Zoom

Se llevará a cabo el día 19 de diciembre de 2020, por Zoom para todo el Planeta Tierra. Información aquí.

Último Zazenkai de 2020

Nuestro último día de actividades será el domingo 13 de diciembre de 2020 en el Árbol del Yoga, Guadalajara, y por Zoom.

Zazen matutino por Zoom quedará suspendido hasta enero

La práctica de Zazen no se detiene y seguiré con mi práctica cotidiana. Pero el viernes 18 de diciembre será la última sesión del año por Zoom. Regresaremos en enero 4 de 2021 para 1 semana de solo Zazen en silencio. Posteriormente reanudaremos los eventos diarios regulares.

Zazen para recibir el año 2021

Aunque estaré guardando silencio y descansando por muchos días, regresaré solo un momento para recibir 2021 en Zazen, como he hecho otros años. Transmitiré la sesión por Zoom y todos están invitados.

Shojiki, taller de hábitos

En enero regresará uno de los talleres más importantes para nuestra comunidad. Aprendemos la importancia de los hábitos y cómo hacer que se queden. Es un curso perfecto para dar forma a tus propósitos de año nuevo. Muchos alumnos han transformado su vida y siguen caminando con nosotros.

Ya sea que quieras bajar de peso, aprender un idioma o comenzar a meditar, Shojiki te puede ayudar.

Me gustaría mucho que me acompañes. La información está aquí.

 

Foto: Buddha Within.

 

De sopa de pollo, Impermanencia y hábitos

De sopa de pollo, Impermanencia y hábitos

La vida cotidiana en tiempos de pandemia es extraña, por decirlo de forma amable. A parte del miedo, caos y angustia, nos hemos visto obligados a crear nuevos hábitos personales y de manada. Los cambios han sido tan rápidos a nivel global, que aún no terminamos de aprender cuando llega el siguiente. Y el siguiente.

Estos hábitos abarcan desde cómo lavarse las manos, cómo comportarse en público, cómo comer fuera; hasta la manera en la que nos queremos.

Todos estos cambios generan sufrimiento porque pocas veces nos detenemos a pensar cómo funcionan los hábitos y lo importantes que son para nuestra vida. Y ahí está justo el punto fino. La disciplina y un método para crearlos o dejarlos es más necesaria que nunca.

Llevar una vida con disciplina y hábitos bien establecidos, resulta en una existencia mucho más enfocada y con flexibilidad, abierta al cambio. También perder el miedo a experimentar es importante, porque una limitante grave a los hábitos nuevos, es la comodidad que adoramos.

Pasamos los días haciendo las cosas como lo aprendimos de nuestros padres; y jamás nos detenemos a pensar si existe una forma más eficiente de obtener los resultados. Tampoco nos aventuramos a nuevas formas de aprender.

La Receta de la Sopa de Pollo Super Mega Especial Turbo Champion Edition de la Abuela© será la misma receta y jamás será puesta a prueba. Es más, nadie se atrevería a cuestionarla, ¿correcto? Los mismos ingredientes, mismos procedimientos producen el mismo resultado. Seguirla al pie de la letra es una tradición y un hábito que simplemente está.

Vamos por la vida resolviendo problemas de la misma forma. Nos sentamos en un muy cómodo cojín, el cual nos absorbe y nos entumece el sentido crítico.

Es cierto que para los budistas es natural aceptar las cosas como son, pero eso no significa que no estemos en la búsqueda de formas óptimas que nos den más tiempo y tranquilidad.

Forjar nuevos hábitos es una cadena de acciones que mejoran la vida y calman la mente porque llegamos a un punto en el que sabemos que estamos tomando el control sobre lo conocido. Asimismo, desarrollamos una muy buena capacidad de adaptación a la Impermanencia de las Cosas. Nos atrevemos a empujar los límites sólo un poco más, hasta que la nueva actividad se convierte en estándar y seguimos adelante con el aprendizaje.

En lo personal puedo decir que crear nuevos hábitos retando el conocimiento convencional, ha mejorado mi tonta existencia. Me curé el insomnio, adquirí orden en el trabajo, adopté la meditación como parte de mi vida, aprendí lo básico de un par de idiomas de mi interés, mejoré mi alimentación, me volví corredor… y la lista puede seguir.

Por supuesto no puedo decir que mi vida es perfecta y mucho menos puedo decir que soy un ejemplo. Todo lo contrario. Soy bastante bestia y justo porque mi vida es caos y golpes contra la pared, es la razón que busqué la tranquilidad por medio de los nuevos hábitos.

¿Cómo comenzar un nuevo hábito?

Perdiendo el miedo a experimentar y reconociendo la necesidad primigenia que nos mueve hacia la búsqueda. Y de ahí en adelante comenzamos a actuar hacia lo que queremos lograr.

No es lo mismo querer bajar de peso por vanidad, que hacerlo por una preocupación clara por nuestra salud.

Es un tema largo, pero conforme pasen los días, escribiré más al respecto.

¿Tienes algún secreto para comenzar a desarrollar nuevos hábitos? ¡Comparte en los comentarios!

Si necesitas un método probado por muchos alumnos de varios países de este blog, te invito a tomar Shojiki, el taller de hábitos donde la meditación es la espina dorsal de nuestra práctica.

El Zen del perdón

El Zen del perdón

 

Muchas vías espirituales en dan importancia al perdón y es parte fundamental de su filosofía. Nos llevan a pensar que perdonar es un acto maravilloso con el que el universo que nos rodea se puede arreglar y que la vida se pondrá linda una vez que nos perdonamos.

Perdonar o pedir perdón es una barrera enorme y que pocos están dispuestos a saltar. Para muchos es preferible quedarse así como están, por más dolor que haya, a aceptar que se han equivocado.

Pedir perdón nos cuesta trabajo porque es una forma de aceptar públicamente lo poco aptos que somos, lo tontos que hemos sido o nuestra debilidad real.

Perdonar es un festín de ego donde alguien es tan magnánimo que puede disculpar los actos de alguien más, aunque que sea algo lunático como algún hecho que sucedió hace decenas o cientos de años.

Y es ahí donde el budismo encuentra problemas con el concepto más esencial del perdón.

En el budismo tradicional, y aún más en el Zen, el perdón no existe. De hecho, no hay registro de ninguna enseñanza del Buda en la que él hable de perdonar. Cero. De igual manera, en los textos clásicos del Soto Zen japonés, tampoco hay referencia al perdón como lo conocemos en las culturas occidentales.

El perdón no es “algo” para el budismo por razones poderosas.

No hay tal cosa como un yo o ego (Anatta). Es solo una ilusión a la que nos aferramos. Si no hay Yo, entonces no hay nadie que pida perdón y no hay perdón que otorgar. Es decir, nunca hay ofensa alguna, por más ruda que sea la situación.

Debido a la Ilusión de Continuidad, asumimos que somos el mismo ser de hace 10 años o hace 10 minutos. Esto es completamente falso porque la persona que eras hace unos segundos, ya no es más. Ha muerto. Entonces tu Yo del pasado, el que fue ofendido o el que ofendió, ya no existe más.

Alguien ofendido es una persona que vive en la ingratitud y no encuentra la salida de ese mundo donde las sombras siempre acechan. No entiende la Ley de Causa y Efecto que rige el cosmos; todo lo que sucede tiene una razón y es el resultado de millones de conexiones. Todo lo que nos pasa sirve, es una enseñanza y es la materia prima de lo que todos los seres estamos construidos en este momento.

Todas las lágrimas, todo el dolor, así como todo lo bueno del pasado; es lo que te ha traído a leer estas líneas. Y saber leer es un milagro de la vida porque implica que estás, que tienes, que importas.

Y no podemos dejar de lado la pobre comprensión que tenemos del tiempo. Cuando mides el tiempo en segundos, en meses y en años, el tiempo se convierte en una cadena que cada vez pesa más. Entender que el tiempo es tan solo otra ilusión, hace que soltemos su importancia y nos mudamos a vivir justo aquí y ahora, donde está el universo en su totalidad.

¿Alguien te ofendió ayer o hace 5 años? Eso ya pasó, ya no es más. Solo tienes este instante. No puedes seguir cargando esa piedra en la espalda.

En la práctica Zen aceptamos todo lo que hay, aún el dolor, el abuso y la ofensa. Es parte de la vida. Es lo que nos forma. Es lo que nos hace avanzar y ser creativos para crecer. Nadie en la historia humana ha florecido sin pasar antes un buen tiempo por el lodo. Claro que no es fácil. ¡Es un reto constante! Pero para eso nos entrenamos en la espiritualidad del Budismo Zen: para ver con claridad honesta, aceptar, arreglar lo que hemos hecho mal y soltar.

En la charla de este Zazenkai, hablamos un poco más al respecto.

Gratitud como primeros auxilios emocionales

Gratitud como primeros auxilios emocionales

El torrente de emociones con las que vivimos es difícil por naturaleza. Casi nunca estamos preparados para recibirlas, entenderlas y soltarlas. Todo lo contrario. Cuando las sentimos, usualmente caemos en dramas, excesos, obsesiones y una gran confusión que nos lleva a sufrir. Sí, aún las emociones “positivas” mal comprendidas, nos llevan a dukkha.

La mente intoxicada de ego y emociones casi siempre cae en ira, desesperación, resentimiento y miedo. Esto significa que se vuelve cerrada y obtusa, lo que evita ver todo el panorama completo. Es normal que alguien llore por una despedida mientras llena su panza con helado o chocolates, sin ver que tener comida disponible es un milagro de la vida.

El enojado insulta a los demás desde su auto. Es decir, no ve que tiene auto.

El indignado se queja por redes sociales, olvidando que cuenta con todo para poder quejarse: servicios, sabe leer, tiene cultura, ropa que protege su piel y miles de bendiciones.

Y es que cuando la ingratitud llena el corazón, la inteligencia y la compasión mueren.

Por eso es que en la práctica Zen, la Gratitud es parte importantísima de nuestra espiritualidad.

Agradecer todo lo que nos rodea, todo lo que tenemos, todos los privilegios; nos hace sentir conectados, humildes y amados por la vida.

Ser agradecidos nos ayuda a conectar con la vida misma y a comprender la Ley de Causa y Efecto; lo que hace que las emociones sean menos abrumadoras.

Primeros auxilios emocionales

Otra parte hermosa de la gratitud es que no solo se trata de la felicidad de un individuo. Es la conexión de la felicidad entre varios seres. Por eso cuando alguien experimentando dukkha me contacta, lo primero que hago es aplicar una bandita de Gratitud y le pido que mire todo lo que le rodea. Que agradezca lo primero que sus ojos encuentren.

Aún en los casos más extremos como enfermedad o dificultades socio económicas, la Gratitud crea una ola de benevolencia que ayuda a calmarnos y a conservar la paz. Esto no solo nos hace sentir bien, sino que nos da espacio para tomar mejores decisiones y simplemente navegar las aguas sin ahogarse.

En el Katannu Sutta, el Buda nos dice:

Ahora, ¿cuál es el nivel de una persona sin integridad? Una persona sin integridad es desagradecida e ingrata. Esta ingratitud, esta falta de gratitud, es típica de personas sin educación. Está totalmente en el nivel de las personas sin integridad. Una persona íntegra es agradecida y tiene gratitud. Esta gratitud, este agradecimiento, es típico de personas civilizadas. Está totalmente en el nivel de personas de integridad.

La práctica activa de la Gratitud nos vuelve seres más propensos a conservar la ecuanimidad y a que las emociones no nos controlen.

La Gratitud es elegancia, benevolencia y nos da integridad para navegar las aguas del Samsara.

Así que la próxima vez que el drama llegue a tu vida, una bandita de Gratitud podría ayudar a no pasarla tan mal.

Minimalismo en tiempos de pandemia

Minimalismo en tiempos de pandemia

 

Este era del Covid-19 ha traído muchísimos regalos para la humanidad. Nos ha estado enseñando cosas que no queríamos entender y que nos negábamos a aceptar. Entre ellas puedo mencionar:

Odiamos la Impermanencia de las cosas, y ahora la vivimos en cada instante. No hay plan que valga, no hay deseo que se mantenga porque el estado de la existencia cambia a cada instante.

Rechazamos la idea de que estamos interconectados con todos los seres vivos, pero hemos aprendido que un bicho en el otro lado del mundo nos afecta mucho sin importar los cuidados que tomes.

Al principio, el encierro era una bestia horrible que nadie quería enfrentar. Al principio horneamos pan, vimos todo lo que necesitábamos ver en Netflix; pero después muchos han comenzado a mirar hacia adentro, hacia el ser.

Y quizá una de las enseñanzas más importantes que al estar encerrados, nos hemos demostrado que se necesita poco para estar bien. No hay que gastar mucho para vivir cómodamente. No hay que viajar lejos ni ir más rápido cuando se aprende a estar en paz en un solo lugar.

Eso es minimalismo puro.

Sin embargo, cuando la mente está fuera de control y los apegos siguen dominando el corazón, en lugar de tranquilidad hay caos.

A diferencia de otros animales más elegantes, los humanos definimos la personalidad y cuantificamos el éxito de acuerdo con la cantidad de objetos materiales que cada uno posee. No es extraño ver cómo la gente rinde culto al millonario, al poderoso, a quien tiene más propiedades y al quien colecciona más de todo.

Parecería algo simple e inocente. ¡Todo mundo lo hace! ¡Hay que tener nuestras cosas! La constante búsqueda de satisfacción del deseo material es lo que más sufrimiento nos produce.

Nos abrazamos tanto a los objetos, que muy fácilmente se convierten en sinónimo de felicidad. Una vez que logramos comprar algo o estamos con alguien, pensamos que siempre estarán ahí y que nunca nada va a cambiar.

Olvidamos el hecho fundamental que nada, absolutamente nada nos pertenece. Todo lo que somos y lo que tenemos pertenece a la Madre Tierra y ella nos presta las cosas… pero siempre las reclama de regreso. Vida-muerte* es un ente es constante cambio. Nada permanece estático ni dura más que un instante en el calendario cósmico.

Definimos la vida en torno a esa ilusión de que todo es para siempre. Pero ese es justo el camino a Villa Sufrimiento, de donde es muy difícil salir.

A la Tierra no le importan los seguros de vida, nuestras cuentas de banco o construcciones. Si decide expresarse con un terremoto o huracán, simplemente lo hace y ya.

Entonces cuando nos enfrentamos ante la destrucción de lo material, de todo aquello a lo que nos aferramos, no tenemos cómo salir del sufrimiento… a menos que el minimalismo o la austeridad sean parte de tu práctica diaria.

Llevar el minimalismo como estilo de vida es una medicina maravillosa que nos evita mucho dolor cuando los cambios suceden (epidemias incluidas en el paquete).

Si tienes pocas cosas, pocas relaciones personales, poco qué cuidar, las pérdidas son menores y por consiguiente el sufrimiento es mucho menor.

Mis compañeros blogueros minimalistas siempre se enfocan en «tener lo menos posible» o en la ilusión de productividad. No está mal, pero visto con ojos budistas-zen puedo decir que no está completo el concepto. Hay que agregar que minimalismo es entender cómo los apegos, lujuria y deseos nos controlan. Nos llevan a sufrir porque nunca paran. El minimalismo nos debe entrenar para poder solarlos antes de que causen más daño.

Entre más obsesión y fijación tenemos con los objetos materiales y con los estímulos; hay más potencial para tener una vida vacía y sin significado.

Cuando llegan estas situaciones de la naturaleza que no controlamos, como la epidemia, debemos recordar que una casa o un auto no define quienes somos. Tampoco nos salvan de la enfermedad ni de eventos de la naturaleza.

¿Qué somos? Seres humanos y nuestro trabajo es salir adelante. Por milenios hemos sabido adaptarnos y crecer, sin depender de nada más que de nuestra inteligencia y creatividad. Y en el pasado, ante la epidemia, solo hemos aceptado las cosas, nos protegemos lo más que se puede, pero al final solo se tiene que aceptar la vida como es y esperar a que las tormentas pasen.

El minimalismo es la puerta de entrada a mejor economía, menos drama y a estar en paz con las manifestaciones de la Madre Tierra.

Si quieres saber más sobre minimalismo y cómo llevarlo a tu vida, te invito al taller Mínima. Más información aquí.

 

*Vida-muerte: Sí, junto. Vida y muerte son un solo concepto inseparable.